Leer esto puede cambiar su vida
Reducir residuos y minimizar el uso del pl¨¢stico exige transformar h¨¢bitos cotidianos
Los humanos pertenecemos a una especie extraordinariamente dotada para adaptarse al medioambiente. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, nos hemos empecinado tanto en perturbarlo que el resultado es un peligroso cambio clim¨¢tico y unos recursos naturales arruinados que ponen a prueba esa capacidad de adaptaci¨®n. La nuestra y la del planeta. El n¨²mero especial publicado este lunes y realizado por los alumnos de la Escuela de Periodismo UAM-EL PA?S se ha centrado en uno solo de esos problemas de los que somos verdugos y v¨ªctimas al tiempo: el uso del pl¨¢stico de forma masiva.
Los oc¨¦anos, en los que desembocan la mayor¨ªa de nuestros detritus, se han convertido en sucias corrientes cargadas de pl¨¢sticos que descargan su basura en islas antes paradis¨ªacas o los mecen durante kil¨®metros sum¨¢ndose a la fauna y la flora marina. Todo tipo de aves y peces mueren o enferman con el est¨®mago repleto de t¨®xicos pl¨¢sticos de colores. Asustan los datos que recuerda el especial Pl¨¢stico: el desaf¨ªo pendiente. Solo en el vertedero de Pinto (Madrid) se entierran cada a?o 100.000 toneladas de pl¨¢stico, lo que equivale a descargar 66.000 camiones. Estamos rodeados. Usamos pl¨¢sticos incluso donde ni sospech¨¢bamos: en los filtros de los cigarros o en el dent¨ªfrico.
Indagar en este asunto alarma m¨¢s todav¨ªa. Hay empresas recicladoras que llevan su carga a vertederos ilegales en vez de tratarlas como es su obligaci¨®n. Hay empresarios que a¨²nan sus fuerzas para evitar reconversiones (y las p¨¦rdidas a corto plazo) acogi¨¦ndose a un ciego negacionismo. El Ministerio de Transici¨®n Ecol¨®gica admite desconocer siquiera la magnitud del problema en Espa?a.
El reto que plantea el pl¨¢stico (tan ¨²til en tantos campos, por otra parte) exige un cambio de vida. Sustituir el motor de combusti¨®n por uno el¨¦ctrico no nos obligar¨¢ a cambiar el trayecto diario. Poner coto al pl¨¢stico puede cambiar, sin embargo, hasta nuestra manera de vestir o alimentarnos. Sobre las administraciones p¨²blicas pesa una gran responsabilidad, pero no hace falta esperar su acci¨®n para emprender la batalla por nuestra cuenta. En todos los rincones del planeta surgen grupos de mariscadoras dispuestas a limpiar el mar de este material, buzos que buscan basura en las profundidades o ciudadanos corrientes que rastrillan playas y r¨ªos para devolverles su hermosura.
Hay un nivel de activistas que han optado paralelamente por afrontar el reto desde la ra¨ªz. Proponen no consumir pl¨¢sticos ni otros desechos. Impresionan ejemplos como el de Bea Johnson, promotora del movimiento Residuos cero. Su familia reduce toda la basura de un a?o en un paquete del tama?o de un pu?o.
Eliminar ciertos pl¨¢sticos de nuestras vidas va a ser una revoluci¨®n compleja. Requiere volver al pasado de la bolsa de la compra no desechable y los productos a granel, por poner un par de m¨ªnimos ejemplos. Si leen el especial publicado es muy probable que se sientan tentados a secundar los buenos ejemplos. Al fin y al cabo, tarde o temprano, tendr¨¢n que hacerlo de todos modos.
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