Castigo a las monjas que denuncian abusos
La religiosa india Lucy Kalapura denunci¨® al obispo Franco Mulakkal de abusos continuados y la superiora la expuls¨® de la orden
El 20 de agosto de 2018, el papa Francisco respondi¨® a los grav¨ªsimos esc¨¢ndalos de los abusos sexuales a menores que sacuden a la Iglesia cat¨®lica con la Carta al pueblo de Dios, una carta valiente, de las m¨¢s duras que haya escrito nunca un pont¨ªfice. En ella, por primera vez, Bergoglio condenaba de la misma manera a quien comet¨ªa la violencia y a quien la ocultaba, e identificaba claramente la causa en los abusos de poder y autoridad, relacion¨¢ndolos con el clima de clericalismo y autorreferencia extendidos en la Iglesia.
En la carta, el Papa se?ala como v¨ªctimas a los menores o los adultos indefensos, pero no habla de mujeres, y mucho menos de religiosas.
Seis meses despu¨¦s, poco antes de la cumbre de febrero en el Vaticano sobre las agresiones sexuales, aparecieron en la prensa denuncias de abusos sexuales de miembros del clero a muchas religiosas, sobre todo en ?frica y en Asia, pero tambi¨¦n en Europa. Se abre as¨ª un nuevo esc¨¢ndalo, que tampoco afecta solo a alguna oveja negra, sino que ha resultado ser sistem¨¢tico. Los abusos a las monjas presentan un agravante respecto a los abusos a menores: las mujeres pueden quedarse embarazadas y se ven obligadas a abortar, a menudo a costa del clero, o a dar al ni?o en adopci¨®n para poder permanecer en sus respectivas congregaciones.
Cuando una periodista pregunt¨® al Papa en rueda de prensa, admiti¨® que era cierto y dijo que se est¨¢ abordando la cuesti¨®n. La respuesta es muy importante, pues es la primera vez que la iglesia cat¨®lica admite que se trata de violaciones, despu¨¦s de haberlas considerado durante a?os simples transgresiones sexuales. Durante la reuni¨®n de febrero, en el ¨²ltimo minuto, se a?adi¨® a los testimonios de las v¨ªctimas el de una monja nigeriana que hab¨ªa sido violada varias veces y obligada a abortar en tres ocasiones.
Pero no cambia nada. Las denuncias de las religiosas en los varios tribunales vaticanos caen en saco roto y, lo que es a¨²n m¨¢s grave, se toman medidas de castigo contra quien denuncia.
Hace un a?o, una monja india de Kerala, Lucy Kalapura, de 53 a?os, apoyada por otras religiosas, denunci¨® al obispo Franco Mulakkal de abusos continuados. Ahora que ha tenido el valor de llevar la denuncia tambi¨¦n a los medios de comunicaci¨®n, ha sido expulsada de las clarisas franciscanas por orden de la superiora.
Oficialmente, la denuncia no es el motivo de esta grave decisi¨®n. A la religiosa se la acusa de violar las reglas y, concretamente, el voto de pobreza, por haber comprado un coche y publicado un libro sin permiso de sus superiores. Sor Lucy ha replicado que las acusaciones son injustas y que recurrir¨¢ a un tribunal civil. Lo mismo han hecho las acusadoras del obispo, porque las denuncias a los superiores y a las congregaciones romanas no han tenido respuesta, pero en India este recurso a la justicia civil est¨¢ mal visto por la minor¨ªa cat¨®lica.
Sin embargo, la defensa de una minor¨ªa no debe ocultar los abusos a una religiosa, en este caso por parte de un obispo. Y las jerarqu¨ªas eclesi¨¢sticas tienen muchas formas de deslegitimar a quien ha denunciado. Adem¨¢s, el hecho de que esto ocurra antes del proceso contra el obispo Mulakkal demuestra que, con tal de defenderlo, las jerarqu¨ªas est¨¢n dispuestas a todo. En este caso con una medida preventiva: demostrando que la denunciante no es una buena religiosa esperan atemorizar a las religiosas v¨ªctimas de abusos que todav¨ªa no los han denunciado.
La iglesia cat¨®lica, que se ha visto obligada por las denuncias de prensa y tribunales a admitir los abusos a menores, est¨¢ repitiendo en el caso de las mujeres la misma pol¨ªtica de negaci¨®n de los hechos con la que hab¨ªa tratado de acallar los esc¨¢ndalos en un primer momento. Parece que no han aprendido nada de los acontecimientos de los ¨²ltimos a?os y que a¨²n se hacen ilusiones de poder mantener la credibilidad y el respeto negando la realidad. Parece incluso que las jerarqu¨ªas eclesi¨¢sticas creen que a¨²n es posible actuar como si las mujeres no existieran, como si pudieran obligarlas a abortar a escondidas mientras se condena abiertamente esta pr¨¢ctica como un pecado grav¨ªsimo, cuya responsabilidad pesa solo sobre ellas.
Parece imposible que las jerarqu¨ªas todav¨ªa no hayan entendido que la ¨²nica v¨ªa honorable para salir de esta tr¨¢gica situaci¨®n es admitir la verdad y castigar a los culpables, incluidos quienes han echado tierra sobre las denuncias. Sin esto, ninguna pol¨ªtica de prevenci¨®n puede ser cre¨ªble.
Y hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre: son abusos sexuales y no ¡°tocamientos inapropiados¡± o, peor a¨²n, ¡°relaciones rom¨¢nticas¡±.
Lucetta Scaraffia es experta en historia de la Iglesia y la mujer.
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