Las mil batallas por la tierra que incendian la Amazonia
EL PA?S recorre el Estado de Par¨¢, donde conviven ind¨ªgenas aislados, ganaderos en busca de pasto, agricultores sin tierra, polic¨ªas sin recursos y zonas sin ley: un c¨®ctel explosivo
En una calurosa ma?ana del jueves 29 de agosto, dos docenas de agentes encargados de proteger la Amazonia, en ocho camionetas, cruzan, en un barco, el r¨ªo Xingu, en el Estado de Par¨¢, al norte de Brasil. Partieron de la ciudad de Altamira. La misi¨®n consiste en descubrir personas que deforestan una de las ¨¢reas protegidas de esta regi¨®n: el territorio denominado Ituna Itat¨¢, donde vive un pueblo ind¨ªgena aislado.?
Tras bajar los veh¨ªculos del barco, el recorrido se hace lentamente por una carretera de tierra con grandes baches, casi agujeros. El viaje dura cuatro horas. Los puentes que salvan los r¨ªos se hacen con avejentados y precarios tablones de madera. La sensaci¨®n es que pueden romperse en cualquier momento cuando un coche pasa sobre ellos.
La vegetaci¨®n original nativa, con sus enormes y centenarios ¨¢rboles, se hace m¨¢s densa conforme el convoy avanza hacia el interior de las tierras ind¨ªgenas. Pero hay, asimismo, huellas de destrucci¨®n: cientos de troncos de madera est¨¢n tumbados en el suelo y se ven zonas enteras con rastro de haber sido quemadas para dejar terreno abierto. Hay marcas de m¨¢quinas y tractores, se?al de que la acci¨®n de los invasores es reciente. Tambi¨¦n se encuentran restos de campamentos, cuartos de ba?o y tanques de agua de 5.000 litros que sirvieron a los trabajadores encargados de destruir estas tierras. Tras algunos minutos caminando entre los escombros de una selva, los agentes encuentran, sorprendidos, una pista de aterrizaje en plena selva amaz¨®nica.
Como el salvaje Oeste
La zona que recorre la patrulla es una diminuta parte de una regi¨®n, llena de riquezas naturales, formada por la inmensa cuenca hidrogr¨¢fica del r¨ªo Xingu, un afluente del Amazonas. Esta cuenca es un territorio de m¨¢s de 530.000 kil¨®metros (m¨¢s grande que Espa?a). Una gigantesca tierra de nadie. Lo m¨¢s parecido al salvaje Oeste de las pel¨ªculas de John Ford. En Par¨¢, el Estado casi no existe y la ley es, muchas veces, un precepto puramente te¨®rico. Aqu¨ª se disputa cada trozo de la inmensa Amazonia con sierras el¨¦ctricas, con armas y con fuegos. Hay ganaderos incansables tras nuevos pastos, labradores sin tierras, mineros que persiguen yacimientos y hasta buscadores de oro. Todas estas vidas e intereses se cruzan en una tierra a veces sin ley.
La lucha ¡ªen ocasiones tambi¨¦n la pura necesidad para habitantes que viven en la miseria¡ª de tierra, oro y madera es imparable. Y la consecuencia de todo esto son los numeros¨ªsimos incendios que hicieron, durante las ¨²ltimas semanas, que el mundo volviese sus ojos al coraz¨®n verde del planeta. Con preocupaci¨®n y con miradas cr¨ªticas. Los incendios constituyen, en el fondo, la ¨²ltima de las mil batallas que se libran continuamente en estos territorios y que poco a poco van carcomiendo la m¨¢s grande selva tropical de la Tierra. Cuando el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, criticado por descafeinar la ley para favorecer la deforestaci¨®n, decidi¨® intervenir en la crisis de los incendios espoleado por las cr¨ªticas internacionales, Altamira se convirti¨® en la ciudad epicentro de la log¨ªstica, donde se concentran los equipos de inspecci¨®n del IBAMA (Instituto Brasile?o del Medioambiente y Recursos Naturales) junto a los polic¨ªas de la Fuerza Nacional y los soldados del Ej¨¦rcito designados por el mandatario.
Hasta el pasado 15 de agosto la ciudad era la tercera con m¨¢s focos de incendio este a?o y la primera con m¨¢s alertas de deforestaci¨®n, seg¨²n los datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), del Gobierno brasile?o. Otras localidades cercanas tambi¨¦n est¨¢n entre las m¨¢s deforestadas. En una palabra: la zona cero de la deforestaci¨®n de la Amazonia, que se va destruyendo poco a poco, con acciones como la que los agentes proteccionistas (funcionarios del IBAMA) acaban de descubrir en su patrulla.?
El due?o de la avioneta
Al lado de esa pista de aterrizaje hay una casa hecha de madera, con un huerto y un corral para las gallinas. Una familia de tres personas observa a los polic¨ªas avanzar. El padre, que se identifica como Ubirajara, cuenta que lleva trabajando en esa zona, como una especie de guarda, desde abril del a?o pasado. A?ade que trabaja para un hombre conocido en la regi¨®n por tener una avioneta y hacer servicios de transporte a¨¦reo desde Altamira a esa parte de la Amazonia.?
Ubirajara tiene 44 a?os, es alba?il pero est¨¢ en el paro desde que se acabaron las obras de la central hidroel¨¦ctrica de Belo Monte. Asegura que el hombre poderoso que le emplea ¡ªel due?o de la avioneta¡ª le ha prometido, adem¨¢s del terreno donde se asienta su casa y su huertecillo, un trozo de tierra para plantar cacao y as¨ª jubilarse.
Los agentes consideran que este es un ejemplo, entre otros miles, de apropiaci¨®n ilegal de tierras. El due?o de la avioneta no tiene ning¨²n derecho para apropiarse de nada ni, por supuesto, para regalar nada a Ubirajara. Este se explica: ¡°Est¨¢ muy dif¨ªcil conseguir tierra con documentos¡±. Para ¨¦l es importante preservar el medioambiente ¡°para nuestros hijos y nietos¡±. Pero matiza: ¡°Tambi¨¦n hace falta legalizar a los agricultores para que tengan sus documentos y sepan qu¨¦ hacer. Creo que s¨ª se puede deforestar dentro de la ley¡±.
Hugo Loss, el coordinador nacional de los agentes del IBAMA que lidera la operaci¨®n de inspecci¨®n, explica que en el ¨¢rea destruida pueden actuar tanto madereros ilegales como mineros o grileiros (quienes se apropian ilegalmente del territorio). La pista de aterrizaje facilita el transporte de combustible para provocar los incendios y abrir el terreno, as¨ª como transportar a los propios trabajadores y las sierras el¨¦ctricas.
El lugar, que todav¨ªa no est¨¢ consolidado como un territorio ind¨ªgena protegido, se encuentra desde 2010 bajo un decreto gubernamental de ¡°uso restrictivo¡±, una fase previa a la demarcaci¨®n definitiva. De cualquier manera, est¨¢ prohibido que se ocupe para actividades econ¨®micas, que se deforeste o que alguien se asiente, salvo los nativos que all¨ª residen.
Pero, como en el caso de Ubirajara ¡ªy del due?o de la avioneta que est¨¢ detr¨¢s¡ª, esto no es as¨ª. Es corriente aprovechar ese limbo legal para instalarse en el lugar y despu¨¦s consolidar esta propiedad. De esta forma, la Amazonia pierde un pedacito m¨¢s.
Loss cree, adem¨¢s, que un 10% del territorio Ituna Itat¨¢?¡ªcerca de 142.000 hect¨¢reas, dos veces la ciudad de Madrid¡ª ya ha sido invadido y destruido de forma ilegal. Solo en 2019 han sido destruidos 400 hect¨¢reas. Los expertos y ambientalistas consideran que el discurso permisivo de Bolsonaro y el desmantelamiento de organismos de protecci¨®n ambiental, como el propio IBAMA, son las principales causas del gran aumento de la deforestaci¨®n ¡ªy, en consecuencia, de los incendios¡ª en todo Brasil en lo que va de a?o.
En esta pelea por la tierra hay labradores reconvertidos y pobres como Ubirajara, pero tambi¨¦n granjeros poderosos que buscan nuevos territorios para expandirse, o ganaderos que quieren localizar m¨¢s pastos. Una mezcla que hace que la situaci¨®n se vuelva explosiva.
La Comisi¨®n Pastoral de la Tierra, vinculada a la Iglesia cat¨®lica, ha denunciado que, adem¨¢s, ind¨ªgenas, peque?os agricultores o los que viven de recoger casta?as u otros frutos en peque?as comunidades han recibido amenazas de muerte que les llegan de los grandes terratenientes.
Para enredar m¨¢s la madeja, hay quienes llevan cultivando un terreno sin documentos de propiedad durante generaciones. Esta situaci¨®n se arrastra desde los a?os setenta del siglo pasado, cuando la dictadura militar incentiv¨® la ocupaci¨®n de la Amazonia con el fin de colonizarla, promoviendo grandes obras p¨²blicas, como la construcci¨®n de la autopista Transamaz¨®nica.
Jo?o Luiz de Nazar¨¦, de 46 a?os, un peque?o agricultor de la zona, defiende que les den t¨ªtulos de propiedad como mal menor: ¡°Esta es una regi¨®n de gente trabajadora con muchos problemas. Como en otros muchos lugares. Pero no queremos ir en contra de la ley. Nosotros lo que queremos es mejorar las condiciones actuales para trabajar la tierra. Porque, si no tenemos el documento, no podemos acceder a cr¨¦ditos en el banco, por ejemplo¡±. Nazar¨¦ afirma que los agricultores locales se ven injustamente culpados de ser causantes de los incendios que devastan la Amazonia. Algo que no les interesa, a?ade.?
El ¡°d¨ªa del fuego¡±
No obstante, el 10 de agosto, agricultores del municipio de Novo Progresso, en la cuenca del Xingu pero a cientos de kil¨®metros de la pista ilegal de aterrizaje descubierta por la polic¨ªa, organizaron el denominado ¡°d¨ªa del fuego¡±. Lo anunciaron d¨ªas antes en el peri¨®dico local. Pese a que el IBAMA y el Ministerio P¨²blico advirtieron al Gobierno Federal sobre lo que estaba en marcha, las autoridades no hicieron nada para evitarlo. Las llamas devoraron varias partes de la regi¨®n, seg¨²n detectaron los sat¨¦lites.?
Mientras, en Altamira, la desigualdad no para de crecer. La construcci¨®n de la cercana central el¨¦ctrica de Belo Monte, que comenz¨® en 2011, bajo el mandato de Dilma Rousseff, trajo promesas de trabajo. La poblaci¨®n se duplic¨®, pero el empleo se ha esfumado. La violencia urbana y el narcotr¨¢fico se han disparado, y la ciudad est¨¢ entre las que registra m¨¢s homicidios en Brasil. Por eso, muchas personas como Ubirajara consideran que el futuro consiste en arrancar un pedazo ilegal de tierra a la cada vez m¨¢s fr¨¢gil y debilitada Amazonia y quedarse ah¨ª a vivir.