El suplicio de la profesora que acus¨® al juez
La mujer que denunci¨® por abusos al miembro del Supremo Brett Kavanaugh vive entre amenazas mientras el supuesto agresor sigue con su vida entre la ¨¦lite de Washington
Las im¨¢genes quedaron para la historia. Una mujer de 51 a?os, ojos cerrados y mano derecha alzada, jurando ante los congresistas decir toda la verdad, antes de relatar durante cuatro horas y media c¨®mo fue sexualmente atacada en la adolescencia. Poco despu¨¦s, la expresi¨®n de furia de un hombre de 52, desencajado, contando ante la misma audiencia c¨®mo las acusaciones de la mujer hab¨ªan ¡°destruido total y permanentemente¡± su nombre. Sucedi¨® hace ahora un a?o. Hoy, la vida del hombre ha regresado al cauce que marcaron sus padres desde su infancia. La de la mujer, en cambio, se parece poco a la que se arriesg¨® a abandonar el d¨ªa en que decidi¨® convertirse en el ¨²ltimo s¨ªmbolo del #MeToo.
Cuando Donald Trump nomin¨® al conservador Brett Kavanaugh para convertirse en juez del Tribunal Supremo, un nombramiento que culminar¨ªa la larga pugna de los republicanos por inclinar hacia la derecha la balanza de la m¨¢s alta instancia judicial del pa¨ªs, con la esperanza de alg¨²n d¨ªa revertir casi medio siglo de despenalizaci¨®n del aborto, todos daban por descontada una batalla pol¨ªtica. Pero nadie esperaba que el camino del juez hacia el destino al que hab¨ªa dedicado toda una vida de privilegio y duro trabajo se ver¨ªa interrumpido por la denuncia p¨²blica de agresi¨®n sexual por parte de una profesora universitaria californiana llamada Christine Blasey Ford, con quien coincidi¨® en algunas fiestas adolescentes.
Un a?o despu¨¦s, Kavanaugh se sienta en el Tribunal Supremo. Evita la exposici¨®n p¨²blica y apenas abandona la elitista burbuja de Chevy Chase, barrio residencial entre Washington DC y Maryland, donde la pol¨ªtica y el poder son algo as¨ª como la industria local. Aqu¨ª ha vivido el juez toda su vida, exceptuando sus a?os de universitario en Yale y dos m¨¢s de pasant¨ªas como abogado.
Durante su tormentosa comparecencia, Kavanaugh comparti¨® con los legisladores su miedo a no poder volver ejercer de entrenador escolar de baloncesto. ¡°Amo entrenar m¨¢s que nada de lo que he hecho jam¨¢s en mi vida entera¡±, dijo, al borde del llanto. ¡°Gracias a lo que algunos de ustedes han soltado, puede que no consiga volver a entrenar jam¨¢s¡±, lament¨®. Pero apenas dos meses tard¨® en regresar a las canchas el ¡°entrenador K¡±, como le llaman las chicas de sus equipos de sexto y octavo grado, donde juegan las dos hijas del juez. Los ¨¢rbitros se hacen selfies con ¨¦l y hasta invit¨® a las jugadoras y a sus padres, seg¨²n public¨® The Washington Post, a jugar un partido en la cancha de baloncesto situada en la quinta planta del Tribunal Supremo.
Circunscribe sus salidas a unas cervezas en el Club Chevy Chase, que se define como ¡°una distinguida instituci¨®n social¡± que proporciona a sus socios ¡°refugio de los estreses de la vida diaria¡±, y puntuales cenas en discretos restaurantes del barrio que en alguna ocasi¨®n, seg¨²n el Post, han sido interrumpidas por aplausos o exabruptos de otros comensales. Sigue rezando en el Templo del M¨¢s Sagrado Sacramento, donde a menudo lee pasajes del evangelio al resto de feligreses, y cumple cada pocas semanas con la caridad cat¨®lica en los comedores de la archidi¨®cesis de Washington, donde se le ha visto servir platos de macarrones con queso a los pobres.
Desde que se anim¨® a relatar que Kavanaugh trat¨® de violarla, borracho, mientras se re¨ªa con un amigo, durante una fiesta et¨ªlica estudiantil en Chevy Chase, la profesora Christine Blasey Ford, por su parte, no ha vuelto a poder dar clase en la Universidad de Palo Alto. Tampoco ha vuelto a aparecer en p¨²blico desde que grab¨® un v¨ªdeo el pasado diciembre para presentar el premio Deportista del A?o de Sports Illustrated. Fue para Rachael Denhollander, la primera gimnasta que denunci¨® los abusos del entrenador Larry Nassar.
Ford viv¨ªa con su marido y sus dos hijos una vida tambi¨¦n privilegiada en Palo Alto, el distrito m¨¢s rico de California. Nada m¨¢s volver de Washington de testificar contra Kavanaugh, comenzaron las amenazas de muerte. Hasta diciembre, la familia se hab¨ªa mudado de casa cuatro veces. Abrieron una cuenta en la web de donaciones GoFundMe para pedir ayuda.
Cuando se cerr¨® la cuenta, el 21 de noviembre, Ford escribi¨® un mensaje en el que dec¨ªa que las donaciones ¡°nos han permitido tomar medidas razonables para protegernos de amenazas espantosas, incluida la protecci¨®n f¨ªsica m¨ªa y de mi familia¡±, adem¨¢s de mejorar la seguridad de su casa. El saldo final de donaciones fue de 647.610 d¨®lares. Todo lo que no use, dec¨ªa Ford, lo donar¨¢ a organizaciones que ayuden a ¡°supervivientes de traumas¡±.
El 6 de octubre de 2018, hace hoy justo un a?o, el Senado de Estados Unidos confirmaba a Brett Kavanaugh como nuevo juez vitalicio del Supremo. Fue, justo, en el primer aniversario de la publicaci¨®n de la primera historia sobre los abusos de Harvey Weinstein. ¡°Creemos a Christine, creemos a las supervivientes¡±, rezaban las pancartas de las protestas que subieron hasta el Capitolio.
El caso ayud¨® a abrir un debate p¨²blico sobre cierto comportamiento t¨®xico en los institutos, tolerado durante generaciones. La imagen de Ford, con los ojos cerrados y la mano levantada, adorna paredes, pins y camisetas. Una especie de Che Guevara del #MeToo.
Ella, seg¨²n explican en su reciente libro She Said las periodistas Jodi Kantor y Megan Twohey, autoras de la investigaci¨®n sobre Weinstein, a¨²n tiene sentimientos fluctuantes que la llenan de ansiedad. ?Hizo bien en compartir su historia o debi¨® haberse callado?, se sigue preguntando.
Kavanaugh, por su parte, llevar¨¢ siempre un molesto asterisco asociado a su nombre, ensuciando una trayectoria que dise?¨® impoluta. Pero podr¨¢, de por vida, sentar jurisprudencia sobre los asuntos m¨¢s graves del pa¨ªs. En el mismo libro, Kantor y Twohey cuentan tambi¨¦n c¨®mo, en junio de 2018, cuando circul¨® la lista de candidatos de Trump para el Supremo, que inclu¨ªa el nombre de Kavanaugh, Ford envi¨® un mensaje a una amiga: ¡°El favorito para el Supremo es el capullo que me asalt¨® en el instituto. Tiene mi edad, as¨ª que estar¨¢ en el tribunal todo el resto de mi vida¡±. Terminaba el mensaje con el emoticono de la cara triste.
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