La desigualdad genera insolidaridad
La desigualdad persistente alimenta un tipo de creencias que tienden a justificarla
La desigualdad no ha dejado de crecer en Espa?a a pesar de la recuperaci¨®n econ¨®mica. La tasa de pobreza o exclusi¨®n social ha pasado del 24% en 2008 al 27% en 2017 y aunque hay pa¨ªses a los que todav¨ªa les ha ido peor (Grecia ha pasado del 28% al 35%), las heridas de la crisis no han hecho sino agravar una tendencia que ya era estructural antes de estallar la crisis. Thomas Piketty ya demostr¨® en su libro El capital en el siglo XXI que la desigualdad no ha dejado de crecer porque es un elemento estructural del modelo econ¨®mico, que tiende a concentrar la riqueza cada vez en menos manos. Por su parte, Joseph Stiglitz advert¨ªa en La gran brecha (Taurus, 2015) sobre el enorme impacto de la desigualdad sobre la cohesi¨®n social.
Muchos se sorprenden de que este aumento tan acusado de la brecha social por la p¨¦rdida de ingresos de los m¨¢s desfavorecidos, agravada por una menor cobertura de las pol¨ªticas sociales a causa de los recortes, no haya producido una reacci¨®n social y pol¨ªtica acorde con la gravedad de la situaci¨®n. Es cierto que una parte del crecimiento de los populismos de derecha se puede atribuir al descontento de los m¨¢s desvalidos, que expresan su malestar votando a quienes alientan su resentimiento y les enga?an con promesas de redenci¨®n. Pero hay algo m¨¢s. Las investigaciones realizadas por el equipo de Rosa Rodr¨ªguez Bail¨®n, profesora del Departamento de Psicolog¨ªa Social de la Universidad de Granada, ofrecen interesantes elementos de reflexi¨®n sobre los mecanismos psicol¨®gicos y sociales que la propia desigualdad genera. Entre ellos un tipo de pensamiento y conducta que tienden a justificarla.
La diferencia econ¨®mica genera distancia social entre los estamentos. Cuanta mayor es la desigualdad, mayor importancia se le da al estatus social, hasta el extremo de producir una ansiedad por el estatus que conduce a la insolidaridad. En una sociedad en la que la publicidad genera altas expectativas de consumo y bienestar, la desigualdad aumenta la preocupaci¨®n por mantener el estatus no solo entre los que sienten amenazada su posici¨®n, sino en todos. Cuanta m¨¢s desigualdad, menos conf¨ªan las personas en los dem¨¢s. Numerosos estudios han demostrado que quienes se encuentran en las posiciones inferiores y han de dedicar la mayor parte de sus energ¨ªas a la supervivencia, se a¨ªslan m¨¢s, votan menos y participan menos en pol¨ªtica.
La desigualdad persistente alimenta un tipo de creencias que tienden a justificarla, entre ellas la idea de que quienes tienen ¨¦xito en la vida lo tienen porque son m¨¢s inteligentes y se han esforzado m¨¢s. De alg¨²n modo se deshumaniza a los desfavorecidos y en la medida en que se les considera culpables de su mala suerte, los mejor situados tienden a ser menos compasivos y m¨¢s restrictivos a la hora de apoyar programas de ayuda social. As¨ª es como las creencias y la ideolog¨ªa acaban favoreciendo el aumento de la desigualdad.
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