Los planes no bastan, hay que ejecutarlos
Las cumbres son ¨²tiles y necesarias, en particular por el formidable impacto que generan sobre el cambio clim¨¢tico. Y son eficaces, pero no tanto como podr¨ªa deducirse de conclusiones
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Quiz¨¢ no sea posible imaginar un fen¨®meno m¨¢s global que el cambio clim¨¢tico; todos sufriremos las consecuencias de las conductas del conjunto de la poblaci¨®n, independientemente de la conducta individual de cada persona o cada pa¨ªs. En consecuencia, las medidas para combatirlo o aliviar sus consecuencias han de ser globales.
Durante el pasado siglo, cuando la globalidad era apenas m¨¢s que un barrunto, se enfatiz¨® la necesidad de un gobierno mundial, noci¨®n que se ha abandonado por completo. Incluso la ONU ha ido perdiendo capacidad de intervenir. ?C¨®mo actuar, entonces, contra el cambio clim¨¢tico en un mundo dominado por los ego¨ªsmos nacionales?
La respuesta ha sido la celebraci¨®n de cumbres, como la Conferencia de las Partes (COP25) que arranca hoy en Madrid. Esta COP examinar¨¢ los progresos, o su ausencia, desde la COP21 en Par¨ªs en 2015. En dicha conferencia, la casi totalidad de los pa¨ªses del mundo declararon su compromiso con medidas que limitaran el aumento de la temperatura media del planeta a los 2? C a finales del presente siglo respecto del nivel preindustrial.
Pero esos compromisos fueron voluntarios y no se instrument¨® un mecanismo de sanciones para aquellos que no los cumplieran. Ni los compromisos, ¨²nicamente declarativos, fueron ya suficientes en principio, ni pudo evitarse su incumplimiento por la mayor¨ªa de los pa¨ªses firmantes, ni la retirada de alguno de ellos, como EE?UU. Seg¨²n el secretariado de la cumbre, si se procediera seg¨²n lo declarado en Par¨ªs, la temperatura aumentar¨ªa hasta los 3? C y, seg¨²n los expertos, de seguir las tendencias observadas en estos cuatro a?os, se ir¨ªa hasta m¨¢s all¨¢ de los 4? C.
Y es que no basta con declarar que la temperatura no ha de superar tal o cual l¨ªmite. Hay que definir c¨®mo se va a lograr. Y como el calentamiento global es un efecto del aumento de los gases de efecto invernadero (GEI) en la atm¨®sfera y ¨¦ste una consecuencia de nuestro colosal consumo de energ¨ªa procedente de los combustibles f¨®siles, la clave est¨¢ en lo que se ha llamado la descarbonizaci¨®n de nuestra econom¨ªa o la transici¨®n energ¨¦tica: sustituir las fuentes dependientes del carbono por otras libres de emisiones; en la generaci¨®n de electricidad, en el transporte y en la producci¨®n de calor industrial y dom¨¦stico.
Las ¨²nicas fuentes libres de emisiones que conocemos son las renovables y la energ¨ªa nuclear. Esta ¨²ltima jugar¨¢ un papel importante en la transici¨®n energ¨¦tica de los pa¨ªses de Asia pero es poco probable que contin¨²e al mismo nivel actual en Europa y EE?UU, no digamos ya que aumente su presencia. El problema est¨¢, por tanto, en la instalaci¨®n de potencia renovable para sustituir potencia f¨®sil, especialmente carb¨®n, y moverse r¨¢pidamente hacia un transporte de personas y mercanc¨ªas que no dependa de los derivados del petr¨®leo, como ocurre hoy pr¨¢cticamente en un 100%.
Pero tampoco basta con enunciar los planes de descarbonizaci¨®n. Hay que ponerlos en pr¨¢ctica. Lo que implica enormes inversiones y la resistencia de sectores perjudicados en el corto plazo. En ausencia de un sistema de sanciones, o de una autoridad supranacional, resulta dif¨ªcil, como se est¨¢ viendo, que los distintos pa¨ªses tomen las decisiones necesarias. Incluso en el caso de la UE, donde un conjunto de pa¨ªses delegan una parte de su soberan¨ªa en una instancia supranacional, no est¨¢ resultando f¨¢cil dar simplemente el primer paso, la sustituci¨®n del carb¨®n como fuente de generaci¨®n de electricidad por fuentes sin emisiones, dado que hay pa¨ªses, como Polonia o Alemania, dependientes en gran medida del carb¨®n.
La presi¨®n ciudadana es importante para obligar a los gobiernos a tomar las medidas necesarias, pero su papel en estos momentos es contradictorio. Hay una gran concienciaci¨®n sobre los peligros del cambio clim¨¢tico, pero es m¨¢s bien gen¨¦rica, y cuando se legisla para reducir en concreto el consumo de combustibles f¨®siles, por ejemplo mediante impuestos medioambientales, encareciendo el precio de los combustibles o dificultando el uso de veh¨ªculos privados, la reacci¨®n popular suele ser contraria. Recu¨¦rdese el motivo inicial de las revueltas en Francia, Ecuador, Ir¨¢n o tantos otros sitios.
Cada sector piensa que deben ser otros los primeros o principales afectados. O que basta gravar o limitar los movimientos de los ricos o las grandes empresas. Pero el problema es que las emisiones se producen directamente por la actividad de todos e, indirectamente, por la energ¨ªa que se utiliza en manufacturar productos que todos usamos.
Podr¨ªa pensarse en la indexaci¨®n de las emisiones generadas por la fabricaci¨®n o el uso de cada producto. As¨ª, los consumidores podr¨ªan rechazar los que generan m¨¢s GEI y los gobiernos podr¨ªan gravarlos en funci¨®n de los da?os colaterales que producen. Un mecanismo complejo y con muchos efectos secundarios negativos seguramente. Pero el hecho es que el sistema de las declaraciones pomposas de compromisos cuyo cumplimiento no es posible garantizar no est¨¢ dando resultado hasta el momento.
Las cumbres son ¨²tiles y necesarias, en particular por el formidable impacto que generan sobre el cambio clim¨¢tico. Y son eficaces, pero no tanto como podr¨ªa deducirse de la lectura de sus conclusiones.
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