Loureiro, la aldea de las empoderadas
Las vecinas de una localidad ourensana de 60 habitantes celebrar¨¢n por segundo a?o su marcha del 8M: ¡°Lo hacemos por todas las mujeres que no pueden ni salir de casa¡±
¡°Yo estoy a favor de las mujeres, pero tanto, tanto, tanto, tanto, tanto no. Vale que debemos ser iguales... pero entre el mucho y el poco hay un t¨¦rmino medio¡±. El que as¨ª se sincera apoyado en la barra del bar no es vecino de Loureiro, sino de un pueblo cercano. Su enigm¨¢tica respuesta viene a cuento de una pregunta: ¡°?Y qu¨¦ piensan los hombres de la manifestaci¨®n que organizan aqu¨ª las mujeres el 8 de marzo?¡±. Porque Loureiro (Nogueira de Ramu¨ªn, Ourense), sin planearselo, se convirti¨® el a?o pasado en uno de los s¨ªmbolos de la lucha feminista en Galicia, despu¨¦s de que sus mujeres, aproximadamente la mitad de una poblaci¨®n invernal de 60 almas, saliesen a la calle para celebrar la primera manifestaci¨®n en la historia de la localidad.
Nadie contaba con ello hasta la tarde de la v¨ªspera, cuando Carla Souto y una amiga suya que pasaba unos d¨ªas en la aldea decidieron colgar anuncios convocando una manifestaci¨®n por el 8M porque solo pasa un bus al d¨ªa y no podr¨ªan ir a la de Ourense. A la ma?ana siguiente, improvisaron pancartas en cartulinas, y a las tres manifestantes que se echaron a andar por la traves¨ªa que cruza el n¨²cleo enseguida se sumaron otras mujeres de entre 15 y 80 a?os (tambi¨¦n alg¨²n hombre), mientras llamaban a la puerta de "las que salen poco" para invitarlas a corear los lemas que surg¨ªan. Era casi como manifestarse en familia. Las frases de los carteles se refer¨ªan directamente a los vecinos del pueblo: "Manolo, hoy te toca hacer la cena solo". O versaban sobre costumbres enquistadas en el mundo rural de Galicia: "Las mujeres tambi¨¦n quieren ir al bar".
Situada al margen, extra?ada, divertida, socarrona, la mitad masculina de la aldea hac¨ªa sus comentarios al otro 50% de la aldea: "?No sab¨¦is ni gritar!". Y al final desembocaban todas y todos en el Non Sei, ese ¨²nico bar de Loureiro que tiene por nombre una duda existencial y que regenta precisamente una mujer, Esperanza Dafonte, casada con el vecino que inspiraba la pancarta de la cena, Manolo Quevedo.
Pero la peque?a acci¨®n espont¨¢nea de las mujeres de Loureiro dio el salto ese d¨ªa a las redes sociales y a un par de digitales gallegos, y de ah¨ª a medios de toda Espa?a. Las l¨ªderes de la marcha, encabezadas por Carla Souto, entonces de 24 a?os, acabaron yendo invitadas a plat¨®s de televisi¨®n. Este a?o, todo el mundo planea manifestarse de nuevo (¡°tambi¨¦n nosotros¡±, apunta Manolo) el domingo a las cuatro de la tarde, mientras en el lugar aguardaban para este viernes la llegada de la impulsora del movimiento feminista local. El a?o pasado, Carla, hija de una mujer natural de la aldea que ya no vive en ella, resid¨ªa en Loureiro inmersa en un proyecto art¨ªstico sobre el infinito minifundismo que dinamita el campo gallego, pero ahora se ha trasladado a Madrid.
¡°Aquella manifestaci¨®n fue un poco de cachondeo, pero no es ninguna broma. Hay lugares donde las mujeres est¨¢n mucho peor que nosotras. Las hay que ni protestar ni salir de casa pueden. ?Que vaya por ellas nuestra marcha! ?Por ellas salimos a la calle las de Loureiro!¡±, proclama Ermitas Rieiro desde la mesa del bar Non Sei que comparte con su esposo, ?ngel Quevedo. La verdad es que aqu¨ª, tal y como confirma Esperanza, la due?a de este local que hoy es el ¨²nico centro social de la aldea y que ha perdido el r¨®tulo con los ¨²ltimos vientos, ¡°las mujeres s¨ª pisan el bar¡±.
¡°La manifa sirvi¨® de revulsivo, fue una semillita¡±, reconoce satisfecha, a¨²n en Madrid, Carla Souto. ¡°Gracias a esto, nos dimos cuenta de que no cont¨¢bamos en el pueblo con espacios comunes. Porque el viejo teleclub est¨¢ lleno de humedades y no se puede usar. Ni hay un parque al que puedan ir los nietos de los vecinos que vienen a pasar el verano. Y al final la consecuencia es que no se crea convivencia, que los lugares se convierten en una sucesi¨®n de familias aisladas¡±. Adem¨¢s, contin¨²a la joven, ¡°las mujeres, que tradicionalmente no estaban en la comunidad de montes [monte vecinal en mano com¨²n, una figura que en Galicia abarca la cuarta parte del territorio], empezaron a meterse¡±. ¡°Si los montes tambi¨¦n eran de ellas, algunas quer¨ªan saber qu¨¦ se hac¨ªa ah¨ª, cu¨¢nto dinero hab¨ªa y en qu¨¦ se pod¨ªa emplear¡±, explica la artista.
La lucha feminista tiene muchas caras, y la de Loureiro se diferencia bastante de la que pueda darse en un pueblo grande o una ciudad. Aqu¨ª las mujeres deben enfrentarse a la realidad de una aldea que agoniza, sin servicios b¨¢sicos ni m¨¢s espacio p¨²blico en com¨²n que un campo de f¨²tbol ¡°que ya no tiene equipo¡± y en el que en las fiestas patronales, cuenta Souto, ellas celebran sus partidos de ¡°solteras frente a casadas¡±.
Loureiro depende para todo de la capital municipal, Lu¨ªntra, y de la provincial, Ourense. Y lo que reivindican tanto ellas como ellos es que se ¡°incentive vivir aqu¨ª¡±. ¡°Lo b¨¢sico es la movilidad¡±, resume la l¨ªder de la marcha de mujeres: ¡°El bus que va a Ourense pasa a las siete de la ma?ana y no regresa hasta las seis de la tarde¡±. El m¨¦dico est¨¢ en Lu¨ªntra; el colegio de Primaria, tambi¨¦n. En Secundaria, los estudiantes tienen que ir a Ourense, a m¨¢s de 25 kil¨®metros de carretera provincial y una media hora de distancia. La consecuencia, resume Jos¨¦, marido de Benedicta, otro pilar de la manifestaci¨®n, es que en Loureiro ya solo quedan una ni?a, Eva, de nueve a?os, y un par de chicos de 16, ?an y Ainhoa: ¡°A partir de ah¨ª, los siguientes m¨¢s j¨®venes tenemos entre 40 y 50, porque los del medio marcharon todos ya¡±
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