Ya nadie canta en Garibaldi
La epidemia golpea a centenares de mariachis que llevan d¨¦cadas acudiendo a la m¨ªtica plaza de Ciudad de M¨¦xico
¡°?Escuchas este silencio?¡±, dice Benjam¨ªn Garc¨ªa llev¨¢ndose la mano a la oreja. ¡°En mis 27 a?os trabajando aqu¨ª, nunca hab¨ªa visto as¨ª la plaza¡±. Garc¨ªa es uno entre decenas de mariachis que se aglutinan estos d¨ªas sin suerte en la m¨ªtica Plaza Garibaldi, en Ciudad de M¨¦xico, en busca de alg¨²n turista o borracho despistado al que cantarle alguna canci¨®n por varios pesos. Desde que el Gobierno mexicano decretara...
¡°?Escuchas este silencio?¡±, dice Benjam¨ªn Garc¨ªa llev¨¢ndose la mano a la oreja. ¡°En mis 27 a?os trabajando aqu¨ª, nunca hab¨ªa visto as¨ª la plaza¡±. Garc¨ªa es uno entre decenas de mariachis que se aglutinan estos d¨ªas sin suerte en la m¨ªtica Plaza Garibaldi, en Ciudad de M¨¦xico, en busca de alg¨²n turista o borracho despistado al que cantarle alguna canci¨®n por varios pesos. Desde que el Gobierno mexicano decretara la emergencia sanitaria el pasado domingo, en este sitio ya solo hay m¨²sicos. Como antes, se lanzan a la carrera ante cualquier coche que llega a los filos de la plaza, pero ya no hay clientes. Hace d¨ªas que no ganan ni un solo peso.
La crisis de la Covid-19 ha golpeado a la meca del mariachi, en pleno centro hist¨®rico, apagando el sonido tradicional de M¨¦xico. El lugar estaba frecuentemente abarrotado con miles de turistas que com¨ªan diariamente birria o pozole en el mercado de San Camilito y tomaban tequila en la popular cantina Tenampa. Los guitarrones, violines y vihuelas descansan en la acera o frente a la estatua de Santa Cecilia, la patrona de los m¨²sicos, que preside el sitio. No se ven m¨¢scaras o guantes, prendas habituales estos d¨ªas. Un mariachi no puede cantar con m¨¢scara ni tampoco tocar la guitarra con guantes. Tampoco vivir sin clientes ni fiestas.
Los hermanos Garc¨ªa, del grupo Alma Mexicana, conformado por diez m¨²sicos, aseguran que la situaci¨®n es insostenible. El Gobierno ha ofrecido un pr¨¦stamo a grupos vulnerables, en el que entra la Uni¨®n Mexicana de Mariachis, con sede en la capital y compuesta por 1.613 m¨²sicos. ¡°Un pr¨¦stamo hay que devolverlo y adem¨¢s nos exigen un aval. Ahorita nadie quiere meterse en avales porque de verdad que si est¨¢ complicada la situaci¨®n y no sabemos cu¨¢nto durar¨¢¡±, explican. La demanda ha bajado un 80% y los s¨¢bados, un d¨ªa en el que pod¨ªan ganar hasta 500 pesos (20 d¨®lares), ya nadie les contrata. ¡°Esto no pas¨® ni con el terremoto del 85. En ese tiempo cuando viv¨ªa nuestro padre, que fue quien nos ense?¨® el oficio, no hubo esta crisis¡±, lamenta Benjam¨ªn Garc¨ªa antes de lanzarse hacia un coche, que resulta ser un Uber.
Rogelio Ch¨¢vez pasea inquieto de un lado a otro de la plaza con su traje charro. Est¨¢ preocupado. Tiene 47 a?os y lleva 30 en Garibaldi. Ahora busca empleo porque no sabe cu¨¢nto se alargar¨¢ la crisis por la epidemia. ¡°Esto est¨¢ muy grave. Ni en la ¨¦poca de la influenza llegamos a estos niveles. Ahorita no tengo ni para pagar la renta y no quiero que llegue el d¨ªa en que se me acabe la despensa¡±, comenta. Est¨¢ casado y tiene dos hijas de 13 y 17 a?os.
La cantina m¨¢s famosa de la plaza, El Tenampa, conocida por sus bandas de mariachis, su tequila y su comida t¨ªpica de Jalisco, la cuna del mariachi en M¨¦xico, tambi¨¦n ha cerrado. El sitio era imprescindible para los m¨²sicos. Por un lado por la gran cantidad de bandas que tocaban en el interior y que han tenido que salir a la plaza en busca de clientes. Por otro, porque era una fuente de ingresos para los mariachis que permanec¨ªan fuera, atentos a cada persona que sal¨ªa de la cantina con unos tragos de m¨¢s y con ganas de seguir la fiesta.
Con su mirada fija en el Tenampa est¨¢ Raymundo Ortega. Sentado frente a la cantina, con su traje charro y su guitarr¨®n a los pies. A sus 74 a?os, es de los mariachis m¨¢s veteranos. ¡°De ah¨ª es de donde muchos comemos¡±, asegura se?alando la famosa cantina. Su temor es mayor al de otros. Vive solo, es hipertenso y muy mayor. ¡°Tengo miedo, pero tengo hambre. Llevo 15 d¨ªas sin ganar pr¨¢cticamente nada y esto va de mal en peor¡±, lamenta.
En las paredes del mercado San Camilito varios carteles aseguran que seguir¨¢n con el servicio 24 horas y todos los d¨ªas, sin descanso. Aunque aconsejan seguir las medidas de higiene tan repetidas estos d¨ªas. Aun as¨ª, el mercado luce semivac¨ªo, con los meseros d¨¢ndolo todo para convencer a las escasas personas que pasan. En una de las mesas, una pareja de extranjeros come unos tacos mientras escuchan un bolero del d¨²o de Rafael Contreras y ?scar Le¨®n. Son de los pocos m¨²sicos con suerte porque que han encontrado un cliente. Acostumbrados a ganar unos 300 pesos por d¨ªa (12 d¨®lares), la ¨²ltima semana apenas ganan unos 20 pesos cada uno (menos de un d¨®lar). Con traje y zapatos impecables ya planean la vuelta a casa. M¨¢s que contagiarse, les preocupa que pase esto r¨¢pido para poder trabajar. ¡°Si nos contagiamos pues ni modo, ya nos tocaba¡±, asegura Contreras con una sonrisa.
Cada vez llegan m¨¢s m¨²sicos sin nadie a quien cantar. Empieza a oscurecer en Garibaldi y los vagabundos que viven en la plaza comienzan a desplegar sus cartones y sus mantas. Las pocas personas que pasan vienen con bolsas de la compra direcci¨®n al barrio de Tepito, que colinda con el lugar. El t¨ªpico sonido de los vendedores de camotes o pl¨¢tano con lechera ya no est¨¢. No hay bailes rom¨¢nticos en medio de la plaza. ¡°Se perdi¨® la esencia de Garibaldi, aunque esperemos que vuelva pronto¡±, sostiene Ortega.