La pesadilla de estar confinado en el oc¨¦ano
La tripulaci¨®n de un buque pesquero supo de la epidemia en alta mar. Camino de Cabo Verde, el miedo a desembarcar se ha instalado como un pasajero m¨¢s
A Francisco Chapela le cuesta pegar ojo. Sobre la cubierta de su barco y ante la inmensidad del oc¨¦ano Atl¨¢ntico mira hacia el horizonte buscando la forma de sortear una de las olas m¨¢s peligrosas en sus 37 a?os de marino: el coronavirus. El 18 de febrero sali¨® de su casa en Cangas de Morrazo (Pontevedra) para coger un avi¨®n hasta Cabo Verde (noroeste de ?frica) y embarcar all¨ª en uno de sus habituales viajes de cuatro meses como pescador. Por entonces, muchos medios anunciaban que Espa?a era un pa¨ªs seguro y que la Covid-19 no era m¨¢s que una simple gripe. Semanas despu¨¦s y a m¨¢s de 3.000 kil¨®metros de su hogar, las noticias que empezaron a llegarle eran otras: miles de contagiados y muertos, estado de alarma¡ A la angustia que le genera lo que est¨¢ pasando en su pa¨ªs se suma la incertidumbre de qu¨¦ pasar¨¢ cuando el pr¨®ximo 18 de abril desembarque con su tripulaci¨®n para repostar en la isla de San Vicente (en Cabo Verde un pa¨ªs que ya cuenta con siete infectados, un muerto por la enfermedad y escasos medios sanitarios para combatirla). ¡°Es miedo, p¨¢nico de ir all¨ª. Hay un solo hospital. No hay medidas de seguridad ni de higiene. La gente no puede confinarse como en Espa?a porque viven al d¨ªa. Si no salen a la calle, no comen. Como el virus entre aqu¨ª [en el barco], nos arrastra a todos¡±, dice Chapela, de 59 a?os, a trav¨¦s del tel¨¦fono del puesto de mando.
No salir del bote es una opci¨®n inviable. De los 12 tripulantes, tres son caboverdianos y, seg¨²n cuenta su capit¨¢n, no puede decirles que renuncien a visitar a sus familias cuando lleguen a la isla. Teme que puedan infectarse: ¡°No sabes lo que van a traer a bordo y en qu¨¦ condiciones o si lo est¨¢ incubando y luego les da en el alta mar... Es cierto que son pocos casos, pero cuando sal¨ª de Espa?a no hab¨ªa nada. Y mira ahora¡±. Como capit¨¢n, debe seguir un protocolo de actuaci¨®n para reducir los riesgos de contagio, como tomar la temperatura de sus tripulantes, pero en su opini¨®n es insuficiente. ¡°Si uno lo est¨¢ incubando es posible que no tenga s¨ªntomas. Pero si da positivo, necesito contratar a otro pescador de all¨ª y tambi¨¦n es posible que tenga el virus y no se haya manifestado. En ambas opciones, la enfermedad embarca con nosotros y nos infectaremos todos¡±, lamenta.
El estado de alarma decretado por el Gobierno el pasado mes no afect¨® a la actividad pesquera, ya que forma parte del sector alimentario. La Asociaci¨®n Espa?ola de Titulados N¨¢utico-Pesquera (Aetinape) envi¨® la semana pasada un informe al Ministerio de Sanidad, al de Agricultura y Pesca y al de Migraciones, entre otros, donde reclamaba al Gobierno que estableciesen protocolos m¨¢s efectivos y ¡°garantistas¡± antes de subir a bordo. ¡°Lo l¨®gico es que se hagan test r¨¢pidos a los pescadores, sobre todo a aquellos que se dedican a la pesca de altura y que, como la tripulaci¨®n de Chapela, se encuentran ahora trabajando, preocupados por contagiarse y enfermar en alta mar. No tiene sentido que el responsable del buque les tome la temperatura o se limite a una declaraci¨®n verbal. No es m¨¦dico. Adem¨¢s, es un trabajo donde mantener la distancia de seguridad sanitaria es pr¨¢cticamente imposible¡±, explica Jos¨¦ Manuel Mu?iz, presidente de Aetinape.
Los tripulantes dicen sentirse olvidados, especialmente despu¨¦s de las declaraciones del ministro de Agricultura y Pesca sobre el impacto de la crisis del virus. ¡°En su ¨²ltimo discurso no mencion¨® ni una sola vez a los pescadores. Ni una. Somos el ¨²ltimo oficio. Estamos aqu¨ª tirados, lejos de la mano de Dios. Nadie habla de nosotros¡±, comenta el capit¨¢n, preocupado. El trabajo de pescador es arduo y peligroso. La semana pasada, estos marinos vieron como una orca atacaba la embarcaci¨®n para devorar todo lo que hab¨ªan pescado durante la jornada. La impotencia de ver c¨®mo el sudor de un d¨ªa de trabajo se desvanec¨ªa en las aguas del Atl¨¢ntico fue un golpe m¨¢s. ¡°El pescado que estamos cogiendo no vale, no tiene salida. No hay hoteles, no hay restaurantes, no hay colegios... Est¨¢s empe?ando el barco¡±, explica Chapela.
Entre sus muchos temores, baraja una posible soluci¨®n: ¡°Lo mejor es volver a casa. Dejar el buque en Cabo Verde con un guarda y que nos dejen pasar lo que queda de la cuarentena con nuestras familias. Y que el Gobierno d¨¦ subvenciones a los armadores para frenar las p¨¦rdidas¡±. Pero no depende de ¨¦l tomar esa decisi¨®n. Como la mayor¨ªa de pescadores, est¨¢ contratado por una empresa pesquera, la nave no es suya y no puede arribar sin permiso. La empresa que lo contrata, dice Chapela, est¨¢ estudiando sus opciones.
La crisis econ¨®mica que ha generado la pandemia est¨¢ afectando a m¨¢s de 50.000 pescadores en toda Espa?a. Debido a la baja demanda, los precios han bajado m¨¢s de un 70% en el caso del marisco y del pescado destinado principalmente a restaurantes (como el besugo), seg¨²n indica la Confederaci¨®n Espa?ola de Pesca (Cepesca). Para paliar estos efectos, la Comisi¨®n Europea propuso el pasado d¨ªa 2 modificar la normativa actual para que los estados miembros puedan reasignar recursos financieros no utilizados del Fondo Europeo Mar¨ªtimo de Pesca (FEMP) para ayudar a los armadores y a sus trabajadores. ¡°Es de vital importancia que el Ministerio de Hacienda dote urgentemente de presupuesto al Ministerio de Pesca para poder hacer frente a los pagos¡±, subraya el secretario general de Cepesca, Javier Garat.
Hablar con la familia dos veces por semana
A la espera del inminente desembarco o de una so?ada vuelta a casa, este pescador debe seguir haciendo frente a las inclemencias del mar y levantar el ¨¢nimo de sus trabajadores. Atrapar al pez espada no es un juego. ¡°Est¨¢s trabajando con anzuelos grandes de 10 cent¨ªmetros y si no est¨¢s concentrado al 100% es muy peligroso. A veces tienes que sacar del agua piezas de 200 kilos. Todo el mundo est¨¢ nervioso. Yo intento quitarle hierro al asunto, pero es dif¨ªcil¡±, relata. Para los tripulantes, la radio es una peque?a bombona de ox¨ªgeno ante la incertidumbre de no saber qu¨¦ pasa en sus pa¨ªses. "No he escuchado tantas noticias como en este viaje. Todos los d¨ªas estamos pendientes. Lo que escuchas es angustia. Se me encoge el coraz¨®n. Me preocupa mucho lo que pasa en Espa?a¡±, dice Chapela. En el barco no hay Internet y las llamadas telef¨®nicas est¨¢n limitadas a dos por semana por marinero.
Solo con escuchar respirar a su marido a trav¨¦s del tel¨¦fono, Pere Santos sabe c¨®mo se siente. ¡°Su voz me lo dice todo. Veo que no est¨¢ bien¡±, cuenta. Antes de salir de casa el pasado febrero, la esposa le pidi¨®, que dejase el trabajo, que se jubilase, que eso no era vida. No era la primera vez, pero ¨¦l volvi¨® a decirle: ¡°No me jubilo¡±. Ahora Chapela deja ver cierto abatimiento por no haberse quedado en casa. ¡°Cuando vuelva en agosto, si puedo y las cosas est¨¢n bien, me jubilo y me olvido¡±.
A Santos, el confinamiento le ha pillado sola. Su hija vive en el mismo pueblo, pero no puede verla por el confinamiento y su hijo trabaja en Bratislava (Eslovaquia). El temor de que su marido se contagie en Cabo Verde, la llev¨® a llamar a la embajada espa?ola en el pa¨ªs africano. ¡°Me dijeron que ten¨ªan medidas tomadas. Pero sigo teniendo miedo. Si se contagian en alta mar, pueden tardar varios d¨ªas en llegar a tierra y podr¨ªa ser demasiado tarde para algunos. Me preocupo por mi marido, pero tambi¨¦n por los marineros¡±, dice Santos. A finales del mes pasado, el primer ministro caboverdiano, Jos¨¦ Ulisses Correia, anunci¨® un paquete de medidas para hacer frente a la propagaci¨®n del virus, entre las que se inclu¨ªa la suspensi¨®n de vuelos y las conexiones mar¨ªtimas internacionales. Medidas que no afectan a la pesca ni al suministro de mercanc¨ªas en de barcos comerciales.
Confinado en un barco, Chapela sigue buscando una respuesta, pero sabe que esta no est¨¢ marcada en un mapa. Agotado de tener miedo, sus palabras se entrecortan por el sonido del oleaje que se cuela por el tel¨¦fono: ¡°Que se acuerden de nosotros. Que cuando vean en una gran superficie pescado, piensen en los marineros que estamos confinados en un buque. Privados de todo, de nuestras familias¡±.
Informaci¨®n sobre el coronavirus
- Aqu¨ª puede seguir la ¨²ltima hora sobre la evoluci¨®n de la pandemia
- El mapa del coronavirus: as¨ª crecen los casos d¨ªa a d¨ªa y pa¨ªs por pa¨ªs
- Preguntas y respuestas sobre el coronavirus
- Gu¨ªa de actuaci¨®n ante la enfermedad
- En caso de tener s¨ªntomas, estos son los tel¨¦fonos que se han habilitado en cada comunidad
- Pinche aqu¨ª para suscribirse a la newsletter diaria sobre la pandemia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.