El extra?o caso del se?or resucitado
Hab¨ªamos perdido algo de naturalidad con la muerte, era de mal gusto hablar de ella, salvo como imprevisto remoto, verdadera mala suerte o tragedia en un pa¨ªs lejano
Con los grandes n¨²meros de la epidemia uno se insensibiliza, ahora baja a 500 muertos al d¨ªa y casi te parecen pocos, pero hace un mes no lo habr¨ªamos cre¨ªdo. A veces un detalle te golpea m¨¢s que toda la cat¨¢strofe, te proteges para no dejarte impresionar pero se cuelan las sutilezas. Me ha pasado con una reflexi¨®n del comisario de la emergencia en Italia, Domenico Arcuri: ¡°Entre el 11 de junio de 1940 y el 1 de mayo de 1945, durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, en Mil¨¢n murieron 2.000 civiles en cinco a?os. En dos meses en Lombard¨ªa han muerto 11.851 civiles por el coronavirus¡±. Ah¨ª se te caen las defensas.
Entonces debes reconocerlo, la muerte cotidiana, a lo bestia, es la gran novedad que nos est¨¢ dejando desguarnecidos. Hab¨ªamos perdido algo de naturalidad con ella, al considerarla infrecuente. Era de mal gusto hablar de la muerte, salvo como imprevisto remoto, verdadera mala suerte o tragedia en un pa¨ªs lejano. Somos la civilizaci¨®n que ha inventado el seguro de vida. Pero caen bombas cerca, y quiz¨¢ a¨²n no nos damos bien cuenta de cu¨¢nto nos afecta. Hemos entrado en una rutina extra?a, te distraes con una pel¨ªcula o fregando los platos y se te olvida todo, hasta que de repente lo recuerdas, no te lo acabas de creer, y vuelta a empezar. Vas y vienes de la realidad. ¡°Voy de mi coraz¨®n a mis asuntos¡±, dec¨ªa Miguel Hern¨¢ndez tras la muerte de un amigo.
Quiz¨¢ en los asuntos est¨¢ parte del truco. No sabes qu¨¦ decir a quien ha perdido a alguien, o est¨¢ preocupado por un familiar, no encuentras palabras para el consuelo, ni para el desconsuelo. Luego sales a las ocho al balc¨®n y ves el jolgorio de las golondrinas: acaban de atravesar el S¨¢hara. El s¨¢bado, tras el aplauso, alguien puso m¨²sica a tope en mi calle. Era raro, porque hasta ahora ha sido un vecindario bastante tranquilo, sin apenas numeritos. Empez¨® con un pasodoble, y a la luz del atardecer ten¨ªa algo entra?able. Pero estaba realmente alta, con bafles de discoteca, y mezclaba m¨²sicas muy distintas, no sab¨ªas si se hab¨ªa vuelto loco o qu¨¦. Hasta que nos dijeron: ¡°Es un vecino que ha estado muy mal. Crey¨® que se mor¨ªa¡±. Entonces la m¨²sica tuvo otra lectura. Puso Heroes, de Bowie: ¡°Podr¨ªamos robar tiempo, solamente por un d¨ªa podemos ser h¨¦roes¡±. Y Volver, de Gardel: ¡°Sentir que es un soplo la vida¡±. Todo ten¨ªa algo m¨¢s de sentido. Para este hombre la cuarentena es una broma, no hay miedos, no hay incomodidades, ni incertidumbres, solo una certeza: estar aqu¨ª es lo mejor del mundo.
Fue bonito, pero lo que vino luego estuvo casi mejor, le dio complejidad a la cosa: empez¨® a poner m¨²sica terrible. Ya, no es que la muerte haga autom¨¢ticamente apreciar a Mozart. Hubo avisos con temas desconcertantes, no s¨¦, Como una ola, de Roc¨ªo Jurado. Luego ya degener¨® a coraz¨®n abierto. Pachanga, reguet¨®n. Se hac¨ªa de noche, se fue la luz m¨¢gica, hubo silbidos y uno ya grit¨® que llamaba a la polic¨ªa. Quiz¨¢ ten¨ªa raz¨®n, pero el renacido ten¨ªa m¨¢s gracia, replic¨® con este tema: ¡°Es-c¨¢n-da-lo, es un esc¨¢ndalo¡±. En fin, como la vida misma, que supongo que es esta ensalada de cosas, no solo es la parte po¨¦tica.
Se plante¨® un interesante dilema: ?hasta d¨®nde tolerar la alegr¨ªa desmedida de alguien que no se ha muerto? El dolor es infinito, pero ?la euforia? La damos por sobreentendida. Yo sab¨ªa que este hombre hab¨ªa visto la muerte de cerca, y aun as¨ª pensaba que se estaba poniendo un poco pesado, as¨ª que imagino los dem¨¢s. En los reproches hab¨ªa algo as¨ª: ¡°S¨ª, vale, est¨¢s vivo, nosotros tambi¨¦n, pues ya est¨¢, tampoco es para tanto, que as¨ª no hay manera de ver la tele¡±. Este despiste constante con la vida y la muerte es algo muy gracioso de nuestra especie. Hay un poema lleno de humor y piedad, como era ella, de Wislawa Szymborska: Sobre la muerte, sin exagerar. Empieza as¨ª: ¡°No sabe encajar una broma¡±. Dice que tampoco sabe de estrellas ni de pasteler¨ªa. Luego sugiere que, a fin de cuentas, todos esos tub¨¦rculos, vainas, branquias y plumajes nupciales ¡°demuestran serios retrasos en su penosa labor¡±. Y piensa: ¡°De acuerdo, tiene ¨¦xitos, pero, ?cu¨¢ntos fracasos, cu¨¢ntos golpes fallidos e intentonas est¨¦riles!¡±. Es verdad, cu¨¢nta gente burla tambi¨¦n la muerte por esta vez, se est¨¢ curando, sale de nuevo a este desmadre incomprensible. Una amiga ha vuelto a casa tras cuatro semanas en el hospital. A su cama, a sus cosas, y le parec¨ªa la felicidad absoluta.
Volviendo a mi calle, en medio del caos musical ya ni sab¨ªas si aquello te parec¨ªa bien o mal, o qu¨¦ diablos significaba, si es que significaba algo, y entonces lleg¨® la polic¨ªa y justo son¨® Pongamos que hablo de Madrid: ¡°La muerte pasa en ambulancias blancas¡±. El coche patrulla se qued¨® parado y se hizo el silencio. De pronto volvi¨® a ser bonito. Los agentes no hicieron nada mientras sonaba la canci¨®n, har¨ªa tiempo que no la escuchaban, como todos, o les agarr¨® por lo sentimental, despu¨¦s de todo el d¨ªa de aqu¨ª para all¨¢. Cuando acab¨® hicieron una se?a al vecino para que se hiciera cargo, y el se?or resucitado por fin apag¨® la m¨²sica. Se marcharon con un gui?o de luces rojas y azules, pero sin ruido. Se acab¨® la fiesta, nos fuimos a dormir y volvi¨® la normalidad.
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