?Es Espa?a el Jap¨®n europeo de la mascarilla?
Cuando el tapabocas ya es obligatorio siempre en casi todo el pa¨ªs, los expertos insisten en que se use bien mientras los ciudadanos son los m¨¢s proclives de Europa a utilizarlos
Pasear por muchas partes de Espa?a estos d¨ªas puede recordar a hacerlo por una calle de Tokio en la era precoronavirus. Lo com¨²n es ver pasar a los transe¨²ntes con mascarilla, no siempre bien colocada, eso s¨ª. Desentonan los grupos de j¨®venes -y m¨¢s si se sientan en la calle alrededor de unas botellas- o los ocupantes de las terrazas de los bares. Nada parecido al ambiente callejero en Francia o el Reino Unido, pa¨ªses igualmente golpeados por la pandemia de la covid-19. Solo desde este lunes es obligatorio el cubrebocas en los espacios p¨²blicos cerrados en Francia.
Los espa?oles, junto a los italianos, est¨¢n a la cabeza de Europa en declarar que usan esta protecci¨®n ahora ya consensuada por los expertos como una medida clave para protegerse. Han adoptado en pocos meses una costumbre muy arraigada en Oriente y que busca evitar contagiar a otros en espacios comunes o evitar infecciones durante la ¨¦poca de la gripe. Las razones para los especialistas no est¨¢n claras, aunque apuntan a una mejor educaci¨®n, el miedo tras un embate que ha dejado m¨¢s de 28.000 muertos o tambi¨¦n el af¨¢n de responder en un sondeo lo que se considera adecuado. Aunque no se cumpla.
A lo largo de la semana m¨¢s cr¨ªtica desde el final del estado de alarma, un goteo de comunidades se han sumado a Catalu?a y han obligado a ponerse mascarillas aunque haya distancia entre las personas. Solo Canarias y Madrid se resisten. Los espa?oles ya estaban predispuestos a hacer vida con la cara cubierta. Son los europeos m¨¢s proclives a usar mascarilla, seg¨²n una encuesta entre varios pa¨ªses (nueve europeos) promovida por el Imperial College de Londres. La inmensa mayor¨ªa se muestra muy favorable (m¨¢s del 60%) o favorable a llevarla. Son proporciones similares a las de naciones del entorno asi¨¢tico. En el otro extremo est¨¢n los n¨®rdicos, con Finlandia a la cabeza (solo el 35% se declara dispuesto a utilizarla si los organismos internacionales lo aconsejan).
Espa?a, sin embargo, tard¨® en imponerla. Lo hizo el 2 de mayo para el transporte p¨²blico y el 21 cuando no se pudiera garantizar la distancia de seguridad. Dos meses antes la Rep¨²blica Checa hab¨ªa sido el primer pa¨ªs europeo en obligar a cubrirse la boca en supermercados, farmacias y transporte p¨²blico. Le siguieron seis naciones m¨¢s antes de que aqu¨ª se ordenara. El macroestudio de prevalencia espa?ol constat¨® que en un mes, entre mediados de mayo y finales de junio el uso de mascarillas se generaliz¨®. Uno de cada cinco espa?oles declaraba no llevarla al principio. Solo un 7,3% no la portaba al final del estudio. Llamaba la atenci¨®n que mientras en Badajoz o Ja¨¦n pr¨¢cticamente todo el mundo aseguraba que iba cubierto (menos un 3,9%), en Gipuzkoa, la gran excepci¨®n nacional, poco m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n dec¨ªa portar mascarilla (55%).
Ver las terrazas repletas con parroquianos a cara descubierta en Hondarribia, las mesas pegadas, impresion¨® a Santiago Moreno, jefe de servicio de Infecciosas del hospital Ram¨®n y Cajal de Madrid, durante un viaje reciente. ¡°Pensaba, si aqu¨ª hay alguno infectado, se contagian 25. Los ¨²nicos que iban cubiertos eran de Madrid¡±, recuerda. Cree que imponer la mascarilla responde a una necesidad desde el punto de vista conceptual. ¡°Siendo tan taxativos, quien no cumple siente que viola la ley¡±, afirma, ¡°m¨¢s vale que nos pasemos por exceso que quedarnos cortos¡±. A la portavoz de la Sociedad Espa?ola de Enfermedades Infecciosas y Microbiolog¨ªa Cl¨ªnica, Mar¨ªa del Mar Tom¨¢s, le parece adecuado: ¡°Las ¨²nicas medidas de prevenci¨®n que tenemos por el momento son las mascarillas, la distancia y reuniones o contacto en el exterior¡±.
Otros especialistas discrepan. La epidemi¨®loga Andrea Bur¨®n, vicepresidenta de la Sociedad Espa?ola de Salud P¨²blica y Administraci¨®n Sanitaria (SESPAS) cree que esta medida solo debe obedecer a situaciones excepcionales ¡°cuando el riesgo para la salud colectiva realmente as¨ª lo aconsejara¡±. Cree m¨¢s razonable y pertinente usar mascarilla ¡°durante el rato que entras en un comercio o viajas en transporte p¨²blico, en un ascensor o cuando puntualmente se acumula gente, porque es cuando el riesgo es mayor y porque de esta manera la obligaci¨®n e incomodidad est¨¢ limitada en el tiempo y espacio¡±. Llevarlas permanentemente es molesto con lo que ¡°es inevitable tocarlas (que ya sabemos que no deber¨ªamos hacerlo) y no tiene mucho sentido que se obligue cuando se pueden mantener perfectamente las distancias de seguridad¡±.
¡°Se han justificado estas medidas por la relajaci¨®n de la poblaci¨®n a llevarla cuando m¨¢s hace falta¡±, contin¨²a Bur¨®n, ¡°pero preferir¨ªa que las autoridades confiaran m¨¢s en la ciudadan¨ªa, con m¨¢s informaci¨®n y educaci¨®n sobre los riesgos potenciales y empoderarla para que las utilizara mejor, y en lugares y momentos donde hay riesgo¡±. Tambi¨¦n su colega Jes¨²s Molina, portavoz de la Sociedad Espa?ola de Medicina Preventiva, Salud P¨²blica e Higiene, se muestra en contra. En su opini¨®n, basta con la obligatoriedad ya existente, cuando no se pueda mantener la distancia con otras personas. ¡°La clave no es la frecuencia del uso de las mascarillas, sino la utilizaci¨®n adecuada, cubriendo la nariz y boca, desechando las quir¨²rgicas y lavando las higi¨¦nicas¡±, expone, ¡°y sobre todo la distancia social y evitar eventos con muchas personas sin distanciamiento¡±. Insiste en el mantra de todos los expertos, que es aplicar todas las medidas preventivas en su conjunto: la f¨®rmula mascarilla+distancia+higiene de manos y de superficies que tocamos y todos los objetos que se comparten.
?Y por qu¨¦ Espa?a se ha convertido en el Jap¨®n de Europa? En un pa¨ªs donde los ciudadanos cumplieron con un estricto confinamiento cabr¨ªa esperar que imponer la mascarilla se respete igualmente, tal y como refleja el estudio de seroprevalencia. Los expertos no hallan una explicaci¨®n m¨¢s all¨¢ de que la educaci¨®n haya calado m¨¢s que en otros pa¨ªses europeos, como aventura Moreno, ¡°y me alegro de que sea as¨ª¡±, dice. La microbi¨®loga Tom¨¢s apunta que la adopci¨®n de la costumbre, aparte de la obligatoriedad, puede responder a la pretensi¨®n de hacer una vida lo m¨¢s normal posible en esta circunstancia. El epidemi¨®logo Molina advierte sobre la naturaleza de los datos. ¡°Son respuestas autodeclaradas, no hay un observador registrando el uso de la mascarilla. Adem¨¢s se puede producir un sesgo de complacencia, es decir, se responde lo que se espera que es correcto¡±.
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