Las cuarentenas infinitas de Am¨¦rica Latina
La poblaci¨®n en la regi¨®n con m¨¢s confinamientos del mundo agota sus recursos materiales y emocionales mientras busca alternativas m¨¢s eficientes para lidiar con el virus
Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador o Per¨² entraron en cuarentena casi a la vez. Se les uni¨® enseguida M¨¦xico con su ¡°Jornada de Sana Distancia¡±, que dur¨® m¨¢s de dos meses. Incluso Brasil, con un Gobierno central reticente, terminar¨ªa estableciendo restricciones regionalizadas por decisi¨®n de cada Estado. Era la segunda mitad de marzo, y el mundo entero enfrentaba su primera pandemia en 100 a?os. Los sistemas de salud se desbordaban en Espa?a e Italia, y la regi¨®n m¨¢s desigual del globo no quer¨ªa correr la misma suerte que el sur de Europa.
Cinco meses despu¨¦s, si uno le pregunta al ciudadano medio de casi cualquier pa¨ªs latinoamericano cu¨¢l es el lugar del mundo con cuarentenas m¨¢s largas e intensas, es muy probable que responda con un convencido ¡°aqu¨ª¡± (o ¡°ac¨¢¡±). Es normal que las personas magnifiquen su propia experiencia. Sin embargo, una comparaci¨®n de los cinco aspectos b¨¢sicos de las restricciones (confinamiento en casa, salidas al trabajo, a los colegios, a eventos p¨²blicos o desplazamientos internos) muestra una variaci¨®n considerable en la regi¨®n. Honduras y El Salvador son los pa¨ªses que han pasado m¨¢s d¨ªas con confinamientos m¨¢s intensos. Uruguay, Brasil y el caso extremo de Nicaragua ¡ªdonde el Gobierno de Daniel Ortega decidi¨® no imponer ninguna limitaci¨®n sustancial¡ª, est¨¢n en el otro lado. En lo que s¨ª coinciden casi todos los pa¨ªses es en suspender las clases presenciales.
Las naciones m¨¢s pobladas con cuarentenas tempranas quedan aproximadamente en mitad de tabla. Desde un punto de vista estrictamente epidemiol¨®gico, la hip¨®tesis de que estas cuarentenas redujeron los contagios al principio, cuando eran generales y acatadas, es dif¨ªcil de descartar. Tomemos el caso colombiano: el pa¨ªs fue endureciendo durante marzo lo que empez¨® como una recomendaci¨®n decidida al teletrabajo. En ese momento, la tasa aproximada de contagio (R o n¨²mero reproductivo: la cantidad media de personas que se infectan por cada persona que ya porta el virus) se manten¨ªa por encima de 2. La entrada en cuarentena, unida con toda probabilidad a las decisiones individuales de autocuidado, contribuy¨® a disminuirla a los alrededores de 1,1. Pero dur¨® poco en ese punto. Ya repuntaba cuando la norma transitaba el camino contrario, durante abril, incluyendo y ampliando excepciones para poder salir a las calles.
La directora del Instituto Nacional de Salud y m¨¢xima autoridad epidemiol¨®gica del pa¨ªs, Martha Ospina, ha declarado recientemente en varios foros que dichas excepciones se fueron incluyendo a partir de una constataci¨®n: que Colombia no dispone del ¡°m¨²sculo financiero¡± necesario para mantener cuarentenas estrictas y generales de manera continuada. Con ello implica que el efecto que tienen las restricciones sobre el pasar econ¨®mico de los hogares m¨¢s vulnerables sin otra fuente de ingresos que el d¨ªa a d¨ªa es demasiado fuerte, y por tanto la norma termina por no respetarse. Este l¨ªmite es, en realidad, algo com¨²n a toda Latinoam¨¦rica, y la raz¨®n principal por la cual el confinamiento no logr¨® suprimir el contagio a los niveles que s¨ª lo hizo en Europa: independientemente de lo que dijera la norma, el confinamiento profundo es menos sostenible en sociedades con altos niveles de pobreza e informalidad.
Los l¨ªmites de las cuarentenas
Precisamente buscando un equilibrio en esta clase de contexto, tras tantear varios m¨¦todos M¨¦xico se decidi¨® por un sistema de sem¨¢foro para definir el grado de apertura al que pod¨ªa acceder cada uno de los Estados que componen la federaci¨®n. A mayor ocupaci¨®n hospitalaria y n¨²mero de casos, m¨¢s cerca del ¡®rojo¡¯ (con todas las restricciones asociadas) ca¨ªa una entidad. La capital pas¨® de ¡®rojo¡¯ a ¡®naranja¡¯ oficialmente el 28 de junio. Pero el n¨²mero de personas en la calle ven¨ªa creciendo de manera sostenida desde antes. De hecho, la relajaci¨®n de la norma escrita no supuso aceleraci¨®n perceptible alguna en el porcentaje de personas que sal¨ªan a trabajar, sino que ven¨ªa a remolque de lo que ya ven¨ªa haciendo la gente. En ello influye probablemente que, a diferencia de lo que pas¨® en otros pa¨ªses, pr¨¢cticamente no se apel¨® a fuerzas de seguridad para controlar las salidas de la poblaci¨®n.
El ¡®sem¨¢foro naranja¡¯ s¨ª trajo, sin embargo, un cierto repunte de casos confirmados, probablemente debido a un mayor grado de cercan¨ªa en las interacciones (laborales, pero tambi¨¦n familiares y sociales). La pregunta para la Ciudad de M¨¦xico ahora es si dicho repunte se est¨¢ sosteniendo en el tiempo, y qui¨¦n lo est¨¢ sufriendo con mayor intensidad.
Que el virus golpea con mayor fuerza a las clases populares es algo que la regi¨®n ha constatado d¨ªa tras d¨ªa. Una de las razones es precisamente que si las excepciones a los confinamientos declarados est¨¢n pensadas para que pueda salir quien necesita ingresos fuera del hogar, estos ¡°agujeros en el muro¡± (como los ha definido alguna vez la propia Ospina) afectar¨¢n sobre todo a ciertos tipos de trabajo. Si comparamos los d¨ªas de confinamiento laboral obligatorio a los que se han sometido diferentes perfiles en tres grandes ciudades del continente, nos daremos cuenta de que mientras aquellas profesiones que se pueden hacer desde casa (normalmente mejor pagadas) llevan efectivamente casi seis meses en el teletrabajo, otras (como los repartidores domiciliaros de plataformas, vendedores informales o empleadas en f¨¢bricas de primera necesidad) no han visto ni un d¨ªa de restricci¨®n; algo que, l¨®gicamente, los dej¨® m¨¢s expuestos al contagio.
El virus contra la econom¨ªa
En este esquema de cuarentenas porosas y variables, resulta dif¨ªcil medir con precisi¨®n cu¨¢l es el efecto agregado de las restricciones sobre la econom¨ªa. La relaci¨®n entre la previsi¨®n de ca¨ªda del PIB presentada en junio por el Banco Mundial y el grado de restricci¨®n al trabajo en cada pa¨ªs existe, pero es tenue.
Aunque ahora mismo la relaci¨®n agregada no es clara, probablemente lo ser¨¢ m¨¢s a medida que pase el tiempo y tengamos medidas m¨¢s certeras que un pron¨®stico sobre la evoluci¨®n de la econom¨ªa. Cuando bajamos al nivel del consumo diario, medido en tres pa¨ªses latinoamericanos con tiempos y niveles distintos de restricci¨®n, se observa que efectivamente la vuelta al confinamiento de Bogot¨¢ hace un mes produjo una reca¨ªda de la recuperaci¨®n del ritmo de transacciones por tarjeta de cr¨¦dito. Al mismo tiempo, tambi¨¦n es claro que el consumo comienza a remontar en M¨¦xico o Per¨² antes de las reaperturas, exactamente igual que sucedi¨® con la movilidad en Ciudad de M¨¦xico, indicando al mismo tiempo que porciones de la poblaci¨®n no pueden esperar, y que no s¨®lo importa la norma: tambi¨¦n el grado de contagio.
?Hay alternativa a las cuarentenas?
Una de las razones por las que es probable que cada vez observemos relaciones m¨¢s intensas entre el uso de cuarentenas y el deterioro econ¨®mico es que, al fin y al cabo, las restricciones masivas son se?al de que ha fracasado el uso de las herramientas epidemiol¨®gicas basadas en la realizaci¨®n de pruebas diagn¨®sticas a tiempo, rastreo de contacto y aislamientos individualizados de casos sospechosos. En otras palabras: cuando, despu¨¦s de estar mucho tiempo lidiando con el virus, una ciudad o un pa¨ªs entero vuelven a una cuarentena de la que ya hab¨ªan salido, es porque el contagio es tan alto que supera sus capacidades instaladas. Es un freno de emergencia para evitar una tragedia mayor. Pero, como todo freno, de tanto usarlo puede desgastarse f¨¢cilmente. Supone un coste creciente (material, pero tambi¨¦n emocional) para la ciudadan¨ªa que las sufre
Es por ello que, en la medida de lo posible, las autoridades latinoamericanas est¨¢n tratando de reducirlas y dimensionarlas. En Bogot¨¢, por ejemplo, la ciudad entr¨® a mediados de julio en un ciclo de cuarentenas quincenales por grandes sectores (llamados localidades, cada uno conteniendo cientos de miles de habitantes) del que apenas saldr¨¢ este jueves. Los datos sugieren que efectivamente la tasa media de contagio se ha visto reducida en dichas zonas gracias a los confinamientos. Pero el agotamiento ciudadano se deja notar cada vez m¨¢s en una ciudad que tiene pr¨¢cticamente a la mitad de su poblaci¨®n viviendo en la informalidad.
As¨ª las cosas, la soluci¨®n sostenible para la regi¨®n pasa probablemente por ampliar la capacidad de rastreo epidemiol¨®gico. Si el cortafuegos de cada brote se establece en cada contagio, si se rompe la cadena de transmisi¨®n al iniciarse, emplear instrumentos m¨¢s severos, pero tambi¨¦n m¨¢s toscos ser¨¢ menos necesario.
Hay al menos un pa¨ªs en Latinoam¨¦rica que, por ahora, ha logrado evitar cuarentenas severas gracias a esta aproximaci¨®n: es Uruguay. Juega con ventaja al ser m¨¢s peque?o, menos desigual y disponer de m¨¢s recursos econ¨®micos que la media continental. Pero no es menos cierto que hasta el momento ha empleado su ventaja estructural para establecer una defensa razonablemente efectiva basada en una capacidad de rastreo notable, que parte de una cantidad de pruebas diagn¨®sticas por caso positivo sobresaliente: 100 por cada uno, demostrando con ello que ejecuta los suficientes tests como para que se le escape un n¨²mero comparativamente menor de casos. La cifra contrasta con Bolivia o M¨¦xico: dos pruebas por positivo. El caso mexicano, cuyo Gobierno opt¨® desde un inicio por una estrategia que renegaba de la utilidad de hacer pruebas masivas, a pesar de contar con una larga tradici¨®n epidemiol¨®gica ¡ªque se vio reforzada tras el episodio de la gripe A en 2009-2010¡ª, es particularmente llamativo.
Es cierto que la labor epidemiol¨®gica es m¨¢s complicada cuando tienes m¨¢s, muchos m¨¢s casos que Uruguay, como pasa en M¨¦xico: hay m¨¢s positivos potenciales que confirmar, m¨¢s rastreo que hacer. Pero esta es una calle de doble v¨ªa: a medida que se ampl¨ªan las capacidades de detecci¨®n y rastreo, el n¨²mero de contagios se ve reducido poco a poco. Cada nuevo contagio que no se produce facilita el propio trabajo de mitigaci¨®n: no s¨®lo hace m¨¢s improbables futuras cuarentenas, tambi¨¦n rebaja la tensi¨®n sobre los propios equipos que tienen que aislar cada caso sospechoso, cuidarlo, estudiarlo y eventualmente confirmarlo o descartarlo. Es un c¨ªrculo dif¨ªcil de romper, pero un buen punto para hacerlo es precisamente invertir en dichas capacidades, activando procesos de rastreo con la mera sospecha de contagio. Pa¨ªses que ya disponen de una base estructural, como M¨¦xico, tienen mucho campo que recorrer hasta llegar al punto de Uruguay, pero tambi¨¦n las capacidades para llegar ah¨ª. Otros se han puesto a trabajar para llegar de una manera u otra al modelo de referencia (Costa Rica, Colombia, Paraguay). De esta forma, las pol¨ªticas de restricci¨®n podr¨ªan adecuarse no solo al momento, sino tambi¨¦n a las necesidades de los pa¨ªses de la regi¨®n. Con una nueva prioridad: evitar, en la medida de lo posible, la vuelta a las cuarentenas.