Am¨¦rica Latina explora su nueva normalidad
El continente m¨¢s afectado por la pandemia decide pa¨ªs a pa¨ªs, ciudad a ciudad, cu¨¢l es la mejor manera de convivir con el virus
Cuidarse. ¡°Nosotros nos cuidamos¡±, ¡°solo vamos con gente que se cuida¡± o ¡°solo nos vemos en lugares donde tienen cuidado¡± son frases que est¨¢n en boca de todo el mundo en el continente. A medida que las ciudades latinoamericanas reabren, sus habitantes tratan de reconstruir su vida cotidiana de manera que puedan sortear un contagio que sigue activo. Pero, por ahora, lo que cada uno entiende por ¡°cuidado¡± es muy distinto. La duda es inevitable ante un virus cuyo comportamiento a¨²n no conocemos del todo (aunque hoy sabemos mucho m¨¢s de ¨¦l que hace seis meses), y con el que la regi¨®n parece condenada a convivir al menos por un tiempo. Una relaci¨®n obligatoria y a la vez incierta que resulta inevitablemente en divergencias.
Las diferencias empiezan en lo m¨¢s b¨¢sico: la percepci¨®n de riesgo para la propia comunidad. La encuesta peri¨®dica que el MIT (Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts por sus siglas en ingles) viene haciendo desde mayo indica diferencias muy significativas entre los doce pa¨ªses latinoamericanos en los que se realiza. Algunas tienen que ver con el grado de contagio real: efectivamente, la ciudadan¨ªa uruguaya est¨¢ menos alerta, tal vez porque es, sencillamente, el pa¨ªs con menor incidencia de la epidemia en la regi¨®n. En el otro extremo, que pa¨ªses como Per¨² o Ecuador, lugares donde el virus se ha ensa?ado, tengan a m¨¢s de un 80% de sus poblaciones notablemente preocupadas no sorprende. Pero otros resultados son m¨¢s dif¨ªciles de leer fuera de la subjetividad.
M¨¦xico, por ejemplo, no ha tenido una epidemia particularmente ben¨¦vola. M¨¢s de 60.000 muertes confirmadas (y, seg¨²n datos preliminares de exceso de mortalidad frente a a?os anteriores, esta cifra podr¨ªa representar menos de la mitad del n¨²mero real) y uno de los ritmos de contagio m¨¢s sostenidos del mundo no parecen haber hecho m¨¢s mella en el riesgo percibido que entre sus vecinos centroamericanos, donde el virus se ha cobrado (por ahora) menos v¨ªctimas.
La particularidad mexicana se acent¨²a cuando prestamos atenci¨®n a la otra cara necesaria de la percepci¨®n de riesgo: ?de qui¨¦n (creemos que) depende minimizarlo? Todos los pa¨ªses considerados en la muestra se sit¨²an en alg¨²n punto de un espectro que va de ¡°la responsabilidad es sobre todo propia¡± a ¡°la responsabilidad es compartida¡±. Todos, salvo M¨¦xico, cuyos habitantes destacan en la atribuci¨®n de responsabilidad a los dem¨¢s.
Si en general no se percibe un peligro parejo al tama?o de la epidemia, y si adem¨¢s se descarga una mayor responsabilidad en los dem¨¢s, las perspectivas para la reapertura en M¨¦xico no son halague?as: al final, todos somos los ¡°dem¨¢s¡± de alguien. No es casual, quiz¨¢, que el contagio ya est¨¦ repuntando al menos en la capital y su ¨¢rea metropolitana.
En el espectro que abarca la encuesta, es la ciudadan¨ªa peruana la que m¨¢s ¨¦nfasis pone en el propio deber. Con la epidemia de mayor incidencia per capita en la regi¨®n (al menos por ahora, y siempre contando solo casos confirmados), esta precauci¨®n extra tiene sentido. Mientras, Guatemala y Honduras se sit¨²an en el mayor grado de corresponsabilidad. Parad¨®jicamente, el resultado pr¨¢ctico de ambas posiciones no es demasiado distinto: de nuevo, todos somos los ¡°dem¨¢s¡± de alguien. La diferencia, quiz¨¢s, s¨ª llegue en el grado de observaci¨®n (y exigencia) que ponga cada ciudadan¨ªa en su entorno inmediato.
D¨®nde, c¨®mo y con qui¨¦n
D¨®nde ir, c¨®mo hacerlo y con qui¨¦n son las tres preguntas constantes en las que se concreta la nueva noci¨®n de cuidados. Como quiera que a la mente humana le gustan las se?ales claras y reconocibles de peligro (y de tranquilidad), en la pandemia ha encontrado una. La mascarilla, tapabocas, cubrebocas o barbijo se va convirtiendo poco a poco en una exteriorizaci¨®n del cuidado, una marca de responsabilidad con uno mismo y con la sociedad. Su presencia hoy es como la sonrisa o el gesto amable en un territorio hostil; su ausencia, lo contrario. Y, efectivamente, Am¨¦rica Latina parece de acuerdo en que se trata de un instrumento extremadamente o muy efectivo. La variaci¨®n se limita m¨¢s bien al matiz entre el primero y el segundo grado, y ciertamente hay diferencia entre un extremo de la confianza (Guatemala: 82%) y el otro (Bolivia: 69%). Pero la variaci¨®n es relativamente peque?a. La primera marca est¨¢ asentada.
Ahora bien, las divergencias resurgen cuando se considera el siguiente gran componente del contagio: la cercan¨ªa entre personas. Podemos usar la noci¨®n de ¡°un lugar operando a capacidad completa¡± como aproximaci¨®n de cercan¨ªa. As¨ª lo hace la encuesta del MIT. Aqu¨ª, las diferencias, m¨¢s que entre pa¨ªses, son entre destinos. Estadios, iglesias y escuelas son particularmente poco favorecidos. La escasa voluntad en asistir a establecimientos educativos, que tiene un amplio consenso en la regi¨®n, es muy significativa, dado el enorme coste al que se enfrentan los ni?os y ni?as para la educaci¨®n a distancia sin fin a la vista (particularmente de familias m¨¢s vulnerables, sin acceso a medios alternativos).
El trabajo se ve como inevitable para aproximadamente una mitad de la ciudadan¨ªa. Pero, sorprendentemente, la voluntad de ir a una playa no es muy distinta que la de acudir a un restaurante, siendo que el contagio en el segundo es mucho m¨¢s probable que en la primera: empezamos a discernir que la transmisi¨®n en espacios cerrados y poco ventilados es un vector fundamental, por no mencionar lo imposible que es mantenerse con nariz y boca cubiertas mientras se consumen alimentos.
Tambi¨¦n hay, en cualquier caso, variedad en los pa¨ªses. Por ejemplo: Per¨², que presenta voluntades comparativamente bajas de acudir a lugares a m¨¢xima capacidad, no est¨¢ ¨²ltimo en restaurantes, algo que probablemente tiene que ver con su cultura gastron¨®mica. Brazil o Ecuador est¨¢n a¨²n m¨¢s arriba, eso s¨ª. La idiosincrasia probablemente tambi¨¦n juega en la voluntad argentina de acudir a eventos deportivos, la colombiana y mexicana de asistir a tiendas, o la centroamericana y brasile?a de ir a una iglesia a pesar de todo.
La limitaci¨®n de aforo no es, en cualquier caso, algo en lo que la gente tenga mucha fe. Cuando se plantea como alternativa para asistir a lugares de encuentro como restaurantes, tiendas o iglesias, es la que tiene un menor incentivo en las dos ¨²ltimas (el MIT no interroga sobre el particular en relaci¨®n con restaurantes). El uso de mascarillas sigue siendo un m¨¦todo predilecto, particularmente en tiendas. La restauraci¨®n, al menos en ciertos pa¨ªses, se asocia con el lavado de manos. Algo que muestra un cierto anclaje con una hip¨®tesis de inicios de la epidemia, ya cuestionada, de las superficies como v¨ªa de contagio importante. Es decir: tiene sentido que en un sitio en el que se comparten mesas y utensilios (previa limpieza, obviamente) las superficies llamen la atenci¨®n. Pero, como dec¨ªamos antes, la informaci¨®n m¨¢s reciente sobre din¨¢micas de contagio priorizan el aire en lugares cerrados, no el trayecto mesa-mano-cara para explicar contagios (sin despreciar este, sobre todo cuando ni las personas ni los lugares cumplen con normas m¨ªnimas de higiene).
Esta variedad en percepciones tiene su correlato en las decisiones de reapertura y las normas espec¨ªficas establecidas en cada sitio. Por ejemplo: Per¨² y Colombia han incluido los restaurantes en un lugar prioritario en su reapertura. Pero mientras el primer pa¨ªs permite ocupaciones del 40%, Bogot¨¢ lo deja en el 25%. Ambos piden uso de mascarilla y distancia entre mesas, pero el protocolo que el gobierno peruano solicita a cada local es (al menos sobre el papel) particularmente detallado. En Ciudad de M¨¦xico los restaurantes abrieron mucho antes y con menor ceremonia. Y Buenos Aires se ha demorado hasta finales de agosto en reabrir su gastronom¨ªa.
Las iglesias reabrieron en Brasil (con protocolos, supuestamente) apenas a principios de junio. De cualquier manera, muchos megatemplos siguieron operando en mitad de una doble batalla: la del presidente Bolsonaro (aliado) contra las recomendaciones de las autoridades t¨¦cnicas sanitarias, y la del Gobierno contra los jueces locales: la justicia estatal de Sao Paulo lleg¨® a prohibir primero y revocar dicha prohibici¨®n despu¨¦s, en distintas instancias. Mientras, el turismo, incluso aquel a cielo abierto, se retras¨®: hasta el 16 de agosto no se pudo visitar el ic¨®nico Cristo del Corcovado.
La realidad tiene muchas aristas, tantas como intereses (algunos m¨¢s generales, otros m¨¢s particulares) caben en una balanza de riesgos, costes y beneficios que se est¨¢ concretando de manera notablemente distinta en cada rinc¨®n de Am¨¦rica Latina.
Las reaperturas a ras de calle
?? Rio de Janeiro: ¡°?Volvimos!"
?? Carla Jim¨¦nez
Despu¨¦s de un oto?o/invierno que dej¨® mas de 100.000 muertos por covid-19, el calor volvi¨® a Brasil. El regreso del sol en la v¨ªspera de la primavera en Am¨¦rica del Sur (empieza el 21) tambi¨¦n trajo una sensaci¨®n que fue descrita de manera espont¨¢nea por un turista en Jericoacara, al Noreste del pa¨ªs, en un video que se viraliz¨® en redes sociales el primer fin de semana de septiembre, que se alarg¨® con el festivo del lunes 7, d¨ªa de la independencia en Brasil. "?La cuarentena ha terminado! ?Volvimos! ", dice una chica euf¨®rica, mientras filma a un centenar de turistas en las calles del balneario m¨¢s famoso del estado de Cear¨¢. La perspectiva de un fin de semana largo llen¨® las carreteras que conducen a las playas de la costa de S?o Paulo, R¨ªo de Janeiro y el noreste.
La autoconfianza tambi¨¦n crece a medida que el n¨²mero de muertes parece disminuir en este pa¨ªs de 210 millones de personas, que vivi¨® su primer caso confirmado de coronavirus el 26 de febrero. Datos del Ministerio de Sanidad muestran que el promedio de 1.000 muertes por d¨ªa, que dur¨® tres meses, ha ca¨ªdo a un promedio de entre 800 y 900 diarios entre el 23 de agosto y el 5 de septiembre.
Sin embargo, el n¨²mero de casos confirmados sigue alto. Ya son m¨¢s de 4,2 millones de infectados en el pa¨ªs y casi 130.000 muertes. ¡°Todav¨ªa estamos en el medio de este viaje, tenemos que proteger a quienes tanto amamos¡±, dijo Jean Gorinchteyn, secretario de Sanidad de S?o Paulo, en una entrevista con CNN este domingo. La lectura del secretario, sin embargo, no parece ser la misma en el resto del pa¨ªs, que ya estaba dividido por la gravedad de la enfermedad, a ra¨ªz de la disputa pol¨ªtica en la que se ha convertido la gesti¨®n de la pandemia: por un lado, el presidente Jair Bolsonaro con su discurso anticiencia; por otro, gobernadores que apoyan las directrices de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud.
Un hecho, sin embargo, es inexorable. Como en el resto del mundo, los m¨¢s vulnerables son los que corren mayor riesgo de infectarse y morir. ¡°Existe la percepci¨®n de que las muertes por covid-19 no ocurren entre quienes tienen m¨¢s dinero, no son ellos los que est¨¢n muriendo¡±, dice el infect¨®logo Fabio Leal, profesor de la Universidad Municipal de S?o Caetano do Sul, y uno de los investigadores responsables de los ensayos cl¨ªnicos de una de las vacunas contra el coronavirus. ¡°Hemos aprendido a tratar la enfermedad¡±, dice Leal. Pero no todo el mundo tiene acceso a una infraestructura adecuada y a hospitales de primer nivel para atender emergencias.
?? Lima vuelve a sus restaurantes
?? Jacqueline Fowks
A fines de junio, mientras la cantidad de infecciones y de fallecidos por el nuevo coronavirus segu¨ªa en aumento en Per¨², la econom¨ªa colaps¨® y el Gobierno dio por terminada la cuarentena estricta que implant¨® a mediados de marzo, aunque mantuvo el toque de queda, vigente hasta hoy en todo el pa¨ªs. Cientos de restaurantes y bares afectados por tres meses de cierre, al no ser considerados esenciales, desaparecieron. El bar Munich, por ejemplo, en el centro de Lima, clausur¨® su hist¨®rica sede con piano en la calle Bel¨¦n, aunque mantiene otra peque?a a unos metros y atiende con la mitad de aforo. Mal que bien, navegan la pandemia: una dependiente del servicio de entrega a domicilio dijo el viernes: ¡°Gracias a Dios, nuestro p¨²blico est¨¢ regresando y estamos tomando las medidas necesarias, como tambi¨¦n tenemos buena acogida en el campo de delivery, respetando los protocolos de seguridad¡±.
El caf¨¦ Hait¨ª en Miraflores sigue cerrado pese a que descart¨® rumores de quiebra a inicios de agosto. M¨¢s de 6.7 millones de peruanos perdieron el empleo entre abril y junio debido a la pandemia. A¨²n as¨ª, hay comensales que volvieron a sus lugares preferidos. El chicken-grill Lo de Juan en el distrito de Villa El Salvador, por protocolo sanitario, no admite a menores de 14 a?os ni a adultos mayores, pero los clientes hacen fila para entrar. Los domingos ¡ªd¨ªa de confinamiento obligatorio en el pa¨ªs¡ª, el negocio no da abasto para los delivery. ¡°Me pas¨¦ llamando m¨¢s de dos horas y nunca me respondieron¡±, escribi¨® Elizabeth Farromeque en el muro de Facebook del local.
Mientras tanto, en el restaurante La Nacional del centro de Lima, uno de los primeros en reabrir con los protocolos del Ministerio de Salud, las ventas de agosto reci¨¦n alcanzan el 35% de las ventas del a?o pasado, y en septiembre esperan alcanzar al 40%. ¡°Al inicio quiz¨¢ fue complicado porque ten¨ªamos que educar mucho a las personas en la distancia y las medidas, pero luego hemos recibido felicitaciones de los clientes: la poblaci¨®n ha tomado conciencia y se ha vuelto emp¨¢tica. Por ejemplo, debido a los protocolos la atenci¨®n no es tan r¨¢pida, porque se suman cinco procesos m¨¢s en la preparaci¨®n de los platos, pero la personas entienden el esfuerzo: eso es lo bonito de este trabajo¡±, comenta Cristina D¨ªaz, encargada de marketing de la franquicia.
?? Santiago se prepara para las fiestas patrias
?? Roc¨ªo Montes
En Chile, 52 de las 346 comunas est¨¢n hoy en cuarentena total, es decir, la m¨¢s estricta de las cinco fases de confinamiento que ha establecido el Gobierno de Sebasti¨¢n Pi?era por la pandemia. En las restantes, la ciudadan¨ªa vuelve a las calles respetando mayoritariamente medidas como el uso de mascarillas. De acuerdo al informe del Instituto Sistemas Complejos de Ingenier¨ªa (ISCI), desarrollado por la Universidad de Chile y la Universidad de Stanford, la capital en las ¨²ltimas semanas ha mostrado ¡°un aumento moderado, pero sostenido¡± de la movilidad, tanto en comunas que han dejado las cuarentenas, como en las que todav¨ªa est¨¢n prohibidas las salidas.
El estudio indica que los desplazamientos en Santiago de Chile aumentaron en 11 puntos y lo explica por dos razones: ¡°Por un lado, la disminuci¨®n del n¨²mero de contagios y el mejoramiento de otras m¨¦tricas epidemiol¨®gicas podr¨ªan reducir la percepci¨®n de riesgo motivando a los ciudadanos a retomar parcialmente algunas de sus actividades. Por otro lado, la prolongada cuarentena podr¨ªa generar un efecto de fatiga y mayor necesidad de la poblaci¨®n, llev¨¢ndolos a aumentar sus desplazamientos, posiblemente para ejercer alguna actividad econ¨®mica¡±.
Entre el 18 y el 20 de septiembre, el Gobierno dispuso que todos los habitantes que no est¨¦n en alguna de las 52 comunas en cuarentena podr¨¢n pedir permiso por hasta seis horas diarias a Carabineros para realizar visitas durante las fiestas patrias, las celebraciones m¨¢s importantes del pa¨ªs. La medida preocupa a algunos sectores: en promedio, hubo 1.767 contagios diarios la ¨²ltima semana, de acuerdo al centro de estudios Espacio P¨²blico. Los enfermos activos, en tanto, llegan a los 15.532 . La gente, sin embargo, apoya el permiso para celebrar: un 58% est¨¢ de acuerdo, seg¨²n la ¨²ltima encuesta Cadem. El mismo sondeo, adem¨¢s, indica que un 69% de la ciudadan¨ªa est¨¢ totalmente decidida a sufragar en el plebiscito constitucional del 25 de octubre pr¨®ximo (una cifra que lleg¨® al 90% antes de que explotara la pandemia en marzo). Esto, pese a que seis de cada 10 personas reconoce su preocupaci¨®n por los contagios.