Barcelona recluida y en Madrid todo abierto
La Ciudad Condal afronta el coronavirus con restricciones m¨¢s severas que la capital de Espa?a en el comercio, ocio y movilidad
Dan las diez de la noche en Barcelona y las calles se vac¨ªan. El toque de queda en Catalu?a obliga a la ciudadan¨ªa a recluirse en sus casas a esa hora. Madrid, en cambio, tiene cuerda todav¨ªa. No es hora de recogerse. El ocio y la vida comercial de la capital se benefician de unas medidas contra el coronavirus m¨¢s flexibles, un nivel de apertura que en la capital catalana hace un mes que desapareci¨®. En las dos urbes se aplican estrategias diferentes para la misma pandemia y los epidemi¨®logos no saben explicar exactamente por qu¨¦ la m¨¢s laxa parece funcionar mejor que la m¨¢s estricta.
Todos los bancos del paseo del Born est¨¢n ocupados a ¨²ltima hora de la tarde del mi¨¦rcoles. Todav¨ªa queda media hora para las nueve de la noche, y los asientos de esta calle emblem¨¢tica de Barcelona se han reconvertido en improvisadas mesas para cenar con reducidos grupos de amigos. Aurora Gaudino y Diana Ap¨®stol se han llevado porciones de pizza y dos bebidas de un restaurante cercano. La restauraci¨®n baj¨® la persiana el 16 de octubre por orden de la Generalitat. Tienen poco m¨¢s de una hora antes de que deban volver a casa. ¡°En circunstancias normales, a esta hora quedar¨ªamos para tomar algo y luego, cenar¡±, dice Gaudino, ¡°ahora nos conformamos con esto¡±.
El d¨ªa que se tom¨® esa medida, las estad¨ªsticas oficiales recog¨ªan en Catalu?a una incidencia acumulada (IA) de 272 casos por 100.000 habitantes en 14 d¨ªas, pr¨¢cticamente en la media espa?ola y muy por debajo de Madrid, que sumaba 450, aunque llevaba tres semanas de ca¨ªda sostenida. En esta comunidad, para lograr la bajada no hizo falta cerrar bares. Las medidas m¨¢s dr¨¢sticas llegaron el 21 de septiembre (746 casos de IA), pr¨¢cticamente cuando Madrid estaba alcanzando su pico y se limitaron a reducir las reuniones sociales y a confinar unos distritos sanitarios cuyos l¨ªmites ignoran muchos vecinos.
Las dos amigas se quedan en silencio cuando pasa una patrulla de la Polic¨ªa Municipal. ¡°Sabemos que no est¨¢n permitidos grupos de m¨¢s de seis personas, pero no tenemos claro si podemos comer en la calle¡±, explica Ap¨®stol. La normativa de la Generalitat indica que no se puede ni comer ni beber en la v¨ªa p¨²blica. Los restaurantes y bares se han adaptado a la comida para llevar a domicilio. Pueden dar este servicio hasta las diez de la noche, y los repartidores pueden desplazarse hasta las once. M¨¢s all¨¢ de esta franja, y hasta las seis de la ma?ana, Barcelona debe estar totalmente recluida.
A punto de dar las nueve de la noche, tambi¨¦n en el barrio del Born, otro grupo de chicas compra unas cervezas y una bolsa de patatas en el colmado de Sazu Ahmed. El comercio en Catalu?a debe cerrar a esa hora y las ¨²ltimas clientas pasar¨¢n lo que queda para el toque de queda en una plaza contigua charlando y consumiendo lo adquirido. Ahmed asegura que su facturaci¨®n, sobre todo por la desaparici¨®n del turismo extranjero, ha ca¨ªdo un 70%: ¡°Lo que me salvaba es que pod¨ªa abrir m¨¢s tiempo que los supermercados, que deben dejar de funcionar a las nueve, pero ahora todos cerramos a la misma hora y ya no tengo ese valor a?adido¡±.
Madrid, toque de queda a medianoche
A esas horas, a Madrid todav¨ªa le queda noche por delante. La hosteler¨ªa no permite entrar a m¨¢s clientela a partir de las 23.00. El toque de queda comienza a medianoche. La comunidad eligi¨® el rango de aplicaci¨®n m¨¢s generoso de una medida obligatoria en toda Espa?a con el estado de alarma que se aprob¨® el 25 de octubre. Despu¨¦s la ha mantenido, aunque pod¨ªa haberla derogado desde la pr¨®rroga de esta medida excepcional, que comenz¨® el 9 de noviembre.
Los 60 minutos entre el cierre de las puertas de los restaurantes y el toque de queda de son una carrera contra reloj. Un tiempo para correr hasta la madriguera. Algunos bares apuran hasta cerca de la medianoche y expiden salvoconductos a sus empleados. Pero todav¨ªa falta para la hora de Cenicienta y la gente bebe en terrazas e interiores con el aforo limitado. Malasa?a est¨¢ a medio gas. Si algunos modernos vieran convertido en restaurante El Penta, un bar de copas m¨ªtico de la movida que aparece en las letras de Antonio Vega, les dar¨ªa un soponcio. Ahora sirve croquetas, tortilla de patatas y torreznos. Las autoridades les han permitido ampliar sus licencias como bote salvavidas. Pero nada es igual, la verdad. Los hosteleros madrile?os cifran en m¨¢s de 1.000 millones de euros las p¨¦rdidas por la pandemia. ¡°La gente tiene miedo a entrar en espacios cerrados¡±, lamenta I?aki Pujana, due?o de un garito decorado en madera, escudos her¨¢ldicos y libros de madera de James Joyce, solo para dar el pego. El Ayuntamiento, en un intento por salvar el sector, ha autorizado la instalaci¨®n de terrazas en el espacio donde antes se aparcaban coches. Pujana, cuya facturaci¨®n se ha reducido un 60%, tiene ahora m¨¢s metros el aire libre que espacio en su local. ¡°Si no fuera por esto¡±, dice se?alando las cuatro mesas en el arc¨¦n, ¡°mi negocio ser¨ªa un cad¨¢ver ahora mismo¡±.
Decenas de ciudadanos se acercan al parque de la Ciutadella tras finalizar la jornada laboral. Los gimnasios tambi¨¦n han tenido que cerrar y muchos barceloneses trasladan su espacio de ejercicio a estos jardines. Agustina Principi y dos compa?eras realizan abdominales en un parterre al son de la m¨²sica que suena en un tel¨¦fono. No poder ir al gimnasio no le quita el sue?o porque tiene problemas mayores: trabajaba en un hotel y ha perdido el empleo. A las ocho en punto abandonar¨¢ el parque porque es la hora a la que las zonas de recreo de la ciudad deben cerrarse.
Claude Corbishley es inglesa, residente en Barcelona, y tambi¨¦n ha tenido que cambiar el gimnasio por el parque de la Ciutadella. Afirma que le parece una medida oportuna para evitar brotes, y a?ade que tiene amigas en Madrid que no comprenden que en la capital no sean m¨¢s estrictos. El agravio comparativo es recurrente.
Pero, ?por qu¨¦ Madrid consigui¨® doblar la curva sin necesidad de tantos cierres, aplicando medidas cuando todos los expertos se?alaban que ya era muy tarde y Catalu?a, con restricciones m¨¢s tempranas ha tardado un mes en conseguir que la incidencia baje (lo hizo por primera vez el viernes)? Si hubiera una respuesta clara a esto, toda Europa estar¨ªa copiando la receta madrile?a, pero lo cierto es que los epidemi¨®logos se limitan a hacer hip¨®tesis, a posteriori, de lo que ha sucedido. Como las medidas son variadas y al cabo de unos meses ambas estrategias han parecido dar frutos, cada vez m¨¢s expertos est¨¢n mirando a un factor com¨²n: el comportamiento ciudadano, que fluct¨²a en funci¨®n del nivel de preocupaci¨®n, que es impulsado por las medidas y los mensajes de las Administraciones, pero que, quiz¨¢s, es en ¨²ltima instancia m¨¢s decisivo que estos. Ana Mar¨ªa Garc¨ªa, catedr¨¢tica en Medicina Preventiva y Salud P¨²blica en la Universidad de Valencia, apunta a esta teor¨ªa: ¡°Tanto Madrid y Catalu?a, con medidas diferentes, han conseguido una disminuci¨®n. No est¨¢ claro por qu¨¦, y lo hablamos mucho [los epidemi¨®logos] pero la impresi¨®n que me da es que m¨¢s all¨¢ de las medidas hay una respuesta social, compartida. No puedes hacer lo que no te dejan, pero tambi¨¦n puedes tener un comportamiento m¨¢s precavido. Aunque pueda ir a un bar, igual prefiero no hacerlo. Parece que los ciudadanos se alarman cuando las noticias son alarmantes y van de alguna forma autorregul¨¢ndose¡±, se?ala.
Competiciones estatales, s¨ª, regionales, no
Las instalaciones deportivas de la Escuela Industrial de Barcelona est¨¢n cerradas a cal y a canto. Su piscina y sus campos de f¨²tbol. Cualquier actividad f¨ªsica y los entrenamientos est¨¢n prohibidos. Agust¨ªn Vacas es el director deportivo de la Penya Anguera, uno de los clubes de f¨²tbol que tienen como sede la Escuela Industrial. Primero tuvieron que cesar las competiciones y desde octubre, no pueden entrenar. Vacas critica que mientras los equipos que participan en divisiones estatales s¨ª pueden jugar, los regionales, no. Esto significa que los equipos catalanes de categor¨ªas inferiores no pueden enfrentarse, pero en cambio se mantienen partidos de segunda divisi¨®n B como los que se disputaron el mi¨¦rcoles entre el Llagostera y L¡¯Hospitalet, o el Cornell¨¤ contra el Olot.
En el gimnasio Arian, cerca del Palacio Real de Madrid, un estudiante americano termina de usar la m¨¢quina de b¨ªceps y, muy obediente, la desinfecta con gel y papel de cocina. Ya no queda gente sin toalla que deja las m¨¢quinas sudadas. Se les considerar¨ªa el Anticristo. El deporte en interiores est¨¢ permitido desde el 8 de junio. Por ahora no ha interrumpido, ni cuando volvieron los picos de la segunda ola. El sector ha sobrevivido mal que bien. ¡°Se nos ha ido el 70% de los clientes¡±, cuenta Rosa Mar¨ªa Monge, de 47 a?os, encargada del Arian. Apenas cinco personas se ejercitan esta tarde en la zona de pesas. Las paredes est¨¢n llenas de carteles que advierten de que el aire est¨¢ purificado con ox¨ªgeno activo. Unas cig¨¹e?as sobrevuelan un cielo azul, despejado, para transmitir la idea de pureza. Las m¨¢quinas de correr est¨¢n separadas por mamparas. Monge ha perdido algunos clientes porque viv¨ªan en algunas de las 41 zonas de salud cerradas, pero tambi¨¦n algunos comienzan a volver porque no le ven sentido a quedarse en casa. Dudan al asomarse al balc¨®n y ver la ciudad en movimiento.
En una planta inferior, Paloma Cobes cruza un pasillo en bata de ba?o y al quit¨¢rsela se queda en ba?ador. Eso s¨ª, la pantalla que le tapa el rostro se la deja puesta. Es monitora de nataci¨®n. A diferencia de Barcelona, los madrile?os pueden hacerse unos largos. En esta piscina, en grupos de no m¨¢s de cuatro personas. Hay que reservar hora. La desmasificaci¨®n tiene sus ventajas: una ni?a de ocho a?os cruza el vaso en soledad ante la mirada atenta de la profesora. ¡°Muy bien, princesa, nadas de maravilla¡±, la anima Cobes. La edad media de los usuarios se ha reducido. El grupo de ancianos activos que socializaba y compart¨ªa su vida por las ma?anas en el gimnasio ha dejado de venir. Madrid est¨¢ abierto, s¨ª, pero faltan muchos.
Y, a partir de este fin de semana, aqu¨ª tambi¨¦n se reanudan las ligas de aficionados. Los entrenamientos de menores llevan ya un mes, aunque este fin de semana empieza la competici¨®n. En las instalaciones de Canal, en el parque Santander, una jaur¨ªa de ni?os de cinco y seis a?os corre detr¨¢s de un bal¨®n. Los padres, en teor¨ªa, deber¨ªan esperar detr¨¢s de una valla, fuera del recinto, pero son tan peque?os que... ¡°Hasta el s¨¢bado pasado jugaron partidos de tres contra tres. Pero ya se puede ser f¨²tbol 7¡±, explica Lucia, una madre. Los peque?os futbolistas juegan con mascarilla. Esta generaci¨®n que apenas se abre al mundo ha aprendido a vivir con ella. Pasan toda la ma?ana en clase embozados y, en sus extraescolares, m¨¢s de lo mismo.
¡ªMi suegro le regal¨® a mi hijo una mascarilla del Atleti y se puso tan contento¡ª dice Carlos, un padre.
¡ªEl m¨ªo igual pero con la del Madrid. Es muy triste¡ª a?ade Marta, otra madre.
¡ªMuy triste¡ª coinciden todos los que est¨¢n esperando a que acaben sus hijos.
En los centros comerciales tambi¨¦n se visualizan las diferencias. Los establecimientos que no tienen salida a la calle, no pueden abrir, por lo que la mayor¨ªa de tiendas del centro L¡¯Illa Diagonal est¨¢n inactivas. Las limitaciones al comercio, el teletrabajo y la reducci¨®n temporal de las plantillas ¨Cen una zona con alta densidad de oficinas¨C ha pasado factura a la econom¨ªa del barrio. La facturaci¨®n del ¡°taller de frankfurts¡± Hora Punta ha ca¨ªdo al 30% de lo que pod¨ªan ingresar en previo a la pandemia. Antes de las medidas m¨¢s severas pudieron recuperar buena parte de la facturaci¨®n gracias a la ampliaci¨®n de terraza y la reactivaci¨®n de los seis empleos del establecimiento, pero han vuelto a rebajar los puestos de trabajo a dos.
Aunque todo esto ha rebajado la incidencia en Catalu?a, lo ha hecho lentamente y, como dice Alex Arenas, f¨ªsico y experto en datos de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, ¡°no es sostenible a largo plazo¡±. Habr¨¢ que abrir y establecer una estrategia m¨¢s s¨®lida, que pasa, en su opini¨®n, por reforzar la teleeducaci¨®n a partir de secundaria y el teletrabajo. ¡°Estamos en un 8%, cuando se podr¨ªa llegar a un 30%¡±, asegura. Sobre por qu¨¦ Madrid cae con tanta fuerza con bares y comercios abiertos, le cuesta encontrar una explicaci¨®n. Tras varios cambios en los criterios para hacer pruebas, opina que ¡°habr¨ªa que hacer una auditor¨ªa¡± para comprobar que las cifras son realmente comparables. ¡°Una cosa que Madrid ha hecho bien y que todas las comunidades tendr¨¢n que copiar es la apuesta por test de ant¨ªgenos¡±, se?ala. Estos son mucho m¨¢s r¨¢pidos y, aunque no tan efectivos como las PCR, el margen de error es muy peque?o cuando la persona presenta s¨ªntomas. ¡°Seguro que han ayudado a que una situaci¨®n que era muy complicada est¨¦ siendo m¨¢s controlada¡±, a?ade.
Los centros comerciales de Madrid pueden abrir con restricciones de aforo, pero el volumen de ventas est¨¢ lej¨ªsimos de los n¨²meros del a?o pasado. Muchos negocios han bajado la persiana. Aguantan las marcas s¨®lidas. Los bajos del centro comercial de Nuevos Ministerios siguen estando poblados de firmas de lujo. Aunque la afluencia est¨¢ lejos de ser la de un d¨ªa normal prepandemia. Los principales compradores, turistas asi¨¢ticos y rusos, no visitan ya la ciudad. En los alrededores, la zona financiera de Azca, la crisis tambi¨¦n ha hecho mella. Mujeres y hombres trajeados van con su malet¨ªn para aqu¨ª y para all¨¢. Los negocios que viv¨ªan de los desayunos y almuerzos de estos trabajadores se han resentido por el par¨®n y el teletrabajo. Algunos locales de peque?os empresarios cerrados lucen como l¨¢pidas mortuorias. Starbucks, Five Guys, los que tienen detr¨¢s un gran capital, ah¨ª siguen, a la espera de que la vida vuelva a ser lo que era.
Esa languidez se traslada a la estaci¨®n de Atocha. Los madrile?os pueden ir a donde les d¨¦ la gana (siempre que les dejen entrar en destino), salvo los que vivan en las zonas de salud confinadas, una restricci¨®n que afecta a no m¨¢s de medio mill¨®n de habitantes. Pero la estaci¨®n ferroviaria luce vac¨ªa. Las tres revisoras del AVE andan pendientes de sus m¨®viles. No hay nada que revisar. Siete guardas de seguridad tambi¨¦n experimentan lo que es el aburrimiento en su grado m¨¢ximo. El tedio lo rompen, de repente, Nacho Gonz¨¢lez y su novia Luc¨ªa. 19 a?os ambos. Ardiente despedida hormonal. Ella se va a Zaragoza con un permiso. Estudia aqu¨ª, pero por motivos familiares debe partir. Estar¨¢n un semana sin verse. El vac¨ªo, el horror de la adolescencia tard¨ªa. ¡°Me ha parecido raro que haya tan poca gente. Me imagino que salvo que sean casos excepcionales, como el de mi novia, nadie se va a ning¨²n sitio¡±, dice, y tiene todo el sentido. El af¨¢n viajero ha menguado.
Sin poder salir del municipio
Los parques, en cambio, viven una segunda juventud. Aire libre, bancos de piedra, terrazas, grandes extensiones de terreno donde cada uno puede distanciarse del otro m¨¢s de dos metros. Lo que se lleva ahora. El Retiro cierra a las 21.00. ¡°Esta es una oportunidad para dejar de lado nuestra vida cotidiana y desconectar. Es un momento que nos aporta tranquilidad y nos ayuda a encontrar la paz interior¡±, resume, un tanto de subid¨®n, Ahmed Arab S¨¢nchez, de 61 a?os. Tiene un hermano gemelo, Jos¨¦. ¡°Entre los dos sumamos...¡±, arranca Ahmed, y Jos¨¦ remata: ¡°...122 a?os¡±. No se han separado en toda su vida, salvo cuando uno de ellos sufri¨® un c¨¢ncer que lo enclaustr¨® en el hospital. El otro se acaba de hacer las pruebas porque hay sospechas de que ahora pueda tenerlo ¨¦l. ¡°Todo igual para los dos¡±, bromean. Comienza a oscurecer y por el parque proliferan luces frontales que los corredores se colocan ahora en la frente. En nada, tendr¨¢n que correr por el exterior.
El pasado jueves al mediod¨ªa deambulaban por L¡¯Illa numerosas parejas de jubilados y abuelos con sus nietos. Matrimonios como el de Mariano Celaya y Elvira Bertol¨ªn, que se encontraron con los paseos de L¡¯Illa bloqueados. Para ellos, limitaciones como est¨¢ no suponen un inconveniente. El principal contratiempo, admiten, es no poder visitar el fin de semana a su nieta, en la costa. Entre semana est¨¢ prohibido desplazarse fuera de Catalu?a sin el justificante debido por motivos de trabajo, de atenci¨®n a personas dependientes o sanitarios. El fin de semana no est¨¢ permitido salir del municipio de residencia. Renfe informa que la ca¨ªda de pasajeros el fin de semana en trenes regionales en Catalu?a ha sido del 80%, y en los de los de larga distancia, de un 60%. Fina Bonet se desped¨ªa el jueves de su amiga Anna Buixad¨®s en la estaci¨®n de Sants. Bonet es de Lleida y por trabajo toma el tren con asiduidad, llevando consigo una autorizaci¨®n laboral. El fin de semana tambi¨¦n se desplaza a Tremp, donde vive su madre, y de la que tiene que cuidar. El engorro de estos salvoconductos no es lo peor, asegura: lo peor es no poder tomar algo ni en una terraza.
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