Barcelona de noche: el mismo silencio del confinamiento
La medida decretada por el Govern vac¨ªa la capital catalana de vida nocturna
La sensaci¨®n es la misma que hace seis meses. La ciudad est¨¢ pr¨¢cticamente desierta, el silencio se ha apoderado de las calles. No hay pr¨¢cticamente tr¨¢fico y el asfalto es sobre todo territorio para los repartidores subidos a sus motocicletas. La noche del pasado viernes en Barcelona pod¨ªa haber sido una noche del confinamiento en primavera. En la primera jornada con el cierre de bares y restaurantes en vigor ¡ªla medida m¨¢s contundente de las nuevas restricciones para hacer frente a la pandemia de la covid-19¡ª, incluso en los barrios con m¨¢s actividad nocturna, el trasiego humano hab¨ªa desaparecido. Fuera en el Eixample, Gr¨¤cia, el G¨®tico o la Barceloneta, la ciudadan¨ªa hab¨ªa asumido una nueva reclusi¨®n.
¡°Esto no va a durar dos semanas, va a durar dos meses¡±, opinaba Claire Massier. Ella y seis amigas, todas de origen franc¨¦s, se fotografiaban en la plaza de la Barceloneta antes de dirigirse a una fiesta de cumplea?os en un piso de la calle del Mar. El apartamento pod¨ªa identificarse por el sonido de la m¨²sica. ¡°Esto es como en Francia con el estado de emergencia por la noche¡±, a?ad¨ªa Massier. El toque de queda en ocho ciudades francesas ha introducido restricciones similares a las de Catalu?a, pero con la principal diferencia de que en el pa¨ªs vecino, entre las nueve de la noche y las seis de la ma?ana no est¨¢ autorizado salir a la calle.
Esto es politiqueo entre Barcelona y Madrid¡±, sentencia un conductor de triciclo
El silencio de la ciudad se romp¨ªa de vez en cuando con los gritos de alegr¨ªa contenida que sal¨ªan de alg¨²n que otro edificio. En el paseo mar¨ªtimo y en la playa destacaban peque?os grupos espor¨¢dicos, todos por debajo de las seis personas ¡ªel l¨ªmite establecido por la Generalitat¡ª, bebiendo y charlando. La presencia policial era constante. Tres chicos que cruzaban la calle Pepe Rubianes eran amonestados por una patrulla de los Mossos d¡¯Esquadra, que les instaba a ponerse las mascarillas.
Lola Cooper cenaba una pizza sentada en la parada del N28, el autob¨²s que la llevar¨ªa a casa. Mientras devoraba la comida, la joven aseguraba que el cierre de los bares no era algo que le quitara el sue?o porque ya se hab¨ªa acostumbrado en los ¨²ltimos meses a quedar con los amigos en sus domicilios.
En la Barceloneta, en todo el distrito de Ciutat Vella, llueve sobre mojado. La desaparici¨®n del turismo ha hundido la econom¨ªa local, y el actual cese de la actividad en restauraci¨®n es la estocada final, afirma Ali Hadin. Este paquistan¨ª, con 20 a?os de residencia en Espa?a, conduce un triciclo para turistas. Este oto?o est¨¢ ingresando un 10% de lo que factur¨® por las mismas fechas en 2019. Hadin es aut¨®nomo, debe 3.000 euros a la Seguridad Social, una deuda, explica que le impide acceder a ayudas oficiales para subsistir.
El conductor del triciclo habla sin cesar, desesperado, mientras una pareja de polacos esperan sentados en el veh¨ªculo. Ha conseguido que le paguen 10 euros por el recorrido de vuelta a su hotel, el doble de lo que ellos quer¨ªan darle. ¡°Barcelona se est¨¢ muriendo¡±, sentenciaba Chris, el cliente, que expresaban su enfado porque hab¨ªan aterrizado en la ciudad sin saber que se encontrar¨ªan la restauraci¨®n y el ocio nocturno cerrados.
La pareja se interesa cuando se les informa de que los espect¨¢culos culturales est¨¢n abiertos hasta las once de la noche, aunque admiten que no tienen ¨¢nimo para ir al cine o a un concierto. Hadin y los polacos compart¨ªan dudas sobre la gravedad de la pandemia. ¡°Esto es politiqueo entre Barcelona y Madrid¡±, sentenciaba Hadin. ¡°?Usted conoce a alguien que haya enfermado por el coronavirus? Yo no¡±, dec¨ªa Chris mientras su novia, tambi¨¦n esc¨¦ptica, asent¨ªa con la cabeza.
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