¡°Si no puedo curarme y no aguanto el dolor, al menos que pueda elegir mi final¡±
El valenciano Rafael Botella, tetrapl¨¦jico desde hace 16 a?os, pidi¨® morir hace a?o y medio. Ahora quiere vivir sabiendo que puede recurrir a la eutanasia
Rafael Botella pidi¨® ayuda para morir hace a?o y medio. No aguantaba seguir viviendo con un dolor insoportable, postrado en su cama, con una tetraplejia causada por un accidente de coche a los 19 a?os. Se lamentaba de que los ¡°pol¨ªticos se preocuparan de sus cosas¡± y no sacaran adelante la anunciada ley de eutanasia. Las C¨¢maras se hab¨ªan disuelto y se iban a convocar elecciones. Estaba desesperado y llam¨® a Derecho a Morir Dignamente (DMD). La asociaci¨®n le apoy¨® y tambi¨¦n le aconsej¨® buscar alternativas para reducir el dolor. El valenciano de 35 a?os, que dej¨® el instituto para trabajar en el negocio familiar de la naranja, accedi¨® entonces a hablar con este peri¨®dico para contar en primera persona su testimonio.
Hoy, sigue con el dolor. ¡°Es real, porque est¨¢ en mi cerebro, aunque me podr¨ªan cortar una pierna con esa espada romana de ah¨ª arriba y no me enterar¨ªa¡±, explica en su habitaci¨®n, perfectamente adaptada, de la planta baja de un casa en Simat de la Valldigna, en Valencia. Ha empezado una nueva terapia de desensibilizaci¨®n central a ver si puede llegar a controlar el dolor. Ha conocido gente con sus mismos problemas, que le estimula. Pas¨® un d¨ªa con el equipo de Moto GP Honda LCR que le invit¨® a las carreras del circuito de Cheste. Y va a rodar un cortometraje.
¡°Ahora no quiero morirme. Pero el dolor est¨¢ ah¨ª y no s¨¦ qu¨¦ pasar¨¢. Por eso es muy importante que se haya aprobado la ley de la eutanasia. Esta no es una decisi¨®n de decir: ponme dos balones, una raqueta y una de eutanasia. No, la gente no compra eutanasia as¨ª como as¨ª. Si no tengo la opci¨®n de curarme y no aguanto m¨¢s el dolor, al menos que pueda elegir mi final, que tenga la opci¨®n de una v¨ªa de escape digna¡±, explica con un hablar fluido.
Rafael lleva a?os hablando sobre la materia. ¡°Estudi¨¦ en la Escolan¨ªa, un colegio religioso, y conozco a gente muy devota, que est¨¢ en el Opus, a sacerdotes, y todos comprenden mi decisi¨®n si la tomo y me apoyan en lo que haga falta, porque me conocen. Otros pueden pensar: ¡®se quiere morir porque es una carga para la familia, porque le han influido, porque est¨¢ de moda, porque se ha cansado de luchar¡¯. Pero los que me conocen saben que si una persona como yo decide servirse de la eutanasia es porque estoy sufriendo de verdad, porque he tocado todas las puertas y ya no aguanto m¨¢s. Me gusta razonar con esa gente¡±, apostilla.
Rafael no entra en ¡°los tecnicismos¡± de la nueva ley, aprobada el jueves en el Congreso, con el apoyo de todos los partidos, salvo el PP y Vox (adem¨¢s de los minoritarios Uni¨®n del Pueblo Navarro y Foro Asturias). Conf¨ªa en que la ley sea ¡°muy meticulosa, muy clara, que nadie la pueda utilizar en su beneficio¡±. De ese modo se combatir¨¢ tambi¨¦n a los que est¨¢n en contra de ella y ¡°hablan de que se quiere convertir Espa?a en un matadero¡±.
No le da mucha importancia a que Espa?a sea el sexto pa¨ªs del mundo con una ley de eutanasia. ¡°No deber¨ªamos hacer rankings, simplemente el debate no deber¨ªa existir. Es un derecho individual de las personas. Igual que no pedimos permiso para nacer, ?por qu¨¦ nos tienen que dar permiso para morir? Si uno est¨¢ en sus plenas facultades y dice que quiere morir porque tiene un dolor que no puede m¨¢s, ?qui¨¦n eres t¨² para decir que no?¡±, se pregunta.
¡°Pero ahora no me puedo ir de aqu¨ª sin volver a esas carreras de motos, sin hacer el corto...¡±, afirma esbozando media sonrisa. En el sal¨®n contiguo, Marisa, su madre, recibe a las visitas que en un pueblo son muchas. ¡°Con el virus viene menos gente¡±, comenta Rafael. Un t¨ªo entra a saludar y a preguntar qu¨¦ tal todo y se marcha. El joven, cuya novia perdi¨® la vida en el accidente que le dej¨® tetrapl¨¦jico (no conduc¨ªa ninguno de los dos), se muestra afable, de buen humor, pero el dolor va por dentro. ¡°Bueno, siempre intento estar animado¡±, dice. Se le tuerce el gesto cuando habla de c¨®mo hace 44 a?os, cuando naci¨® su prima, ¡°se pagaban a 1.000 pesetas (seis euros) una arroba de naranjas y ahora a 2,8 euros¡±. ¡°No hay derecho, pero al menos las naranjas nos dan de comer un plato caliente a m¨ª y a mi madre¡±, se lamenta.
M¨²sica ¡®hardcore¡¯
Su conversaci¨®n se torna m¨¢s optimista cuando habla del proyecto de cortometraje. Lo dirige el cineasta alicantino Ad¨¢n Aliaga, nominado cuatro veces a los Goya, y director de La casa de mi abuela. ¡°Nos han dado las ayudas de la Generalitat al guion, lo hemos hecho entre los dos. ?l ten¨ªa algo en la cabeza, pero la realidad supera a la ficci¨®n. Va sobre c¨®mo he afrontado los problemas de ser tetrapl¨¦jico; pone el ¨¦nfasis en mi afici¨®n por la m¨²sica hardcore, c¨®mo iba a las discotecas en una silla de ruedas hasta que el dolor me lo impidi¨®, con toda la gente saltando; va sobre c¨®mo nos tratan como a ni?os a la hora de hablar de sexualidad; va sobre muchas cosas¡±, se?ala.
Tambi¨¦n le apetece dar charlas sobre su experiencia, como le han ofrecido. Y acabar un peque?o libro. Y cumplir el que es, tal vez, el mayor de sus sue?os: visitar Roma con una amiga que sopesa la eutanasia. Rafael parece olvidarse de su dolor cuando habla de su afici¨®n por la antigua civilizaci¨®n romana, por los libros (mucho mejor, si son audiolibros) que devora sobre Trajano, Adriano o Marco Aurelio, por las series. Guarda una moneda y una espada romana que hizo fundir en Toledo como anta?o. ¡°S¨ª, Roma estar¨ªa muy bien¡±, dice.
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