El no a la vacuna en residencias, minoritario pero arriesgado
La inmunizaci¨®n es mayoritaria, pero la negativa de algunos trabajadores abre un nuevo escenario y plantea dudas legales
Es el principio del fin: dos pinchazos que alivian a las residencias de mayores, las primeras en vacunarse. Si la aceptaci¨®n es mayoritaria entre ancianos y trabajadores, que sufrieron la tensi¨®n en la primera oleada, hay quien desconf¨ªa, ¡°porque la han aprobado rapid¨ªsimo¡±, sostienen unos, ¡°porque no hay informaci¨®n suficiente¡±, dicen otros. Por miedo. Como la vacunaci¨®n es voluntaria, est¨¢n en su derecho de rechazar o posponer la inmunizaci¨®n. Esta respuesta negativa preocupa en los centros, al verse abocados a seguir conviviendo con el riesgo.
El Ministerio de Sanidad no dispone de la cifra de quienes declinan la inyecci¨®n. Pero, seg¨²n los porcentajes auton¨®micos conocidos hasta ahora, el ansiado objetivo de la inmunidad de reba?o, con al menos el 70% de la poblaci¨®n vacunada, no peligra: el 7% del personal en las residencias catalanas; el 5% de los usuarios en las aragonesas y el 14% de sus empleados; el 3% de los residentes en Castilla y Le¨®n y del 10% al 12% de los trabajadores, en funci¨®n de la provincia de la que se trate. Otras comunidades no dan el dato desagregado, sino que juntan a los usuarios y a los empleados reticentes. Son el 2% en Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha, el 1,5% en Andaluc¨ªa. La situaci¨®n es nueva y el debate que ata?e a los centros y sus empleados es de calado. ?Por qu¨¦ motivo se desconf¨ªa? ?Pueden las residencias sancionarles?
Marta (nombre ficticio) es t¨¦cnica de cuidados de enfermer¨ªa en una residencia p¨²blica de gesti¨®n privada en Madrid. All¨ª los muertos que dej¨® el virus se cuentan por decenas. Ella no se infect¨®, al contrario que la mayor¨ªa de sus compa?eros. Ahora no quiere vacunarse. ¡°No hay informaci¨®n que nos d¨¦ la seguridad de que la vacuna es efectiva, ni los sanitarios saben cu¨¢nto tiempo de inmunidad proporciona¡±, explica. ¡°Adem¨¢s, en la primera oleada atend¨ª a mucha gente sin protecci¨®n y no me contagi¨¦. Conf¨ªo en mis defensas¡±, contin¨²a. Un ¡°gran n¨²mero¡± del m¨¢s de un centenar de empleados de su centro tampoco se ha vacunado, asegura. Al menos de momento. Ella no tiene miedo de llevar la infecci¨®n a la residencia: ¡°No estamos libres de contagiarnos, pero tomamos todas las medidas¡±.
Sin embargo, en centros donde la distancia de seguridad con los usuarios es imposible y los residentes son tan vulnerables al virus, sigue habiendo brotes pese a que se observen las normas. Las vacunas suavizar¨¢n las duras condiciones que viven desde hace meses. No est¨¢ claro si, adem¨¢s de evitar la enfermedad, evitan que el receptor se contagie y transmita el virus. Si se produce infecci¨®n, en cualquier caso, es m¨¢s leve y, por tanto, si se infecta otra persona ser¨¢ con una dosis m¨¢s baja del virus, en teor¨ªa m¨¢s manejable por el sistema inmune.
Por eso los expertos se indignan ante el escepticismo. ¡°?Quieren volver al siglo XIX? Tienen todo el derecho a enfermar, pero no a transmitir la enfermedad a otros que pueden morir¡±, lamenta Vicente Larraga, vir¨®logo que desarrolla una de las vacunas del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC). ¡°Ha existido una gran cooperaci¨®n entre los cient¨ªficos, no las empresas, y los experimentos no han sido secuenciales ni muy lentos, se han hecho en paralelo y se ha ido much¨ªsimo m¨¢s r¨¢pido. El control tan r¨ªgido de las agencias se ha relajado algo, pero los resultados son fiables¡±, insiste.
¡°Tienen el aval de la comunidad cient¨ªfica, la Agencia Europea del Medicamento y el Ministerio de Sanidad. No hay por qu¨¦ dudar¡±, defiende Jes¨²s Cubero, secretario general de la patronal Aeste, que agrupa a unas 400 residencias. ¡°En nuestros centros, la media de los empleados que rechazan el pinchazo est¨¢ entre un 5% y un 8%. Tenemos la esperanza de que a medida que llegue la segunda dosis, se animen. Estamos trabajando en ello, con pedagog¨ªa, intentando vencer reticencias¡±, a?ade.
Varios jueces han obligado a vacunar a ancianos incapacitados a pesar de la oposici¨®n de sus familiares de referencia. Pero un trabajador y un mayor con autonom¨ªa deciden sobre s¨ª mismos. La Fiscal¨ªa de Sevilla ha notificado a la Junta andaluza que siete empleados de tres residencias se han negado a inmunizarse, por si la Administraci¨®n quiere adoptar medidas al respecto. ¡°No hay norma prevista [para imponer la vacuna]. Solo la salvaguarda de todos los medios posibles y protocolos anticovid¡±, aclara un portavoz de la Consejer¨ªa de Salud y Familias andaluza, que no recoge el guante.
As¨ª que cada uno decide. El sindicato CC OO es tajante: ¡°Como la vacunaci¨®n no es obligatoria, no puede tener ning¨²n tipo de consecuencia legal. No puede haber despidos para quienes se nieguen, ni puede ser una exigencia para entrar a trabajar. Ser¨ªa un elemento discriminatorio¡±, asegura Victoria G¨®mez, responsable de Negociaci¨®n Colectiva de la Federaci¨®n de Sanidad. Gracia ?lvarez, secretaria de Sanidad y Dependencia de UGT, afirma que estar¨¢n vigilantes, pero teme que las empresas se valgan de la figura de ¡°falta de adaptaci¨®n al puesto laboral¡± para articular despidos. Algo que Jes¨²s Cruz Villal¨®n, catedr¨¢tico de Derecho del Trabajo de la Universidad de Sevilla, considera que no estar¨ªa justificado mientras no haya una imposici¨®n. Corresponder¨ªa a la Administraci¨®n obligar, nunca al empresario.
Los sindicatos aseguran que la vacunaci¨®n es mayoritaria, salvo en casos muy espec¨ªficos, como una residencia en la que el 50% de los empleados se ha negado, seg¨²n CC OO. Pilar Ramos, vicepresidenta de la patronal Ceaps, que aglutina a unos 2.000 centros, cree que los planes de prevenci¨®n de riesgos laborales terminar¨¢n por incluir la vacuna. ¡°Siendo una medida de salud p¨²blica avalada cient¨ªficamente, ?pueden estos profesionales evitarla? Si un cocinero incumple las medidas de higiene establecidas, avalamos que se le despida. ?Por qu¨¦ en este caso aplicamos otro rasero? Hay un deber general de seguir estas medidas de higiene y salud p¨²blica¡±, abunda Federico de Montalvo, presidente del Comit¨¦ de Bio¨¦tica de Espa?a. ¡°Podemos soportar la insolidaridad de algunos porque el efecto reba?o se logra con un cuarto de la poblaci¨®n sin vacunar y las negativas ser¨¢n excepcionales y van a la baja. Pero es incre¨ªble que la vacuna sea el instrumento de salud con mayor ¨¦xito en la historia de la medicina y siga siendo un sospechoso habitual¡±, prosigue.
Un posible expediente
Quienes s¨ª pueden articular medidas son los colegios profesionales, seg¨²n Diego Ayuso, secretario general del Consejo General de la Enfermer¨ªa. ¡°Nuestra apuesta es por concienciar, pero el c¨®digo deontol¨®gico exige como obligaci¨®n velar por la salud de los pacientes y proteger la salud de las personas. Por tanto, es imperativo vacunarse y quien no lo haga podr¨ªa tener un expediente disciplinario¡±. La comisi¨®n deontol¨®gica de cada colegio profesional decidir¨¢ si procede la inhabilitaci¨®n temporal de la enfermera, precisan fuentes del Consejo.
En medio del debate, la vacunaci¨®n avanza en los centros. Y hay reticencias tambi¨¦n entre quienes deciden inmunizarse. Pilar Montol¨ªo, t¨¦cnica de cuidados de enfermer¨ªa en una residencia p¨²blica de Castell¨®n y portavoz de la Plataforma por la Dignidad en Geriatr¨ªa, critica tanto ¡°las presiones y llamadas de los centros para preguntar el porqu¨¦ del rechazo¡± como el propio medicamento. ¡°Si hay reinfecciones entre quienes superaron la covid, nadie asegura que no nos vayamos a contagiar¡±. Considera adem¨¢s ¡°un lavado de cara que se haya empezado por geriatr¨ªa¡±. No obstante, pese a sus dudas, ella, que rechaz¨® vacunarse cuando sus compa?eros recibieron la primera dosis, se vacunar¨¢ ahora, cuando el resto reciba la segunda.
El problema es que, en plena tercera ola, con los contagios al alza en el pa¨ªs, ¡°no hay tiempo¡±, dice Andr¨¦s Rueda, presidente de la asociaci¨®n Ascad, que agrupa a unos 250 centros en Catalu?a. ¡°Sabemos que la mayor¨ªa podr¨¢ cambiar de opini¨®n al saber que no est¨¢ teniendo efectos secundarios. Pero es que nosotros no tenemos ese tiempo del que dispone la gente en la calle. Cuando el virus entra, sigue siendo un mal sue?o. Con la propagaci¨®n tan r¨¢pida, tan silente, con nuevas mutaciones y entre dos dosis de vacunaci¨®n, tenemos mucha prisa¡±, explica. Por ello pide medidas a la Administraci¨®n: ¡°El Gobierno no puede dejar estas cosas en manos de jueces y directores, de todo el mundo menos de quien corresponder¨ªa: el ministerio y las consejer¨ªas de Sanidad. Si la vacuna no es obligatoria, al menos tiene que acentuarse que en ciertos ¨¢mbitos es absolutamente recomendable, y deben articularse mecanismos indirectos para que la gente se vaya vacunando. Por ejemplo, que sin vacuna los mayores no puedan entrar en una residencia¡±. Y concluye: ¡°Ser¨ªamos imprudentes si en el futuro no contemplamos las vacunas en las nuevas contrataciones¡±.
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