Un pinchazo cada dos minutos
Entre la emoci¨®n por vacunarse y el temor a eventuales efectos secundarios, medio millar de personas pasan en una ma?ana por el auditorio La Farga de L¡¯Hospitalet para inmunizarse contra la covid
Con la mano derecha sobre su hombro izquierdo, marcando el sitio donde le acaban de pinchar, y con una sonrisa de oreja a oreja, Edelmira Molina, de 66 a?os, se acomoda en una silla de la sala de espera del auditorio de La Farga de L¡¯Hospitalet de Llobregat, reconvertido ahora en punto de vacunaci¨®n contra la covid. Molina se revuelve en el asiento y se enreda con la chaqueta entre risas. Est¨¢ euf¨®rica. ¡°?Qu¨¦ ganas ten¨ªa de vacunarme para que se acabe esto! Tengo ganas de vivir, no de ir con miedo y sufrir¡±, explica vibrante. Con la log¨ªstica m¨¢s rodada y las vacunas llegando a un ritmo m¨¢s ¨¢gil, la campa?a de inmunizaci¨®n ya ha cogido velocidad de crucero y las grandes instalaciones, como La Farga, ganan terreno al puerta a puerta. Marta Pallar¨¦s, coordinadora del punto de inmunizaci¨®n en el complejo multiusos, explica: ¡°Los n¨²meros de vacunados van en funci¨®n de las dosis que nos llegan cada semana. Ahora estamos poniendo 500 al d¨ªa, pero hemos llegado a poner 2.500 en Semana Santa y estamos preparados para asumir 6.000 al d¨ªa. Calculamos que una enfermera pincha a un paciente cada dos minutos¡±. En Espa?a se han inyectado m¨¢s de 10 millones de dosis y un 22% de la poblaci¨®n tiene al menos un pinchazo ¡ªel 8%, la pauta completa¡ª. Solo el viernes se pusieron m¨¢s de 350.000 dosis y muchos d¨ªas se superan las 400.000, seg¨²n los datos de Sanidad.
La ma?ana de jueves se ha desperezado fresca y la cola de la puerta de entrada de La Farga avanza deprisa. En rigurosa fila india, mascarilla en boca y distancia social mediante, decenas de personas pasan por la aguja de las enfermeras desplazadas al punto de vacunaci¨®n. Antes, los administrativos primero y los auxiliares de enfermer¨ªa despu¨¦s, verifican la cita y la identidad del usuario. Entre una cosa y otra, el recorrido, de sentido ¨²nico y delimitado por pegatinas en el suelo, apenas dura unos minutos: tres, desde la puerta de admisi¨®n hasta el pinchazo, y otros 10 o 15 en la sala de espera por si la vacuna provoca alg¨²n efecto, como mareos o dolores de cabeza. ¡°Llevaba 15 d¨ªas mirando a ver cu¨¢ndo me daban cita y ahora estoy como si me tocara la loter¨ªa¡±, zanja Molina.
¡°?Qu¨¦ vacuna me van a poner?¡± es, seg¨²n las enfermeras, la pregunta m¨¢s recurrente de los usuarios antes de pincharse. En La Farga est¨¢n inyectando el f¨¢rmaco de AstraZeneca ¡ªindicado a personas de 60 a 69 a?os¡ª y las sanitarias admiten que el medicamento levanta suspicacias. ¡°La vacuna mala¡±, dice cada tanto alg¨²n usuario. ¡°No hay vacunas malas¡±, responden con insistencia las enfermeras. Media Europa par¨® temporalmente la vacunaci¨®n con este preparado mientras la Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en ingl¨¦s) investigaba un posible v¨ªnculo de esta inmunizaci¨®n con la aparici¨®n de casos raros de trombos y la mala fama empez¨® a crecer entre la poblaci¨®n. Finalmente, la EMA resolvi¨® que pod¨ªa existir esta asociaci¨®n, pero concluy¨® que el beneficio superaba a los riesgos. El da?o, sin embargo, ya estaba hecho. ¡°La gente tiene mucho miedo y viene con muchos nervios. Parte de nuestro trabajo es explicarlo todo y calmarlos¡±, se?ala la auxiliar Tania S¨¢nchez.
Marga Centa?o, de 67 a?os, pasa los 10 minutos de rigor despu¨¦s de recibir la vacuna sentada a media fila en la sala de espera con una veintena de personas. Pocas ganas ten¨ªa ella de vacunarse, reconoce, pero lo hace para ayudar a remontar su sector laboral, arguye. ¡°Cuando me enter¨¦ de todo esto de las vacunas dije que no me vacunaba, pero yo soy representante de artistas y, en vista de que mi entorno no trabaja y no factura desde hace un a?o y medio, por colaboraci¨®n con ellos, lo hago¡±, apunta esta empresaria que tiene bajo su ala a grupos musicales como Los Diablos. La evidencia cient¨ªfica disponible es tozuda, y para las personas mayores de 50 a?os los beneficios de la vacuna son aplastantes: en el grupo de m¨¢s de 80 a?os, las muertes con la vacuna se reducen de 500 a 25 por cada 100.000 personas, y no se espera ni un trombo en ese grupo.
Las enfermeras coinciden en que, si bien los usuarios llegan al puesto donde esperan a cada uno con muchas dudas, al final, todos acaban inmuniz¨¢ndose. Este jueves, ni una persona fall¨® a la cita en La Farga. Por una cosa o por otra, vacunarse compensa y cada pinchazo es una historia. Como la de Francisco Mart¨ªn, que lleva desde el pasado verano sin ver a su madre, de 91 a?os, y a su familia, que viven en Huelva. O la de Salvador Ruiz, de 66 a?os, que no ve el momento de que abran las fronteras para viajar a Ibiza y estar con su nieto, Leo, que tiene poco m¨¢s de un a?o y al que solo ha visto una vez: ¡°A la que pueda, cojo el avi¨®n y me voy¡±, se?ala. Valentina Rivero, de 67, tambi¨¦n quiere retornar a esa vieja normalidad, pero la cita para vacunarse la ha dejado media noche en vela. Aunque m¨¢s por las agujas que por la vacuna: ¡°Odio las agujas. Ves esas pedazo de jeringas y te mueres. Les tengo p¨¢nico, pero esta pandemia es un ahogo y tiene que acabarse ya¡±, asume.
El ritmo de vacunaci¨®n es fren¨¦tico en La Farga: las enfermeras desenfundan la jeringa, retiran el preparado del vial e inyectan la vacuna en el brazo. El trabajo es mec¨¢nico, pero en esos segundos ha dado tiempo para las risas, el llanto y la emoci¨®n. Cada mano que pincha tambi¨¦n tiene una historia y la mochila de un a?o de pandemia pesa mucho. Elena Guerrero, de 49 a?os, dobla turno para compaginar su trabajo en atenci¨®n primaria con la campa?a de vacunaci¨®n. Sabe que ¡°quita horas a la familia¡±, pero es una cuesti¨®n de ¡°conciencia¡±, dice. ¡°Cuando la gente me da las gracias, se me ponen los pelos de punta. En una residencia que fuimos a vacunar en enero, nos recibieron llorando¡±, relata.
Para Yamilet Nuviola, participar en la campa?a de vacunaci¨®n trasciende tambi¨¦n lo profesional. Esta enfermera cubana de 50 a?os perdi¨® a su madre en febrero de una enfermedad ajena a la covid, pero la pandemia le impidi¨® viajar y despedirse. ¡°Para m¨ª es m¨¢s importante a¨²n acabar con esta pandemia y volver a la vida de antes. Es gratificante que una persona que viene con mucho miedo, despu¨¦s de hablar con ella, dedicarle un tiempo y explicarle que las vacunas son seguras, decida vacunarse¡±, explica. Pallar¨¦s resume que la campa?a de inmunizaci¨®n ha sido ¡°una ilusi¨®n¡± para los sanitarios y ahora que empieza a coger vuelo, se?ala, cada inyecci¨®n es un paso adelante: ¡°Es ver que la covid tiene fecha final¡±.
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