Vigor h¨ªbrido
El racismo ha sido siempre la maquinaria m¨¢s avanzada de destrucci¨®n masiva que ha conocido el mundo
Los conflictos de frontera, como el que ha vivido Ceuta estos d¨ªas, nos devuelven una y otra vez a la estupidez del racismo. Lo que la extrema derecha de Vox y sus hordas digitales han regurgitado sobre la pobre gente enga?ada que ha recalado en el pedregal del Tarajal, no hablemos ya de sus ataques vomitivos a una voluntaria de Cruz Roja y que me niego a reproducir aqu¨ª, tiene muy poco de novedoso. Es el mismo racismo que ha convertido la historia de la humanidad en un infierno de sangre y fuego. Unido a la religi¨®n, el racismo ha sido siempre la maquinaria m¨¢s avanzada de destrucci¨®n masiva que ha conocido el mundo, y el germen de todos los conflictos armados del siglo XX, incluidas las dos guerras mundiales.
Contra una opini¨®n generalizada, el racismo no proviene de una cultura enferma ni de las arengas de un l¨ªder. Es reprimirlo lo que requiere cultura y liderazgo. El racismo es m¨¢s bien un virus integrado en nuestros circuitos desde la noche de los tiempos, y se puede observar hasta en las hormigas. En biolog¨ªa hay un concepto llamado selecci¨®n de grupo. En las especies, como los elefantes y nosotros, en que la cooperaci¨®n es clave para sacar adelante a los hijos, los genes que la promueven ¡ªlos hay, cr¨¦anme¡ª pueden llegar a ser tan importantes como los que fomentan la fuerza y la fertilidad, que son las dianas tradicionales de la biolog¨ªa evolutiva. Ello implica que no solo el individuo y su familia directa, sino tambi¨¦n su tribu o manada deben protegerse de los dem¨¢s, a costa, naturalmente, de excluirlos a todos. En nuestra especie, el per¨ªmetro de la cooperaci¨®n se puede extender con facilidad a un barrio, una ciudad o un territorio. El objetivo de un humanista es ampliar el per¨ªmetro hasta que abarque a la humanidad entera. Las fronteras y los nacionalismos buscan exactamente lo contrario, un regreso a la estepa del pensamiento de la que venimos. La vuelta a la tribu.
Las islas Gal¨¢pagos, a mil kil¨®metros de la costa pac¨ªfica de Ecuador, fueron la chispa que encendi¨® la mente de Darwin durante la traves¨ªa del Beagle. Hay una historia curiosa sobre esto. En 1835, en cuanto Darwin, el capit¨¢n FitzRoy y la tripulaci¨®n desembarcaron en las Gal¨¢pagos, el gobernador de las islas inform¨® al naturalista de que las tortugas del archipi¨¦lago difer¨ªan sutilmente de una isla a la otra. Darwin no percibi¨® de inmediato la importancia de esa observaci¨®n, y se dedic¨® a recolectar pinzones y otras especies. Ya en el viaje de vuelta, y tras ver que los pinzones difer¨ªan en cada isla, record¨® el comentario del gobernador y quiso revisar las tortugas que pudiera haber en el barco. No quedaba ni una. El cocinero las hab¨ªa usado para hacer sopa y hab¨ªa tirado los caparazones por la borda. De ah¨ª que Darwin se tuviera que centrar en los pinzones, que al final le hicieron el mismo servicio. Una ¨²nica especie llegada del continente se hab¨ªa diversificado en cada isla. Darwin vio enseguida que eso significaba que las especies no eran estables, como sosten¨ªa la ortodoxia de la ¨¦poca, sino que evolucionaban a partir de un origen com¨²n. Lo adjudic¨® despu¨¦s a su teor¨ªa de la selecci¨®n natural y a las grandes escalas de tiempo.
Peter y Rosemary Grant, una pareja de cient¨ªficos de Princeton, descubrieron en 1981, en la isla Daphne Mayor, un macho raro con plumas oscuras que cantaba una melod¨ªa ajena a la isla, una vez tras otra, como esos pianistas de los bares que se tiran toda la tarde tocando la misma pieza sin por ello mejorar en su ejecuci¨®n. La gen¨¦tica demostr¨® despu¨¦s que era un pinz¨®n que hab¨ªa llegado a Daphne Mayor desde La Espa?ola, otra isla del archipi¨¦lago a 100 kil¨®metros de distancia, pero incluso antes de eso los Grant hab¨ªan puesto toda su atenci¨®n en aquel macho que no encajaba ni en la isla ni en la teor¨ªa. ?Qu¨¦ har¨ªa en su nueva isla? ?Perecer¨ªa por falta de comida, se extinguir¨ªa por falta de sexo? Tout au contraire, Hastings!, como dir¨ªa Poirot.
El macho de La Espa?ola se revel¨® como un macho a la espa?ola, se encaprich¨® de una pinzona local y entre los dos engendraron cinco hijos perfectamente saludables. Y m¨¢s racistas que sus padres, por cierto, porque solo se cruzaron entre ellos, y as¨ª siguen haci¨¦ndolo. Es la receta perfecta para crear una nueva especie, y no cuesta cientos de millones de a?os, sino una sola noche de amor aviar. Estos hijos de dos islas tienen un tama?o y un pico distintos a los de sus ancestros que les han permitido ocupar un nuevo nicho en Daphne Mayor, un entorno previamente inaccesible para los pinzones de la isla. Vigor h¨ªbrido. La receta definitiva contra el racismo.
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