El ¡®hombre¡¯ del Renacimiento somos nosotros
Hoy sabemos tanto que ya no nos cabe en un cr¨¢neo de litro y medio, y por tanto hay que especializarse
La especializaci¨®n cient¨ªfica, dijo alguien que no recuerdo, consiste en saber cada vez m¨¢s sobre cada vez menos hasta llegar a saberlo todo sobre nada. Todo el mundo admite que es necesaria, porque la vastedad del conocimiento cient¨ªfico y t¨¦cnico es inabarcable para un modesto ejemplar de ¡®Homo sapiens¡¯ que anteayer andaba pintando bisontes en las cavernas. Y muy bien, por cierto. Los pensadores envidian al ¡°hombre del Renacimiento¡± ¨Del lenguaje inclusivo no se hab¨ªa inventado¡ª, que a¨²n se pod¨ªa permitir el lujo de dominar un amplio espectro del saber, del arte a las matem¨¢ticas, de la ingenier¨ªa a la literatura. Si lo miras bien, se trata de un elogio envenenado, porque equivale a re¨ªrse de lo poco que se sab¨ªa entonces. Hoy sabemos tanto que ya no nos cabe en un cr¨¢neo de litro y medio, y por tanto hay que especializarse.
El argumento no solo es cierto, sino tambi¨¦n obvio, pero se deja fuera la mitad de la historia. Si quieres ser un buen pianista, no queda otra que dejarte ocho a?os de tu vida apretando teclas. Pero si aspiras a ser un ¡®gran¡¯ pianista, eso no basta. Para eso, tienes que convertir todos esos datos en conocimiento. Y el conocimiento no es una mera suma de todas las informaciones. Es un paso de abstracci¨®n, como mirar a la calle llena de gente desde el primer piso. La no muy larga historia de la ciencia revela la validez de ese principio con una claridad deslumbrante.
El propio disparador de la revoluci¨®n cient¨ªfica fue una unificaci¨®n, que es como llaman los f¨ªsicos a ese paso de abstracci¨®n, o de subir un piso. Newton logr¨® sintetizar en una simple ecuaci¨®n todos los datos que se conoc¨ªan entonces, revelando as¨ª un nuevo concepto, la gravedad, que explicaba la ca¨ªda de una manzana al suelo, el giro de la Luna sobre la Tierra y las ¨®rbitas de todos los planetas alrededor del Sol. Alza la vista al cielo nocturno y comprobar¨¢s que nada de eso es evidente en absoluto. Es una consecuencia de los datos, s¨ª, pero tambi¨¦n de convertirlos en conocimiento, en un concepto abstracto que solo puedes ver desde el primer piso.
Se puede interpretar el resto de la f¨ªsica como un ascenso escalonado al cuarto o al quinto piso, y cada uno de esos saltos conceptuales ha consistido en una unificaci¨®n: entre la electricidad y el magnetismo para descubrir el concepto de la fuerza electromagn¨¦tica y la naturaleza de la luz, aparte de disparar la revoluci¨®n de la energ¨ªa el¨¦ctrica. Que, por cierto, no es obra de Tesla, como parecen creer ciertas religiones laicas, sino de los genios cient¨ªficos que le precedieron, con especial ¨¦nfasis en Faraday y Maxwell.
Einstein subi¨® varios pisos de una tacada y unific¨® el espacio con el tiempo, la masa con la energ¨ªa y la gravedad con la geometr¨ªa. Sus ecuaciones de la relatividad general se pueden escribir en media cuartilla, y pese a ello abarcan el cosmos entero. Einstein formul¨® la teor¨ªa en una arquitectura matem¨¢tica precisa que predice la realidad con un mont¨®n de decimales, pero lo que le condujo ah¨ª fueron su enorme creatividad y su intuici¨®n f¨ªsica. La imaginaci¨®n alcanza m¨¢s all¨¢ que el conocimiento, dijo en un comprensible ataque de autoestima tras lograr la proeza.
La gen¨¦tica, que arranc¨® en 1900 con el redescubrimiento de los trabajos de Mendel, produjo en el siguiente medio siglo tal pila de datos que ni siquiera la mejor especialista pod¨ªa asimilarlos. Eso cambi¨® de un plumazo en 1953 con el descubrimiento de la doble h¨¦lice del ADN, que de pronto explic¨® todo lo que sab¨ªa en una simple y elegante estructura molecular, la versi¨®n biol¨®gica de una ecuaci¨®n. Desde entonces el fundamento de la gen¨¦tica se le puede explicar a un ni?o (y no, no voy a hacer el chiste de Groucho en ¡®Sopa de Ganso¡¯).
Estos saltos a un piso m¨¢s arriba rara vez provienen de los especialistas que aspiran a saberlo todo sobre nada. M¨¢s bien son producto de las mentes m¨¢s creativas y audaces de cada ¨¦poca. Eso no quiere decir que la acumulaci¨®n de datos crudos sea irrelevante, pues la ciencia no es disc¨ªpula del genio, sino esclava del mundo. Recordemos que el diablo mora en los detalles. Pero eso no basta para subir por la escalera. Como dec¨ªa Sydney Brenner sobre los estratos de informaci¨®n gen¨®mica que sepultan en nuestros d¨ªas a los bi¨®logos, la informaci¨®n debe convertirse ahora en conocimiento, en principios generales, en abstracciones y nuevos conceptos. De lo contrario acabaremos sabi¨¦ndolo todo sobre nada.
?Debemos envidiar a Leonardo porque ¨¦l pod¨ªa saberlo todo y nosotros no? De ninguna manera, pues el ¡®todo¡¯ de Leonardo no serv¨ªa ni para volar dos metros, no hablemos ya de aterrizar. Los verdaderos ¡®hombres del Renacimiento¡¯ somos nosotros.
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