¡®Caso Samuel¡¯: una agresi¨®n mortal colectiva como las estudiadas en chimpanc¨¦s
Expertos en criminolog¨ªa, educaci¨®n y psicolog¨ªa social diseccionan el comportamiento gregario de la pandilla de j¨®venes, la mayor¨ªa sin antecedentes, que desemboc¨® en el crimen de A Coru?a
La barbarie se adue?¨® en la madrugada del s¨¢bado 3 de julio de una pandilla de j¨®venes de entre 17 y 25 a?os; un n¨²mero a¨²n indeterminado de muchachos, la mayor¨ªa sin antecedentes penales, que al actuar en grupo y supuestamente bebidos se transformaron, seg¨²n personas vinculadas a la investigaci¨®n, en una aut¨¦ntica ¡°jaur¨ªa humana¡±. ¡°De manera enloquecida se estimularon entre ellos¡±, describe Antonio Andr¨¦s-Pueyo, catedr¨¢tico de Psicolog¨ªa de la Violencia en la Universitat de Barcelona. Hasta convertirse en esos monstruos que destrozaron a golpes la cabeza y el t¨®rax de Samuel Luiz, auxiliar de enfermer¨ªa de 24 a?os y car¨¢cter conciliador, voluntario de Cruz Roja. ¡°La violencia es un recurso que tenemos los humanos, no es algo exclusivo de quinquis marginales¡±, aclara Andr¨¦s-Pueyo. ¡°Y el agregarse para agredir es una reacci¨®n muy propia del var¨®n joven¡±, un comportamiento que puede entra?ar ¡°una gravedad alt¨ªsima¡±, como en el caso de la agresi¨®n mortal de Samuel. ¡°Esto es algo que se ha observado en grupos de chimpanc¨¦s¡±.
¡°Los animales pac¨ªficos tienen una enorme capacidad de hacer da?o porque tienen recursos¡±, explica el catedr¨¢tico de Barcelona. ¡°Ocurre en las discotecas cada dos por tres. Ira, irritaci¨®n, excitaci¨®n colectiva, noche, alcohol... Todo multiplica la exacerbaci¨®n del deseo de venganza¡±, describe el catedr¨¢tico, ¡°contra quien ¡®ha molestado a nuestro colega¡±. Al final, ¡°peque?os componentes forman la tormenta perfecta sobre la v¨ªctima¡±, concluye. Son ¡°cosas que abonan¡±, condimentos que los llevan a actuar, en manada, ¡°como si perdieran la raz¨®n¡±. El joven al que mataron solo fue para ellos, sostiene el especialista, ¡°una v¨ªctima propiciatoria, que estaba en el lugar inadecuado en el momento inadecuado¡±. Los agresores ¡°lo deshumanizaron totalmente, lo cosificaron¡±.
Estos estallidos sin justificaci¨®n ocurren semanalmente ¡°en todos los botellones¡±, recuerdan los especialistas consultados, pero ¡°como se saldan con heridos, no salen en la prensa¡±. El crimin¨®logo y perito judicial de A Coru?a Luis Alamancos advierte: ¡°Estamos llegando a un punto muy peligroso en la banalizaci¨®n de la violencia¡± en una sociedad sobrada de ¡°esos peque?os tiranos que define Javier Urra [psic¨®logo, ex defensor del Menor de la Comunidad de Madrid]¡±, a los que los padres no saben ¡°imponer l¨ªmites¡±. ¡°Basta que haya un detonador y el grupo act¨²a al un¨ªsono¡±, sin pensar que ¡°con 18 a?os cada hecho acarrea una consecuencia¡±.
Manuel Isorna, doctor en Psicolog¨ªa y profesor del departamento de an¨¢lisis e intervenci¨®n Psicosocioeducativa de la Universidade de Vigo, avisa sobre lo que detecta en su trabajo continuo con chicos desde la adolescencia: ¡°Tenemos un gran problema y va a ir a m¨¢s: si creemos que los ni?os de ahora van a ser como nosotros cuando cumplan 40 a?os, estamos muy equivocados¡±. ¡°Tienen poco autocontrol y poca tolerancia a la frustraci¨®n. No aprenden a compartir, ni a resolver conflictos ni a controlar sus impulsos¡±.
¡°Cuando hay peleas de j¨®venes, todo lo que sucede es la suma de un mont¨®n de factores de riesgo¡±, subraya Andr¨¦s-Pueyo. ¡°Es fundamental que alguien tome la iniciativa para que luego se desencadene la agresi¨®n de grupo. El conflicto lo tiene este agresor inicial, no la v¨ªctima¡±. En el crimen de A Coru?a, la chispa que prendi¨® la p¨®lvora fue un presunto malentendido: un joven de 20 a?os que estaba con su novia a las puertas de un bar crey¨®, supuestamente, que Samuel le estaba grabando con el m¨®vil. En realidad, la v¨ªctima manten¨ªa, junto a una amiga, una videollamada con otra chica en Pontevedra. El otro veintea?ero, que lleg¨® gritando ¡°o dejas de grabar o te mato, maric¨®n¡±, no atendi¨® a explicaciones y ahora est¨¢ en prisi¨®n, investigado por un posible homicidio o asesinato.
Puntos por ¡°patear, reventar y asesinar¡±
¡°Antes ten¨ªamos aquello de los dos rombos¡± que se?alaba los programas de televisi¨®n no aptos para menores, rememora Alamancos, ¡°ahora no hay filtros¡±. ¡°A cualquier hora, los chicos tienen ante ellos series y juegos hiperviolentos a los que est¨¢n enganchad¨ªsimos, como Fortnite¡±. ¡°Se nos viene encima un problema enorme¡±, alerta, porque ¡°la gente no va a saber qu¨¦ es ficci¨®n y qu¨¦ realidad¡±. Seg¨²n la investigaci¨®n policial, el crimen de A Coru?a ¡°no fue premeditado¡±, contin¨²a el crimin¨®logo y graf¨®logo. ¡°Pero tampoco se puede decir que fuera un arrebato del momento¡±, porque ¡°media un hombre de nacionalidad senegalesa para separarlos¡± y ¡°despu¨¦s de la primera trifulca, a 150 metros, el grupo vuelve a atacar a Samuel y lo golpea con un ensa?amiento brutal¡±.
Los chicos que fueron detenidos por la muerte de Luiz ¡°seguramente no suspenden ¨¦tica; nadie la suspende porque es la mar¨ªa de las mar¨ªas¡±, lamenta Isorna. ¡°Es urgente introducir en el sistema educativo t¨¦cnicas de relajaci¨®n y autocontrol, desarrollo de la empat¨ªa, la tolerancia y las habilidades sociales... Entrenar la asertividad de los ni?os¡±, insiste el profesor de la Universidade de Vigo. Antes, esto se aprend¨ªa ¡°en las familias con varios hermanos, en la calle o en clubes culturales y deportivos, de los que cada vez hay menos en Espa?a¡±.
¡°Nosotros crecimos llorando con Marco, o viendo la relaci¨®n de Heidi con su abuelo¡±, ejemplifica el psic¨®logo: ¡°Hoy, nuestros j¨®venes tienen como referencia a youtubers que, a salvo en sus habitaciones, explican c¨®mo matar en Fortnite, o c¨®mo hacer en GTA [otro juego] para tener relaciones sexuales con una mujer en un coche y luego pegarle un tiro para quitarle el dinero¡±. Muchos videojuegos de moda ¡°consisten en matar, patear, reventar, asesinar... Y encima les dan puntos por ello¡±, protesta el experto en intervenci¨®n psicosocioeducativa. ¡°La mayor parte de los j¨®venes saben discernir, pero perciben demasiada violencia¡±, sostiene Isorna: ¡°Tenemos un ministro que nos alerta sobre la carne, pero nunca se hace nada contra estas multinacionales de los juegos¡±.
¡°Los ni?os viven en un cambio de pantalla, donde no existe la frustraci¨®n y no se demora la recompensa¡±, prosigue el educador. ¡°Cuando el estado emocional de mi hijo depende de si le dan likes al v¨ªdeo chorra que cuelga tenemos un problema¡±, avisa. ¡°Las reglas del sistema han cambiado y tenemos que verlo¡±, alerta, ¡°seg¨²n las estad¨ªsticas oficiales, un 20% de los adolescentes espa?oles (m¨¢s las chicas que los chicos) consumen psicof¨¢rmacos, con o sin receta¡±. En este escenario, los padres ¡°hemos pasado de ser autoridades a ser colegas de nuestros hijos, sin establecer normas¡±, reprocha el psic¨®logo: ¡°Los hijos llegan borrachos a las cinco de la ma?ana y no pasa nada. Hay falta de comunicaci¨®n y afecto, y los conflictos, incluso dentro de la familia, se resuelven por WhatsApp¡±.
Impulsos cerebrales
¡°A los 20 a?os a¨²n no est¨¢ formada la corteza prefrontal, que se desarrolla plenamente entre los 22 y los 25¡å, explica Isorna. Y el alcohol, adem¨¢s, ¡°deprime esta zona del cerebro que rige el autocontrol, los impulsos, la toma de decisiones¡±. Alamancos, en la misma l¨ªnea, advierte: ¡°Se han multiplicado los casos de cirrosis hep¨¢tica entre la gente joven. La intoxicaci¨®n et¨ªlica est¨¢ detr¨¢s de muchas peleas. Afecta al sistema nervioso central y desinhibe. Saca lo que cada uno tiene dentro¡±.
Isorna a?ade: ¡°Antes hab¨ªa violencia instrumental, se planificaba y se agred¨ªa para conseguir algo, fuera una moto o una cazadora. Hoy sigue habi¨¦ndola, pero adem¨¢s est¨¢ la violencia emocional u hostil¡±, que es la que ejercieron sobre Luiz. Los agresores ¡°no salen a matar a nadie, pero salen a la calle con un imaginario social: son el grupo perfecto y, autom¨¢ticamente, lo que no encaje en esto se odia¡±.
¡°La sociedad busca siempre una causa¡±, recalca Andr¨¦s-Pueyo. ¡°Una sola. Pero en clave criminol¨®gica en estos sucesos hay muchas circunstancias que se encadenan¡±. El crimen de A Coru?a ¡°arranc¨® con un ataque de ira del primer agresor, y ese choque inicial contamin¨® inmediatamente a todo el grupo¡±. Seg¨²n fuentes relacionadas con las pesquisas, las chicas jaleaban y los chicos pegaban al tiempo que insultaban al muchacho indefenso con expresiones, entre otras, como ¡°maric¨®n de mierda¡±. Seg¨²n sus amigas, la v¨ªctima era homosexual. Pese al barniz hom¨®fobo del acto que denuncian ellas y que ha derivado en unos 150 actos de repulsa en Espa?a, el catedr¨¢tico advierte de que los detenidos (por ahora seis, de los que una semana despu¨¦s del suceso cinco fueron recluidos) ¡°no son una banda de antigais¡±.
Ante un hecho as¨ª, ¡°socialmente todo el mundo pierde¡±, zanja Andr¨¦s-Pueyo, ¡°se genera un gran impacto y miedo, porque de repente se ve que esto puede suceder¡±. ¡°Para la gente, lo ocurrido no tiene ning¨²n sentido, pero para los que lo han hecho s¨ª, de forma pasajera¡±, reconoce el psic¨®logo de la violencia: ¡°Se sintieron reforzados, sintieron que hac¨ªan justicia a su amigo¡± aunque fuera por una est¨²pida equivocaci¨®n. ¡°Sintieron que ten¨ªan el poder¡±, en aplastante superioridad num¨¦rica. Y lo pag¨® con su vida quien no pudo defenderse.
De la c¨¢rcel ficticia de Zimbardo al crimen de la Villa Ol¨ªmpica
Hace ahora 50 a?os, el investigador Philip Zimbardo emprendi¨® un ensayo psicol¨®gico en el que adjudicaba a estudiantes universitarios los papeles de carceleros y reclusos de una c¨¢rcel ficticia en la Universidad de Stanford. El experimento tuvo que ser suspendido a la semana de iniciarse por lo peligroso que se volvi¨® el abuso de poder de los vigilantes. ¡°El ser humano es muy particular¡±, dice Manuel Isorna, ¡°cuando est¨¢ en grupo y le das un traje y carta de autoridad autom¨¢ticamente se transforma¡±. Adem¨¢s, a?ade, ¡°su comportamiento individual cambia por completo en colectivo¡±. Es as¨ª como se produce ¡°el acoso escolar¡±.
¡°Es m¨¢s necesario que nunca modificar el sistema educativo para formar personas asertivas¡±, capaces de defender sus derechos desde el respeto, reivindica el psic¨®logo de la Universidade de Vigo. ¡°Cada persona sumisa o agresiva que sale de un centro educativo sin ser detectada a tiempo es un fracaso¡±.
Samuel Luiz trat¨® de explicarse ante un agresor que no quiso escuchar, y a continuaci¨®n todas las personas congregadas en la avenida de Buenos Aires asistieron a su linchamiento. ¡°Me parece alucinante la falta de ayuda de la gente, grabando con el m¨®vil la escena¡±, comenta Luis Alamancos, ¡°me recuerda esa frase de Edmund Burke que dice que ¡®para que el mal triunfe solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada¡±.
¡°No es la primera vez que ha pasado algo as¨ª en Espa?a¡±, recuerda Antonio Andr¨¦s-Pueyo, y cita como ejemplos dos casos de Barcelona: el conocido como crimen de la Mendiga y el llamado caso Valent¨ªn o De la Villa Ol¨ªmpica. El 16 de diciembre del a?o 2005, Ricardo Pinilla y Oriol Plana, ambos de 18 a?os, y Jos¨¦ Manuel M., de 16, quemaron viva dentro de un cajero a Rosario Endrinal, una exsecretaria de direcci¨®n de 50 a?os que hab¨ªa tocado fondo, alcoholizada e indigente. Los mayores fueron condenados a 16 a?os y el peque?o, a ocho de internamiento en un centro de menores y a cinco m¨¢s de libertad vigilada.
El 1 de abril de 2000, otros siete muchachos participaron en la caza de una v¨ªctima aleatoria a las puertas de una discoteca en la Villa Ol¨ªmpica. Colocaron una cazadora como se?uelo, y su v¨ªctima propiciatoria fue Carlos Javier Robledo, de 24 a?os, que iba acompa?ado de dos amigos. El chico se top¨® la prenda abandonada, la recogi¨® y sus atacantes se abalanzaron sobre ¨¦l como si estuvieran vengando un robo. Fueron directos a zonas sensibles como la cabeza. El tribunal calific¨® el crimen de ¡°salvaje¡± y en 2002 impuso a los acusados penas que sumaban m¨¢s de 157 a?os, convencido de que hab¨ªan actuado con ¡°¨¢nimo espec¨ªfico de matar¡±, aunque solo lo lograron con Robledo. Uno de los autores era menor, le faltaban pocas horas para cumplir 18 a?os. Fue el primero en pegar un pu?etazo y recibi¨® una condena de ocho a?os de internamiento.
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