Rebeca Atencia: ¡°A veces surge una amistad de por vida con un chimpanc¨¦¡±
La primat¨®loga, que vive entre Espa?a y Congo, ha rescatado a cientos de primates y uno de ellos le salv¨® la vida cuando ten¨ªa 25 a?os
La primat¨®loga ferrolana Rebeca Atencia, considerada la Jane Goodall gallega, vive entre Espa?a y la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, donde dirige un centro que rescata a cr¨ªas de chimpanc¨¦s cuyas madres han matado cazadores furtivos. A sus 44 a?os, acaba de ganar el premio nacional de la Sociedad Geogr¨¢fica de Espa?a y es, seg¨²n Newsweek, una de las 20 mujeres que inspirar¨¢n a las nuevas generaciones. Compagina las botas de selva con el traje para reunirse con ministros y viaja por el mundo para compartir su estrategia para proteger a los primates: preservar su entorno y sensibilizar a la poblaci¨®n y a las autoridades contra el tr¨¢fico ilegal del animal m¨¢s parecido a nosotros mismos.
Pregunta. ?Cu¨¢l es el camino m¨¢s corto entre Ferrol y Congo? ?Cu¨¢ndo recibi¨® la llamada de la selva?
Respuesta. Me crie en el monte y me inspir¨® mucho Jaime, un guarda forestal que salvaba animales en los incendios. Desde peque?a quise ser veterinaria y dedicarme a especies en peligro de extinci¨®n. Cuando me ofrecieron trabajar reintroduciendo chimpanc¨¦s en ?frica, no imaginaba que iba a estar tanto tiempo all¨ª, pero me atrap¨®. En la selva te conviertes en presa, la vida y la muerte est¨¢n muy presentes. Mi trabajo era proteger a los chimpanc¨¦s, pero vi que ellos tambi¨¦n me proteg¨ªan, me avisaban de una serpiente venenosa...
P. ?Siguen sorprendi¨¦ndola? ?Qu¨¦ ha aprendido de ellos?
R. Te sorprenden cada d¨ªa, como los humanos, porque tienen personalidades distintas. Para muchos soy su madre, para otros, su m¨¦dico. Algunos vienen a ense?arme sus heridas, otros saben que pongo inyecciones y escapan.
P. Sufren la p¨¦rdida y el duelo, como los humanos.
R. S¨ª. Recuerdo a una chimpanc¨¦ que perdi¨® a su hija. Cogi¨® una especie de depresi¨®n y lloraba todas las noches, como lloran ellos, sin l¨¢grimas, con gemidos. Empez¨® a engordar un mont¨®n porque intentaba saciar su vac¨ªo con comida. Llegu¨¦ a darle ansiol¨ªticos. En otra ocasi¨®n, cuando muri¨® un chimpanc¨¦ mayor, su compa?era lo pas¨® fatal. Ya no sab¨ªamos qu¨¦ hacer para animarla y la llevamos con los beb¨¦s. Empez¨® a cuidarlos como una abuelita y mejor¨®. La ¨²nica diferencia entre ellos y nosotros es que nosotros podemos escribir, comunicarnos sobre el pasado y el presente, y ellos hablan otro idioma.
P. Jane Goodall le encarg¨® que dirigiera el instituto que lleva su nombre en Congo. ?Qu¨¦ impresi¨®n le caus¨®?
R. Jane impresiona. Es un alma joven en un cuerpo mayor. La conoc¨ª en mitad de la selva y me ha apoyado much¨ªsimo porque tiene much¨ªsima energ¨ªa.
P. Goodall dice que le gustan algunos chimpanc¨¦s m¨¢s que alg¨²n humano y alg¨²n humano m¨¢s que alg¨²n chimpanc¨¦. ?Tambi¨¦n le pasa?
R. Completamente. He establecido v¨ªnculos muy fuertes. Pasa igual que con los humanos, a veces haces clic con alguien y surge una amistad de por vida. E igual que con los humanos, con algunos chimpanc¨¦s no te entiendes y entonces es peligroso.
Estoy viva gracias a Kutu porque cuando otro chimpanc¨¦ me mordi¨® la cabeza y dirigi¨® al resto contra m¨ª, ¨¦l se puso delante de los suyos para protegerme. Mi hijo se llama Kutu por ¨¦l
P. Uno de ellos le salv¨® la vida.
R. Si no llega a ser por Kutu, yo no estar¨ªa aqu¨ª. Estoy viva por ¨¦l, porque cuando otro chimpanc¨¦ me mordi¨® la cabeza y dirigi¨® al resto contra m¨ª, Kutu se puso delante de los suyos para protegerme. Se met¨ªa en muchos jaleos y siempre ten¨ªa heridas. Yo se las curaba y muchos a?os despu¨¦s, me reconoci¨® y me salv¨®. Era su forma de darme las gracias. Mi hijo se llama Kutu por ¨¦l.
P. ?C¨®mo se financian?
R. Con donaciones de particulares de todo el mundo y subvenciones para proyectos espec¨ªficos de la Uni¨®n Europea, EEUU¡ Ahora tenemos financiaci¨®n, por ejemplo, del Ministerio de Transici¨®n Ecol¨®gica espa?ol para rescatar chimpanc¨¦s en la Guinea portuguesa. Y hay gente que cuando muere nos deja su dinero en herencia. Es muy emocionante.
P. Congo tiene alarmantes tasas de desnutrici¨®n aguda. Dan a los chimpanc¨¦s 700 kilos de fruta al d¨ªa ?Entiende el entorno el dinero que invierten en ellos? ?Le ha planteado alguna duda?
R. La fruta se la compramos a gente del pueblo y est¨¢n encantados porque es un medio de subsistencia que antes no ten¨ªan. Adem¨¢s hacemos talleres, como uno de paneles de miel para que tengan m¨¢s ingresos y se den cuenta de que es gracias a los animales. Cuando llegu¨¦, preguntabas por los mandriles y te dec¨ªan: ¡°S¨ª, ?est¨¢n riqu¨ªsimos!¡±. Empezamos a hacer sensibilizaci¨®n y ahora la persona que hace 10 a?os habr¨ªa cogido un rifle para com¨¦rselo nos llama y dice ¡®venid a buscarlo¡¯. El impacto es incre¨ªble.
P. Los comienzos no fueron f¨¢ciles. Sufri¨® machismo...
R. Cuando llegu¨¦ a Congo, hab¨ªa muchos trabajadores y ning¨²n jefe. Empec¨¦ a leer mucho sobre gesti¨®n de empresas y vi que para que un equipo fuera efectivo ten¨ªa que haber un jefe cada diez personas. Examin¨¦ a todos y como muchas mujeres ten¨ªan cualidades, las promocion¨¦. Al principio los hombres no lo aceptaban. Tuve que apoyarlas much¨ªsimo para que fueran ganando autoridad. Otra cosa que pasaba es que los hombres sol¨ªan destrozar los coches y era car¨ªsimo repararlos as¨ª que le pagamos el carn¨¦ de conducir a tres chicas para ver si con ellas nos iba mejor. Result¨® que conduc¨ªan genial. Una de ellas especialmente, as¨ª que la enviaba a misiones en la selva. Un d¨ªa me di cuenta de que se hab¨ªa rapado el pelo y que vest¨ªa de chico. Result¨® que la paraban en los controles e incluso mord¨ªan su carn¨¦ porque pensaban que era falso. Ahora ya se han acostumbrado.
P. ?Y los chimpanc¨¦s son machistas?
R. Los chimpanc¨¦s son muy agresivos y a veces pegan a las hembras, pero tambi¨¦n he visto rebeliones de ellas y c¨®mo manipulan a los machos. Como saben que tienen menos fuerza que ellos, por ejemplo, los dirigen para que las defiendan.
Cuando llegu¨¦, preguntabas por los mandriles y te dec¨ªan: ¡®S¨ª, ?est¨¢n riqu¨ªsimos!
P. ?Deben tener derechos los animales?
R. Claro, igual que nosotros.
P. ?M¨¢s los chimpanc¨¦s que otras especies?
R. No, todas las especies. Yo he ido a Congo a salvar chimpanc¨¦s, pero el problema est¨¢ en todas partes y nosotros podemos hacer mucho m¨¢s de lo que creemos. La tala de madera y el monocultivo de aceite de palma est¨¢ destruyendo la selva, a los animales les quitan su casa y a nosotros ox¨ªgeno porque la selva son los pulmones del mundo. Somos responsables de nuestro consumo. El problema no est¨¢ lejos y la soluci¨®n empieza aqu¨ª, individualmente.
P. ?Est¨¢ de acuerdo en que se experimente con ellos para elaborar medicamentos o vacunas contra enfermedades que afectan a adultos y ni?os?
R. Estoy en contra de la experimentaci¨®n con chimpanc¨¦s, igual que con mis hijos. El hecho de que no hablen nuestro idioma no significa que no sufran, que no se den cuenta de las cosas. Hace muchos a?os se hizo un experimento para comprobar si pod¨ªan aprender la lengua de signos. Cuando el proyecto termin¨® algunos de ellos fueron encerrados en un laboratorio. Roger Fauts, el cient¨ªfico que los entrenaba, se arrepinti¨® y se hizo conservacionista despu¨¦s de visitar con Jane [Goodall] uno de aquellos laboratorios porque uno de los chimpanc¨¦s le reconoci¨® y en lengua de signos empez¨® a decirle: ¡®soy yo, ?te acuerdas de m¨ª? ?breme la puerta, por favor¡¯. La ciencia ha avanzado mucho y hay alternativas para desarrollar vacunas. Experimentar con animales es el camino m¨¢s f¨¢cil, pero no el mejor.
P. ?C¨®mo ha sido criar a dos ni?os en la selva?
R. Vine a dar a luz aqu¨ª porque los ni?os estaban mal colocados y hab¨ªa que hacer una ces¨¢rea. Luego esper¨¦ a vacunarlos de todo, porque en Congo la gente muere de enfermedades como el sarampi¨®n, y me vine con ellos. Tuve que instalar rejas en la terraza porque all¨ª cuando yo me llevo trabajo a casa no son papeles, es un chimpanc¨¦ herido, por ejemplo. All¨ª los ni?os aprendieron a querer a los animales. Ahora tienen 10 a?os y ya est¨¢n adaptados a Espa?a, pero cuando llegaron, con siete a?os, se quedaban fascinados con cosas que en Congo no pasaban. El primer d¨ªa que vieron granizar, por ejemplo, guardaron los copos en un congelador para ense?arme aquella cosa ¡°incre¨ªble¡±. Tambi¨¦n alucinaban con el oto?o y la ca¨ªda de las hojas, porque en Congo no hay estaciones.
P. ?Y de morri?a qu¨¦ tal?
R. Voy todos los veranos a Galicia con mis hijos y aunque suene raro, la verdad es que me recuerda mucho a Congo: la humedad, la lluvia, los olores... all¨ª creen mucho en las meigas, y en Congo en las brujas.
P. ?D¨®nde se imagina dentro de 10 a?os?
R. Rescatando chimpanc¨¦s. Nunca voy a poder alejarme de ?frica. La selva es mi pasi¨®n.
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