La vida no deber¨ªa doler tanto a tantos
Espa?a ten¨ªa un grave problema de salud mental y la pandemia lo ha agudizado

Vivimos una ¨¦poca de malestar difuso y generalizado, de incertidumbre y ausencia de horizonte. Nunca como hasta ahora hemos tenido a nuestra disposici¨®n tantas series y pel¨ªculas y sin embargo es imposible encontrar en ninguna de las contempor¨¢neas alguna en la que el futuro sea representado como mejor que el presente: m¨¢s justo, m¨¢s arm¨®nico, m¨¢s tranquilo, m¨¢s verde, m¨¢s feliz. En todas el futuro es una radicalizaci¨®n de los rasgos m¨¢s brutales del presente: autoritarismo, destrucci¨®n del planeta, desigualdad, desasosiego. Esto no siempre ha sido as¨ª, pero las pel¨ªculas que ve¨ªamos de ciencia ficci¨®n cuando ¨¦ramos peque?os hoy nos parecen ingenuas, como si la esperanza se hubiese convertido en un sentimiento naive. Que hoy seamos incapaces de imaginar futuros mejores, de cre¨¦rnoslos, es sin duda uno de los rasgos que mejor definen nuestro tiempo. Es imposible pensar que algo as¨ª no tenga consecuencias profundas sobre c¨®mo estamos.
Este bloqueo del futuro contrasta con una feroz y dominante ideolog¨ªa individualista que promete a cada individuo que puede conseguir lo que se proponga y despu¨¦s le culpa por no conseguirlo. Un discurso de la insatisfacci¨®n permanente, de la carrera contra uno mismo y contra los dem¨¢s. Un discurso que ensalza como libertad la ruptura de todos los lazos comunitarios, la soledad extrema, la fragmentaci¨®n de las relaciones sociales, la desconfianza generalizada y la quiebra de cualquier sentido de pertenencia y trascendencia. Y cuanto m¨¢s aislados, m¨¢s indefensos vamos estando, m¨¢s precarias, inseguras y angustiosas se van haciendo las vidas cotidianas, hasta el punto de que la vida hoy duele para millones de conciudadanos.
Espa?a ya ten¨ªa un grave problema de salud mental antes del covid, pero la pandemia lo ha multiplicado y agudizado. En el extremo, casi once personas se quitan la vida cada d¨ªa en Espa?a porque no pueden m¨¢s. Se estima que pueden ser hasta diez veces m¨¢s quienes lo intentan. Estamos ante un verdadero drama social que revela que algo va profundamente mal en un modelo que produce tanto sufrimiento.
La pol¨ªtica oficial ha vuelto a escindirse de la vida cotidiana, ha regresado a sus ejes y gesticulaciones tradicionales, para calma de unos y otros, al precio de abandonar como menores los dolores y deseos de la gente corriente. La discusi¨®n entre pol¨ªticos y periodistas es cada vez m¨¢s endog¨¢mica y se deja cada vez m¨¢s vida fuera. Solo as¨ª se explica que hayamos tardado tanto en abrir una conversaci¨®n sobre la salud mental, en un pa¨ªs donde hemos normalizado la necesidad generalizada de psicof¨¢rmacos como engrasante para que no nos rompamos y la rueda gire cada d¨ªa.
Desde que nosotros abrimos brecha con aquella intervenci¨®n en el Congreso que se hizo c¨¦lebre por aquel ¡°vete al m¨¦dico¡± con el que un diputado del PP quiso ridiculizarme, el debate de la salud mental se ha puesto de moda. Se han sumado actores pol¨ªticos, medios de comunicaci¨®n, famosos explicando sus experiencias y cientos de miles de ciudadanos proclamando que a ellos tambi¨¦n les pasa. Con eso hemos roto un primer tab¨²: el de la estigmatizaci¨®n que condenaba a sufrir en silencio como problemas individuales, lo que es en realidad un problema ya estructural de dimensiones masivas. Ese paso es sin duda muy importante, para que a nadie m¨¢s intenten avergonzarle, para que nadie m¨¢s sienta que es su culpa.
No obstante, nos queda a¨²n lo m¨¢s importante. Ese dolor masivo y cotidiano es como una ola que vemos crecer en el horizonte, frente a la cual tenemos que tomar medidas inmediatas y otras de m¨¢s largo recorrido. Las inmediatas son de sobra conocidas: hace falta incluir la salud mental en la cartera de servicios de la sanidad p¨²blica, para que acudir a terapia cuando no puedas m¨¢s o necesitas una ayuda no sea un lujo solo para la minor¨ªa que puede pagar 80 euros cada semana. Para ello hay que multiplicar las plazas PIR para psic¨®logos en la p¨²blica. Multiplicar al menos por tres para llegar a la media europea de 18 por cada 100.000 habitantes. Y hay que reforzar la presencia en colegios e institutos de orientadores, educadores y psic¨®logos.
Hemos de poner el ¨¦nfasis en particular en los sectores sociales m¨¢s empobrecidos o m¨¢s precarizados, para quienes la vida es m¨¢s insegura y fuente de angustia, porque son al mismo tiempo los que m¨¢s posibilidades tienen de sufrir dolencias de salud mental y los que menos recursos, tiempo y posibilidades tienen de recibir ayuda especializada. Est¨¢ bien que personas conocidas se hayan sumado a visibilizar los problemas de salud mental pero es fundamental recordar que el sufrimiento se concentra en la base de la pir¨¢mide. La salud mental tambi¨¦n va por barrios.
Con todo, todas estas medidas son como una primera barrera defensiva que por s¨ª sola no puede hacer frente a una crisis profunda y estructural. Una verdadera crisis de ¨¦poca. Que tanta gente se quiebre, que tanta gente no pueda el domingo comenzar la semana, que tanta gente se rompa, que a tanta gente le atenace la ansiedad o le sepulte la depresi¨®n, que tanta gente tenga trastornos alimenticios o piense en quitarse la vida para ponerle fin a su sufrimiento no es normal. No es un conjunto de casualidades. Es una de las manifestaciones m¨¢s crudas de un modelo que adem¨¢s de socialmente injusto y ecol¨®gicamente insostenible ahora ya reconocemos que es humanamente insoportable, aunque todos tengamos que hacer como que no pasa nada.
Quiz¨¢s haya que recuperar una pol¨ªtica ingenua que se atreva a decir que la vida no deber¨ªa doler tanto y a tantos, que no tenemos un objetivo m¨¢s importante que hacer m¨¢s f¨¢cil que la vida sea feliz. Habr¨¢ quien objete que este es en todo caso un objetivo individual pero parece evidente que si tanta gente sufre de lo mismo eso significa que hay causas compartidas y modificables. Los ritmos de trabajo y la disponibilidad de tiempo libre para el descanso, los cuidados y el disfrute, el dise?o de nuestras ciudades para la renaturalizaci¨®n y el fomento de relaciones sociales m¨¢s densas y m¨¢s lentas, o la lucha contra la precarizaci¨®n de la existencia deber¨ªan ser algunos objetos prioritarios de atenci¨®n para una transformaci¨®n general del modelo que le haga frente a la pandemia de la salud mental. Para una pol¨ªtica que se atreva a ser ingenua y a imaginar que la vida, en el futuro, puede ser mejor.
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