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Espa?a, en terapia

Profesionales de la salud mental comparten siete casos de pacientes que ponen voz a los trastornos que m¨¢s se han disparado. Desde el inicio de la pandemia, la ansiedad y la depresi¨®n son cuatro y tres veces m¨¢s frecuentes

ILUSTRACI?N: ENRIQUE FLORES
ILUSTRACI?N: ENRIQUE FLORES
Patricia Gos¨¢lvez

Estamos mal. Los profesionales de la salud mental nunca han tenido tanto trabajo. En Espa?a, el 41,9% de la poblaci¨®n ha sufrido problemas de sue?o desde el inicio de la pandemia y el 38,7% se ha sentido cansado o sin energ¨ªas. Se han prescrito m¨¢s del doble de psicof¨¢rmacos que antes, sobre todo ansiol¨ªticos, antidepresivos e inductores del sue?o. El 35,1% de los espa?oles admite que ha llorado en el ¨²ltimo a?o y medio. Todo seg¨²n la ¨²ltima encuesta del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS). Meta estudios publicados en revistas internacionales ofrecen resultados similares: los casos de depresi¨®n mayor y trastorno de ansiedad en el mundo han aumentado un 28% y un 26% (The Lancet) y el trastorno por estr¨¦s postraum¨¢tico, la ansiedad y la depresi¨®n fueron, respectivamente, cinco, cuatro y tres veces m¨¢s frecuentes de lo que habitualmente reporta la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (Psychiatry Research).

Cada vez m¨¢s gente est¨¢ llegando a consulta (seg¨²n el CIS, un 6,4% de la poblaci¨®n ha acudido a un profesional de la salud mental desde el inicio de la pandemia, el 43,7% por ansiedad y el 35,5% por depresi¨®n). ?Qu¨¦ es lo que ocurre all¨ª? ?Qu¨¦ apuntan los terapeutas mientras la gente narra sus tristezas, angustias y preocupaciones? En base a las historias cl¨ªnicas y las notas tomadas durante las sesiones, siete psic¨®logos y psiquiatras, p¨²blicos y privados, de distintas escuelas terap¨¦uticas, explican el caso anonimizado de uno de sus pacientes para este reportaje.

Cada uno representa sintomatolog¨ªas que se han disparado. Cuentan la historia de muchos otros. Una enfermera de baja con estr¨¦s postraum¨¢tico (un 14,5% de los sanitarios sufre un trastorno mental discapacitante y el 22,2% estr¨¦s postraum¨¢tico desde la pandemia, seg¨²n estudios del Hospital del Mar, en Barcelona y el CIBER). Una madre trabajadora con ansiedad (un 22% de las espa?olas declar¨® haber tenido ataques de p¨¢nico o ansiedad, seg¨²n el CIS). Un ni?o obsesionado con el virus (el 52,2% de los padres notaron cambios en la manera de ser de sus hijos). Un joven deprimido que pertenece a la generaci¨®n que m¨¢s ha frecuentado los servicios de salud mental. Una anor¨¦xica, una pareja en crisis, un superviviente de covid...

La ola de enfermedad mental nos afecta a todos, aunque no por igual. El golpe ha sido m¨¢s duro para las mujeres y los j¨®venes. Las personas con menos recursos sufren m¨¢s. Y tienen menos soluciones: ¡°A las limitadas terapias p¨²blicas llega mucha gente tocada por la crisis econ¨®mica y son precisamente quienes m¨¢s posibilidades tienen de acabar medicadas, ya que no pueden costearse un terapeuta privado, es una pescadilla que se muerde la cola¡±, dice Juan Antequera, psic¨®logo cl¨ªnico en la p¨²blica. Se han prescrito tres veces m¨¢s psicof¨¢rmacos a quienes se identifican como ¡°clase baja¡± (CIS).

Los especialistas critican la escasa atenci¨®n de las administraciones. Espa?a dedica apenas el 4% de la inversi¨®n en sanidad a salud mental (la media europea es del 5,5% y hay pa¨ªses que llegan al 10%) y en la red p¨²blica hay 11 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, la mitad que en Francia o Alemania (el borrador de la ley general de salud mental contempla que haya 18 psiquiatras por cada 100.000 habitantes). Los psic¨®logos cl¨ªnicos son a¨²n menos: seis por 100.000 habitantes (tres veces menos que la media europea).

¡°Hay una parte positiva en que tanta gente haya hecho crac¡±, apunta el psiquiatra Juan Luis Mend¨ªvil: ¡°La pandemia ha visibilizado un problema de salud mental que ya estaba ah¨ª, rebajando el tab¨² que exist¨ªa a su alrededor¡±. En palabras de Juan Antequera: ¡°La crisis nos ha permitido quitarnos el filtro de Instagram, ya no da tanta verg¨¹enza salir del armario emocional¡±. ¡°Habr¨¢ que ver¡±, a?ade, ¡°cu¨¢nto tardamos en olvidarlo¡±.

D¨ªa 1: Duelo patol¨®gico y cuadro depresivo mayor


¡°?Y c¨®mo quer¨¦is que est¨¦?¡±

Var¨®n 71 a?os. Paciente de V¨ªctor P¨¦rez, jefe de Psiquiatr¨ªa del Hospital del Mar de Barcelona.

El se?or X, due?o de un restaurante y jubilado, pas¨® en casa con su esposa la covid a finales de 2020. Ella empeor¨®: ¡°Me ahogo, me voy al hospital¡±. La ¨²ltima vez que la vio fue montando en la ambulancia. No deja de darle vueltas a la imagen. La mujer ¡ªjuntos desde de cr¨ªos, un ¡°noviazgo perpetuo¡± de 50 a?os, recuerda el paciente¡ª, falleci¨® tres semanas despu¨¦s. La culpa de no haberse despedido atormenta a X.

Al principio tiene un duelo traum¨¢tico pero adecuado. Sin embargo, con el paso de los meses no retoma su actividad cotidiana. Deja de acudir al restaurante para ayudar al hijo que ha quedado al cargo. Tambi¨¦n de ver a sus nietos: le cansan, le incomodan. Pasa a vivir solo. No sale apenas de casa en ocho meses.

Enrique Flores

Sus hijos reciben la carta que el hospital env¨ªa a los familiares de fallecidos por covid para hacer un seguimiento de los duelos complicados. Los de la covid tienden a serlo: porque no hubo despedidas, por ser muertes inesperadas, por el posible complejo de culpa. [Seg¨²n un estudio realizado por el Hospital Gregorio Mara?¨®n de Madrid entre 300 familiares de v¨ªctimas de covid, la incidencia del duelo patol¨®gico fue del 25%, cuando lo habitual es el 2%]. Es dif¨ªcil saber qu¨¦ es un duelo normal. Durante a?os el criterio diagn¨®stico DSM-5 (la enciclopedia de los trastornos psiqui¨¢tricos) no recomendaba evaluar a un paciente en duelo, pero en 2013 cambi¨®: si hay un cuadro depresivo, se debe tratar.

El paciente, como ocurre habitualmente con los enfermos depresivos, sabe que lo que pasa no es ¡°normal¡±, pero lo justifica repitiendo ¡°?Y c¨®mo quer¨¦is que est¨¦?¡±. Aun as¨ª, a petici¨®n de los hijos, no cuesta que acuda a consulta. Los depresivos mantienen una empat¨ªa importante, escuchan a los dem¨¢s. Tambi¨¦n tienden a culparse por necesitar ayuda: ¡°Si tuviera m¨¢s car¨¢cter, si fuese m¨¢s fuerte¡­¡±, dice X.

En la evaluaci¨®n cumple todos los criterios de un episodio depresivo mayor, de moderado a grave: tristeza, incapacidad para disfrutar de las cosas de una manera mantenida durante m¨¢s de dos semanas, dormir mal, despertar con much¨ªsima ansiedad, s¨ªntomas som¨¢ticos como dolor, astenia, cansancio. No tiene ideaciones suicidas, pero s¨ª falta de ganas de vivir. Repite: ¡°Si no me despierto m¨¢s, no pasar¨ªa nada¡±, ¡°por la calle pienso que si me atropella un autob¨²s nadie me echar¨¢ de menos¡±. Adem¨¢s, el paciente tiene un antecedente depresivo, a los 40 a?os, a ra¨ªz de un problema econ¨®mico (tratado con psicof¨¢rmacos con un buen resultado) lo que le convierte en especialmente vulnerable.

El se?or X explica que pasa el d¨ªa llorando, sin ganas de hacer nada, tirado en el sof¨¢ viendo la tele pero sin disfrutar de ello y con un gran sentimiento de culpa: ¡°Ahora que mis hijos me necesitan m¨¢s que nunca, con la crisis de la hosteler¨ªa encima, no hago nada de provecho¡±. Se establece una alianza terap¨¦utica para explicarle que hay un problema m¨¦dico y empieza hace tres meses un tratamiento farmacol¨®gico. Se recetan antidepresivos y ansiol¨ªticos (por la noche, para que pueda dormir). Acude a consulta cada mes o dos meses. La medicaci¨®n se mantendr¨¢ durante al menos seis meses, hasta un a?o. Lamentablemente sanidad p¨²blica solo puede ofrecer psicoterapia a los casos muy graves (depresivos resistentes, psic¨®ticos, bipolares). En los m¨¢s leves se puede recomendar terapia grupal en los centros de primaria. En este caso, con una familia cohesionada, no ser¨¢ necesario. Como medida preventiva funcionan bien los grupos de duelo, el Ayuntamiento de Barcelona tiene un programa dirigido por psic¨®logos en bibliotecas p¨²blicas para recalcar que el duelo no es una enfermedad.

Aunque persiste la tristeza, hay mejor¨ªa. La benzodiazepina act¨²a inmediatamente, a la semana ya est¨¢ m¨¢s activo y descansado; los antidepresivos tardan entre cuatro y seis semanas en hacer efecto. El se?or X empieza a disfrutar de los nietos. Incluso bromea: ¡°Si el Bar?a no estuviera como est¨¢, tambi¨¦n disfrutar¨ªa de alg¨²n partido¡±.

D¨ªa 2: Miedos y comportamiento obsesivo


¡°No quiero hacer pis en el cole porque al ba?o van ni?os que no son de mi burbuja¡±

Var¨®n nueve a?os. Paciente de Mireia Orgil¨¦s, terapeuta infantil en la cl¨ªnica Psicol¨®gica de la Universidad Miguel Hern¨¢ndez de Elche.

La madre de P llega a consulta durante el estado de alarma: ¡°El ni?o no est¨¢ normal¡±. P tiene un hermano de 11 a?os y viven en una casa de dos plantas con un peque?o jard¨ªn. Al principio est¨¢ contento, sin clases, puede jugar todo el d¨ªa y pasa m¨¢s tiempo con sus padres. Aun as¨ª desarrolla miedos y preocupaciones. Hace muchas preguntas sobre el virus y la muerte. Muy atento a las conversaciones de sus padres, demuestra un apego desmedido por ellos. Les abraza fuerte sin motivo, no quiere dormir solo, se mete en su cama por las noches, persigue a la madre por la casa y llora si no la encuentra enseguida. Anteriormente no era un ni?o muy dependiente. En general est¨¢ muy preocupado porque le pase algo a alguien, en especial a su madre, y tiene miedo a contagiarse. Relata creencias muy concretas: se niega a acostarse sin lavarse el pelo porque el virus del aire posado en su cabello podr¨ªa pasar a la almohada y se lo tragar¨ªa. Cuando en verano ya pueden viajar, no quiere pisar la arena de la playa. Si est¨¢n limpiando una calle o un local, siente que es una se?al de peligro y quiere alejarse. Se lava las manos compulsivamente. En los lugares p¨²blicos mueve las sillas con el pie. Pide gel antes y despu¨¦s de usar los columpios. Cuando vuelve al colegio, no quiere ir al ba?o porque han estado otros que no son de su grupo burbuja.

En la formaci¨®n de estas creencias las primeras semanas de la pandemia fueron clave. Los datos eran contradictorios para todos y los ni?os estuvieron expuestos a la angustia e incertidumbre de los padres, los telediarios y las b¨²squedas por internet. Los ni?os tienden a rellenar en su mente lo que se les oculta con contenidos aun m¨¢s dram¨¢ticos que la propia realidad. Los adultos supimos modificar nuestras dudas a medida que la ciencia avanz¨®, ellos no. P no entiende por qu¨¦ un d¨ªa su madre dej¨® de limpiar con lej¨ªa la compra, o por qu¨¦ su padre empez¨® a abrazarle sin ducharse antes cuando volv¨ªa del trabajo.

Enrique Flores

A la desinformaci¨®n, se suma la ruptura de las rutinas, b¨¢sicas para los menores. Favorecen su desarrollo y su comprensi¨®n del mundo, cambi¨¢rselas les desestabiliza. El cierre de los colegios impide el contacto con sus pares y una alimentaci¨®n variada. En casa, encerrados, el estr¨¦s parental se traduce en una mayor permisividad y m¨¢s incoherencia. Todo el d¨ªa haciendo bizcochos, se abre la mano con las pantallas y el sedentarismo. Sin actividad f¨ªsica, el sue?o se trastoca. Su vida queda patas arriba.

Durante siete meses se realizan dos sesiones semanales telem¨¢ticas con P. Tambi¨¦n con sus padres, para darles pautas. Con el ni?o se trabajan herramientas cognitivo conductuales para rebajar la ansiedad como t¨¦cnicas de respiraci¨®n. Hay una fase psicoeducativa en la que se contrarrestan las creencias distorsionadas ajustando a su edad la informaci¨®n cient¨ªfica disponible: ¡°que limpien es una se?al de tranquilidad, no de peligro, pues se est¨¢n tomando medidas¡±. Tambi¨¦n se desactivan los pensamientos negativos autom¨¢ticos por otros racionales y ¨²tiles (¡°pensar ¡®vamos a enfermar todos¡¯ no sirve para nada y te hace da?o¡±). El acompa?amiento informativo debe ser previo a los acontecimientos. Por ejemplo, explicar por qu¨¦ se retiran las mascarillas en el exterior antes de que ocurra. Los ni?os han sido ejemplares en su uso, mucho m¨¢s rigurosos que los adultos. Acostumbrados a obedecer normas, pocos se las bajan. Es importante vigilar que no se les vaya de las manos.

Tambi¨¦n se modifican h¨¢bitos del sue?o: menos pantallas, un juego m¨¢s activo (incluso en el confinamiento, jugar al escondite o al pilla pilla en casa) y t¨¦cnicas de relajaci¨®n. Los f¨¢rmacos no son recomendados en menores.

Las sesiones se van espaciando hasta que P deja la terapia. Sus padres quedan atentos a cualquier alteraci¨®n de la conducta y pueden consultar ante un cambio de medidas, como cuando haya que retirar las mascarillas en clase, algo que se prev¨¦ va a costar a muchos chicos.

D¨ªa 3: Estr¨¦s postraum¨¢tico


¡°Nac¨ª para ser enfermera, pero no puedo volver al hospital¡±

Mujer, 40 a?os. Paciente de Juan Antequera, psic¨®logo cl¨ªnico en la sanidad p¨²blica madrile?a.

V llega al centro de salud mental derivada desde atenci¨®n primaria. Es enfermera en un hospital p¨²blico, lleva m¨¢s de un a?o angustiada y cansada, con una sintomatolog¨ªa ansioso-depresiva previa a la covid, por la situaci¨®n laboral, los turnos, la imposibilidad de conciliar (tiene dos hijos peque?os). La pandemia lo dispara. En los picos del virus acusa mucho estr¨¦s: es muy autoexigente y se implica mucho con sus pacientes. Dobla turnos pero siente que a la sobrecarga de trabajo se suma la sensaci¨®n de que no puede hacer su trabajo con el cuidado y el tiempo que desear¨ªa. La gente muere a su alrededor y no tiene capacidad de acci¨®n. Al mismo tiempo siente miedo y malestar por su familia a la que teme exponer al virus y a la que siente tiene abandonada. Recuerda con angustia c¨®mo met¨ªa la ropa en una bolsa de basura y se duchaba antes de tocar sus hijos. Sin embargo, en lo m¨¢s cr¨ªtico de la covid, fue capaz de funcionar en ¡°autom¨¢tico¡±.

En navidades de 2020 se rompe. Tiene mucha somatizaci¨®n: dolores generalizados, incapacidad para descansar, incontinencia emocional, irritabilidad, llanto descontrolado, dificultades atencionales. Desconf¨ªa de s¨ª misma profesionalmente: ¡°A ver si me voy a equivocar con la medicaci¨®n de un paciente¡±. La intensidad del virus ha frenado un poco y pide una reducci¨®n de jornada para compensar la conciliaci¨®n familiar descuidada durante meses. El hospital se la niega y le dice que puede irse si quiere. Que no se reconozca el esfuerzo y los sacrificios rompe sus esquemas. Dice: ¡°Nac¨ª para ser enfermera, pero por primera vez estoy plante¨¢ndome dejarlo¡±.

Aun as¨ª es reticente a pedir una baja. Como muchos pacientes, especialmente sanitarios, piensa que ¡°los fuertes siguen¡±. Siente culpa por ¡°dejar tiradas a las compa?eras¡±. Pero su cuerpo no puede m¨¢s, se aconseja una baja y su m¨¦dico se la da.

Cuatro de los siete profesionales de la salud mental que han participado en este reportaje retratados esta semana. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: V¨ªctor P¨¦rez, jefe de Psiquiatr¨ªa del Hospital del Mar de Barcelona; Mireia Orgil¨¦s, psic¨®loga infantil en la Universidad Miguel Hern¨¢ndez de Elche; Juan Antequera, psic¨®logo cl¨ªnico de la sanidad p¨²blica madrile?a y Sacramento Barba, terapeuta de pareja en la Fundaci¨®n Atyme (Madrid).  / MASSIMILIANO MINOCRI /JOAQU?N DE HARO RODR?GUEZ / OLMO CALVO
Cuatro de los siete profesionales de la salud mental que han participado en este reportaje retratados esta semana. De izquierda a derecha y de arriba a abajo: V¨ªctor P¨¦rez, jefe de Psiquiatr¨ªa del Hospital del Mar de Barcelona; Mireia Orgil¨¦s, psic¨®loga infantil en la Universidad Miguel Hern¨¢ndez de Elche; Juan Antequera, psic¨®logo cl¨ªnico de la sanidad p¨²blica madrile?a y Sacramento Barba, terapeuta de pareja en la Fundaci¨®n Atyme (Madrid). / MASSIMILIANO MINOCRI /JOAQU?N DE HARO RODR?GUEZ / OLMO CALVO

La primera recomendaci¨®n es que V busque un ¡°espacio de autocuidado¡±, inexistente en su vida: dar un paseo, un ba?o, leer, quedar con amigas¡­ recargar las pilas. Ella dice: ¡°No me acuerdo de lo que me gustaba hacer cuando ten¨ªa tiempo¡±. Empieza haciendo cosas como ordenar los armarios. Algo ¨²til, que no le hace sentirse culpable. ¡°C¨®mo me voy a dar un paseo mientras mis compa?eras est¨¢n como est¨¢n¡±, repite.

Aunque va logrando peque?os espacios de disfrute, desde que est¨¢ de baja no vuelve al hospital. Es su centro de referencia y el de sus hijos; retrasa o anula pruebas importantes, una t¨¢ctica de evitaci¨®n t¨ªpica de su diagn¨®stico: estr¨¦s postraum¨¢tico. Incluso pensar en pisar el hospital le hace revivir lo que ocurri¨® y le da miedo.

El estr¨¦s postraum¨¢tico es habitual entre los sanitarios que han llegado a consulta tras la pandemia. M¨¢s auxiliares de enfermer¨ªa y enfermeras que m¨¦dicos, por las condiciones econ¨®micas y porque a los m¨¦dicos se les ense?a a no sentir mucho (cuando tienes que dar 10 diagn¨®sticos de c¨¢ncer al d¨ªa terminas por disociar). El estr¨¦s postraum¨¢tico surge de una situaci¨®n en la que el paciente siente un miedo real, que no tiene por qu¨¦ serlo, pero que en este caso adem¨¢s lo era. Los s¨ªntomas tienen dos vertientes. La positiva, que produce cosas: ansiedad, miedo, angustia. Y la negativa, que quita cosas: las ganas, la energ¨ªa, la esperanza. La parte m¨¢s ansiosa produce flashbacks, pesadillas; la parte m¨¢s depresiva, aislamiento, incapacidad para sentir. Los f¨¢rmacos pueden funcionar para la parte ansiosa, pero para ¡°destraumatizar¡±, para recolocar, funciona mejor la terapia.

Casi un a?o despu¨¦s, V sigue de baja. Est¨¢ mejor, es menos cr¨ªtica consigo misma, pero sigue sin poder volver a pisar el hospital.

D¨ªa 4: Cuadro ansioso-depresivo


¡°Todo es una mierda. No valgo nada¡±

Var¨®n, 23 a?os. Paciente de Juan Luis Mend¨ªvil, psiquiatra privado en Bilbao.

I, universitario, acude a consulta a mediados de 2019, empujado por su madre, que hace a?os hizo psicoterapia por un episodio de ansiedad que reconoce ahora en el hijo. Empieza con una sesi¨®n semanal de psicoterapia ecl¨¦ctica (45 minutos, 93 euros), con herramientas del psicoan¨¢lisis y cognitivo conductuales, y orientaci¨®n din¨¢mica, humanista y sist¨¦mica.

Tiene problemas para relacionarse, le cuesta hacer y mantener amigos. Sensaciones de inseguridad, cierta timidez y baja autoimagen, a pesar de ser un chico majo, buena persona, inteligente y atractivo. El yerno perfecto. Est¨¢ centrado en los estudios y en el surf, su mayor v¨¢lvula de escape. Adem¨¢s de las sesiones, comienza un tratamiento con ansiol¨ªticos.

En unos meses, mejora bastante. Ya toma muy poca benzo. Trabajamos las relaciones interpersonales, hace amigos, empieza a salir con una chica. Est¨¢ en ese proceso cuando llega la pandemia y se confina con su familia (tiene una hermana mayor y otro peque?o). Mantiene una relaci¨®n ambivalente con sus padres y hermanos (¡°paso un poco de ellos¡±). Este cierto grado de aislamiento con su entorno familiar y social se dispara en el confinamiento. No va a clase, un espacio que le obligaba a relacionarse con otros. La distancia rompe la relaci¨®n con la chica. Tiene que dejar el surf.

Enrique Flores

Sigue con la terapia telem¨¢tica pero desarrolla un cuadro ansioso-depresivo, incrementando la sintomatolog¨ªa sobre todo depresiva. Para su franja de edad el confinamiento supone un golpe dur¨ªsimo, corta en seco toda sociabilidad en un momento vital en el que resulta esencial, y saben que personalmente no les va a afectar mucho el virus, lo que hace m¨¢s duro el sacrificio. Los macrobotellones actuales son una compensaci¨®n a la prisi¨®n en la que se han visto obligados a estar. Los pacientes j¨®venes sienten que se les ha robado algo. En el caso de I: la posibilidad de mejorar cuando empezaba a ver una salida.

Otros pacientes de su edad hablan de problemas para encontrar trabajo o independizarse y de la frustraci¨®n frente a las expectativas generadas. En generaciones anteriores, los padres educaban a los hijos para que se forjasen un futuro. Ahora se les pide ¡°que sean felices¡±, algo mucho m¨¢s complicado. En todo caso, I no piensa en el futuro, tampoco en el presente. La depresi¨®n se lo impide.

Empeora. No quiere salir de la habitaci¨®n. Incluso desarrolla ideas autol¨ªticas (¡°la vida no tiene sentido, todo es una mierda, no valgo nada¡±, repite) por lo que se incrementan puntualmente las sesiones a dos o incluso tres semanales. Se recetan antidepresivos.

La madre es m¨¢s consciente del problema, el padre, m¨¢s operativo, quita importancia a lo emocional. Le tacha de ¡°vago¡± o le pide que ¡°espabile¡±. Se realizan intervenciones familiares, con el benepl¨¢cito del paciente, para explicar que el problema de I no es un capricho voluntario, si no un trastorno. Que no haya un ¡°motivo¡± concreto para estar deprimido no significa que sea f¨¢cil salir. El paciente debe sentir apoyo e incondicionalidad. A veces basta con que los padres est¨¦n y recuerden la temporalidad del trastorno, ¡°no vas a estar siempre mal¡±. Es importante, a pesar del trago, que eviten ponerse nerviosos ellos. Tienen que entender que las ideas, incluso las suicidas, son de la enfermedad, no de I. Pero tambi¨¦n es necesario que est¨¦n vigilantes.

Con la medicaci¨®n, la terapia y la vuelta a la normalidad, I retoma el surf y el contacto con los amigos. Mejora. A¨²n est¨¢ un poco aislado y siente con envidia c¨®mo los dem¨¢s mantienen con naturalidad relaciones que a ¨¦l le cuesta crear, pero est¨¢ ya en otro momento. Sigue con el tratamiento farmacol¨®gico que ha de mantenerse unos meses m¨¢s all¨¢ de los s¨ªntomas, de forma preventiva. I sabe que ha de mantenerse activo para poder estar bien. Valora sus propios recursos, mejora su autoimagen. Es capaz de decir: ¡°Soy alguien¡±.

D¨ªa 5: Ansiedad con somatizaci¨®n


¡°No me da la vida, yo lo que necesito son m¨¢s horas en el d¨ªa¡±

Mujer, 38 a?os. Paciente de Elena Dapr¨¢, psic¨®loga privada en Madrid.

O trabaja de t¨¦cnico superior, de 8 a 5, m¨¢s horas extras. Tiene dos ni?os de 7 y 14 a?os, con extraescolares hasta las 5.30 y un marido, tambi¨¦n t¨¦cnico superior, con un puesto m¨¢s alto y m¨¢s ingresos, por lo que la familia prioriza su trabajo. Generalmente es ella quien ajusta su jornada para buscar a los ni?os y cuidarlos por la tarde.

Llega a consulta en diciembre de 2020. Entre sus s¨ªntomas: dolores de cabeza, tensi¨®n muscular, fatiga, falta de deseo sexual, malestar estomacal¡­ Se le cae mucho el pelo y duerme mal. Su m¨¦dico de cabecera le receta Lexatin. Emociones que manifiesta durante la evaluaci¨®n: inquietud, falta de motivaci¨®n, incapacidad para enfocarse en una tarea, irritabilidad y ataques de ira. Siente que est¨¢ ¡°enfadada todo el tiempo¡± o que de pronto pasa a ¡°una tristeza agobiante¡±. Ha dejado de hacer ejercicio y de salir con las amigas. Pasa de tener un apetito voraz a no comer nada. No fuma ni bebe, pero muchas otras pacientes con cuadros parecidos han incrementado el consumo de alcohol y tabaco.

O arrastra esta situaci¨®n desde el confinamiento. Estar encerrada 24/7 con su familia, mientras teletrabaja, le hace sentir que se levanta y acuesta ¡°por la noche¡±. Le preocupa la salud de sus padres y el estado emocional de sus hijos. El miedo y la incertidumbre que siente en el pico de la pandemia no explotan entonces, sino meses despu¨¦s. Llega diciendo: ¡°Ahora que viene la Navidad y estamos m¨¢s relajados, que la gente vuelve a la normalidad, estoy peor y tengo ganas de llorar a todas horas¡­ Yo no soy as¨ª¡±.

Enrique Flores

El primer punto a trabajar es explicar que est¨¢ reaccionando a una situaci¨®n anormal y que dicha reacci¨®n s¨ª forma parte de ella. Se establecen sesiones semanales de 50 minutos (100 euros). Dados sus problemas para conciliar (¡°no me da la vida¡±, repite) las sesiones son flexibles para no a?adir estr¨¦s y puede cambiarlas con 48 horas de antelaci¨®n o realizarlas por Zoom. Se insiste en la necesidad del autocuidado: la terapia es el primer espacio para dedicarse a s¨ª misma.

Llega con el Lexatin comprado, pero como muchos pacientes medicados con psicof¨¢rmacos por primera vez alberga dudas: ¡°Tengo demasiadas cosas que hacer para andar atontada¡±, dice. Sabe que le pasa ¡°algo¡±, pero ¡°no como para medicarse¡±. A pesar de que su cuerpo reacciona somatizando, no es consciente de su cuadro de ansiedad: ¡°Yo no necesito Lexatin, sino m¨¢s horas en el d¨ªa¡±. Se le explica que ante una patolog¨ªa de ansiedad las neuronas aumentan su apertura presin¨¢ptica, por lo que pasan m¨¢s impulsos nerviosos, la medicaci¨®n las equilibra para que se pueda trabajar a nivel cognitivo. Los ansiol¨ªticos sirven para momentos puntuales, se ir¨¢n retirando mientras se crean herramientas psicol¨®gicas. La medicaci¨®n se mantiene tres meses.

Su principal motivaci¨®n para solucionar su ansiedad es c¨®mo puede influir en sus hijos o ¡°cargarse¡± su relaci¨®n de pareja. Como muchas mujeres, se sobreexige a nivel familiar y laboral. Tiene distorsiones cognitivas sobre lo que demandan de ella los dem¨¢s.

Se lleva a cabo una mezcla de terapia cognitivo conductual y humanista, incluidas sesiones con fototerapia (en la que se usan im¨¢genes para proyectar), una sesi¨®n con el marido y una segunda fase de empoderamiento para mejorar la autoestima. Se trabajan las ideas irracionales sobre lo que se espera de ella. O empieza a delegar en su marido (que est¨¢ de acuerdo con un reparto m¨¢s igualitario de tareas) y en sus hijos, a los que permite ser m¨¢s aut¨®nomos. Se revisa la alimentaci¨®n sana y el ejercicio f¨ªsico trastornados desde el confinamiento. O sigue teletrabajando con jornada flexible, explica que cuando va a la oficina rinde menos, pero empieza a disfrutar de relacionarse con su equipo.

Tras un a?o de tratamiento O ha superado su sintomatolog¨ªa. Las sesiones se han espaciado cada 15 d¨ªas, y podr¨ªan cesar. ¡°Este es mi espacio, no quiero dejarlo¡±, dice ella sin embargo.

D¨ªa 6: Anorexia nerviosa


¡°Se me ha vuelto a ir el control de las manos¡±

Mujer, 18 a?os. Paciente del psiquiatra Luis Rojo, jefe de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital La Fe de Valencia.

T¨ªmida, perfeccionista y con ciertos rasgos obsesivos, N es ingresada en el verano posterior al confinamiento por tercera vez por anorexia nerviosa. Dej¨® los estudios como consecuencia de la patolog¨ªa que desarroll¨® hace varios a?os. A la unidad de hospitalizaci¨®n llegan las pacientes que no responden al tratamiento ambulatorio ni al hospital de d¨ªa, un recurso operativo de 9 a 5, donde hacen desayuno, comida y merienda. En la unidad hospitalaria, a tiempo completo, el control de la alimentaci¨®n es m¨¢s estricto.

Aunque N es recurrente, la lista de espera para los ingresos, de unas 25 personas actualmente, se ha visto aumentada ¨²ltimamente, sobre todo, con primeros casos. El malestar generado por la pandemia fue un caldo de cultivo. Las condiciones amenazantes de una situaci¨®n que nunca hab¨ªamos vivido se tradujeron en estr¨¦s. A ello se a?adi¨® la p¨¦rdida de v¨ªnculos sociales, la limitaci¨®n del ocio y el aumento de la ociosidad, la intensificaci¨®n de la vida familiar, con sus pros y sus contras, el estr¨¦s de los padres... Fue tambi¨¦n una ocasi¨®n para pensar, ?qu¨¦ puedo hacer para no echarme a perder? Muchas personas empezaron a cuidar lo que com¨ªan y a hacer ejercicio, lo que sirvi¨® como v¨ªa de entrada a perder peso para las chicas m¨¢s vulnerables.

Enrique Flores

N es mayor que la mayor¨ªa de los casos nuevos, donde hemos visto cr¨ªas de hasta nueve a?os. Alg¨²n caso se inici¨® en redes sociales: un grupo de amigas queda para adelgazar durante el confinamiento; una de ellas pierde el control y desarrolla un trastorno alimenticio. Hay factores de vulnerabilidad individual para entrar en cuadros obsesivos. En una situaci¨®n con tanto descontrol, las personalidades con rasgos perfeccionistas, inseguras, que creen no contar con recursos para resolver incidencias, ven una salida compensatoria en el control de la propia ingesta: es un mecanismo de compensaci¨®n. No comen para sentirse mejor. Les calma y les motiva, aunque luego les absorba y se queden pilladas emocional y biol¨®gicamente.

El ingreso de N dura solo 20 d¨ªas. Como muchas pacientes recurrentes, repite que ¡°se le ha vuelto a ir el control de las manos¡±. El ingreso anterior hab¨ªa sido de cuatro meses, un plazo m¨¢s habitual. No es recomendable acelerar la recuperaci¨®n de alguien que ingresa con un ¨ªndice de masa corporal de 14 o 12, o hasta de 11 o 10 (un IMC normal va de 18,5 a 26,9), ya que la realimentaci¨®n puede causar problemas. Al principio ganan peso r¨¢pido, llegan vac¨ªas, pero a partir de ah¨ª la recuperaci¨®n es lenta, lo cual ayuda a contener la fobia a engordar.

Los ingresos como el de N fueron m¨¢s duros durante el confinamiento. No se pod¨ªan recibir visitas, ni hacer salidas, ni volver a casa el fin de semana, grandes motivadores para estas chicas ya que el ingreso es una p¨¦rdida de autonom¨ªa.

En el ingreso, el control de la alimentaci¨®n (y a veces los suplementos nutricionales) es importante pero no es lo ¨²nico. Se establece una relaci¨®n emocional y psicoterap¨¦utica con la paciente. La alimentaci¨®n est¨¢ ah¨ª, pero no es de lo que m¨¢s se habla durante las sesiones, dos o tres veces por semana. A veces no es f¨¢cil comunicarse, ni que reconozcan que est¨¢n enfermas. ¡°Me llamo P, tengo 11 a?os y no tengo nada m¨¢s que decirte¡±, arranc¨® una paciente en una sesi¨®n reciente. No dijo nada m¨¢s en la hora que sigui¨®. Las pacientes tambi¨¦n tienen sesiones con las psic¨®logas, que se ven a su vez con las familias. Ahora son online, algo muy ¨²til que hemos descubierto con la pandemia y que evita traslados continuos a la unidad. La terapia de grupo tambi¨¦n funciona; el tratamiento farmacol¨®gico se usa cuando se necesita, sobre todo cuando hay cl¨ªnica depresiva presente o s¨ªntomas psic¨®ticos, para reducir la sensaci¨®n de que las miran por la calle o por redes sociales.

N fue dada de alta y no ha tenido m¨¢s ingresos. La evoluci¨®n de esta enfermedad no es mala, un 30% recae, un 70% no: pueden seguir sintiendo malestar, pero sin que interfiera en su vida. No hay que demonizar la anorexia. Aun as¨ª la lista de espera ha aumentado y, tras la pandemia, cuesta m¨¢s aligerarla.

D¨ªa 7: Matrimonio en crisis


¡°No te reconozco¡±. ¡°Cada vez somos m¨¢s distintos¡±

Mujer y var¨®n. 44 y 48 a?os. Pacientes de Sacramento Barba, terapeuta de pareja y mediadora de la Fundaci¨®n Atyme en Madrid.

R y A estuvieron cinco a?os de novios y cuatro conviviendo antes de casarse. Sin problemas econ¨®micos, tienen un ni?o de 11 y una ni?a de 9. Ella es enfermera en un centro de salud, ¨¦l es consultor. Como muchas parejas, durante el confinamiento viven una especie de par¨¦ntesis en el que ponen todas sus energ¨ªas en estar bien. Pasado un tiempo, los problemas que arrastran de antes de la pandemia afloran con m¨¢s intensidad asociados con una idea: ¡°?Qu¨¦ estoy haciendo con mi vida?¡±. Recuerda al replanteamiento vital que se da tras una enfermedad grave o la muerte de un ser querido. R explicita en una sesi¨®n: ¡°Estaba viendo pasar mi vida, no vivi¨¦ndola, cada vez somos m¨¢s distintos, no podemos seguir as¨ª¡±. El amor mueve monta?as, pero ante una situaci¨®n grave, si una pareja no tiene los recursos, hace agua.

En el caso de R y A, como en el de tantas parejas, el primer cambio importante fue la llegada de los hijos. Antes se dedicaban a viajar, hac¨ªan cosas juntos. Despu¨¦s, ¨¦l trabaja muchas horas, ella solo por las ma?anas, empieza a sentirse sobrecargada por los cuidados y empieza a reprochar que no pasan tiempo en familia. Durante el confinamiento, por su trabajo, ella se mete en s¨ª misma, ap¨¢tica. ¡°No la reconozco¡±, repite ¨¦l en las sesiones. As¨ª llegan al verano de 2020, las primeras vacaciones tras la pandemia. Ambos tienen altas expectativas. Normalmente, es ella quien organiza, pero ahora no tiene ganas y le reprocha a ¨¦l que no tome la iniciativa. ¡°Con el a?o que hemos pasado¡±. Durante las vacaciones, tienen una gran crisis, y dejan de hablarse por no discutir frente a los ni?os. ?l est¨¢ perplejo: ¡°Cuando ya hab¨ªa pasado lo peor, tuvimos uno de los peores veranos en familia¡±. Pasan los meses y las relaciones sexuales se paran. A ella no le apetece, no se siente cuidada. ?l se siente rechazado. O discuten o mantienen un silencio que ella siente como castigador.

En abril de 2021 comienzan las sesiones semanales de hora y media (100 euros). Se trabaja una comunicaci¨®n libre de reproches, la exposici¨®n de los propios sentimientos y el principio de reciprocidad: los sentimientos de uno est¨¢n relacionados con los del otro. Tambi¨¦n que la espiral de reproches y silencios solo lleva a m¨¢s de lo mismo, es un mensaje de socorro y puede llevar a la separaci¨®n, que a veces es lo adecuado.

Siete meses despu¨¦s R y A siguen juntos. Acuden a terapia cada 15 d¨ªas, en breve ser¨¢n mensuales. Una vez al mes salen solos para reencontrarse. Cuentan que ya se reconocen. Este verano lo han pasado mucho mejor.

Sobre la firma

Patricia Gos¨¢lvez
Escribe en EL PA?S desde 2003, donde tambi¨¦n ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la secci¨®n de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es m¨¢ster de EL PA?S, estudi¨® Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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