Ander Landaburu, un periodista bueno
Hijo de quien fue vicelehendakari del Gobierno vasco en el exilio, Francisco Javier de Landaburu, Ander hered¨® de su padre la vocaci¨®n por la escritura y un talante abierto y conciliador
Ander Landaburu (Par¨ªs, 1944) era m¨¢s que un buen periodista. Por encima de su brillante trayectoria profesional, era un hombre bueno, alguien para quien el periodismo, la tarea de contar lo que sucede, ten¨ªa la misi¨®n adicional de ayudar a resolver los problemas e iluminar el dolor y las preocupaciones de las gentes. Es posible que esta forma de ser y de mirar fuera fruto de su experiencia vital. Hijo de ...
Ander Landaburu (Par¨ªs, 1944) era m¨¢s que un buen periodista. Por encima de su brillante trayectoria profesional, era un hombre bueno, alguien para quien el periodismo, la tarea de contar lo que sucede, ten¨ªa la misi¨®n adicional de ayudar a resolver los problemas e iluminar el dolor y las preocupaciones de las gentes. Es posible que esta forma de ser y de mirar fuera fruto de su experiencia vital. Hijo de quien fue vicelehendakari del Gobierno vasco en el exilio, Francisco Javier de Landaburu, Ander hered¨® de su padre la vocaci¨®n por la escritura y un talante abierto y conciliador que compart¨ªa con sus otros seis hermanos. Sus a?os de infancia y juventud en Par¨ªs le marcaron con un aire franc¨¦s en su acento y en su aspecto ¡ªa medio camino entre Ast¨¦rix y el inspector Clouseau¡ª, con una visi¨®n europea muy desarrollada.
Su regreso del exilio coincidi¨® con el tramo final del franquismo, y desde el principio puso su oficio y dedicaci¨®n a la tarea de recuperar las libertades democr¨¢ticas y ayudar a consolidar una transici¨®n precaria y amenazada desde distintos frentes. Uno de ellos el de ETA, donde hab¨ªa transitado por un breve espacio de tiempo. Tal vez esa experiencia contribuy¨® luego a consolidar su rechazo a la violencia y su defensa indesmayable de la democracia. Lo hizo desde primera hora en las p¨¢ginas del semanario Cambio 16, del que form¨® parte desde su fundaci¨®n. Fue uno de los primeros periodistas vascos, si no el primero, en introducir el nacionalismo en la ecuaci¨®n pol¨ªtica vasca del postfranquismo, pero sin concesiones al terrorismo de ETA, que dentro y fuera de nuestras fronteras a¨²n exhib¨ªa una vitola antifranquista.
La firma de Ander est¨¢ en las cr¨®nicas de muchos de los sucesos que marcaron aquella ¨¦poca: los sucesos de Vitoria y de Montejurra en 1976, asesinatos y secuestros de las ramas de ETA y de los grupos parapoliciales, el convulso arranque de la autonom¨ªa en Euskadi, la disoluci¨®n de ETA pol¨ªtico-militar, la guerra sucia, los intentos de buscar una salida negociada con la ETA que sigui¨® matando hasta hace una d¨¦cada.
Tambi¨¦n vivi¨® intensamente la pol¨ªtica espa?ola de esos a?os desde Madrid y posteriormente traslad¨® su mirada a Centroam¨¦rica, donde fue testigo directo de las guerras y revoluciones que sacudieron esa parte del mundo (Nicaragua, El Salvador, Honduras), donde ser corresponsal implicaba ser aventurero y a veces arriesgar la vida al mismo tiempo. Sin embargo, el riesgo o la dificultad, lejos de arredrarle, eran un acicate para acercarse m¨¢s al objetivo. Volvi¨® a demostrarlo cuando regres¨® a su querido Pa¨ªs Vasco, donde ten¨ªa sus ra¨ªces y de donde nunca termin¨® de irse.
Su ¨²ltima aventura profesional fue poner en marcha en 1997 la redacci¨®n de EL PA?S en Euskadi con unos pocos veteranos y una partida de j¨®venes periodistas, tambi¨¦n en momentos cr¨ªticos, cuando ETA teoriz¨® su estrategia de socializar el terror mediante el paroxismo de la kale borroka y los coches-bomba, los secuestros consecutivos y prolongados de Ortega Lara y Cosme Delclaux, y tras la liberaci¨®n de estos el terrible asesinato de Miguel ?ngel Blanco despu¨¦s de un ultim¨¢tum trampa. Luego llegaron el foro de Ermua, la tregua de Lizarra, su ruptura y la sucesi¨®n de atentados de ETA contra concejales populares y socialistas y se?aladas figuras pol¨ªticas y sociales, las ilegalizaciones de las organizaciones de la izquierda abertzale, la escalada soberanista del PNV con Arzalluz y el lehendakari Ibarretxe durante una d¨¦cada¡
Todo este torrente de acontecimientos le toc¨® encauzar a Ander en circunstancias de alta tensi¨®n. Especialmente cuando la amenaza de los terroristas contra los medios de informaci¨®n no d¨®ciles se hizo asfixiante y mordi¨® en la familia Landaburu, con ataques repetidos a la vivienda de la familia en Zarautz y, finalmente, con el paquete bomba que mutil¨® a su hermano Gorka, tambi¨¦n periodista. Ni siquiera en esos momentos, con la mitad de la redacci¨®n en Euskadi obligada a trabajar con escolta, al igual que ¨¦l mismo, perdi¨® el ¨¢nimo ni el af¨¢n de propiciar, pese a todo, el entendimiento. Eso s¨ª, sin cesiones pol¨ªticas a la violencia. ?l fue uno de los protagonistas del documental Traidores que dirigi¨® hace un a?o Jon Viar con algunos de los militantes juveniles de ETA que luego se han significado por su defensa a ultranza de la democracia y su rechazo al terrorismo: Patxo Unzueta, Jon Juaristi, Mikel Azurmendi, Jon Uriarte, I?aki Viar, entre otros. Tampoco lo perdi¨® cuando en la primera d¨¦cada de este siglo tuvo el primer aviso del c¨¢ncer, que ha combatido sin aspavientos.
Amigo de sus amigos y abierto a los desconocidos, conversador apasionado y dialogante, excelente imitador de Groucho Marx, curioso sin remedio ante cualquier asunto que mereciera ser contado, amante de la buena literatura, quintaesencia de esa magn¨ªfica y solidaria tribu de los Landaburu, era dif¨ªcil llevarse mal con Ander. Para cabrearse ten¨ªa que impostar su voz y le resultaba imposible mantener su enfado, por encendido que fuera, por m¨¢s de una hora.
Las balas de la enfermedad se han llevado en apenas cuatro meses a dos personas que compartieron ¨¦poca, profesi¨®n, inquietudes y amistad: Patxo Unzueta y ¨¦l. Dos profesionales que dejan una huella honda en este diario y en su Pa¨ªs Vasco. Va a ser dif¨ªcil acostumbrarse a no escuchar el ¡°?qu¨¦ hay, hermano?¡±, que con sonoridad gabacha abr¨ªa la llamada o el encuentro con Ander. Una sensaci¨®n de p¨¦rdida insondable para Mirentxu, la otra mitad de su vida, y sus hijas Ainhoa, Naiare y Libe. Tambi¨¦n para quienes le conocimos y tuvimos la suerte de disfrutar de su bonhom¨ªa y amistad. Hasta siempre, hermano.