La presi¨®n para ser la ¡®buena¡¯ v¨ªctima: por qu¨¦ hay quien renuncia a una indemnizaci¨®n tras una agresi¨®n sexual
Los estereotipos sobre c¨®mo deben ser las mujeres antes, durante y despu¨¦s de una violaci¨®n y el temor a no ser cre¨ªdas pueden llevar a algunas mujeres a rehusar su derecho a la reparaci¨®n econ¨®mica
La semana pasada, en un juicio por violencia sexual, la defensa del acusado pregunt¨® c¨®mo era posible que la v¨ªctima hubiese vuelto a salir a bailar si la agresi¨®n se produjo en una discoteca. El pasado a?o, el acuerdo de conformidad por el que dos polic¨ªas municipales de Estepona no entraron en prisi¨®n tras agredir a una chica de 18 a?os a la que hab¨ªan dado el alto poco antes en un control policial, provoc¨® comentarios sobre lo verdadera de aquella denuncia. Cuando se conoci¨® en 2019 que el futbolista Cristiano Ronaldo hab¨ªa pagado m¨¢s de 300.000 euros a la modelo Kathryn Mayorga, la mujer que lo hab¨ªa denunciado por violaci¨®n en 2009, la idea que sobrevol¨® fue que la denuncia era falsa y ella solo quer¨ªa dinero. Justo la contraria, ¡ªque la denuncia es verdadera porque ella no quiere dinero¡ª, fue la que salt¨® hace unos d¨ªas, cuando la mujer que ha denunciado a Dani Alves por violaci¨®n renunci¨® a su derecho a ser indemnizada por el futbolista.
Todo responde a un patr¨®n que a¨²n se sigue dando en los procesos por estos delitos: c¨®mo han de ser las mujeres antes, durante y despu¨¦s de la agresi¨®n, tambi¨¦n antes, durante e incluso despu¨¦s del juicio. Violeta Garc¨ªa, psic¨®loga experta en violencia sexual, sigue encontrando ¡°que hay que encajar dentro del clich¨¦ de buena v¨ªctima, la que corresponde a los estereotipos de la cultura de la violaci¨®n: una mujer decente agredida por un desconocido que pone una denuncia inmediatamente¡±. Y que despu¨¦s est¨¢ ¡°destruida y se recluye en casa¡±.
Esos estereotipos que persisten en el imaginario social suponen tambi¨¦n un peso para las propias v¨ªctimas, que en ocasiones se ajustan a ese falso est¨¢ndar porque ¡°sienten que de esa manera ser¨¢n menos juzgadas¡±, dice la psic¨®loga. Eso es lo que ha ocurrido, coinciden todas las expertas consultadas por este peri¨®dico, con esa mujer de 23 a?os que ha decidido renunciar expl¨ªcitamente a su derecho a la indemnizaci¨®n si Alves es condenado porque, dijo a la magistrada, su objetivo es que se haga justicia y el exjugador del Bar?a pague con c¨¢rcel.
Indemnizaciones por debajo de los 6.000 euros
¡°Es como que el dinero nos contamina¡±, dice Herminia Su¨¢rez, abogada de la Asociaci¨®n de Ayuda a V¨ªctimas de Agresiones Sexuales (Adavas) durante 25 a?os. Ya jubilada, en su memoria est¨¢ la frase ¡°no quiero dinero, quiero justicia, no quiero que duden de mi palabra¡±. La ha escuchado a lo largo de su carrera de mujeres que, al explicarles sus derechos, directamente los rechazan. Cuando no lo hacen, no siempre reciben la reparaci¨®n econ¨®mica a la que tienen derecho.
Jos¨¦ Miguel Ayll¨®n, abogado de la Asociaci¨®n de Apoyo a V¨ªctimas de Delitos Violentos, apunta ¡°la cantidad de casos en los que no se cobra la indemnizaci¨®n, tanto en estos como en otros delitos¡±. Su¨¢rez a?ade que ¡°a la hora de cobrar, o los agresores se han declarado insolventes y no se cobra o en casos como el de Alves, que son muy solventes, ellas no quieren por si se las malinterpreta¡±, y recuerda el estudio del Grupo de investigaci¨®n Ant¨ªgona de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona ¡ªLas violencias sexuales en el Estado espa?ol: Marco jur¨ªdico y an¨¢lisis jurisprudencial¡ª, un an¨¢lisis de 167 sentencias entre 2016 y 2017 en Madrid, Catalu?a y Anduc¨ªa.
Ese informe refleja que en los fallos que estudiaron, un 6,06% hubo una renuncia a la indemnizaci¨®n. En los que no, escriben las investigadoras, las indemnizaciones por agresiones y abusos sexuales ¡°son miserables¡±. Entre el 58% y el 60% tienen indemnizaciones por da?os morales ¡°inferiores a los 6.000 euros, siendo pr¨¢cticamente el 42% de ellas inferiores a los 3.000¡å. Y afirmaron que ¡°con estas cantidades tan nimias se est¨¢ minimizando el da?o sufrido, se relativiza hasta llevarlo a un segundo plano, dando la sensaci¨®n en ocasiones que los a?os de prisi¨®n a los que se condena al agresor compensan el da?o moral que sufre la v¨ªctima¡± y ¡°se obvia as¨ª que el da?o moral de la v¨ªctima puede durar toda la vida, que la agresi¨®n puede condicionar su vida sexual, sentimental, laboral, familiar¡±.
¡°Pesa m¨¢s el juicio social¡± que los derechos de las v¨ªctimas
Para la abogada de Adavas, en la relaci¨®n que existe entre estos delitos y el dinero subyace tambi¨¦n ¡°esa idea de que si te pagan, eres accesible¡±. ¡°A una mujer se la puede violentar por dinero, ah¨ª est¨¢ la prostituci¨®n. Hemos interiorizado la relaci¨®n del dinero con el sistema prostitucional, como si adem¨¢s la prostituci¨®n no fuesen violaciones por las que los hombres pagan¡±, plantea Su¨¢rez.
Tambi¨¦n esboza otro aspecto, que esa negativa a una restituci¨®n econ¨®mica puede tener que ver ¡°con marcar distancia, con una l¨ªnea roja de preaviso de que no habr¨¢ acuerdo, de que ning¨²n dinero la va a poder resarcir de ese da?o. Y es verdad, pero el dinero es igualmente suyo, lo estipula claramente la legislaci¨®n, que establece una serie de cuestiones para evaluar, situaciones por las que se sabe que pasar¨¢n las v¨ªctimas¡±.
La ley, la de Garant¨ªa Integral de la Libertad Sexual, establece que la indemnizaci¨®n ¡°por da?os y perjuicios materiales y morales¡±, de acuerdo con las leyes penales sobre la responsabilidad civil derivada del delito, ¡°deber¨¢ garantizar la satisfacci¨®n econ¨®micamente evaluable de, al menos, el da?o f¨ªsico y psicol¨®gico, incluido el da?o moral y el da?o a la dignidad; la p¨¦rdida de oportunidades, incluidas las oportunidades de educaci¨®n, empleo y prestaciones sociales; los da?os materiales y la p¨¦rdida de ingresos, incluido el lucro cesante; el da?o social, entendido como el da?o al proyecto de vida; el tratamiento terap¨¦utico, social y de salud sexual y reproductiva¡±.
Cuando se renuncia a un derecho as¨ª, tan pormenorizado, es ¡°porque pesa m¨¢s el juicio social al que las mujeres creen que ser¨¢n sometidas, y muchas veces lo son. Lo hacen para defenderse y protegerse del escrutinio p¨²blico¡±, insiste Garc¨ªa, la especialista, que pertenece a la Asociaci¨®n de Asistencia a Mujeres Agredidas Sexualmente, de Catalu?a.
La bolsa oculta de violencia sexual
Esa presi¨®n que a¨²n existe sobre las v¨ªctimas es tambi¨¦n una de las razones por las que la violencia sexual es una de las que tienen mayor cifra oculta. ¡°Del 90%¡±, cifr¨® esta semana la delegada del Gobierno contra la violencia de g¨¦nero, Victoria Rosell. Es decir, que se estima, desde las instituciones, que solo denuncia una de cada diez mujeres. Seg¨²n la ¨²ltima Macroencuesta de violencia sobre la mujer, de 2019, en Espa?a, m¨¢s de 1,8 millones de mujeres de 16 a?os o m¨¢s han sufrido violencia sexual de alguna pareja o expareja a lo largo de sus vidas; fuera de ese ¨¢mbito de las relaciones, m¨¢s de 1,3 millones. ¡°Son cifras muy bajas¡± de denuncia, apunta Graciela Atencio, una de las fundadoras y directora de Feminicidio.net.
Detr¨¢s est¨¢ ¡°la misma¡± casu¨ªstica que las expertas apuntaban antes. Dice Atencio que se dan ¡°porque las v¨ªctimas se encuentran con diversas cuestiones. La cultura de la violaci¨®n, que las culpabiliza a ellas y pone en duda su testimonio y su experiencia de violencia; el terror que sienten por tener que pasar por un proceso de revictimizaci¨®n, como muchas veces suponen los procesos penales, no solo dentro de los tribunales sino en los medios y en la calle; y se enfrentan tambi¨¦n a una idea a veces generalizada de que los delitos de violencia sexual quedan impunes¡±.
Para Su¨¢rez, todo est¨¢ relacionado y deriva de una justicia que durante ¡°muchos a?os, hasta no hace tanto, ha minimizado los delitos sexuales y ha centrado la responsabilidad del propio delito en las v¨ªctimas y no en los responsables, en los agresores¡±, dice refiri¨¦ndose a c¨®mo se ha dirimido ¡ªhasta la entrada en vigor de la ley del solo s¨ª es s¨ª, ahora en pleno debate por las rebajas y excarcelaciones de pena que est¨¢ conllevando su aplicaci¨®n¡ª, la existencia de violencia sexual y la diferencia entre abuso y agresi¨®n por c¨®mo y cu¨¢nto se hubiese resistido la v¨ªctima, ya que el criterio era la violencia y la intimidaci¨®n que el agresor hubiese tenido que emplear para cometer el delito.
¡°Llevamos toda la historia acarreando la culpa y el castigo cuando somos v¨ªctimas de agresiones sexuales. Y esto todav¨ªa est¨¢ grabado a fuego en la socializaci¨®n de las mujeres¡±, concluye la abogada, y lo comparte Atencio, para quien el caso de Alves es paradigm¨¢tico desde dos perspectivas. Por un lado, en la renuncia de la v¨ªctima a la indemnizaci¨®n ¡°para demostrar la veracidad de los hechos, una idea que hay que erradicar porque supone un perjuicio m¨¢s para las v¨ªctimas¡±.
Y por otro, en positivo, que ¡°puede servir como ejemplo de buenas pr¨¢cticas, porque todo hasta ahora ha funcionado en el proceso, y eso demuestra que debemos trabajar en crear entornos sociales, jur¨ªdicos, psicol¨®gicos y de actuaci¨®n para que las v¨ªctimas no se sientan amenazadas por la culpabilizaci¨®n y la misoginia que hay detr¨¢s de las sospechas que recaen siempre sobre ellas, trabajar para crear entornos seguros que las lleven a denunciar y a no renunciar a sus derechos¡±.
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