La justicia holandesa rechaza la demanda de las supervivientes de las Hermanas del Buen Pastor
Las 19 mujeres ped¨ªan que se reconocieran los trabajos forzados de lavado, planchado y costura que les impusieron y una compensaci¨®n por el sueldo no recibido, y apelar¨¢n el fallo
La justicia holandesa ha rechazado este mi¨¦rcoles la demanda civil de un grupo de 19 mujeres entre 62 y 91 a?os supervivientes del duro r¨¦gimen de trabajo impuesto en los conventos de la orden religiosa Hermanas del Buen Pastor. Los hechos ocurrieron entre 1951 y 1979, y los jueces han concluido que el caso ha prescrito y no cabe una compensaci¨®n econ¨®mica por lo ocurrido. El tribunal admite que las afectadas pudieron sufrir un trauma, pero no est¨¢ convencido de que las monjas las da?aran emocionalmente a prop¨®sito. Por otra parte, tendr¨ªan que haber demostrado una por una, y no en grupo, las secuelas que arrastran. Las demandantes estudian apelar el fallo.
¡°Es un momento triste, pero estamos decididas a recurrir porque el trabajo forzado infantil no puede prescribir. Es as¨ª de claro¡±, explica, al tel¨¦fono, Lies Vissers, poco despu¨¦s de conocer la decisi¨®n de los jueces. Tiene 70 a?os y estuvo interna entre 1966 y 1969 en un convento en Almelo (al este del pa¨ªs). Ten¨ªa 12 a?os cuando la sacaron de casa tras la muerte de su padre. Su madre no pod¨ªa mantener a sus cuatro hijos. En una conversaci¨®n este febrero con EL PA?S, record¨® que el lugar era como ¡°una f¨¢brica, con nuestro trabajo como fuente de ingresos para las monjas¡±. Con el fallo en la mano, dice esto: ¡°Trabajamos para empresas conocidas, para el Gobierno y hasta la Casa Real holandesa, que no nos digan que eso no puede reconocerse¡±. Las monjas recib¨ªan pedidos de lavander¨ªa y costura tambi¨¦n por parte de hospitales y el ej¨¦rcito, y las ¡°chicas¡±, como eran llamadas, deb¨ªan trabajar en silencio. Perd¨ªan su identidad puesto que su nombre era sustituido por un n¨²mero, y solo descansaban los domingos. ¡°La ma?ana del s¨¢bado segu¨ªa siendo de trabajo regular. La tarde se reservaba a la limpieza de suelos, de rodillas¡±, recuerda Vissers. Cuando llegaba la hora de reintegrarse en la sociedad, se les conminaba a no contar lo que hab¨ªan vivido en el centro.
Las chicas eran internadas en su adolescencia o juventud, y pod¨ªan ser enviadas por sus familias, el juez, el equivalente a lo que hoy ser¨ªan los servicios sociales o la polic¨ªa. Los motivos eran variados: un embarazo estando solteras, una familia desestructurada o en la pobreza, problemas de adaptaci¨®n o bien tener antecedentes penales. La orden religiosa no rend¨ªa cuentas y el Estado no supervis¨® lo que ocurr¨ªa de puertas adentro. Una vez libres, cargaban con el estigma de haber estado encerradas. Por los cinco conventos implantados en Pa¨ªses Bajos desde 1876, pasaron en total 15.000 muchachas entre 11 y 21 a?os. Quedan tres religiosas holandesas, de 94, 96 y 103 a?os.
El cariz del trato recibido ha sido matizado por el tribunal. Los jueces se?alan que no era el mismo en todos los conventos, ¡°seg¨²n se desprende de los informes elaborados a petici¨®n del Gobierno, que muestran cambios entre 1951 y 1979¡±. Por otro lado, ¡°las declaraciones de las afectadas indican diferentes situaciones para cada una¡±. El grupo de 19 mujeres rechaza la interpretaci¨®n judicial, y aseguran que ¡°la realidad era igual de mala en todos los conventos a lo largo del tiempo¡±. Liesbeth Zegveld, su abogada, lamenta que el tribunal ¡°no haya reconocido el trabajo forzado como un hecho institucional, un delito de naturaleza colectiva, y pretenda que estas mujeres demuestren de una en una el da?o emocional sufrido¡±. Se pregunta si ser¨ªa concebible que ¡°las v¨ªctimas de algo as¨ª, o bien de esclavitud, que es otro de los delitos contra los derechos humanos, tuvieran que probar cada una sus traumas para ser reconocidas¡±. Y a?ade: ¡°Este es un caso de negaci¨®n de la identidad. Ellas no sab¨ªan que lo que padec¨ªan era delictivo y han necesitado a?os para poder demandar. Desconoc¨ªan el nombre de las dem¨¢s y les cost¨® encontrarse. Era preciso hacer p¨²blico su padecer, algo que cost¨® d¨¦cadas, y que fuese reconocido como trabajos forzados¡±. Durante el proceso, la jurista explic¨® que tanto la Convenci¨®n Internacional del Trabajo, como la Convenci¨®n Europea de Derechos Humanos eran aplicables.
La versi¨®n de la congregaci¨®n
En 2019, un informe elaborado por dos expertos en derecho social y laboral, se?al¨® que la situaci¨®n en los conventos de las Hermanas del Buen Pastor encajaba ¡°en la definici¨®n de trabajos forzados seg¨²n las normas internacionales¡±. En 2020, la congregaci¨®n se disculp¨® por lo ocurrido, aunque calific¨® de ¡°terapia¡±, las labores de lavander¨ªa y costura. Ese mismo a?o, el Gobierno las consider¨® v¨ªctimas de violencia y present¨® sus excusas. La abogada admite que han pasado m¨¢s de 30 a?os y el caso ha prescrito, pero los jueces no se han puesto de acuerdo sobre si algunas mujeres sufrieron trabajos forzados y otras no. ¡°La sentencia deja abierta esa posibilidad, que desarrollaremos en la demanda para reclamar la excepcionalidad de lo ocurrido. Tambi¨¦n presentaremos cada caso con sus sufrimientos personales¡±. Los letrados de la orden alegaron que el caso hab¨ªa prescrito y lo ocurrido no se pod¨ªa juzgar con las perspectiva actual
La orden existe tambi¨¦n en Francia. En Irlanda, formaron parte de las comunidades religiosas a cargo de las llamadas Lavander¨ªas de la Magdalena, que aplicaron unas normas similares de trabajo hasta mediados del siglo XX. En 2013, el Gobierno irland¨¦s acord¨® compensaciones de entre 11.500 y 100.000 euros para las mujeres que fueron encerradas en los a?os sesenta y setenta. El caso holand¨¦s figur¨® en 2011 en un apartado del informe oficial sobre los abusos en el seno de la Iglesia cat¨®lica holandesa desde 1945. Ese trabajo, encargado por el Ejecutivo, cifr¨® entre 10.000 y 20.000 las v¨ªctimas de abusos sexuales. Las muchachas del Buen Pastor no han denunciado ese tipo de agresiones ¨ªntimas, sino explotaci¨®n laboral y maltrato. En 2018, su caso lleg¨® a un p¨²blico m¨¢s amplio a trav¨¦s de una investigaci¨®n publicada por el rotativo NRC Handelsblad. Otro grupo de supervivientes, formado por unas 250 mujeres, han preferido no acudir a los tribunales. Consideran suficientes las disculpas de la orden y del Ejecutivo, as¨ª como el monumento que recuerda su dolor. Instalado en el terreno de uno de los antiguos conventos, tiene una placa que dice lo siguiente: ¡°N¨®mbrame, reconoce que existo¡±.
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