El piso de los abusos del cura Mart¨ªn Vigil en Madrid, el lugar donde acud¨ªan los chicos que le escrib¨ªan de toda Espa?a
Tres nuevos testimonios elevan a ocho las acusaciones de pederastia contra el sacerdote escritor que triunfaba en los sesenta con novelas de adolescentes. ¡°Pon¨ªa su direcci¨®n y su tel¨¦fono al final del libro. Yo ten¨ªa muchos problemas y le llam¨¦. Muchos menores acabamos as¨ª en sus manos¡±, se?ala una v¨ªctima
EL PA?S puso en marcha en 2018 una investigaci¨®n de la pederastia en la Iglesia espa?ola y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce alg¨²n caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en Am¨¦rica Latina, la direcci¨®n es: abusosamerica@elpais.es.
©¤©¤©¤©¤©¤©¤©¤©¤©¤
Sandra era una chica de 15 a?os con problemas y un libro marc¨® su adolescencia en los a?os ochenta. Era La vida sale al encuentro, del sacerdote Jos¨¦ Luis Mart¨ªn Vigil, publicado en 1955 y un superventas durante d¨¦cadas. ¡°Mi familia era complicada. Me refugiaba en la lectura. El libro me toc¨® much¨ªsimo. Me imaginaba qu¨¦ me dir¨ªa a m¨ª el protagonista del libro, el padre Urcola, c¨®mo me ayudar¨ªa con mis problemas. Y hab¨ªa algo llamativo en sus libros, al final aparec¨ªa su direcci¨®n y su tel¨¦fono. Viv¨ªa en Madrid, en la calle Vel¨¢zquez. As¨ª echaba la ca?a para pescar a sus v¨ªctimas. As¨ª acabamos muchos menores en sus manos, sobre todo chicos, pero tambi¨¦n alguna chica, como yo¡±. Este peri¨®dico ha comprobado en los viejos libros del sacerdote que, en efecto, en algunas ediciones aparece su direcci¨®n en las ¨²ltimas p¨¢ginas. Incluso la de su domicilio anterior en Oviedo, en la calle Ur¨ªa, donde residi¨® hasta 1967, aproximadamente, cuando se traslad¨® a Madrid, a una lujosa vivienda del barrio de Salamanca. Sandra, nombre ficticio de esta mujer de 53 a?os que no desea revelar su identidad, le llam¨® un d¨ªa desde una cabina.
¡°Fue muy simp¨¢tico, y enseguida empez¨® a hacerme preguntas. Era un fin de semana y me pregunt¨® si estaba con mis amigos. Le dije que no ten¨ªa amigos. Y contest¨®: ¡®Pues a partir de ahora tienes un amigo¡¯. Y quedamos en que ir¨ªa a su casa la semana siguiente¡±. Recuerda el d¨ªa exacto de la cita, en marzo de 1985. ¡°Me dijo que me acordar¨ªa siempre de esa fecha, porque ser¨ªa muy importante para m¨ª el d¨ªa en que nos conocimos¡±. Y as¨ª fue, al llamar a aquella puerta entr¨® en una pesadilla que marc¨® su vida. Acusa a Mart¨ªn Vigil, fallecido en 2011, de haber abusado de ella desde que ten¨ªa 15 a?os, en una relaci¨®n de manipulaci¨®n, de completa dependencia, que se alarg¨® varios a?os, ya en la edad adulta, hasta que fue capaz de romperla. Asegura que vio pasar muchos menores por ese piso, y a algunos a los que Mart¨ªn Vigil pagaba. Sandra afirma que llevaba a?os queriendo contarlo y se decidi¨® al ver el art¨ªculo de EL PA?S que revelaba por primera vez las acusaciones de pederastia contra el cura escritor y c¨®mo fue encubierto por la Iglesia. Lo ha denunciado a la comisi¨®n de investigaci¨®n del Defensor del Pueblo sobre los abusos de menores en la Iglesia. ¡°Me ha costado muchas horas de psic¨®logos llegar hasta aqu¨ª¡±.
¡°Le escrib¨ªan muchos chavales y chavalas de todas partes. Era muy f¨¢cil contactar con ¨¦l¡±, explica Sandra, que seg¨²n su relato frecuent¨® la casa de Mart¨ªn Vigil durante a?os. Sus libros, muy de moda en esos a?os, eran un im¨¢n para muchos j¨®venes. Una de sus novelas, Cierto olor a podrido, de 1962, con la foto de un chico melanc¨®lico en la cubierta, habla de las ¡°ovejas negras¡± y el ¡°hijo solo e incomprendido¡±. ¡°Era muy listo, porque trataba a muchos adolescentes, pero sab¨ªa buscar sus v¨ªctimas entre los que ten¨ªan problemas, estaban aislados, o eran de familia humilde¡±. En internet, de hecho, abundan los comentarios de personas que le escribieron y guardan buen recuerdo del sacerdote.
¡°?l fijaba las citas, lo ten¨ªa organizado, yo era la chica de los jueves. Me dec¨ªa que no lo comentara con nadie, porque los adultos no iban a entender lo nuestro, que era muy especial. Y era sacerdote, era famoso, muy culto, hablaba muy bien, te convenc¨ªa de que era algo correcto¡±. El sacerdote, que fue expulsado por los jesuitas en 1958 tras recibir denuncias pero sigui¨® siendo cura, se instal¨® en Madrid hacia 1967 y, como cuenta en varios de sus libros, se relacion¨® con menores de barrios desfavorecidos y de la delincuencia juvenil, el mundo quinqui. En sus memorias, Los d¨ªas contados (1990), Mart¨ªn Vigil explica que la primera novela que escribi¨® en Madrid, Sentencia para un menor, ¡°hizo furor en c¨¢rceles y reformatorios¡± y luego empez¨® a recibir visitas y cartas de ¡°cierto tipo de personal adolescente¡± que quer¨ªa contactar con ¨¦l.
¡°Ven¨ªan muchos chicos chaperos¡±, afirma Sandra. ¡°Tras mi primera visita, donde ya me despidi¨® con un beso en la boca, empec¨¦ a verle todos los fines de semana y cada vez iba a m¨¢s. Pensaba que ¨¦ramos como una pareja, aunque ¨¦l ten¨ªa 65 a?os y yo 15. Un d¨ªa me dijo que est¨¢bamos tan unidos que sobraba la ropa, y yo le iba diciendo a todo que s¨ª. Cuando est¨¦s preparada, me vas a hacer muy feliz, me dec¨ªa. Yo era virgen, lo hice por primera vez, no ten¨ªa ni idea de nada. Era una relaci¨®n de poder. Mi vida se convirti¨® en ir a verle el fin de semana. Luego un d¨ªa me dijo que le gustaban los ni?os, y que le gustar¨ªa compartirlo conmigo. As¨ª acab¨¦ con ¨¦l y un chico en la cama. En total, en ese periodo pasaron cuatro o cinco chicos de mi edad, eran chaperos, les pagaba mil pesetas, hasta que yo dije que no quer¨ªa hacer eso m¨¢s¡±.
Adem¨¢s de Sandra, este diario ha contactado con otras dos personas, esta vez hombres, que se unen a las acusaciones contra Mart¨ªn Vigil. En total, con los casos ya destapados, ascienden a ocho a lo largo de tres d¨¦cadas desde 1958 a los a?os ochenta. El recuento de este peri¨®dico de los casos de pederastia en la Iglesia espa?ola, el ¨²nico existente ante la ausencia de datos oficiales, suma en este momento 953 acusados y 1.802 v¨ªctimas. La Conferencia Episcopal se niega desde hace a?os a revelar cu¨¢ntos conoce.
El arzobispado de Oviedo oculta su informaci¨®n del caso
Los jesuitas expulsaron a Mart¨ªn Vigil de la orden en 1958 tras recibir dos denuncias de abusos en Salamanca, pero no lo denunciaron ni consta que lo comunicaran a la di¨®cesis de Oviedo, su ciudad natal, a donde se traslad¨® despu¨¦s. Seg¨²n el testimonio de un exalcalde de la capital asturiana, otros dos j¨®venes le acusaron en el arzobispado hacia 1964, lo que motiv¨® su expulsi¨®n de la di¨®cesis. Sin embargo, la sede episcopal de Oviedo no contesta a las preguntas de este diario desde hace m¨¢s de dos semanas, ni aclara lo que sabe sobre Mart¨ªn Vigil. Tan solo ha precisado que no le constan denuncias contra ¨¦l, pero no quiere explicar si conoci¨® sus abusos, al margen de denuncias formales, ni si los jesuitas le informaron de sus antecedentes, ni la raz¨®n de su marcha, ni si fue expulsado o se march¨® voluntariamente, ni hasta cu¨¢ndo estuvo adscrito a su di¨®cesis y, por tanto, bajo su responsabilidad. La archidi¨®cesis de Madrid s¨ª precisa que nunca se incardin¨® en su territorio. Mart¨ªn Vigil siempre dijo que segu¨ªa siendo cura y no consta que fuera secularizado. De hecho, fue la propia archidi¨®cesis de Oviedo la que dio noticia de su muerte en 2011.
Enrique, que ahora tiene 70 a?os y tampoco desea revelar su nombre real, fue otro de esos adolescentes que escribi¨® a Mart¨ªn Vigil. ¡°Vengo de una familia muy dura, tremendamente autoritaria, y en la adolescencia lo pas¨¦ fatal. Atra¨ªdo por sus novelas, comenc¨¦ un intercambio de cartas con ¨¦l¡±, relata. Explica que esa correspondencia le fue de gran consuelo y despu¨¦s de dos o tres a?os aprovech¨® un viaje a Madrid para ir a visitarle. Era 1969 ten¨ªa 16 a?os. ¡°Me condujo a su despacho, nos sentamos en un sof¨¢ y casi sin pre¨¢mbulos empez¨® a introducir sus dedos entre los botones de mi camisa y a tocarme un pez¨®n. Para m¨ª fue una sorpresa, y muy violento, en nuestras cartas nunca hubo ninguna alusi¨®n sexual, pero tuve el reflejo de levantarme y salir corriendo de su casa¡±. Enrique recuerda que fue un mazazo para ¨¦l, ¡°acentu¨® mi sensaci¨®n de soledad y desvalimiento¡±. ¡°Lo que ocurri¨® y c¨®mo ocurri¨® me hace pensar que iba loco a por los adolescentes, debi¨® de haber muchos como yo¡±, concluye. Tambi¨¦n lo ha comunicado al Defensor del Pueblo. Adem¨¢s ha escrito a la asociaci¨®n de antiguos alumnos del colegio jesuita Ap¨®stol Santiago de Vigo, donde Mart¨ªn Vigil fue profesor, que custodia su archivo, incluida su correspondencia. Ha pedido que le devuelvan sus cartas, pero afirma que la asociaci¨®n le ha respondido, de forma brusca, que no las conservan.
El caso que relata J. M. G. D., que hoy tiene 81 a?os, denota a¨²n m¨¢s temeridad por parte de Mart¨ªn Vigil, ni siquiera le conoc¨ªa. Y evidencia que ya se comportaba as¨ª muchos a?os antes, pues se remonta a 1962, cuando el cura estaba en Oviedo y daba misa en la iglesia de San Juan del Real, en pleno centro. Esta persona ten¨ªa entonces entre 20 y 21 a?os (la minor¨ªa de edad en esa ¨¦poca era hasta los 21 a?os): ¡°Hab¨ªa ido a Oviedo a ver a un familiar y fui a la iglesia de San Juan del Real. Sali¨® un sacerdote y entablamos conversaci¨®n. Era simp¨¢tico, y me cont¨® que en esa iglesia se hab¨ªa casado Franco, y si quer¨ªa me ense?aba el acta matrimonial. No ten¨ªa otra cosa que hacer y lo segu¨ª a la sacrist¨ªa. Nada m¨¢s pasar el umbral cerr¨® la puerta y me abraz¨®. Pens¨¦ que era un cura afectuoso, pero luego abri¨® un libro sobre una mesa y mientras me lo mostraba empez¨® a palparme la entrepierna y me dijo: ¡®Qu¨¦, ?no se te levanta?¡¯. Sal¨ª de all¨ª corriendo. Pens¨¦ muchas veces en que si lo hizo conmigo, que me pod¨ªa defender, qu¨¦ habr¨ªa hecho con un chaval m¨¢s indefenso¡±. Lo reconoci¨® en la foto que public¨® EL PA?S. Pero hay m¨¢s. J. M. G. D., que era creyente, luego se lo cont¨® a un sacerdote de confianza. Era un cura de Santiago de Compostela y le pidi¨® que informara al arzobispado e hicieran algo. Entonces el arzobispo de la ciudad era Fernando Quiroga, cardenal y primer presidente de la Conferencia Episcopal en 1966. Pero a esta persona, que tambi¨¦n ha contactado con el Defensor del Pueblo, nunca le informaron de qu¨¦ medidas hab¨ªan tomado.
En resumen, seg¨²n la informaci¨®n y los testimonios recabados, tres instituciones cat¨®licas supieron de los abusos de Mart¨ªn Vigil entre los a?os cincuenta y sesenta y no lo denunciaron, simplemente fue cambiando de ciudad: los jesuitas, el arzobispado de Oviedo y el de Santiago de Compostela. El encubrimiento es uno de los grandes agujeros negros en el esc¨¢ndalo de la pederastia en la Iglesia espa?ola, que ni lo admite ni quiere investigarlo. EL PA?S ha publicado casos que ponen bajo sospecha a 39 obispos y superiores religiosos, sin ninguna consecuencia. En el caso de Mart¨ªn Vigil, otros menores pagaron en las d¨¦cadas siguientes la inacci¨®n de la Iglesia.
Mart¨ªn Vigil tuvo una denuncia de pederastia en 1976, que fue archivada, seg¨²n han publicado diversos medios, y Sandra a?ade que, en torno a 1988, el religioso recibi¨® una brutal paliza. Seg¨²n recuerda, un chico y una chica se escaparon de un centro de menores y fueron a su casa, y al volver dijeron que hab¨ªan sufrido abusos. A los pocos d¨ªas se presentaron algunos familiares en casa del escritor, le esperaron en el portal y le agredieron violentamente. ¡°Le dejaron tales secuelas que le tuvieron que operar dos veces¡±, se?ala Sandra. Un a?o antes, en 1987, el novelista particip¨® en un curioso suceso: la devoluci¨®n de unos grabados de Picasso robados, que recuper¨® en secreto de confesi¨®n y entreg¨® a la polic¨ªa. Cont¨® que el ladr¨®n era un joven que se hab¨ªa puesto en contacto con ¨¦l, a trav¨¦s de la gente de su edad que frecuentaba.
Sandra por fin se alej¨® del cura, pero durante a?os a¨²n siguieron hablando por tel¨¦fono. ¡°Intent¨¦ romper contacto con ¨¦l, sin conseguirlo, siempre volv¨ªa a caer en su red. Es muy dif¨ªcil de explicar a quien no ha vivido algo as¨ª¡±, reflexiona. ¡°Un d¨ªa le escrib¨ª diciendo que era consciente de lo que hab¨ªa hecho conmigo y que no quer¨ªa volver a tener contacto con un ser as¨ª¡±. Despu¨¦s, a ra¨ªz de esta experiencia, ha tenido tratamiento psicol¨®gico hasta la actualidad.
A ra¨ªz de la paliza que recibi¨®, Mart¨ªn Vigil se cambi¨® de casa y a finales de los ochenta dej¨® su piso en la calle Vel¨¢zquez. En este edificio nadie parece recordarle ya, tras preguntar a una decena de vecinos. Aunque todav¨ªa, a d¨ªa hoy, siguen lleg¨¢ndole cartas a esa direcci¨®n.
Si conoce alg¨²n caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en Am¨¦rica Latina, la direcci¨®n es: abusosamerica@elpais.es.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.