Las claves del discurso de Rubiales: culpar a Jenni Hermoso, denunciar una campa?a en su contra y apoyarse en sus fieles
Las palabras del presidente de la Real Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol, acorralado por el clamor de una sociedad que no permite agresiones a las mujeres, reflejan c¨®mo se ejerce el poder desde el patriarcado y protegido por una sensaci¨®n de impunidad
¨DEn el momento en que apareci¨® Jenni, ella me levant¨® a m¨ª del suelo, me cogi¨®, pues, por las caderas, por las piernas, no recuerdo bien. Me levant¨® del suelo que casi nos caemos, y al dejarme en el suelo nos abrazamos. Ella fue la que me subi¨® en brazos y me acerc¨® a su cuerpo, nos abrazamos, y yo le dije: ¡°Olv¨ªdate del penalti, has estado fant¨¢stica, sin ti no habr¨ªamos ganado este mundial¡±. Ella me contest¨® ¡°eres un crack¡± y yo le dije ¡°?un piquito?¡±, y ella me dijo ¡°vale¡±.
Esos segundos de la declaraci¨®n este viernes de Luis Rubiales condensan gran parte de qu¨¦ ha sido y qu¨¦ implica su discurso ante la Asamblea de la Real Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol (RFEF) de la que es presidente: la extensi¨®n de aquel agarre de test¨ªculos en el palco, el beso no consentido a Jenni Hermoso en el centro del campo mientras el mundo miraba, c¨®mo se tiene y se ejerce el poder desde el machismo, con impunidad, y c¨®mo, ante el se?alamiento y la cr¨ªtica de una sociedad que ya no es la misma, la contrarreacci¨®n.
El todav¨ªa presidente de la RFEF ha ido cumpliendo cada paso de lo que el feminismo lleva a?os analizando, estudiando y poniendo sobre la mesa, los c¨®digos del machismo: las estrategias con las que escapar de la reprobaci¨®n y la huida del cambio de percepci¨®n social sobre la violencia contra las mujeres en cualquiera de sus formas y en cualquiera de sus grados que se ha producido en Espa?a en los ¨²ltimos a?os. Tambi¨¦n los subterfugios con los que seguir reafirm¨¢ndose en sus propios c¨®digos, los patriarcales, que tambi¨¦n usa la ultraderecha como parte de su discurso antifeminista. Uno de ellos, quiz¨¢s el m¨¢s extendido y el que a¨²n se ejerce de forma m¨¢s habitual dentro de la llamada cultura de la violaci¨®n, es la revictimizaci¨®n que supone la culpabilizaci¨®n de la propia v¨ªctima, hacerla completa o parcialmente responsable de un hecho del que el ¨²nico responsable es quien lo comete: ¡°Ella me levant¨® a m¨ª del suelo¡±, ¡°ella fue la que me subi¨® en brazos y me acerc¨® a su cuerpo¡±, ¡°ella me dijo vale¡±. Ella.
Rubiales no solo ha intentado hacer un descargo de responsabilidad en Jenni Hermoso. La ha acusado, sin ser expl¨ªcito, de mentir. ¡°Todo el mundo lo entendi¨® como una an¨¦cdota, y lo m¨¢s importante, ella dijo que era una an¨¦cdota, y del ¡°no pasa nada¡± empiezan todas estas presiones, al silencio de la jugadora, y a un comunicado que yo no termino de entender¡±. Y no ha sido la ¨²nica cuesti¨®n a la que ha hecho referencia relacionada con una visi¨®n obsoleta y err¨®nea de c¨®mo funciona la violencia sexual, sobre todo dentro de las relaciones de poder.
Culpar no solo a Hermoso, sino a aquellos que han se?alado lo que hizo: los medios, ¡°controlados¡± por el ¡°falso feminismo¡±, la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda D¨ªaz, la ministra de Igualdad, Irene Montero, la de Derechos Sociales, Ione Belarra.
Intentar minimizar el acto en s¨ª: ¡°El beso¡ El pico, m¨¢s un pico que un beso¡±.
Explicarlo con la inevitabilidad del momento, achacarlo a las emociones e insistir en el consentimiento que medi¨®: ¡°Fue un beso espont¨¢neo, mutuo, euf¨®rico y consentido¡±.
Arg¨¹ir el espacio en el que se dio para refrendar la idea de que depende de d¨®nde sea, un mismo hecho puede o no puede constituir una forma de violencia, en cualquiera de sus grados, o puede o no tener implicaciones sexuales y que de eso depende si es o no reprobable: ¡°Por supuesto, quien vea el v¨ªdeo entender¨¢ que ante 80.000 personas, ante millones de personas de manera televisada, ante toda la gente que hab¨ªa all¨ª, parte de mi familia, mis hijas, el deseo que pod¨ªa tener en ese beso era exactamente el mismo que pod¨ªa tener d¨¢ndole un beso a una de mis hijas, ni m¨¢s ni menos. No hay deseo, no hay posici¨®n de dominio¡±. Pocos espacios pueden llegar a tener m¨¢s poder para la exenci¨®n de responsabilidad, para la impunidad, que los p¨²blicos, porque es ah¨ª donde se han normalizado infinidad de actos: un tocamiento de culo, un hombre que se pega a una mujer en el transporte p¨²blico, quienes se acercan por la calle caminando al paso de una mujer y le espetan lo que antes se entend¨ªan por piropos y ahora se revelan como acoso.
Achacar a la relaci¨®n que se tiene con la o las personas contra la que se cometen los actos para explicar el propio acto, entendiendo como una extensi¨®n de la relaci¨®n previa el derecho y la libertad para, en este caso, dar un beso: ¡°Yo tengo una gran relaci¨®n con todas las jugadoras, hemos sido una familia y tuvimos momentos cari?os¨ªsimos en esta concentraci¨®n¡±.
Sin embargo, y en contraposici¨®n, por lo que s¨ª ha pedido perd¨®n fue por agarrarse los test¨ªculos, y a quien s¨ª se lo ha pedido, ¡°sin paliativos¡±, ha sido a ¡°su Majestad, la Reina, a la Infanta, a la Casa Real y a todo aquel que se haya sentido ofendido un gesto poco edificante en ese aspecto mis m¨¢s sinceras disculpas¡±. Es tambi¨¦n sintom¨¢tico de c¨®mo funcionan las estructuras de poder: disculparse en la cadena jer¨¢rquica hacia arriba, pero no hacerlo con quien, en esa jerarqu¨ªa, est¨¢ por debajo.
Aun as¨ª, el argumento de Rubiales, tambi¨¦n usado habitualmente en torno a la violencia sexual, como con el beso, ha sido achacarlo a la ¡°euforia¡±, es decir, aludir a las emociones para justificar la inevitabilidad de un acto: ¡°Me emocion¨¦ much¨ªsimo, mucho, hasta el punto de perder el control y llevarme la mano ah¨ª¡±.
El cu¨¢ndo y por qu¨¦ lo hizo responde tambi¨¦n a otro de los ejes del patriarcado, la connivencia de los iguales, el refugio de lo que el feminismo te¨®rico llama ¡°la fratr¨ªa¡±. Porque seg¨²n Rubiales, ese momento entre su mano y los test¨ªculos tuvo que ver con la reacci¨®n desde el campo de Jorge Vilda, el entrenador de la selecci¨®n: ¡°Nada m¨¢s ganar el Mundial, tu primera reacci¨®n fue girarte al palco y dedic¨¢rmelo, y decirme as¨ª varias veces [hace Rubiales un gesto de se?alar como si estuviera diciendo ¡°t¨², t¨², esto es tuyo¡±] y yo te dije ¡°t¨², t¨²¡±, y en ese momento te hice esa se?a de ¡®ole tus huevos¡¯, con perd¨®n¡±.
La selecci¨®n espa?ola gana el Mundial de F¨²tbol femenino y tanto el presidente de la RFEF como el entrenador de esa selecci¨®n tienen como primer gesto, seg¨²n lo que ha contado Rubiales, dedic¨¢rselo el uno al otro. De hombre a hombre. Y de hombre a hombres es tambi¨¦n donde Rubiales ha elegido hacer su discurso. Tambi¨¦n importa el foro.
Sus primeras frases estuvieron dedicadas a quienes le han enviado ¡°muchos, much¨ªsimos mensajes¡± de apoyo. Algunos de ellos, seg¨²n ¨¦l, estaban sentados en esa sala, pero se han visto ¡°silenciados¡± por ¡°presiones¡±. Ha hablado de la ¡°persecuci¨®n¡± que se da contra ¨¦l desde hace cinco a?os. Ha nombrado al seleccionador, Jorge Vilda, como parte perseguida: ¡°Hemos sufrido mucho, Jorge, hemos tragado mucho¡±. Convertirse en v¨ªctima tambi¨¦n es uno de esos c¨®digos patriarcales para eludir el rechazo social y refrendar sus propias acciones. Y ah¨ª se ha visto arropado por algunos de quienes le eligieron, se ha visto refrendado cuando ha dicho ¡°falso feminismo¡±, cuando le ha achacado el ¡°asesinato social¡± que ¡°se est¨¢ ejecutando¡±. Ah¨ª ha habido quienes le han aplaudido. Lo han hecho varias veces.
Entre ellas, las cinco ocasiones que ha pronunciado el ¡°no voy a dimitir¡±. Lo ha gritado. En el tono de esa sentencia estaba todo lo que ha dicho antes, todo lo que ha dicho despu¨¦s, y todo lo que trasluce e implica lo que ha dicho: que a¨²n hay quienes no quieren moverse del pasado, aunque la realidad les arrolle. ¡°A m¨ª se me est¨¢ tratando de matar, y voy a decir una cosa m¨¢s all¨¢ de mi situaci¨®n personal como espa?ol, tenemos que hacer una reflexi¨®n de hacia d¨®nde vamos¡±, ha espetado Rubiales.
La sociedad viene haciendo esa reflexi¨®n desde hace a?os, lo ha hecho empujada y acompa?ada de la mano del feminismo. Para ¨¦l es uno ¡°falso¡±, ¡°una gran lacra en este pa¨ªs¡±. Pero ha sido ese feminismo por el que hoy la sociedad ya no permite las cuestiones que este viernes le han llevado donde est¨¢.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.