El esfuerzo de las cajeras en tiempos de pandemia
200.000 empleados de la distribuci¨®n alimentaria mantienen la actividad para asegurar los suministros
¡°Es el fin del mundo. Os necesitamos¡±. Unos d¨ªas antes de que se decretase el estado de alarma, Charo Torres, cajera y reponedora en A Coru?a, recibi¨® este mensaje de su jefa. Su superior se refer¨ªa a la situaci¨®n que viv¨ªa el supermercado y preguntaba a ella y sus compa?eros si pod¨ªan trabajar m¨¢s d¨ªas, pese a tener un contrato de menos horas. ¡°La cantidad de gente que hemos atendido ha sido abrumadora¡±, asegura Torres mientras hace hincapi¨¦ en que han triplicado las ventas de una jornada de campa?a de Navidad. M¨¢s de una semana despu¨¦s, Torres tiene la espalda contracturada, est¨¢ af¨®nica y ha pasado muchos d¨ªas sin dormir. ¡°Cuando llegaba a casa segu¨ªa escuchando el clic de las tarjetas de cr¨¦dito al cobrar con el dat¨¢fono o el plim plim plim de la megafon¨ªa llam¨¢ndonos o explicando las medidas de seguridad. A veces, mientras trabajaba me costaba respirar o no me notaba las manos¡±, afirma esta mujer de 26 a?os que compagina su labor en un supermercado con la preparaci¨®n de unas oposiciones.
Su relato no es excepcional. Entre el personal que atiende las cajas de los supermercados e hipermercados, un colectivo abrumadoramente femenino, todas emplean palabras comunes para describir c¨®mo viven una epidemia que las ha situado, junto con los sanitarios, en el ojo del hurac¨¢n. Seg¨²n datos de Asedas, la patronal de los supermercados que representa m¨¢s de dos tercios de la distribuci¨®n alimentaria en Espa?a, sus asociados emplean a unas 200.000 personas entre puestos de atenci¨®n al p¨²blico y de reposici¨®n. De ellas, una parte importante es el personal de cajas, aunque es imposible saber el n¨²mero exacto.
Miedo es una de esas palabras recurrentes en boca de las cajeras, pero antes aparecen otras como estr¨¦s, agobio o incertidumbre. ¡°Muchas tenemos jaquecas¡±, se?ala Ana Bel¨¦n Casado, una madrile?a de 46 a?os que trabaja desde hace 27 en un hipermercado de Alcorc¨®n. Y la preocupaci¨®n, a?ade, no se acaba con la jornada laboral: ¡°Cuando llegas a tu casa y cruzas la puerta no sabes si eres portadora del virus y vas a llevarlo a tu familia¡±. Casado, miembro del comit¨¦ de empresa y delegada de prevenci¨®n, ahora dedica casi sus 20 horas semanales de contrato a supervisar que se cumplen las medidas de seguridad. ¡°Cuando esto empez¨® fue un poco ca¨®tico para todo el mundo: para la empresa, para nosotras y tambi¨¦n para los clientes¡±, narra. Ahora la situaci¨®n es diferente y cree que las trabajadoras ¡°se sienten protegidas, siempre teniendo en cuenta que es la primera vez que luchamos contra algo as¨ª¡±.
Reyes Juan, madrile?a de 50 a?os, describe la nueva cotidianidad para muchas cajeras: ¡°La mascarilla agobia mucho; las gafas se te empa?an, te las tienes que quitar y te pica la cara..., yo creo que es peor¡±. Pero aun as¨ª ella se pone la protecci¨®n que su empresa le ha facilitado ¡ª¡°son sencillitas; si no hay para sanitarios, imag¨ªnate para nosotras¡±¡ª porque su hija la anima a hacerlo y ¡°porque es una manera de proteger a los dem¨¢s, adem¨¢s de protegerse uno mismo¡±. Su jornada comienza sobre las nueve de la ma?ana en un metro en el que se tiene que cruzar Madrid de sur a norte. ¡°Hay bastante educaci¨®n, aunque a veces tambi¨¦n te tienes que levantar porque se te sienta alguien al lado¡±, apunta. A fin de cuentas, la situaci¨®n no es muy diferente de lo que se encuentra luego en la caja. ¡°Hay de todo. Lo normal es que los clientes sean comprensivos y guarden la distancia de seguridad, pero siempre hay quien va a su bola¡±, se?ala. ¡°Nosotras se lo decimos, no nos cortamos ya nada porque ah¨ª va el bien de todos¡±, a?ade.
Tara Casas, de 33 a?os, define como ¡°inhumano¡± el comportamiento de muchas personas. ¡°Ves compras en condiciones, gente con carros grandes, pero al igual que ves esos carros hay quien baja todos los d¨ªas varias veces¡±, explica esta madrile?a que trabaja desde hace ocho a?os en un supermercado del distrito madrile?o de Villa de Vallecas. A?ade que no le gusta ¡°estar en el foco para cobrar compras absurdas¡±, una queja com¨²n en todo el colectivo. Pero sobre ese sentimiento de ¡°rabia e impotencia¡±, se impone el de responsabilidad: ¡°Yo s¨¦ que es lo que tengo que hacer y salgo de mi casa para hacerlo¡±.
Bajas y cuarentenas
A Casas la declaraci¨®n del estado de alarma le pill¨® de vacaciones. Las compras de p¨¢nico de los d¨ªas previos la llevaron a ofrecerse para anular esos d¨ªas de permiso. Su empresa no lo acept¨®, pero a pesar de ello vio que no era momento para irse a la playa como ten¨ªa pensado. ¡°Deshice la maleta con l¨¢grimas¡±, cuenta. Pas¨® una semana m¨¢s en su piso, pr¨®ximo al s¨²per donde trabaja, encerrada con su marido y su hijo de 10 meses. El d¨ªa que volvi¨®, el pasado viernes, asegura que no sinti¨® miedo. ¡°El impacto fue ver a las compa?eras con mascarillas, con guantes..., eso s¨ª impresiona¡±, recuerda. Ahora lo que le preocupa es que ¡°ha ca¨ªdo gente¡±.
¡°Obviamente hay personas afectadas dentro de un colectivo tan amplio¡±, se?ala Ignacio Garc¨ªa Magarzo, director general de Asedas, pese a no disponer de cifras precisas. ¡°Se est¨¢n cumpliendo los protocolos respecto de los casos con s¨ªntomas, pero en nuestro sector, igual que en resto de la poblaci¨®n, a¨²n no es posible confirmar los casos con la agilidad que nos gustar¨ªa¡±, aclara. Manolo S¨¢nchez, de CC OO, apunta a que ¡°se est¨¢n empezando a ver problemas por bajas y cuarentenas¡± aunque se congratula de que todos los centros han puesto medidas de prevenci¨®n y seguridad, ¡°salvo excepciones¡±.
S¨¢nchez describe un sector ¡°con bastante carga de trabajo y de horarios¡± en situaciones normales. Problemas que la alarma sanitaria ha acentuado. Una cajera de Santiago de Compostela, que pide no ser identificada, se queja de que en su supermercado, adem¨¢s de reponer y cobrar en las cajas, estos d¨ªas tambi¨¦n limpian las instalaciones y los carros antes de la apertura y despu¨¦s del cierre. Un sobresfuerzo que se compensa con ¡°el subid¨®n¡± ¡ªas¨ª lo describe Torres, su colega de A Coru?a¡ª de que los clientes les agradezcan su trabajo y les dediquen palabras de ¨¢nimo. Entre lo peor, coinciden muchas, tambi¨¦n estos d¨ªas afloran el compa?erismo y la solidaridad. ¡°Quiz¨¢s a consecuencia de esto la gente se dar¨¢ cuenta de que el personal de supermercado es b¨¢sico para la supervivencia¡±, concluye Casado.
¡°El mandato era facturar, facturar y facturar¡±
¡°Avalanchas de gente en las que el personal se ve¨ªa desbordado y sin ninguna medida de prevenci¨®n¡±. As¨ª recuerda Manolo S¨¢nchez, de CC OO, las compras de p¨¢nico que se produjeron en los d¨ªas previos a la declaraci¨®n del estado de alarma. Las cajeras, por su parte, hablan de caos, empujones, filas de espera de decenas de carros para cobrar en caja... en suma, ¡°escenas que parec¨ªan sacadas de la pel¨ªcula Jumanji¡±, se?ala la madrile?a Tara Casas, a quien esos d¨ªas le pillaron de permiso pero dice que su tel¨¦fono ard¨ªa de fotos y v¨ªdeos mandados por compa?eras. ¡°El mandato era facturar, facturar y facturar. Todos los carros superaban los 200 euros¡±, recuerda la cajera de Santiago de Compostela que pide anonimato.
Seg¨²n un estudio de consumo de la consultora Nielsen, esa facturaci¨®n se dispar¨® en la semana del 9 al 15 de marzo. La que fue del cierre de los primeros centros escolares en algunas comunidades hasta el confinamiento general decretado por el Gobierno. Nielsen calcula que las ventas en el sector del gran consumo crecieron un 71% en esos siete d¨ªas con respecto a la semana anterior, ¡°una cifra nunca vista antes desde que se tienen registros¡±, apunta el estudio.
El crecimiento no fue igual en todos los productos. La compra de legumbres dispar¨® un 335% y la de pastas y arroces casi lleg¨® a cuadruplicarse con un 259%. El de celulosas para hogar, donde se encuadra el papel higi¨¦nico, fue el tercer segmento con mayor empuje: un 170% m¨¢s. Otros productos donde las ventas superaron el doble de la semana anterior fueron los aceites, conservas, pa?ales y los productos de higiene personal y femenina. En conjunto, la compra de alimentaci¨®n envasada subi¨® un 77,5% y la de productos frescos un 51,3%.
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