¡°No poder comprobar que los restos eran los de mi padre nos pesar¨¢ en la conciencia¡±
Cuatro lectores de EL PA?S comparten sus cartas dedicadas a sus familiares fallecidos en la serie 'Historias de la pandemia'
EL PA?S publica una selecci¨®n de las historias personales enviadas por los lectores sobre la pandemia. Cientos han respondido con sus relatos y experiencias a la invitaci¨®n de la redacci¨®n.
Pocos pens¨¢bamos c¨®mo la covid-19 cambiar¨ªa nuestras vidas cuando se comenz¨® a hablar de ella. Primero la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) declar¨® la pandemia global el 11 de marzo y, dos d¨ªas despu¨¦s, el Gobierno de Espa?a decretaba el estado de alarma. El virus se expand¨ªa por Espa?a, pero de manera muy especial por la Comunidad de Madrid, autonom¨ªa en la que resido. Desde entonces, he albergado gran parte de las 27 emociones que puede presentar un ser humano a excepci¨®n del aburrimiento, la diversi¨®n, el deseo sexual y el asco.
Comenc¨¦ el confinamiento con sorpresa y apreciaci¨®n est¨¦tica sobre la forma en la que el Gobierno central y el auton¨®mico estaban gestionando esta dif¨ªcil situaci¨®n. Me sent¨ªa igual al pensar en las medidas que pod¨ªan haber adoptado y no ejecutaron. Mi hija llevaba ya d¨ªas sin actividad escolar y su padre ten¨ªa que seguir trabajando, ya que su profesi¨®n est¨¢ entre las catalogadas como esenciales. Sal¨ªamos solo para lo m¨¢s importante y nos dividimos los cuidados a las personas dependientes de la familia. Era necesario cuidar de nuestro t¨ªo, recientemente salido de la UCI y que tiene m¨¢s de 80 a?os.
Esa responsabilidad no pod¨ªa quedar solo en su hermano, mi padre, ya que por su edad -ten¨ªa 76 a?os-, tambi¨¦n deb¨ªa protegerse del virus que d¨ªa a d¨ªa crec¨ªa de forma exponencial en la Comunidad de Madrid. Nos repartimos entre mi padre y yo las tareas, como hacer la compra o acompa?arle a las pruebas cl¨ªnicas, que no quedaron suspendidas hasta el d¨ªa 19 de marzo (el mismo 18 mi padre le acompa?¨® al hospital de Getafe a una extracci¨®n sangu¨ªnea). Apenas 48 horas despu¨¦s y con bastante incredulidad, mi padre comenzaba a presentar fiebre, que fue en aumento durante el fin de semana hasta alcanzar picos de 39,5 grados. El paracetamol solo bajaba ligeramente la temperatura, sin llegar a desaparecer por completo la fiebre. El descenso cada vez duraba menos tiempo.
Mientras los datos de contagiados y fallecidos segu¨ªan creciendo siendo impactantes y el n¨²mero de tel¨¦fono que se habilit¨® para dudas sobre la enfermedad resultaba ineficiente, me dirig¨ª un lunes por la ma?ana al centro de salud al que pertenec¨ªa mi padre. Quer¨ªa ver si era posible asistir a consulta, que un profesional le visitara en domicilio o, simplemente, que un m¨¦dico le llamase para valorar la situaci¨®n. Pero esa llamada no lleg¨® hasta transcurridas 48 horas de mi petici¨®n y en ese momento se le remiti¨® al hospital para que le hicieran anal¨ªtica y placa. Llev¨¦ a mi padre al hospital, ese fat¨ªdico 25 de marzo, en pleno pico de la pandemia. Jam¨¢s olvidar¨¦ las im¨¢genes que viv¨ª con horror. La sala de espera se hab¨ªa habilitado como zona de hospitalizaci¨®n para enfermos cuyo posible pron¨®stico era covid-19. Personas con m¨¢s de tres d¨ªas de hospitalizaci¨®n en esa sala conviv¨ªan con aquellos que acud¨ªamos por vez primera. Sin sillas para que se sentaran los enfermos, aquellos con m¨¢s suerte recib¨ªan su tratamiento o lo esperaban sentados en las sillas con respaldo reclinable que habitualmente est¨¢n en las habitaciones de hospitalizaci¨®n, otros en las sillas habituales de la sala de espera y otros ocupaban sillas de rueda.
Mi padre encontr¨® una silla de las habituales junto a la zona marcada como ¡°hospitalizaci¨®n¡±, donde vio c¨®mo una persona se desmayaba delante de ¨¦l, lo mismo que a ¨¦l le sucediera minutos despu¨¦s en el aseo. Yo esperaba en la calle, con doble protecci¨®n para evitar seguir aumentando la curva de contagios. Unas horas despu¨¦s y con cierto alivio, el personal m¨¦dico me informa de que le mandaban a casa con seguimiento hospitalario. Deber¨ªa permanecer en aislamiento y esperar la llamada de seguimiento que le realizaron a las 48 horas. Se apreci¨® cierta dificultad respiratoria, por lo que nos toc¨® volver al hospital para repetir pruebas. Volv¨ª a llevar a mi padre a la zona de urgencias y con temor de lo que nos esperar¨ªa, subimos la rampa de acceso andando, sin imaginar que ese 27 de marzo ser¨ªa el ¨²ltimo d¨ªa que volver¨ªa a pisar la calle.
Las medidas de seguridad eran m¨¢s estrictas. No esperaba de forma voluntaria en la calle, sino que ahora era la recomendaci¨®n del personal del hospital era dejar datos de contacto y esperar en el exterior. All¨ª estuve durante horas hasta que me notificaron que los par¨¢metros de la anal¨ªtica hab¨ªan empeorado bastante y que se iba a quedar hospitalizado en urgencias en espera de cama. Me autorizaron a llevarle art¨ªculos de uso personal y volv¨ª con algunos de ellos, como el cargador del m¨®vil para que, en la medida que fuera posible, estuviera en contacto con su familia. All¨ª me informaron que nos llamar¨ªan diariamente (mientras no subiera a planta) para informarnos de su estado.
Todas las ma?anas esperaba con ansia que mi tel¨¦fono sonara y que en ¨¦l se viera el t¨ªpico n¨²mero de centralita. O que la pantalla registrase un n¨²mero desconocido. La saturaci¨®n de oxigeno no era buena, lo que desde el principio le llev¨® al uso de mascarilla con reservorio. Durante ese fin de semana nos familiarizamos con t¨¦rminos como ¡°episodios de desaturaci¨®n¡±, ¡°infiltrado pulmonar¡± o con las distintas tipolog¨ªas de mascarillas de aportaci¨®n de oxigeno de alto rendimiento, mientras mi madre comenzaba a presentar tos bastante seca que iba en aumento. Al d¨ªa siguiente volv¨ª al centro de salud para que el personal m¨¦dico, al que diariamente le demostr¨¢bamos nuestra admiraci¨®n y agradecimiento sum¨¢ndonos a los aplausos colectivos, valorasen un nuevo posible caso.
Pasaron a mi madre a consulta y la auscultaci¨®n no gust¨® en absoluto. Nos remitieron de nuevo al hospital para realizar placa y anal¨ªtica. Volv¨ªa el miedo, la incertidumbre y la ansiedad por no saber que nos deparaba el futuro inmediato con las altas cifras de fallecidos que presentaba la Comunidad de Madrid. Los malos presagios nos volvieron a invadir: mi madre tambi¨¦n quedaba hospitalizada, presentaba neumon¨ªa y un posible trombo pulmonar.
Ese mismo d¨ªa mi padre no era ¡°apto¡± para pasar a UCI. Sent¨ª un dolor emp¨¢tico con todas esas familias de los fallecidos que como mi padre ten¨ªan m¨¢s de 75 a?os, con los que el personal sanitario tuvieron que ¡°optimizar recursos¡±. No pod¨ªan dar respuesta a mi pregunta de cu¨¢les eran los motivos por lo que no era apto¡ Las consecuencias de esta pandemia han sido m¨¢s latentes tras las d¨¦cadas de pol¨ªticas de recortes que el Partido Popular ha aplicado en la Comunidad de Madrid, situ¨¢ndonos con uno los peores datos en gasto de sanidad, y ratios de camas y camas/UCI entre las distintas comunidades aut¨®nomas. Todo esto ha provocado que se disponga de menos recursos, materiales y humanos, para poder hacer frente a los estragos que la covid-19 ha provocado en muchas familias.
Nunca olvidar¨¦ el 31 de marzo, cuando la tan ansiada llamada hospitalaria, que ahora se ten¨ªa que producir con duplicidad, indicaba que el estado de mi padre se estaba ¡°torciendo¡±. Volv¨ªa a presentar fiebre con picos superiores a 39,5?. Respiratoriamente estaba muy justo y no ¡°reaccionaba¡± a los tratamientos. Neumolog¨ªa le hab¨ªa revisado y hac¨ªa todo lo que pod¨ªa, pero experimentaba un deterioro progresivo importante, por lo que, si as¨ª lo deseaba y con todas las medidas de seguridad a nuestro alcance, nos gestionaban una visita para que pudi¨¦ramos estar con ¨¦l¡ Tras unos instantes de confusi¨®n entendimos que nos estaban autorizando a ¡°despedirnos¡±. Con torpeza atin¨¦ a decir un ¡°de acuerdo¡± y nos pusimos de acuerdo en c¨®mo acceder al centro hospitalario.
Una vez all¨ª me arm¨¦ de valor para a subir al ala 4A, donde estaba mi padre desde que el domingo por la noche lo trasladaran desde su box de urgencias. All¨ª me invadi¨® un sentimiento de ¡°entrancement¡±, ya que vi a mi padre contento con mi presencia, alegre y bromista como siempre y tuvimos unas horas de muy buena charla. Sal¨ª satisfecha con la visita y as¨ª se lo hice ver al personal de planta. Quise pensar que de forma m¨¢s lenta de lo habitual su organismo reaccionaba y cab¨ªa la esperanza de una mejora en su estado. Que hab¨ªa hecho bien al seguir las recomendaciones de los profesionales de no contarle que mi madre tambi¨¦n estaba hospitalizada, pero esa misma tarde noche su mejora hab¨ªa sido notable y se hab¨ªa animado a llamar a casa para hablar con su mujer. No consegu¨ªa contactar con ella, por lo que aument¨® su estado nervioso y le tuve que mentir indicando que ten¨ªamos una ¡°aver¨ªa telef¨®nica¡±.
Mi madre, que por la ma?ana nos hab¨ªan indicado que segu¨ªa en urgencias pendiente de cama, ten¨ªa el m¨®vil apagado y no hab¨ªa forma de avisarla para que secundara mi versi¨®n y le tranquilizase. Esa noche puse patas arriba el hospital para que localizaran a mi madre, que alguien la ayudase a cargar y encender su m¨®vil y hablase conmigo. Quiero agradecer al personal que ese d¨ªa me ayud¨®, comenzado por el personal nocturno que est¨¢ en centralita por la noche, quien tras escuchar lo que me pasaba me transfiri¨® la llamada a urgencias. Al personal de urgencias que busc¨® a mi madre y me dijeron que hab¨ªa sido trasladada a la segunda planta y que les avisaban ellos. Y por ¨²ltimo al personal de la segunda planta, que localiz¨® a mi madre, la ayud¨® a encender el m¨®vil y la puso en contacto conmigo para que pudiera contarle todo lo que hab¨ªa ocurrido. Cuando colgu¨¦ experimente la calma por haber conseguido mi objetivo.
En los d¨ªas sucesivos ambos experimentaron una mejor¨ªa, aunque no con la misma velocidad en ambos casos, lo que hizo posible que mi madre fuera dada de alta el viernes 3 abril por la ma?ana y ambos c¨®nyuges pudieran hacer una videollamada. A¨²n recuerdo con mucha emoci¨®n a mi padre repitiendo ¡°bien co?o, bien, por fin buenas noticias¡± mientras portaba la mascarilla de alto rendimiento que le alternaban con la del reservorio. Comenzaba para mi madre en esos momentos su aislamiento. Y para mi padre, el que ser¨ªa su ¨²ltimo fin de semana de contacto con su familia. Durante ese fin de semana, al estar en planta, no iban a informar a la familia, salvo que se produjera un empeoramiento en el estado de salud. Ese domingo hablamos con ¨¦l por ¨²ltima vez, una llamada en la que no falt¨® la recomendaci¨®n de que estuvi¨¦semos pendientes de las medicinas de su hermano. Se le ve¨ªa menos cansado que el d¨ªa anterior y con menor dificultad respiratoria, lo que hizo que pudiera mantener con su nieta y sus hijas e hijos una conversaci¨®n algo m¨¢s larga. Minutos despu¨¦s cerr¨® el WhatsApp y nunca m¨¢s volvi¨® a usarlo para contestar mensajes o llamadas. A¨²n hoy estoy intentado reunir las fuerzas para poder ponerlo en marcha y cerrar las cosas que dej¨® pendientes y que este ¡°bicho¡± le ha privado de terminar.
Al d¨ªa siguiente el parte m¨¦dico nos indicaba que hab¨ªa tenido episodios de desaturaci¨®n durante el fin de semana, que cada vez era m¨¢s dif¨ªcil recuperarle de estos episodios. Las placas indicaban un alto volumen de tejido infiltrado en ambos pulmones, pero segu¨ªa sin ser candidato para UCI. Lo hab¨ªan valorado durante el fin de semana, pero su recuperaci¨®n era poco probable. Con apenas unos 20 minutos de diferencia, ese lunes 6 de abril, volvimos a recibir llamada del hospital indicando que lo bajaban a la UCI y que la funci¨®n de informaci¨®n quedaba en sus manos. En esos momentos de estr¨¦s y tensi¨®n no atin¨¦ a preguntar si hab¨ªa pasado algo que motivase el traslado urgente o por qu¨¦ ahora ya era ¡°candidato¡±¡ Lo ¡°especial¡± de esta situaci¨®n es que era nueva para los pacientes que han estado solos durante su enfermedad, tambi¨¦n para los profesionales, que han vivido situaciones de dolor y tristeza, y para las familias, que sufrimos la tristeza de forma directa y estamos desinformados al no poder estar junto a nuestros seres queridos.
Desde ese d¨ªa comenc¨¦, con mayor inter¨¦s si cabe, a anotar una especie de diario, donde despu¨¦s comparaba resultados con d¨ªas anteriores, a medida que segu¨ªa con la familiarizaci¨®n de m¨¢s ¡°t¨¦rminos¡± m¨¦dicos en los que fui profundizando poco a poco. Averig¨¹¨¦ que estaba en la zona de reanimaci¨®n, habilitada como UCI durante esta crisis sanitaria. Aunque no era costumbre, casi como una necesidad mental, sent¨ª la necesidad de recurrir en estos momentos duros y cr¨ªticos a adorar lo que se suele llamar ser divino.
Durante toda esa semana cambiaron la postura del enfermo en varias ocasiones. Me indicaban que en posici¨®n ¡°prono¡± se maximizaba m¨¢s la oxigenaci¨®n, pero cu¨¢ndo volv¨ªa a la de ¡°cubito supino¡± volv¨ªa a empeorar. Los antiv¨ªricos que estaban usando de forma ¡°experimental¡± no se aplicaba en UCI. Sus pulmones, sobre todo el izquierdo, segu¨ªan presentado infiltrado y segu¨ªa necesitando la ventilaci¨®n mec¨¢nica, pero no presentaba afectaci¨®n de ¨®rganos ni de sus funciones. As¨ª fui recabando datos sobre los resultados de la PCR, de los iones de sodio y potasio, de los par¨¢metros inflamatorios en sangre, de la tensi¨®n, el ph y la fiebre, aunque ellos se centraban siempre en los par¨¢metros de oxigenaci¨®n, que eran los importantes y significativos para su estado de gravedad.
El 14 de abril empezaron a darnos buenas noticias. Ya manten¨ªa los par¨¢metros respiratorios en niveles ¨®ptimos en la posici¨®n de c¨²bito supino y el resto de par¨¢metros mejoraban, por lo que cab¨ªa la posibilidad de comenzar en breve con la retirada del bloqueo neuromuscular. Pens¨¢bamos y ten¨ªamos cierta tendencia al romance, pensando que podr¨ªamos celebrar su cumplea?os. Cumpl¨ªa 77 el 18 de abril, con una extubaci¨®n¡ Pero esto no se produjo, en su lugar hubo un sangrado provocado por la entubaci¨®n, que oblig¨® a realizarle una traqueotom¨ªa d¨ªas despu¨¦s. Pensaron que ese m¨¦todo ser¨ªa m¨¢s lento, pero a la vez seguro para que le pusieran el respirador en tipo ¡°presi¨®n de soporte¡±. Sin embargo, algo cambi¨®¡
Pese a que el d¨ªa 22 sus par¨¢metros estaban ¡°mejor que otros d¨ªas¡± y ve¨ªan tendencia a la mejora, al d¨ªa siguiente experiment¨® un estancamiento. Comenz¨® a presentar acumulaci¨®n de aire subcut¨¢neo y el d¨ªa 24 la llamada comnez¨® as¨ª: ¡°No est¨¢ respondiendo bien, esta ma?ana se le ha realizado un esc¨¢ner que muestra que los pulmones est¨¢n muy afectados. Puede que est¨¦n rotos, lo que hace imposible la vida. La aportaci¨®n de oxigeno es m¨¢xima y satura por debajo del 90%... El desenlace es inminente. Si quieren venir a verlo, le gestionamos permiso a una persona¡±.
Esa tarde fui a verlo. Me hicieron entrega de sus objetos personales y me pidieron que me fuera porque el riesgo de contagio era muy elevado. Apenas unos minutos despu¨¦s de marcharme, el bicho apag¨® la luz de mi padre, y la covid-19 nos lo quit¨® como a los 26.277 restantes (datos oficiales a 9 de mayo), de los que 8.551 son de nuestra comunidad.
Despu¨¦s lleg¨® la tristeza. Si una p¨¦rdida es dura, estas circunstancias lo hacen a¨²n m¨¢s dif¨ªcil. De la tristeza y la nostalgia del recuerdo pasamos al enojo, ya que la compa?¨ªa aseguradora cometi¨® un error en una llamada e inform¨® de un proceso distinto al que quer¨ªa la familia. Pasamos de desear inhumaci¨®n a que se gestionase una incineraci¨®n. A pesar de que aseguran que es un error de la aseguradora, que solo figura en su base de datos, el no poder comprobar que el cuerpo que te entregan es el de tu ser querido siempre ser¨¢ una duda que pesar¨¢ en nuestra conciencia.
?Es justo no poder despedirnos de ti, vivo o muerto?
Paz Ventura Mart¨ªn / Legan¨¦s (Madrid)
Querido pap¨¢,
Me han dado la oportunidad de poder escribirte estas palabras. Solo decirte que no pudimos hacer nada por ti. El 9 de marzo ya no pudimos verte en la residencia. A finales de marzo, despu¨¦s de muchos d¨ªas sin coger el tel¨¦fono, nos dijeron que no com¨ªas, lo que nos extra?¨® much¨ªsimo. El 15 de abril te trasladaron al hospital para confirmar con dos test que ya hab¨ªas generado anticuerpos, pero el virus te hab¨ªa dejado destrozado y te quedaba muy poca vida. Volviste a la residencia sin poder tener la m¨¢s m¨ªnima presencia de tus seres queridos. Otra vez la pesadilla, sin poder abrazarte, nosotros que no hemos faltado ni una sola tarde a la residencia para estar contigo. ?Es justo morir solo? ?Es justo no poder despedirnos de ti, vivo o muerto? ?Qu¨¦ duelo nos espera?
No fuimos capaces de ver la destrucci¨®n del virus, aunque jug¨¢bamos con ventaja pues ya hab¨ªa ocurrido lo mismo en China. Y ahora, pap¨¢, se dedican a echarse las culpas unos a otros como si a los familiares nos importaran las broncas en el Congreso. Solo espero que se revise seriamente el modelo actual de residencias, sin broncas ni culpas. Y que entiendan de una vez que solo pueden ser cien por cien p¨²blicas.am¨¢s se puede esperar beneficios porque ocurre lo que ha ocurrido.
A tu mujer y a tus hijos solo nos queda la esperanza de que hayas muerto asistido, de acuerdo al siglo que estamos y no abandonado en una habitaci¨®n sin medicalizar (jam¨¢s lo sabremos). Buen viaje nos dejas un recuerdo inolvidable.
¡°Mi duelo personal y ¨²nico se qued¨® confinado¡±
Marga Vila Pena / Meco (Madrid)
La pandemia lleg¨® y mi duelo se qued¨® confinado. Durante todas estas semanas he vivido entre el trabajo desde casa, las compras por internet y el tel¨¦fono para hablar y ver a amigos y familia, la cocina de mis platos preferidos, la compa?¨ªa de mi amado compa?ero y de nuestros gatos. El 13 de marzo lleg¨® a mi vida, en un momento intenso, ¨²nico y triste de duelo por la muerte de mi querida hermana apenas un mes antes, despu¨¦s de meses y a?os muy especiales en los que su enfermedad consolid¨® y gener¨® una relaci¨®n ¨²nica y m¨¢gica de hermanas de vida. Y mi duelo personal y ¨²nico se qued¨® confinado.
Durante semanas, la inmensidad e intensidad de lo que ha pasado, las tragedias personales cercanas y lejanas, me han envuelto y han confinado mi dolor en un espacio muy peque?o en el fondo de mi coraz¨®n. Sent¨ª dolor por cada muerte cercana, preocupaci¨®n por cada contagio conocido, agradecimiento y emoci¨®n por mis amigos, mis compa?eros de trabajo y por todas las personas que han soportado esta crisis y me han permitido llegar hasta hoy sana y tranquila. Pero con un asunto pendiente, llorar la muerte de mi hermana y prepararme para continuar mi vida sin ella.
Querida hermana, cu¨¢nto te he echado de menos estas semanas, cu¨¢ntas llamadas por hacer y cu¨¢nta inquietud sin compartir. All¨¢ donde est¨¦s, que sepas que todos estamos bien. Mam¨¢, a sus 93 a?os, sigue bien, protegida y cuidada en su residencia que la covid-19 no visit¨®.
Carta de una viuda al marido que no pudo velar
Elizabeth L¨®pez Caballero / Las Palmas
A¨²n recuerdo 20 veinte de enero de hace ya muchos a?os cuando el cura dijo: ¡°En la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe¡±.
T¨² asentiste con el rostro muy serio. Ven¨ªas de hacer la mili y a¨²n desprend¨ªas ese olor a soldado entregado a su patria.
Yo tambi¨¦n asent¨ª con rubor en las mejillas.
Me hab¨ªa llevado al chico m¨¢s guapo del pueblo y por supuesto que pensaba qued¨¢rmelo para m¨ª hasta que la muerte nos separase.
De eso hace ya 68 a?os.
?68, Miguel!
?Cu¨¢nto ha llovido desde entonces!
Durante este tiempo fuiste un buen marido y un maravilloso padre.
Un adelantado a tu tiempo, dec¨ªan las malas lenguas, al ¡°permitirme¡± trabajar de maestra a la escuela rural.
Siempre atento y dispuesto a ayudar a todo el mundo.
Con tu gran sonrisa como carta de presentaci¨®n.
Crecimos y envejecimiento juntos, Miguel. Y, fiel a lo que nos hizo prometer el cura, como buenos cristianos, nos cuidamos en la salud y en la enfermedad.
Al principio, cuando ¨¦ramos j¨®venes, en una gripe o en un virus de est¨®mago.
Con los a?os apareci¨® mi diabetes y tu hipertensi¨®n.
La artrosis vino para quedarse a vivir en nuestra estructura ¨®sea y la vista y el o¨ªdo fueron perdiendo calidad.
Pero a ti, Miguel, siempre te vi sin dificultad y no hubo noche que no me hiciera eco de tu ¡°te quiero¡± entre l¨ªneas.
"Estoy como un toro", sol¨ªas decir y yo nunca te contradije.
?C¨®mo iba a contradecirte, Miguel, si 68 a?os despu¨¦s segu¨ªa igual de enamorada que aquella chiquilla atolondrada que se perd¨ªa en la hierba de tus ojos?
Pero algo fall¨®, querido.
Porque aunque lo intentaste -me lo dijo la enfermera que me llam¨® para darme la noticia-: "Luch¨® hasta el ¨²ltimo momento". No pudiste ganarle la batalla a este bicho del que parece que no podremos deshacernos.
Y yo tambi¨¦n fall¨¦, Miguel.
Te fall¨¦ a ti y le fall¨¦ a Dios porque no pude estar a tu lado.
Cogerte de la mano.
Decirnos todo con la mirada como hemos hecho siempre.
Un golpe de tos.
Dos.
Dificultad al respirar.
Fiebre...
Y lo ¨²ltimo que recuerdo es la ambulancia alej¨¢ndose a trav¨¦s de una calle vac¨ªa. ¡°No puede acompa?arlo, se?ora, es el protocolo¡±. Me dijo el muchacho de la ambulancia. ¡°Pero es mi marido¡±, repliqu¨¦ con un hilo de voz. ¡°Es el protocolo¡±. Y la conversaci¨®n concluy¨®.
Era la primera vez que nos separ¨¢bamos en 68 a?os, Miguel.
Y a¨²n sigo esperando a que entres en casa llam¨¢ndome a voz en grito: "?Carmela, Carmela, ya estoy aqu¨ª". Pero no regresas y aqu¨ª estoy yo, sin haberte podido ver por ¨²ltima vez.
Sin tus cenizas.
Sin tu cuerpo.
Sin tu voz.
Aqu¨ª estoy, Miguel, escribi¨¦ndote esta carta sin saber si, all¨ª a donde hayas ido, llega el correo.
Adapt¨¢ndome a esta "nueva normalidad" y deseando encontrarme pronto contigo.
Siempre tuya,
Carmela.
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