De Leonardo al mayordomo japon¨¦s
Breve repaso a la historia de los aut¨®matas
01. ?Cu¨¢l fue el primero?
No es f¨¢cil adjudicar el t¨ªtulo de primer robot. En 1495, el polifac¨¦tico Leonardo da Vinci dise?¨® los planos de un hombre mec¨¢nico: una armadura con motores que la mov¨ªan como si hubiera alguien dentro. Tambi¨¦n hubo juguetes programables de varios tipos ¡ªun flautista que tocaba hasta 12 canciones, un patito que com¨ªa?¡ª. Pero si se entiende por robot una m¨¢quina programable que percibe su entorno o parte de ¨¦l y que realiza alguna acci¨®n, entonces ninguno de los anteriores eran robots. De todas formas, tampoco se les pod¨ªa llamar as¨ª porque el t¨¦rmino no se acu?¨® hasta 1920. El autor checo Karel Capek bautiza con ¨¦l a los personajes de una obra con moraleja: un cient¨ªfico crea los robots para ayudar a los humanos en sus tareas, pero cuando son enviados a luchar en las guerras, los robots se rebelan. En checo, robota significa trabajador esclavo o explotado.
02. Llegan a la industria
Los transistores y los primeros circuitos integrados mejoran unos incipientes brazos rob¨®ticos lo bastante como para que en 1962 el primero de ellos entre en General Motors. Lo hace de la mano de Joseph Engelberger, una especie de Bill Gates de la rob¨®tica ¡ªlo demuestran los cientos de miles de robots empleados hoy en la industria del autom¨®vil¡ª. Esos a?os algunos fabricantes quisieron llamar a sus m¨¢quinas de otra manera, pero el t¨¦rmino robot era ya demasiado conocido. Y aunque por aquel entonces los cuerpos mec¨¢nicos eran a¨²n muy rudimentarios, ya hab¨ªa quien pensaba en dotarlos de un buen cerebro. Marvin Minsky y John McCarthy crearon en 1959 el Laboratorio de Inteligencia Artificial del Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT).
03. La conquista de Oriente
En los a?os sesenta y setenta, mientras los robots siguen copando la industria, proliferan los institutos de rob¨®tica (entre ellos el de la universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh). En 1968, el Instituto de Investigaci¨®n de Stanford construye un robot m¨®vil con visi¨®n artificial controlado por un ordenador del tama?o de una habitaci¨®n. Ese a?o hay otro hito: Kawasaki instala el primer robot en Jap¨®n. Este pa¨ªs se convertir¨¢ en poco tiempo en la meca de la rob¨®tica, por mucho que EE UU publicite mejor sus creaciones. La primera asociaci¨®n mundial rob¨®tica fue la japonesa, en 1972.
04. La invasi¨®n rob¨®tica
Los avances en la electr¨®nica y la mec¨¢nica en los ochenta y noventa resultan determinantes para el avance rob¨®tico. M¨²sculos y cerebros mejoran considerablemente. Los actuadores ¡ªlos m¨²sculos¡ª pasan de hidr¨¢ulicos a el¨¦ctricos, con lo que los robots se vuelven m¨¢s ligeros, precisos y r¨¢pidos. Y el control ¡ªel cerebro¡ª pasa de anal¨®gico a digital, lo que permite procesar las se?ales m¨¢s f¨¢cilmente. Adem¨¢s, los componentes se miniaturizan. Y estalla el imperio de los sentidos. O sea, de los sensores: gracias a dispositivos m¨¢s sensibles y peque?os, los robots pueden ver, sentir la temperatura, calcular la posici¨®n de piezas? El cerebro rob¨®tico recibe toneladas de informaci¨®n, que chips cada vez m¨¢s potentes y r¨¢pidos se encargan de procesar. En 1973 se crean los primeros robots industriales controlados por minicomputadoras.
05. Qui¨¦n dijo miedo
En los noventa, el ¨¢mbito natural de los robots ya no son s¨®lo las f¨¢bricas. Se les empieza a enviar a sitios que jam¨¢s pisar¨ªa un humano. Por ejemplo, el interior de un volc¨¢n en activo. En 1994, el robot de ocho patas Dante II, de la NASA y la Carnegie Mellon, rapel¨® cual ara?a gigante (casi 800 kilos) hacia el cr¨¢ter vertical del volc¨¢n Monte Spurr, en Alaska. Un equipo de cient¨ªficos lo teleoperaba a kil¨®metros de distancia, aunque Dante pod¨ªa trabajar sin ayuda humana por espacios cortos de tiempo. Obtuvo datos hasta que fall¨® una pata y cay¨® al cr¨¢ter. Hubo un experimento similar en la central de Chern¨®bil, pero la misi¨®n no se considera un ¨¦xito: la electr¨®nica del robot no resisti¨® la elevad¨ªsima radiaci¨®n.
06. Por mar y aire
Los robots no iban a quedarse en tierra. En 1985, un submarino no tripulado teleoperado llamado Argo localiz¨® los restos del Titanic. Otro robot del tama?o de una minifurgoneta ayud¨® a recuperar la caja negra del vuelo 990 de EgyptAir, que cay¨® al Atl¨¢ntico en 1999. Pero bajo el agua las ondas de radio se transmiten mal, y por eso la mayor parte de los robots submarinos est¨¢n unidos por cable a sus operadores. En el aire, en cambio, la cosa cambia. Los UAV ¡ªsiglas en ingl¨¦s de veh¨ªculos a¨¦reos no tripulados¡ª existen desde mitad de los noventa, tanto helic¨®pteros como peque?os aviones. La agencia estadounidense de investigaci¨®n en defensa (DARPA) ha ensayado prototipos ligeros en Irak. Esta agencia tiene en marcha un proyecto de desarrollo de minirrobots voladores que son lo m¨¢s parecido a insectos. Anuncian uno m¨¢s ligero que un clip. Pura ciencia-ficci¨®n.
07. Hasta Marte y m¨¢s all¨¢
Aunque las Viking, las primeras naves en aterrizar en Marte, en 1976, ya usaron brazos rob¨®ticos, el robot espacial m¨¢s famoso hasta hoy es sin duda Sojourner. Fue el cochecito que en julio de 1997 se baj¨® tan pancho de la nave Mars Pathfinder, de la NASA, y estuvo hasta septiembre pase¨¢ndose por la superficie de Marte y enviando datos. Pero Sojourner, del tama?o de un microondas, no tomaba decisiones por s¨ª mismo cuando se encontraba un obst¨¢culo; eso ralentizaba la misi¨®n, puesto que las ¨®rdenes desde la Tierra necesitan 11 minutos en llegar a Marte. Los descendientes de Sojourner, Spirit y Opportunity, que viajaron al planeta rojo a principios de 2004, no tienen ese problema: cada 10 segundos se paran, estudian su entorno y deciden qu¨¦ hacer. Tambi¨¦n son m¨¢s grandes, como un utilitario, y salvan mayores obst¨¢culos.
08. Trabajadores muy especializados
A finales de los noventa, los robots alcanzan tal grado de precisi¨®n que se les conf¨ªa tareas delicadas. Se comercializan los asistentes de cirujanos. Ellos son m¨¢s finos que nosotros con el bistur¨ª, aunque a¨²n hacen muy pocas tareas de forma aut¨®noma. Pueden, por ejemplo, seccionar el cr¨¢neo y dejar al paciente preparado para que el cirujano entre en escena. Adem¨¢s filtran el inevitable temblor de las manos humanas. Eso, entre otras cosas, hicieron dos manos rob¨®ticas en Par¨ªs, en 1998, durante una operaci¨®n a coraz¨®n abierto de seis pacientes: los cirujanos operaban a tres metros de distancia de los pacientes, ayudados por los robots. Tambi¨¦n muy preciso es el trabajo de otros que estudian el potencial farmacol¨®gico de sustancias qu¨ªmicas. Son moles que ocupan salas inmensas y ensayan cientos de miles de sustancias al d¨ªa combin¨¢ndolas en peque?os pocitos con las mol¨¦culas diana (sobre las que actuar¨ªa el eventual f¨¢rmaco). Otros trabajadores altamente cualificados son los robots que inspeccionan infraestructuras. El pionero en este sector fue Robug III, de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido): un caj¨®n de 60 kilos de peso y casi un metro de arista con ocho patas, capaz de escalar paredes y techos.
09. La mascota fiel
En 1999, cuando ya parec¨ªa que los robots se iban a quedar para tareas hiperespecializadas, peligrosas o muy aburridas, lleg¨® Aibo. Por primera vez, un robot producto de la m¨¢s avanzada tecnolog¨ªa se mete en casa, y lo hace para jugar. Aibo, de Sony, es un perrito dise?ado para seducir a su due?o. Aprende a reconocer su cara y su voz, obedecer sus ¨®rdenes y responder a sus caricias? Hay m¨¢s juguetes rob¨®ticos, pero Aibo tiene hasta un club de fans. Y ojo, que por la puerta que ¨¦l abre est¨¢n entrando m¨¢s robots de compa?¨ªa: en Jap¨®n ya hay peque?os robots dom¨¦sticos que recuerdan a su due?o que debe tomarse las pastillas.
10. El m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa
Lo de Aibo es la punta del iceberg. Los avances en inteligencia artificial est¨¢n permitiendo a los robots no s¨®lo interpretar mejor su entorno ¡ªorientarse en un lugar desconocido, sortear obst¨¢culos¡ª, sino relacionarse cada vez mejor con los humanos. Por ejemplo, ya a finales de los noventa, tanto en Jap¨®n como en Estados Unidos se iniciaron proyectos para construir robots expresivos; esto es, con una cara capaz de transmitir al menos las emociones m¨¢s b¨¢sicas. Y sobre todo de reconocer las emociones que emite el humano y reaccionar a ellas. Un ejemplo cl¨¢sico es el robot Kismet, del MIT. Pero son robots que a¨²n no han salido del laboratorio. S¨ª lo han hecho, en cambio, los primeros humanoides de verdad: Asimo, de Honda, y Qrio, de Sony. Asimo, de 1,2 metros de altura y de aspecto similar al de un ni?o astronauta, puede subir escaleras, doblar esquinas, hacer ¨¢giles ochos? Presentado en 2000 ¡ªsucesor del P3, de 1997¡ª, s¨®lo tiene un problema: es teleoperado. Y es que caminar a dos patas es algo tan complejo que se lleva gran parte de los recursos de un cerebro mec¨¢nico. Honda emplea a Asimo como gu¨ªa en museos y exhibiciones. Qrio ¡ªpronunciado curio¡ª es el no va m¨¢s. Tiene la altura de un ni?o peque?o, y es el primer robot que salta, baila y corre. Tambi¨¦n reconoce expresiones faciales, tiene un vocabulario de 10.000 palabras y es capaz de apagar la luz y conectarse a Internet. Sony quiere que sea el robot de servicios perfecto ¡ªpor fin el sue?o del mayordomo rob¨®tico que lo hace todo y encima sonr¨ªe¡ª, y por eso no lo sacar¨¢ al mercado hasta dentro de unos a?os. Ser¨¢, sin duda, el pr¨®ximo hito.
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