Hacia la soberan¨ªa cient¨ªfica y tecnol¨®gica de la Uni¨®n Europea
La UE puede desde luego constituir uno de los proyectos m¨¢s espectaculares del mundo en los pr¨®ximos a?os si los pa¨ªses aut¨®nomos y soberanos que la componen encuentran el camino para actuar y progresar juntos. Los europeos debemos aprestarnos a hacer realidad tal proyecto pero recordando siempre para no volver a caer en ella, la terrible historia reciente de Europa con sus colonialismos salvajes, sus m¨²ltiples guerras, sus genocidios -el ¨²ltimo de los cuales ocurrido hace unos a?os en Sebrenica que nos debe llenar de verg¨¹enza y pesar- y, en fin, sus terrorismos nacionalistas, que tanto la acercan al pasado, al fundamentalismo y al subdesarrollo.
Ser¨ªa un error creer en una Europa sin vigor en lo cient¨ªfico y tecnol¨®gico, sin liderazgo en ese terreno y sin capacidad para competir, por m¨¢s que el mundo pueda hacerse m¨¢s amigable y m¨¢s pac¨ªfico. La UE necesita ser soberana e independiente tecnol¨®gicamente hablando para que su proyecto sea v¨¢lido. Y tal soberan¨ªa se necesita, no s¨®lo ante los Estados Unidos o Jap¨®n, pa¨ªses que la ejercen hoy, sino ante posibles nuevas potencias mundiales como China o la India.
Admitida esa idea de autonom¨ªa al m¨¢ximo nivel cient¨ªfico y tecnol¨®gico, y admitida tambi¨¦n su no existencia hoy en Europa en grandes ¨¢reas de actividad, como la defensa militar, la exploraci¨®n del espacio, la observaci¨®n y vigilancia terr¨¢quea, las tecnolog¨ªas avanzadas y varias otras, es fundamental determinar c¨®mo es posible conseguirla. Lo primero es que Europa no se transforme en una nueva Babel inconclusa por efecto de mil unidades territoriales, mil idiomas y mil culturas, sobrepas¨¢ndose en este terreno la diversidad razonable. Lo segundo es generar riqueza, plusval¨ªas y presupuestos capaces de abordar grandes proyectos europeos de escala planetaria, cuesti¨®n s¨®lo posible con la existencia de estados miembros poderosos con el tama?o y las econom¨ªas de escalas adecuados. Lo tercero, lanzar y poner en marcha esos grandes proyectos no asequibles a los pa¨ªses miembros por separado. Lo cuarto, hacer uso de esos grandes proyectos de forma similar a c¨®mo los Estados Unidos han manejado desde antiguo los proyectos militares, la llegada del hombre a la Luna o la colonizaci¨®n del espacio exterior, as¨ª como todo aquello relacionado con los conocimientos cient¨ªficos m¨¢s avanzados y las revoluciones tecnol¨®gicas venideras. Y lo quinto, por fin, gastar menos tiempo y esfuerzo en rivalidades, enfrentamientos y politiquer¨ªas regionalistas y ponerlos en la gran pol¨ªtica de construir la UE del futuro, aut¨®noma, soberana y poderosa.
Dos cosas son en realidad necesarias para ello como se ha dicho: una, proyectos supranacionales pensados a escala planetaria, como ocurre hoy en los Estados Unidos, y otra, una din¨¢mica social, tanto p¨²blica como privada, generadora de una sociedad tecnolog¨ªa y cient¨ªfica creativa y organizada s¨®lo alcanzable con el compromiso y el empuje de los estados. La iniciativa, la inventiva, y las capacidades de innovaci¨®n y emprendimiento de los ciudadanos europeos deben ser fomentadas as¨ª como la formaci¨®n y la curiosidad por lo cient¨ªfico, lo tecnol¨®gico y lo avanzado.
Un ejemplo de esos grandes proyectos lo tuvimos hace unos a?os siendo Ronald Reagan presidente de los Estados Unidos. Se trat¨® de la Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica, proyecto nunca llevado a cabo, pero que ten¨ªa todas las caracter¨ªsticas movilizadoras de un pa¨ªs, de sus instituciones cient¨ªficas y de sus ciudadanos m¨¢s activos y responsables, de los grandes proyectos a los que se est¨¢ haciendo referencia. Se trat¨® de un proyecto motivado por la urgencia de construir un escudo protector antimisiles, con objetivos claros y concretos, fechas, plazos y recursos perfectamente establecidos, dise?o preciso en todos sus detalles y, como consecuencia de todo ello, dotado de una elevada implementabilidad. Conviene recordar la reacci¨®n de los franceses, presididos a la saz¨®n por Miterrand, deslumbrados siempre por estas iniciativas americanas y, dispuestos, como siempre, a dar la r¨¦plica en t¨¦rminos de soberan¨ªa. De la noche a la ma?ana y sin preparaci¨®n previa aparente, Francia lanz¨® el proyecto Eureka en el que quiso entonces involucrar al resto de los pa¨ªses europeos. Nada que decir al respecto salvo que Eureka no era nada. Ni estaba motivado por resolver ning¨²n problema urgente, ni ten¨ªa objetivos claros, ni metas concretas, ni plazos, ni fechas. Era s¨®lo una maniobra propagand¨ªstica, hasta cierto punto encomiable, destinada a no dejar la soberan¨ªa tecnol¨®gica en manos de los Estados Unidos.
La Uni¨®n Europea a medida que se hace m¨¢s grande, m¨¢s s¨®lida y m¨¢s poderosa, no puede actuar as¨ª. Necesita iniciativas aut¨®nomas enraizadas en su propia din¨¢mica social y econ¨®mica, preocupaci¨®n planetaria, grandes objetivos destinados a resolver necesidades concretas, exclusivas de la Uni¨®n o del mundo en su conjunto, y, por supuesto, recursos adecuados y capacidades de todo tipo de los pa¨ªses y ciudadanos que la componen. S¨®lo as¨ª alcanzar¨¢ la Soberan¨ªa Tecnol¨®gica que hoy necesita.
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