En la era digital, la memorizaci¨®n se est¨¢ extinguiendo
Conforme aumenta el espacio de almacenamiento en los chips disminuye el humano
Las estrellas del pop olvidan las letras de las canciones, las reinas de la belleza echan a perder las entrevistas durante los concursos; todo el mundo experimenta aver¨ªas moment¨¢neas en el cerebro y lapsus de memoria. Pero, ?por qu¨¦ culpar a las v¨ªctimas? Son solamente el producto de una cultura que no favorece el desarrollo de la capacidad memor¨ªstica.
Se ha vuelto f¨¢cil olvidar c¨®mo ense?ar a los j¨®venes a recordar. El ideal victoriano del conocimiento enciclop¨¦dico ha desaparecido. Con la actual explosi¨®n de informaci¨®n, nadie podr¨ªa saberlo todo. Adem¨¢s, nadie se siente motivado para saber siquiera un poco, y desde luego no por la v¨ªa de memorizarlo.
Conforme aumenta el espacio de almacenamiento en los chips del ordenador, el almacenamiento humano de datos mengua. Con los tel¨¦fonos m¨®viles, ya nadie se sabe los n¨²meros de tel¨¦fono. Los mecanismos de b¨²squeda en Internet se multiplican, y las cosas que antes confi¨¢bamos a nuestro cerebro, las tenemos ahora en las puntas de los dedos siempre que seamos capaces de recordar las contrase?as.
Los discursos y la declamaci¨®n, que fueron en tiempos elementos b¨¢sicos del sistema escolar estadounidense, han ido desapareciendo gradualmente. Los programas de ret¨®rica en las universidades se han reducido, incluidos los departamentos de comunicaci¨®n, o eliminado definitivamente.
"Ya no tenemos ese tipo de cultura oral", se lamenta James Engell, autor de The committed word. Literature and public values['La palabra comprometida. Literatura y valores p¨²blicos'], que ense?a ret¨®rica en Harvard. "Estamos en una cultura que deval¨²a nuestro concepto de la memoria".
En aquellos tiempos en los que John Quincy Adams ense?aba ret¨®rica, poco despu¨¦s de la revoluci¨®n estadounidense, afirma Engell, "¨¦sta era un paraguas bajo el cual desarrollabas la filosof¨ªa moral, el gusto literario, el estilo intelectual, la apreciaci¨®n est¨¦tica, la memoria y la presentaci¨®n oral. El objeto ¨²ltimo era lo que los griegos denominaban 'phr¨®nesis', o sabidur¨ªa pr¨¢ctica".
Catherine Robson, de la Universidad de California en Davis, se?ala que hab¨ªa tambi¨¦n "una antigua herencia en la educaci¨®n estadounidense, en la cual la declamaci¨®n era el modelo pedag¨®gico habitual".
La profesora, autora de Heart beats: Everyday life and the memorized poem ['Latidos. Vida cotidiana y poes¨ªa memorizada'], recalca que "todo se memorizaba, no s¨®lo la poes¨ªa. Saberse la lecci¨®n. La palabra recitar significa repetir cualquier lecci¨®n".
La memoria po¨¦tica perduraba, incluso aunque ya hubiera desaparecido cualquier otra ense?anza memorizada. Pero nadie pod¨ªa probar que ello ayudara al desarrollo de la mente. "Esa fue una de las grandes justificaciones esgrimidas en los ¨²ltimos a?os del siglo XIX: que ayuda a entrenar la memoria", a?ade Robson.
Pero los cient¨ªficos contempor¨¢neos han descubierto que los ejercicios de memorizaci¨®n pueden mantener a raya la demencia, alumbrando el mundo del 'neurobic' [entrenamiento cerebral].
La memoria necesita entrenamiento, igual que los m¨²sculos abdominales. Los investigadores han demostrado incluso que recitar poes¨ªa en hex¨¢metros dact¨ªlicos, una especie de contador, puede ayudar a sincronizar los latidos cardiacos y la respiraci¨®n.
Por supuesto, la tradici¨®n oral ha estado en decadencia desde la antig¨¹edad. El auge de la alfabetizaci¨®n y de la tecnolog¨ªa literaria par¨® los pies a la tradici¨®n oral y llev¨® a una crisis de comunicaci¨®n que, como sosten¨ªa Eric Havelock en su famoso libro The muse learns to write['La musa aprende a escribir'], tendr¨ªa su reflejo en la modernidad. El actual analfabetismo funcional y las nuevas tecnolog¨ªas complican todav¨ªa m¨¢s el problema, al ofrecernos m¨¢s memoria libre y m¨¢s sucesos fragmentados que nunca.
Y no ayuda el hecho de que carecemos de tiempo para la reflexi¨®n. "La idea de dedicar mucho tiempo a una sola cosa, o a un solo poema, o a un solo fragmento de datos parece una p¨¦rdida de tiempo, porque podr¨ªas estar ejecutando varias tareas a la ver", se?ala Joan Gussow, profesora en el Columbia Teachers College de Nueva York.
A pesar de los recientes intentos de recuperar la tradici¨®n oral, como 'Poetry out loud', una competici¨®n nacional de recitado entre institutos, a los que pueden recitan largas composiciones memorizadas se les considera raros (mientras que a los que se les da bien repetir perogrulladas una detr¨¢s de otra se les considera aptos para presidir un pa¨ªs).
"Una de las razones por las que me gusta trabajar en el teatro es que ¨¦ste no solamente dignifica el concepto de memoria, sino que adem¨¢s es una forma de arte que alude a la memoria cultural", contaba el autor de teatro A. R. Gurney.
Gurney se sorprendi¨® cuando Cartas de amor, que escribi¨® como una obra literaria, se consider¨® una obra de teatro, y fue interpretada gui¨®n en mano por actores que no tuvieron que memorizar ni una palabra. Pronto vinieron otras obras escritas para ser le¨ªdas, como Mon¨®logos de la vagina, de Eve Ensler, y Los exonerados, de Jessica Blank y Eric Jensen, y que atrajeron a encumbrados actores con la promesa de que los ensayos ser¨ªan cortos y de que no tendr¨ªan que poner a prueba la memoria.
"Me parece que, en cierto sentido, pedir a los actores que se limiten a leer un gui¨®n, aunque funciona muy bien, no contribuye demasiado a la cultura", concluye Gurney.
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