Amazon, frugalidad y discreci¨®n
Cualquier visitante tiene que estar en todo momento acompa?ado, hasta, y desde, la puerta del ba?o, sin discusi¨®n
Ir andando al trabajo, vivir ligero y prescindir de lo superfluo. Amazon, nacida en Seattle, mantiene su esencia en el campus en el centro de la ciudad. La discreci¨®n es m¨¢xima. No hay un solo logo que delate que dentro de esos edificios, casi una veintena, dos en construcci¨®n, llevan hasta el lago y el Museo de Industria y Tecnolog¨ªa que lleva el nombre del creador del imperio de la sonrisa amarilla, Jeff Bezos.
Todos llevan su acreditaci¨®n al cuello o en el bolsillo del pantal¨®n. No es solo el orgullo de la pertenencia, sino tambi¨¦n de la veteran¨ªa. El que lleva cinco a?os en la empresa consigue un borde amarillo. Con 10 pasa a ser rojo. Pocos optan al morado, color reservado para los que superan los 15 en la empresa credada hace 20.
De poco sirve preguntar a alguien la misi¨®n concreta de cada edificio, o qu¨¦ hay dentro. Nada los distingue m¨¢s all¨¢ del nombre. Uno se llama Rufus, como el primer perro que dejaron entrar a las oficinas. Siempre que sean educadas, se puede llevar la mascota canina al trabajo. En la entrada, tienen un cubo con galletas para perros. Esa es quiz¨¢s la ¨²nica golosina que se encuentra. Para humanos no hay picapica, salvo m¨¢quinas de vending con mercanc¨ªa supuestamente sana.
El primer edificio se llam¨® Wainwright, en honor al primer cliente, John Wainwright, que compr¨® un libro en la tienda online. Otro, Fiona, denominaci¨®n secreta del proyecto Kindle antes de tener encontrar un nombre comercial.
El nombre de Day One sirve para dos de los principales edificios, el Norte y Sur. Desde ah¨ª se gestiona la estrategia. Cualquier visitante tiene que estar en todo momento acompa?ado, hasta la puerta del ba?o, sin discusi¨®n. En este caso el nombre obedece a una constante en todas y cada una de las cartas a los inversores: ¡°Still day one¡±. Una referencia a que todo est¨¢ por hacer, a que el imperio digital siente que todav¨ªa gatea.
Antes de las ocho de la ma?ana desfilan los empleados, con ropa informal: bermudas, vaqueros, camisetas, deportivas o chanclas. M¨¢s hombres que mujeres, algo m¨¢s delgados que lo habitual en los Estados Unidos. Quiz¨¢ tenga que ver que, una de los pocos pagos en especie que les ofrecen es la cuota del gimnasio.
Caminan dando sorbitos a un vaso de papel con caf¨¦. Adem¨¢s de la cuna de Amazon, Seattle lo es tambi¨¦n de Starbucks, del movimiento grunge y de la teleserie Anatom¨ªa de Grey. Y tiene vecinos ilustres: Microsoft.
El lema de Amazon es la frugalidad. No hay lugar al exceso, tampoco a la ostentaci¨®n. Todo es sobrio. Las mesas de madera, pulidas; puertas correderas, sobre ra¨ªles en el suelo y techo, un gui?o a los inicios del imperio, cuando todo el mobiliario se compon¨ªa de tableros de madera y sillas de segunda mano. En cada planta una cocina, con cafeteras, infusiones y dos grandes neveras, pero solo con los tuppers de los empleados. Nada que ver con otras puntocom de su generaci¨®n. Lo mismo sucede con la cantina. Abre a las 11.30 y deja de servir comida caliente a las 14h. La cocina se inspira en casi todas las latitudes: mexicana, india, mediterr¨¢nea (o as¨ª), hamburguesas, sandwiches, pizzas, barra de ensaladas.... Nada es gratis, aunque el precio es algo inferior al de un restaurante en la calle. Muchos se llevan la comida a su pupitre o a casa.
Antes de irse, tras pasar el control de seguridad, los que esperan un env¨ªo de la propia empresa se dirigen a un pasillo especial. Ah¨ª est¨¢n las taquillas, meten un c¨®digo y recogen la mercanc¨ªa que, como cualquier otro cliente, han encargado, pagando. No hay repartidores, tampoco secretarias. El ahorro se pone en el precio de sus productos.
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