Silicon Valley, la tierra del ma?ana
En Silicon Valley est¨¢ surgiendo una nueva ¨¦lite de ingenieros y pensadores que no solo quiere decidir lo que consumimos, sino tambi¨¦n c¨®mo vivimos. Pretenden cambiar el mundo y no piensan aceptar las reglas tradicionales. ?Debemos pararles?
A juzgar por todo lo que se oye de ¨¦l, Travis Kalanick, fundador y jefe de Uber, parece un cabr¨®n. Insulta p¨²blicamente a sus competidores y se r¨ªe de sus clientes en Twitter. A los pol¨ªticos los considera unos incompetentes. Kalanick da a entender que a ¨¦l le resulta tan f¨¢cil llevarse a las mujeres a la cama como a otros llamar a un taxi. A las protestas de sus conductores por las malas retribuciones responde vaticinando que, de todos modos, en el futuro ser¨¢n sustituidos por ordenadores.
A Uber le han bastado cinco a?os para extenderse desde San Francisco a m¨¢s de 50 pa¨ªses, pese a las resistencias (en Espa?a su servicio est¨¢ suspendido). Es un producto excelente. En la mayor parte del mundo, no solo es m¨¢s barato, sino mejor que cualquier taxi. En el fondo, podr¨ªa dar igual c¨®mo fuera el jefe, pero en este caso la cosa no es tan sencilla, ya que la empresa es un reflejo de su fundador: agresiva, desaprensiva y exageradamente ambiciosa. Cuando la ciudad de Portland (EE UU) prohibi¨® Uber porque incumpl¨ªa la legislaci¨®n, a Kalanick le dio igual y sigui¨® adelante con sus planes. El jefe de la autoridad del transporte de la ciudad no daba cr¨¦dito: ¡°Se creen que pueden presentarse aqu¨ª e infringir la ley. Es incre¨ªble. Por lo visto, se creen Dios¡±. La oposici¨®n es similar en muchas otras ciudades en las que Uber hace caso omiso de las decisiones de los tribunales. Pero para Kalanick todo esto no son m¨¢s que refriegas en una guerra de conquista mucho mayor: convertirse en un gigante de la movilidad que transporte personas y mercanc¨ªas, a cualquier lugar, simplemente pulsando una tecla y a precios econ¨®micos.
Uber no es la ¨²nica empresa en busca de la conquista planetaria. As¨ª es como piensan todas: Google y Facebook, Apple y Airbnb, los dem¨¢s gigantes digitales y miles de empresas peque?as que siguen su ejemplo. Su meta es el mundo entero. Tienen la vista puesta en objetivos muy realistas. Todo esto es posible gracias a la combinaci¨®n de dos elementos con un impacto sin precedentes en la historia de la econom¨ªa: globalizaci¨®n y digitalizaci¨®n.
El progreso tecnol¨®gico ha sido vertiginoso. Lo que est¨¢ en marcha es una transformaci¨®n social de la que, al final, nadie podr¨¢ sustraerse; una revoluci¨®n comparable con la industrializaci¨®n del siglo XIX, solo que ahora todo sucede mucho m¨¢s deprisa. El nuevo gobierno mundial tiene su cuartel general en ?Silicon Valley. Son fundadores y directivos de empresas como Serguey Brin, de Google, Tim Cook, de Apple, y Mark Zuckerberg, de Facebook, y arribistas como Travis Kalanick, de Uber, y Joe Gebbia, de Airbnb. Tambi¨¦n inversores de capital riesgo que van repartiendo millones, adem¨¢s de innumerables programadores, genios de la inform¨¢tica e ingenieros.
Entre los nuevos amos del universo y sus predecesores de Wall Street hay una diferencia fundamental: para los primeros, lo m¨¢s importante no es el dinero. No les basta con el poder que da la riqueza. No quieren dictar simplemente lo que consumimos, sino tambi¨¦n c¨®mo vivimos. No quieren conquistar un solo sector, sino todos. No se dirigen hacia el futuro con paso vacilante, sino que son ide¨®logos con una agenda bien clara. La religi¨®n de los se?ores de Wall Street era el dinero. La fe de los nuevos dirigentes va mucho m¨¢s all¨¢. La impulsa una idea. Es la fe en una misi¨®n.
Los visionarios de Silicon Valley pretenden sanar a la humanidad. Creen en un futuro mejor gracias a la tecnolog¨ªa del mismo modo que un hinduista convencido cree en la reencarnaci¨®n. Est¨¢n convencidos de que trabajan por el bien de la humanidad. Pero no les gusta que la gente se entrometa. Aborrecen la pol¨ªtica y consideran que la regulaci¨®n no solo es un obst¨¢culo, sino un anacronismo. Si ese nuevo mundo maravilloso se ve interceptado por valores sociales tales como la esfera privada o la protecci¨®n de datos, es que hacen falta valores nuevos. Encuentran las ra¨ªces de su tarea de traer la felicidad a la humanidad en la contracultura de los a?os sesenta que ya influy¨® a Steve Jobs. Su visi¨®n del mundo se gu¨ªa por ideas libertarias en la tradici¨®n de pensadores radicales como Noam Chomsky, Ayn Rand y Friedrick Hayek.
?Debemos lanzarnos contra estos nuevos conquistadores del mundo? Hay algo m¨¢s: el de Silicon Valley es un mundo masculino. La directivas como Marissa Mayer, presidenta de Yahoo, son la excepci¨®n; algunas empresas emergentes no contratan a mujeres, a las emprendedoras les cuesta mucho m¨¢s conseguir inversores. ?Pueden las visiones globales ser unilaterales?
Algo es seguro. En los pr¨®ximos a?os se producir¨¢ un debate mundial acerca de c¨®mo regular el universo digital. Quien desee contribuir a dise?ar ese futuro deber¨ªa conocer a fondo Silicon Valley y a sus l¨ªderes. Cuatro encuentros con destacados gur¨²s abren una ventana a ese universo.
Ray Kurzweil, el profeta
En general se admite que Ray Kurzweil es un genio. Es director de ingenier¨ªa de Google, ha recibido 10 doctorados honoris causa, invent¨® el esc¨¢ner de cama plana y el primer sintetizador de voz, y posee otras varias docenas de patentes. Kurzweil dedica su vida a reflexionar sobre la tecnolog¨ªa, y hace algunos a?os concluy¨® que en 2019 los ordenadores podr¨¢n hacer lo mismo que los seres humanos, solo que mejor. Tiene 67 a?os, pero es tan ¨¢gil y tiene tanta energ¨ªa como si tuviese 35. Cada d¨ªa toma 150 pastillas entre vitaminas, minerales y enzimas, y se inyecta dudosos complementos diet¨¦ticos. Su meta es resistir hasta que la tecnolog¨ªa est¨¦ en condiciones de prolongar la vida humana. No le cabe duda de que ese momento no est¨¢ lejos. Al fin y al cabo, Google y otra docena de empresas ya est¨¢n trabajando a toda m¨¢quina para detener el envejecimiento y derrotar al c¨¢ncer.
La religi¨®n de Wall Street era el dinero. La fe ?de los nuevos dirigentes va mucho m¨¢s all¨¢
La fe radical en el progreso ha sido siempre el rasgo distintivo de Silicon Valley, desde que, hace 50 a?os, sus ingenieros empezaran a fabricar los primeros microchips. Hace ya m¨¢s de una d¨¦cada, Kurzweil sintetiz¨® este optimismo tecnol¨®gico en un ¨²nico concepto: singularidad. El t¨¦rmino hace referencia al futuro en el que los seres humanos y las m¨¢quinas se parecer¨¢n tanto que la humanidad ser¨¢ catapultada en un instante al siguiente estadio de civilizaci¨®n. Ser¨¢ una especie de reacci¨®n en cadena provocada por la aceleraci¨®n mutua de diversas tecnolog¨ªas que, de golpe, har¨¢n posible lo que hasta entonces solo exist¨ªa en las novelas de ciencia ficci¨®n: m¨¢quinas inteligentes, la prolongaci¨®n de la vida, hologramas tridimensionales. Ser¨¢ una especie de nuevo big bang digital. ¡°El cambio tecnol¨®gico ser¨¢ tan r¨¢pido que la vida humana se transformar¨¢ irrevocablemente¡±, dice Kurzweil en su libro La singularidad est¨¢ cerca.
Cuanto m¨¢s se impone la digitalizaci¨®n, menos descabellada suena la idea de la singularidad. La potencia de computaci¨®n y las capacidades de las m¨¢quinas est¨¢n aumentando aceleradamente. La raz¨®n radica en el desarrollo humano. Los ¨²ltimos 100.000 a?os de historia transcurrieron a nivel local y a un ritmo lineal. Ahora, el desarrollo de la civilizaci¨®n est¨¢ siguiendo un curso global y exponencial. Hace seis a?os, Kurzweil, junto con un pu?ado de colaboradores y con una inyecci¨®n de fondos de Google, fund¨® la Universidad de la Singularidad, cuya funci¨®n es ense?ar a los directivos y los emprendedores a dejar de pensar de forma lineal. El objetivo que se inculca a los participantes en los cursos, que duran varios meses, es montar un negocio que, en diez a?os, llegue a mil millones de personas.
Sebastian Thrun, el ingeniero
En los ¨²ltimos a?os, ninguna otra empresa ha desarrollado tantos proyectos representativos de las oportunidades y los riesgos de este nuevo mundo de ciencia ficci¨®n como Google: el coche aut¨®nomo, las gafas de realidad aumentada, unas lentes de contacto que miden el nivel de glucosa en la sangre. Todos estos inventos proceden de un ¨²nico laboratorio, llamado Google X, fundado por Sebastian Thrun, un inform¨¢tico alem¨¢n. Thrun es el hombre de confianza de Larry Page, presidente de Google. Seg¨²n sus palabras, ¡°la singularidad ya est¨¢ aqu¨ª¡±. No cree que las m¨¢quinas vayan a sustituir a todas las personas, pero s¨ª a muchas. Lo bastante como para que tengamos que volver a plantearnos c¨®mo aprendemos, c¨®mo trabajamos e incluso c¨®mo organizamos nuestros Gobiernos. ¡°Una persona con el sistema correcto es tan eficaz como cien personas hasta hace poco¡±. Podr¨ªan desaparecer cada vez m¨¢s puestos de trabajo, sustituidos por programas inform¨¢ticos, un proceso que, en su opini¨®n, ya es imparable.
Desde su juventud, a Thrun le interesan el cerebro y la inteligencia humanos. Por eso se hizo especialista en rob¨®tica. ¡°Quien intenta conseguir que un robot sea inteligente desarrolla un gran respeto por la magnitud de la inteligencia humana¡±. En Silicon Valley es, a sus 47 a?os, una autoridad, un modelo para todos.
Ahora pasa la mayor parte del tiempo en su propia empresa, Udacity, cuyo objetivo es revolucionar la ense?anza. Ofrece los llamados cursos masivos abiertos online, programas de formaci¨®n y t¨ªtulos por Internet a gran escala. ?Por qu¨¦ precisamente la ense?anza? ¡°Me gustar¨ªa cambiar la sociedad, y eso me ha hecho preguntarme c¨®mo puedo maximizar mi influencia positiva en el mundo¡±, dice .
Thrun considera que la gente que trabaja en Silicon Valley es al mismo tiempo arrogante y humilde. Arrogante ¡°porque afirmamos que podemos cambiar el mundo¡±. Humilde ¡°porque admitimos que no sabemos exactamente c¨®mo hacerlo, sino que, sencillamente, vamos probando¡±. ¡°No creo en los planes ni en las predicciones precisas acerca del desarrollo de algo¡±, declara Thrun. ¡°Creo en las metas ambiciosas, en las misiones¡±. Udacity aspira a alcanzar los 1.000 titulados diarios. ¡°No s¨¦ cu¨¢ndo lo conseguiremos, ni tampoco c¨®mo lo haremos, pero podemos intentar trabajar cada d¨ªa tan duro y a tanta velocidad como sea posible¡±.
En esta visi¨®n del mundo, la pol¨ªtica es el gran enemigo, ya que es un obst¨¢culo al desarrollo. Thrun considera probado que ¡°las reglas se dictan para consolidar las estructuras existentes. Nosotros intentamos eludirlas¡±. Considera que Uber es el mejor ejemplo de c¨®mo se ponen obst¨¢culos a las ideas nuevas. Cuando se le pregunta si conoce a Kalanick, responde, ¡°Naturalmente. Todos nos conocemos bien¡±. ?El Estado, la Administraci¨®n, tambi¨¦n son, en ¨²ltimo t¨¦rmino, un sistema que hay que reinventar? ¡°Por supuesto,¡±, manifiesta Thrun. En alg¨²n momento habr¨ªa que sentarse y reflexionar c¨®mo se podr¨ªa gobernar de una manera m¨¢s eficaz y verdaderamente democr¨¢tica.
Peter Thiel, el ide¨®logo
En Silicon Valley, recalca Peter Thiel, las ideas libertarias constituyen ¡°una corriente bastante extendida¡±. Hasta se podr¨ªa decir que dominante. Thiel es su representante m¨¢s prominente. Es una de las figuras centrales del universo digital, inteligente y pol¨¦mico, visionario e ide¨®logo jefe, un fen¨®meno excepcional incluso dentro de la reducida camarilla de los multimillonarios gigantes de la tecnolog¨ªa.
Al final de los a?os noventa, Thiel, junto con otros colaboradores, fund¨® PayPal, el servicio de pago por Internet. Esa fue la primera vez que se hizo rico. Fund¨® una sociedad de inversi¨®n, se jug¨® el dinero a contracorriente y los millones volvieron a fluir. M¨¢s tarde, fue el primero en dar dinero a Mark Zuckerberg para su reci¨¦n creada empresa; 500.000 d¨®lares a cambio del 10% de Facebook. Thiel se hizo rico por tercera vez. Ahora reparte cientos de millones de d¨®lares entre j¨®venes empresas de nueva creaci¨®n, es uno de los inversores de capital riesgo m¨¢s influyentes y su dinero es tan codiciado como su consejo.
Creen que trabajan por el bien de la humanidad, pero no les gusta que la gente se entrometa
La ¨¦lite tecnol¨®gica ha creado una filosof¨ªa pol¨ªtica a medida que encaja con sus objetivos. Su m¨¢xima es bienestar y satisfacci¨®n para todos mediante la m¨¢xima autonom¨ªa y el m¨ªnimo Estado posible. En 2009, Thiel public¨® el ensayo La educaci¨®n de un libertario. En ¨¦l asegura: ¡°Estamos en una carrera a vida o muerte entre la pol¨ªtica y la tecnolog¨ªa¡±. El destino de la humanidad podr¨ªa depender en ¨²ltimo t¨¦rmino de una sola persona que construya una ¡°maquinaria de la libertad¡± que asegure que el mundo ser¨¢ del capitalismo.
Thiel es originario de Alemania. Naci¨® en Sprendlingen, cerca de Frankfurt, pero se march¨® del pa¨ªs cuando ten¨ªa un a?o. Su padre, ingeniero qu¨ªmico, recorri¨® el mundo con su familia. Pasaron por Sud¨¢frica y Namibia, y por fin aterrizaron en una peque?a ciudad cercana a San Francisco. En su adolescencia, Thiel era un genio del ajedrez y devor¨® innumerables veces El Se?or de los anillos, la biblia del g¨¦nero fant¨¢stico. Todav¨ªa hoy da a sus fondos de inversi¨®n los nombres de lugares y personajes del libro favorito de su juventud.
El cuartel general de Thiel Capital tiene su sede en el Presidio de San Francisco, una base militar fundada por los espa?oles. Las oficinas est¨¢n rodeadas de eucaliptos y palmeras. En el piso bajo, en la zona de la entrada, hay una estatua de Darth Vader, el personaje cinematogr¨¢fico. En Silicon Valley la decoraci¨®n de las oficinas siempre es moderna y juvenil, pero Thiel la prefiere elegante y distinguida. Con sus orqu¨ªdeas, la biblioteca y los muebles de dise?o, se parece a uno de los grandes bufetes de abogados de Nueva York.
El propio Thiel se presenta con sencillez. Lleva una camiseta gris de cuello en pico y calzado deportivo caro. Para una ocasi¨®n as¨ª jam¨¢s elegir¨ªa un traje. En su opini¨®n, los empresarios atildados son tan solo vendedores que intentan disimular las debilidades de su producto.
Thiel no entiende que todo el mundo siga concentrado exclusivamente en Internet. Los tel¨¦fonos inteligentes y las redes sociales est¨¢n muy bien, pero se han ¡°concebido con una mentalidad demasiado limitada¡±. Se pregunta qu¨¦ ha sido de ¡°los sue?os verdaderamente grandes¡± de los a?os cincuenta y sesenta, cuando todav¨ªa se hablaba de ¡°ciudades subacu¨¢ticas¡± y del ¡°transporte supers¨®nico¡±.
Cree que deber¨ªamos recuperar visiones mucho m¨¢s b¨¢sicas y esforzarnos al m¨¢ximo por alcanzar un futuro ¡°de rupturas radicales¡± con ¡°fuentes de energ¨ªa limpias¡± y ¡°desiertos que se puedan transformar en paisajes f¨¦rtiles¡±. Para ¨¦l existe una raz¨®n evidente de por qu¨¦ los ordenadores y los programas inform¨¢ticos han experimentado tantos avances: ese mundo est¨¢ libre en gran medida de regulaciones restrictivas. Una situaci¨®n totalmente diferente de la del ¡°mundo de los ¨¢tomos¡±, al que pertenecen, por ejemplo, la medicina y el transporte, que est¨¢ regulado estrictamente, ¡°y por eso cuesta tanto progresar en ese terreno¡±.
Existen proyectos extremos de oficinas en cruceros anclados en aguas internacionales, y otros a¨²n m¨¢s extremos de fundar ya aut¨¦nticas ciudades flotantes en islas artificiales que constituyan naciones tecnol¨®gicas. Thiel ha donado medio mill¨®n de d¨®lares.
Todo esto tiene mucho que ver con una corriente de fondo infravalorada que ha dejado su huella en Silicon Valley m¨¢s que cualquier otra cosa: la contracultura de los a?os sesenta y el profundo arraigo del movimiento hippy en San Francisco. Tiempo atr¨¢s, Steve Jobs vivi¨® en una comuna. Steve Woniak, cofundador de Apple junto con ¨¦l, lo subray¨® de nuevo hace poco en una entrevista en televisi¨®n: ¡°La contracultura signific¨® mucho para m¨ª. Siempre quise participar en una revoluci¨®n. Los ordenadores eran solo para los ricos, y yo quer¨ªa arrebat¨¢rselos¡±.
En los ¨²ltimos 20 a?os, de esta extra?a mezcolanza de utop¨ªas new age, ultracapitalismo e ideales estadounidenses primitivos de autodeterminaci¨®n individual ha surgido una ideolog¨ªa propia, la ¡°ideolog¨ªa californiana¡±. El t¨¦rmino lo acu?aron dos te¨®ricos de los medios de comunicaci¨®n en un ensayo ya a mediados de los a?os noventa. Los autores se preguntaban qu¨¦ hab¨ªa sido del esp¨ªritu libre de los hippies y del esfuerzo emprendedor de los yuppies¡±. La teor¨ªa se concibi¨® como una cr¨ªtica cultural, pero, en lugar de ello, Silicon Valley se ha apropiado de la idea de una ideolog¨ªa peculiar particular, s¨ªmbolo de su posici¨®n privilegiada como movimiento para el progreso de la humanidad.
¡°Hace tiempo que no reflexionamos sobre las cuestiones correctas¡±, se?ala Thiel. ¡°?Qu¨¦ tiene que suceder para que el mundo se convierta en un lugar mejor?¡±
Ha escrito un libro con el fin de ayudar a los nuevos emprendedores a encontrar las respuesta justas. El subt¨ªtulo es C¨®mo inventar el futuro. Su tesis fundamental es que los monopolios son buenos, incluso deseables. En palabras de Thiel, ¡°los monopolios creativos hacen posible que aparezcan nuevos productos beneficiosos para todos. La competencia supone que no habr¨¢ beneficios para nadie¡±. Thiel sabe que los monopolios ¡°tienen mala fama¡±, pero se debe ¨²nicamente a que ¡°la competencia es una ideolog¨ªa¡±.
En consecuencia, su consejo m¨¢s importante para los que est¨¢n creando empresas es que busquen un mercado que puedan dominar, construyan un monopolio e intenten conservarlo tanto tiempo como sea posible.
Joe Gebbia, el conquistador
Airbnb se ha propuesto revolucionar el turismo y poner en aprietos a todo el sector hotelero y se ha convertido en uno de los nuevos conquistadores del mundo digital, con los consabidos s¨ªntomas concomitantes: la vieja industria est¨¢ conmocionada, y la pol¨ªtica, indignada. Airbnb ofrece pernoctaciones en domicilios privados. A veces es solo una habitaci¨®n, y a veces una casa entera. La demanda es tan enorme que est¨¢ alterando el turismo en todo el planeta.
¡°Estamos en 190 pa¨ªses y en 34.000 ciudades. Solo esta noche tenemos 400.000 hu¨¦spedes, cada minuto se reservan 277 pernoctaciones...¡± Joe Gebbia se interrumpe y sonr¨ªe. Quiz¨¢ ni ¨¦l mismo pueda creerse del todo esas cifras. ?C¨®mo ha podido pasar algo as¨ª en solo un par de a?os? Gebbia es uno de los tres fundadores de Airbnb. En la visi¨®n del futuro de Gebbia, Airbnb no tiene que ofrecer solo alojamientos, sino que tiene que posibilitar que los clientes ¡°se sumerjan a fondo en el viaje¡±. El joven de 33 a?os quiere hacer de su empresa ¡°el lugar m¨¢s creativo del mundo¡±.
Para lograrlo hace falta un plan, una actitud mental adecuada, y para ello Gebbia echa mano de la f¨®rmula del llamado design thinking. Se trata de una manera de pensar que se encuentra por todas partes. Cuando era adolescente, Gebbia ya so?aba con Silicon Valley, pero no quer¨ªa ser inform¨¢tico y fue a la Escuela de Dise?o de Rhode Island para aprender design thinking. ¡°B¨¢sicamente se trata de pensar igual que la persona que va a utilizar tu idea¡±, aclara. Durante los primeros meses tras el arranque de la actividad de Airbnb, sus tres fundadores acostumbraban a pasar la noche con sus primeros clientes, repasando con ellos el funcionamiento de la web. ¡°Est¨¢bamos dentro de sus cabezas¡±, explica Gebbia.
El objetivo de Airbnb no es ser una empresa convencional, sino un movimiento. Su funci¨®n es allanar el camino hacia un modelo econ¨®mico mejor para el mundo, m¨¢s justo y m¨¢s eficiente. Puede parecer que aplicar los principios socioecon¨®micos al modelo de negocio es un barniz decorativo, un se?uelo. Y puede que sea as¨ª. Gebbia es consciente de que hay desconfianza. ¡°Hemos crecido con el convencimiento de que lo mejor que se puede hacer con la propia vida es hacer la vida mejor para los dem¨¢s¡±, dice.
Uno se puede re¨ªr de ello, juzgarlo ingenuo, desvergonzado o enga?oso. Lo ¨²nico seguro es que Gebbia habla en serio.
? 2015 Der Spiegel
Traducci¨®n de News Clips.
Distribuido por The New York Times Syndicate.
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