Ret¨®rica, l¨®gica y pol¨ªtica del WhatsApp
La red social marca la diferencia con criterios de mayor interacci¨®n personal que ofrecen al usuario una ilusi¨®n de centralidad
Hace poco hubo una ruptura sentimental en mi c¨ªrculo m¨¢s cercano. Nos dej¨® muy consternados: por v¨ªnculos familiares, la apoyamos m¨¢s a ella y durante unos d¨ªas no mantuvimos ning¨²n tipo de comunicaci¨®n con ¨¦l. Pertenec¨ªamos tres parejas al grupo de marras de WhatsApp: digamos que el nombre era Los seis fant¨¢sticos. El grupo estaba en stand by. Nadie escrib¨ªa en ¨¦l. Hasta que de pronto, ella dijo algo. Entonces ¨¦l respondi¨®: su despedida. El siguiente mensaje fue el de su salida del grupo. Entonces ella cambi¨® el nombre: digamos, Los cinco fant¨¢sticos. Confieso que me impresion¨® esa nueva din¨¢mica sentimental.
En la ret¨®rica del WhatsApp el grado 0 es la fotograf¨ªa con que te identificas (a menudo relacionada con tus afectos: la de tu abuelo si acaba de fallecer, la de tu gato, incluso la de tu propia cara), seguida del emoticono. Los ret¨®ricos grecolatinos hubieran alucinado de saber que era posible mantener una conversaci¨®n solo con dibujitos; y los cal¨ªgrafos chinos, con este nuevo lenguaje ideogr¨¢fico, que surgi¨® de la combinaci¨®n de par¨¦ntesis y otros signos de puntuaci¨®n. En 2013 Datagenetics contabiliz¨® en 2.242 emoticonos hechos con signos del teclado del ordenador (como ¡°[^_^]¡±); no hay datos fiables sobre la cantidad de emoticonos gr¨¢ficos y multicolores de la actualidad, que ya representan todas las razas y orientaciones afectivas.
WhatsApp no parece una red social, porque su raz¨®n de ser es la comunicaci¨®n directa con otro individuo. Pero lo cierto es que Facebook y Twitter incorporan la opci¨®n chat y que WhatsApp ha colonizado la comunicaci¨®n m¨¢s o menos privada con grupos de usuarios, a partir de la reformulaci¨®n del viejo concepto de agenda. Al contrario que Twitter o Youtube, que no precisan de invitaci¨®n o aceptaci¨®n por parte del interlocutor; como evoluci¨®n de Facebook, que te reclama ser aceptado como ¡°amigo¡± pero contempla la posibilidad de que la identidad sea ¡°falsa¡±, WhatsApp te exige una contrase?a que se relaciona directamente con tu identidad real: tu n¨²mero de tel¨¦fono. Por eso muchas aplicaciones y p¨¢ginas de citas, aunque incorporen un chat interno, conducen inevitablemente al intercambio de n¨²meros que lleven una plataforma que, tal vez absurdamente, juzgamos m¨¢s adecuada para el flirteo, como pre¨¢mbulo del encuentro real.
El ser humano busca ordenar la interacci¨®n sociales. WhatsApp ofrece el orden en esferas de conversaci¨®n
Quiz¨¢ se trate de eso: de niveles de realidad en un mundo de nicknames y pantallas. Entre las redes sociales mayoritarias, al vincularse tanto con el tel¨¦fono m¨®vil, ese aparato que llevamos en el bolso (junto con las llaves de casa), en el bolsillo del pantal¨®n (vecino del sexo) o de la americana (cerca del coraz¨®n), WhatsApp ha logrado ser sin¨®nimo de familia, amigos, amantes: un primer grado de realidad, en un contexto de l¨ªmites difusos y problem¨¢ticos. En el informe 2015 sobre noticias digitales del Reuters Institute se afirma que el consumo de informaci¨®n ya es superior en dispositivos m¨®viles que en computadoras. De las redes sociales, WhatsApp ocupa el tercer lugar en consumo de noticias, despu¨¦s de Facebook y Youtube, por delante de Twitter y Google+. En nuestro pa¨ªs el 67% de los encuestados usan la aplicaci¨®n y el 27% de ellos comparten con ella enlaces de medios de informaci¨®n. Se extiende, por tanto, la costumbre de relacionarnos con la realidad no s¨®lo a trav¨¦s del tel¨¦fono m¨®vil, sino de las personas reales que son de nuestra confianza.
Si Facebook se impuso porque cre¨® no s¨®lo una nueva ret¨®rica, sino una nueva l¨®gica y una nueva pol¨ªtica, WhatsApp se est¨¢ imponiendo porque est¨¢ haciendo lo mismo, pero todav¨ªa m¨¢s cerca de nuestro n¨²cleo ¨ªntimo. La ret¨®rica naturaliza el poder del emoticono, que no puede ser aplicado con la misma eficacia en Facebook o Youtube. La l¨®gica naturaliza la pr¨¢ctica de las conversaciones m¨²ltiples. La pol¨ªtica articula la vida familiar, vecinal, profesional, amistosa, en fin: social, en c¨ªrculos de conversaci¨®n. Conversaciones que no requieren necesariamente nuestra participaci¨®n. Como en el resto de redes sociales, un alto n¨²mero de los supuestos actores no son m¨¢s que participantes de baja intensidad, que tienen suficiente con el me gusta, el favorito, el emoticono o ¡ªtal vez el aut¨¦ntico grado 0¡ª el doble click azul (lo he le¨ªdo, estoy al corriente). Conversaciones que, pese a todo, nos contagian la sensaci¨®n de estar en contacto, de estar conectados.
De las ficciones de clase ¡ªdesde el anuncio de Ferrero Rocher hasta Pretty Woman¡ª que predominaron en la iconosfera de finales del siglo XX hemos pasado a las ficciones de proximidad preconizadas por las redes sociales. ?stas no s¨®lo tratan de neutralizar la soledad end¨¦mica de la vida urbana ni de encontrar en los algoritmos nuevas estrategias para consolidar la vida en pareja o en comunidad, sino que juegan un papel en nuestra necesidad de pensar que controlamos la incertidumbre. Porque son tambi¨¦n, quiz¨¢ sobre todo, ficciones de control. En los diversos c¨ªrculos de mis redes sociales lo ¨²nico que no cambia, el ¨²nico centro soy yo. Y esa ilusi¨®n de centralidad y de supervisi¨®n es particularmente importante en WhatsApp, porque es la red social que se rige por criterios de mayor interacci¨®n personal. La ¨²nica que no opera por saturaci¨®n (imposible leer todos los tuits, ver todos los v¨ªdeos) ni por la tiran¨ªa del algoritmo (que mediatiza las b¨²squedas en Google y nuestra visi¨®n de Facebook).
Esta aplicaci¨®n no requiere participaci¨®n y es la ¨²nica que no opera por saturaci¨®n ni por la tiran¨ªa del algoritmo
El ser humano siempre ha buscado modos de ordenar las interacciones sociales: la agenda las clasifica alfab¨¦ticamente; el plano de las mesas de invitados a una boda lo hace espacialmente. Con WhatsApp ese orden se organiza en esferas de conversaci¨®n. En Redes complejas, Ricard Sol¨¦ nos recuerda que toda red ¡°puede evolucionar espont¨¢neamente de formas imprevistas¡± y que ¡°lo complejo tiene mucho m¨¢s que ver con la naturaleza de las interacciones que con la naturaleza de los objetos que interaccionan¡±. Poco sabemos, por tanto, de qu¨¦ ocurrir¨¢ a medio plazo con las interacciones de las denominadas redes sociales. Sobre los objetos, nuestra naturaleza, podemos decir que siempre encontramos los modos de ampliar el ¨¢mbito de lectura, de expandir el radio de nuestros afectos, de empeque?ecer el mundo para agrandar el nuestro. La fiesta es cada vez mayor, pero su min¨²sculo centro sigue inexplicablemente vac¨ªo.
Jorge Carri¨®n es escritor, ha publicado recientemente la novela Los turistas (Galaxia Gutenberg) y el relato ilustrado Los difuntos (Aristas Mart¨ªnez).
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