Lo quieren saber todo
El ¡®big data¡¯ y el Internet de las cosas son ya una realidad insoslayable. Convendr¨ªa que nuestras ciudades no se quedaran atr¨¢s en su uso
Una gran parte del multimillonario negocio que puede desarrollar Uber no son los viajes: se basa en el big data. La pol¨¦mica compa?¨ªa norteamericana, que tiene en pie de guerra a los taxistas de medio mundo y que pone en contacto a viajeros con conductores a trav¨¦s de una aplicaci¨®n para el tel¨¦fono m¨®vil, se asienta encima de un gran tesoro: la informaci¨®n que se suministra sobre cada viaje, su frecuencia, su coste, el propio servicio.
El modelo es, en realidad, muy sencillo: desde el momento en que uno activa una petici¨®n para un coche Uber, este nos recoge, realiza el transporte y luego pagamos y, adem¨¢s, valoramos al conductor y su veh¨ªculo. Ese viaje ha sido datificado, traducido a datos procesados en tiempo real. Esto permite a Uber desplegar con rapidez nuevos modelos de negocio y modificar los existentes. Si todos los d¨ªas a la misma hora hay una gran demanda de veh¨ªculos en un determinado trayecto, ?no ser¨¢ mejor crear un nuevo servicio de coches compartidos que atienda m¨¢s r¨¢pido la demanda?; ?no preferir¨¢n los viajeros compartir frente a esperar? Uber responde inventando el servicio casi en el mismo momento en que se detecta. Manejo de datos que se mueven a gran velocidad, con una amplia variedad y un gran volumen, eso es el big data. Quienes sepan aplicarlo ser¨¢n los due?os de un nuevo mundo en la pol¨ªtica, las finanzas o la educaci¨®n, aunque tambi¨¦n en el espionaje y la guerra.
El manejo diestro y avanzado de estas nuevas habilidades, en las que la matem¨¢tica y la estad¨ªstica son la columna vertebral, ha disparado las expectativas de valoraci¨®n de esta empresa de transporte privado (por cierto, el autom¨®vil es el nuevo paradigma de los cambios tecnol¨®gicos) y la ha convertido en una de las pocas compa?¨ªas unicornio ¡ªese selecto club de nuevo cu?o al que pertenecen aquellos que, en sus primeras rondas de financiaci¨®n, han conseguido una valoraci¨®n de m¨¢s de 1.000 millones de d¨®lares, y en el que solo hay unos 150 miembros, por cierto, con un mont¨®n de compa?eros relacionados directa e indirectamente con el big data¡ª.
Quienes sepan manejar el Big Data ser¨¢n los due?os de un nuevo mundo en la pol¨ªtica, las finanzas o la educaci¨®n, aunque tambi¨¦n en el espionaje y la guerra
Pero si estos datos son los impulsos neuronales, el Internet de las cosas completa el nuevo sistema nervioso digital y recubre poco a poco todo el mundo f¨ªsico con sentidos y m¨²sculos: los datos los recogen millones de dispositivos, de los que el tel¨¦fono es uno de los m¨¢s importantes, y, adem¨¢s, muchas m¨¢quinas empiezan a hablar entre ellas y a generar de manera autom¨¢tica diferentes comportamientos y acciones, que pueden ir desde la compraventa de acciones a cambiar los intervalos de los sem¨¢foros en una ciudad.
En el reciente foro de Davos se asegur¨® que el binomio big data-Internet de las cosas est¨¢ configurando la cuarta revoluci¨®n industrial (tras el vapor, la electricidad y la inform¨¢tica).
Pero la construcci¨®n de una nueva sociedad y el progreso en esta revoluci¨®n, si estos elementos disruptivos no son manejados ni conocidos por toda la poblaci¨®n, abren inc¨®gnitas y avivan miedos. Por un lado, la creciente automatizaci¨®n de tareas que propicia el mundo conectado, muchas en manos de sensores y robots, hace temer que, en breve, habr¨¢ menos trabajo para los seres humanos. La centenaria lucha hombre-m¨¢quina que anticipaba Karl Marx en El capital ¡ª¡°all¨ª donde la m¨¢quina conquista un campo de producci¨®n provoca la miseria cr¨®nica de las capas obreras que compiten con ella. Si la transici¨®n es r¨¢pida, los efectos se dan en masa¡¡±¡ª se ha trasladado a una lucha hombre-robot (digno descendiente de las m¨¢quinas de Marx).
En el reciente foro de Davos se asegur¨® que el binomio big data-Internet de las cosas est¨¢ configurando la cuarta revoluci¨®n industrial (tras el vapor, la electricidad y la inform¨¢tica).
Esos miedos inconscientes quiz¨¢ son los que empujaron hace poco a titular a muchos diarios del mundo: ¡°Un robot mata a un empleado de una f¨¢brica¡±, pero cuando uno le¨ªa la noticia descubr¨ªa el lapsus, ya que en realidad ¡°un trabajador mor¨ªa en un accidente al montar un robot¡±. Y si el Internet de las cosas genera miedos en el mundo laboral, tambi¨¦n inquieta lo relativo a la seguridad personal y de los nuestros. A las sospechas de un uso inadecuado de nuestros datos personales se a?aden las del posible manejo a distancia inadecuado de cualquier cosa conectada: nuestro m¨®vil, nuestro coche, la c¨¢mara y el micr¨®fono de nuestra tele¡, no ya por robots sino por otros hombres. Hace unos meses se supo que no era muy dif¨ªcil captar im¨¢genes sin permiso de las c¨¢maras de seguridad que algunos padres usan para observar a sus hijos a distancia mientras trabajan o est¨¢n en otra habitaci¨®n: un sencillo filtro en un buscador mostraba cientos de esas transmisiones por errores en los protocolos de seguridad.
Pero el Internet de las cosas es imparable. Dejando a un lado la simplista an¨¦cdota de que lo que trae son neveras que nos avisan de los alimentos que caducan, o impresoras que, al acabarse, encargan solas la tinta a las tiendas online, se necesita un mayor conocimiento de qu¨¦ nos ofrece este campo por parte de la sociedad, las empresas y los Gobiernos. El avance de un pa¨ªs, sus industrias, sus escuelas y ciudades estar¨¢ completamente ligado al big data. Espa?a, incluidas Madrid y Barcelona, se queda atr¨¢s en el desarrollo, por ejemplo, de nuevos espacios urbanos del siglo XXI. No se trata ya solo de que nuestro entorno sea sostenible, solo faltar¨ªa, sino de que nuestro futuro se pueda desenvolver en un nuevo entorno cada vez m¨¢s inteligente pero tambi¨¦n m¨¢s seguro.
Mario Tasc¨®n y Arantza Coullaut son periodistas y autores del libro Big data y el Internet de las cosas, de la editorial Los Libros de la Catarata (2016).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.