Facebook, divinidad invisible
La red social se ha convertido en la expresi¨®n del capitalismo como religi¨®n. Fusiona la esfera productiva y la afectiva de las personas y convierte la identidad del individuo en una mercanc¨ªa
Facebook alcanz¨® a finales del a?o 2015 la cifra de 1.550 millones de usuarios. Es sin duda, y con mucha diferencia, la red social m¨¢s exitosa y a la vez un medio de comunicaci¨®n que se ha hecho imprescindible y casi inevitable. No s¨®lo est¨¢ cambiando los h¨¢bitos de nuestra vida cotidiana, sino tambi¨¦n nuestro modo de generar y transmitir informaci¨®n, hasta el punto de competir con los mass media tradicionales e invadir su espacio. Constituye tal vez el fruto m¨¢s notable y notorio de la revoluci¨®n digital y de las ventajas que supuso esa tecnolog¨ªa. Lo que empez¨® siendo una red de estudiantes en la Universidad de Harvard se ha convertido en un fen¨®meno masivo de proporciones desconocidas en la historia de la especie. ?C¨®mo explicar esa espectacular expansi¨®n en apenas una d¨¦cada?
Hay una pel¨ªcula, La red social, que narra la historia de la creaci¨®n de Facebook y que puede ilustrarnos al respecto. La historia se inicia con la ruptura entre el por entonces muy joven Zuckerberg y su pareja. El relato desliza la idea de que Facebook es en parte resultado de esa frustraci¨®n y de la incapacidad de Zuckerberg para atender esa relaci¨®n afectiva b¨¢sica. El resto de la cinta, por lo dem¨¢s no demasiado brillante, nos cuenta los avatares y conflictos en torno a la creaci¨®n de la red social y termina con una ¨²ltima escena en la que el creador de Facebook, a solas ante la pantalla de su ordenador, env¨ªa una solicitud de amistad a trav¨¦s de su cuenta de Facebook. La petici¨®n se dirige a su antigua pareja. Al margen de que los hechos se ajusten o no a la realidad de lo ocurrido, cosa que Zuckerberg ha cuestionado, lo cierto es que en la comparaci¨®n entre esas dos escenas encontramos un excelente umbral para comprender el poder de Facebook y lo que ha significado y significa en nuestras vidas. Lo que est¨¢ en juego entre la relaci¨®n frustrada al inicio y la petici¨®n de amistad al final de la cinta es la reestructuraci¨®n y recodificaci¨®n de una relaci¨®n afectiva que aparece trasladada ahora a un ¨¢mbito virtual. En esa traslaci¨®n de la vida afectiva al ¨¢mbito de la tecnolog¨ªa digital reside la clave del ¨¦xito de Facebook.
La digitalizaci¨®n de la sociedad en los ¨¢mbitos econ¨®micos o en los medios de comunicaci¨®n estaba ya muy avanzada en 2004, fecha de nacimiento de Facebook, y la idea misma de la red no solo no era nueva, sino que era ya entonces y sigue siendo hoy la definici¨®n misma del fen¨®meno de Internet. A Facebook le han precedido y le han sucedido otras redes sociales, pero ninguna ha alcanzado ese ¨¦xito fulgurante ni esa implantaci¨®n masiva, porque ninguna de ellas ha incidido en el coraz¨®n de la afectividad y de la intimidad como lo ha hecho Facebook. El universo virtual serv¨ªa ya para transacciones de todo tipo, para cualquier forma de comunicaci¨®n, para el trabajo, el ocio y la publicidad, pero ning¨²n dispositivo digital hab¨ªa sido capaz de reestructurar y llevar al universo virtual la ¨²ltima dimensi¨®n de la vida que le quedaba por colonizar al capitalismo: los afectos.
Cualquier usuario sabe que Facebook est¨¢ articulado en torno a dos ejes principales que son la amistad y la biograf¨ªa. El juego entre esas dos esferas es la condici¨®n de posibilidad de su poder. Un dispositivo del que eres aparentemente due?o y en el que gestionas tu vida afectiva es el sue?o de cualquier humano. Es como si la ?tica a Nic¨®maco de Arist¨®teles o la?tica de Spinoza estuvieran a disposici¨®n de cualquiera a la distancia de un clic, sin esfuerzo y sin frustraciones. La construcci¨®n de la propia vida y la de las relaciones fundamentales agrupadas bajo el t¨¦rmino amistad aparecen de pronto estructuradas y objetivadas mediante un dispositivo en el que pareces liberarte de las limitaciones que nos imponen el espacio y el tiempo. El dispositivo te convierte de pronto en el centro de un universo en el que las incomodidades y dificultades propias de la vida y del tiempo quedan retocadas en el universo virtual, un universo en el que construyes tu identidad y te afirmas en busca de adhesiones en forma del Me gusta y que adem¨¢s gestionas de modo an¨¢logo a como se gestiona una cuenta corriente, aunque se trate ahora de una cuenta corriente de afectos y de encuentros. Por si eso no fuera suficiente, el usuario se siente participando de una comunidad que no s¨®lo comparte con sus amigos, lo sean realmente o no, sino tambi¨¦n con los dem¨¢s centenares de millones de usuarios de la Red, arropado de nuevo en el calor de la masa, pero aparentemente sin padecer ya la despersonalizaci¨®n, el car¨¢cter pasivo o las dimensiones de violencia que estudios cl¨¢sicos como los de Le Bon, Freud o Canetti hab¨ªan atribuido a los fen¨®menos de masas del siglo XX. Facebook ofrece finalmente, gracias a la tecnolog¨ªa digital, el espejismo de la libertad y de la comunidad reunidos en un dispositivo sencillo, al alcance de cualquiera y aparentemente inocuo.
Facebook ofrece el espejismo de la libertad y de la comunidad reunidos en un dispositivo sencillo
Y sin embargo se trata de un espejismo, porque esa dimensi¨®n afectiva se hace masiva ¨²nicamente gracias al hecho de que se combina con la mayor m¨¢quina publicitaria del planeta. De esta manera esa supuesta libertad se pone al servicio de una gran f¨¢brica en la que el usuario se convierte en productor, sin ser plenamente consciente de ello, a partir de su vida afectiva. Con ella paga el precio de un servicio, que se dice sin embargo que ¡°es gratis y lo ser¨¢ siempre¡±. Expresada en fotos, opiniones o sentimientos, la afectividad se convierte en una mercanc¨ªa que cede a perpetuidad a una empresa cuya riqueza es la publicidad. Es esa combinaci¨®n la que permite hablar de un capitalismo afectivo. Sin los afectos all¨ª depositados y sin ese espejismo de libertad Facebook no se habr¨ªa convertido en la herramienta de publicidad y promoci¨®n que es, pero sin esa dimensi¨®n estrictamente publicitaria tampoco habr¨ªa alcanzado el car¨¢cter masivo que llega a 1.550 millones de personas. Es esa fusi¨®n de la esfera afectiva y de la productiva, en la que la amistad y la propia identidad son las mercanc¨ªas, la que hace de Facebook finalmente la expresi¨®n del capitalismo como religi¨®n. Porque en efecto, el dispositivo es un templo virtual en el que, en la era del nihilismo, se produce una nueva comuni¨®n universal que parece preservar las diferencias y las acoge y subsume en un dispositivo uniforme, m¨¢s all¨¢ de creencias e ideolog¨ªas. El sue?o de cualquier religi¨®n. Tal vez eso explica que Facebook con sus 1.550 millones de usuarios haya superado ya el n¨²mero de fieles de cualquier religi¨®n en el planeta (si desagregamos la distintas Iglesias cristianas), por encima de los 1.400 millones del catolicismo y de los 1.300 millones del Islam.
Expresada en fotos, opiniones o sentimientos, la afectividad se convierte en una mercanc¨ªa que se cede a una empresa cuya riqueza es la publicidad
Facebook, al llevar el capitalismo a los afectos, ha ido mucho m¨¢s all¨¢ de la apropiaci¨®n de la cultura que denunciaron Adorno y Horkheimer bajo el r¨®tulo industrias culturales, m¨¢s all¨¢ incluso de la idea de la sociedad del espect¨¢culo desarrollado por Guy Debord. El dispositivo incide en el mismo ¨¢mbito en que han incidido siempre las religiones, genera las mismas expectativas de comuni¨®n afectiva con otros humanos, y lo hace desde esa dimensi¨®n intemporal que aspiraban a expresar las catedrales. Pero en esa catedral a la que acude como a su templo virtual el usuario no adora ya ning¨²n Dios, se adora a s¨ª mismo buscando la adhesi¨®n permanente de esa identidad fabricada y objetivada por el dispositivo en forma de biograf¨ªa. Se trata de la afirmaci¨®n narcisista de quien es empresario de su biograf¨ªa y que al serlo alimenta esa nueva divinidad invisible que nos gobierna desde lo que Foucault llamaba iron¨ªa del dispositivo: al someternos nos hace creer que somos libres.
Vicente Serrano es fil¨®sofo y ensayista. Dirige la Escuela de Graduados en la Facultad de Filosof¨ªa de la Universidad Austral de Chile. Acaba de publicar Fraudebook. Lo que la red social hace con nuestras vidas (Plaza y Vald¨¦s).
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