Un golpe a las noticias falsas
Facebook apuesta por destacar el contenido period¨ªstico de calidad
Las posverdades -o lo que es lo mismo, las mentiras- no son patrimonio exclusivo de la era de Donald Trump y el populismo rampante. Exist¨ªan mucho antes de que Facebook, Google y el propio Internet nacieran. Si pensamos que esta campa?a electoral norteamericana estuvo intoxicada por la difusi¨®n de verdades a medias, basta con buscar en la hemeroteca informaciones de oto?o de 2000. Medios muy respetables de Estados Unidos se vieron forzados a hacerse eco de vergonzosas an¨¦cdotas que pon¨ªan en cuesti¨®n la honorabilidad del candidato dem¨®crata, Al Gore. Que si hab¨ªa dicho que ¨¦l era el inventor de Internet o que si se hab¨ªa inventado que ¨¦l y su mujer, Tipper, eran la pareja en la que se hab¨ªan inspirado la novela y el filme Love Story, todo mentiras o exageraciones.
Hoy, los medios de comunicaci¨®n tenemos m¨¢s lectores que nunca. Es cierto que se venden y se imprimen menos diarios en papel. Pero nuestras noticias no conocen fronteras: llegamos a millones de personas, en cualquier lugar del mundo, a cualquier hora del d¨ªa. Es el regalo de la tecnolog¨ªa, que trae pareja una completa transformaci¨®n del modelo publicitario. Diarios como EL PA?S, The New York Times o The Guardian competimos por publicidad entre nosotros, pero tambi¨¦n con las grandes empresas de Internet, que logran sus beneficios con anuncios. Es un escenario nuevo e incierto, en el que hay una dependencia mutua entre los grandes medios consolidados y comprometidos con el derecho a la informaci¨®n y gigantes de la Red como Facebook o Google.
El precio de llegar a decenas de millones de personas a diario es no controlar la distribuci¨®n de nuestro contenido. Somos responsables de lo que escribimos, pero no siempre de c¨®mo llega hasta el lector: un mensaje en Twitter, un correo electr¨®nico, un grupo de Facebook o una imagen en Instagram. Y hemos visto con preocupaci¨®n c¨®mo parasitan los canales de distribuci¨®n de informaci¨®n p¨¢ginas con apariencia de peri¨®dicos, que publican noticias que en realidad no lo son, sin fuentes, sin datos, sin contrastar, que se aprovechan de la confianza forjada entre diarios y lectores para enga?ar a estos ¨²ltimos. As¨ª se propagaron cr¨®nicas falsas como que el Papa apoy¨® p¨²blicamente a Trump o que un agente del FBI apareci¨® muerto en casa de Hillary Clinton.
El ¨¦xito de profesionales de la intoxicaci¨®n y la mentira a la hora de aprovecharse de los algoritmos de Facebook, Google y otros servicios de Internet ha hecho que quienes gestionan el diccionario de Oxford eligieran el t¨¦rmino ¡®posverdad¡¯ como la palabra del a?o pasado. Las noticias falsas, su publicaci¨®n y su rechazo, se han convertido en una parte central del discurso pol¨ªtico en una era especialmente convulsa a ambos lados del Atl¨¢ntico. Ahora, por fin, una red social de la talla de Facebook, con 1.800 millones de usuarios en todo el mundo, toma medidas para distinguir y destacar la informaci¨®n real, contrastada, de calidad, que es marca de cabeceras como EL PA?S.
El hecho de que Facebook permita a medios como EL PA?S seleccionar cinco noticias diarias para entreg¨¢rselas al lector por diversas v¨ªas, en su muro y a trav¨¦s de notificaciones, es la prueba de que esta enorme plataforma de Internet est¨¢ tomando medidas muy necesarias y muy bienvenidas para desterrar el contenido falso, nocivo y t¨®xico de sus servidores. De este modo, con el anuncio de hoy, Facebook reconoce, premia e impulsa al periodismo de calidad, ese que invierte sus recursos en preservar y mantener el derecho de la sociedad a la informaci¨®n, al margen de manipulaciones que embrutecen la democracia.
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