¡®Is this real life?¡¯: de cuando los jugadores de ¡®eSports¡¯ llegamos para quedarnos
Ya no hac¨ªa falta explicar a nadie el motivo de mi disciplina deportiva porque dej¨® de considerarse un simple juego. En ese momento sent¨ª que algo hab¨ªa cambiado
Las diez de la noche. Inmigraci¨®n de Estados Unidos?en San Francisco. Me encuentro haciendo cola despu¨¦s de aterrizar y pasar varios controles de seguridad. Todav¨ªa un poco aturdida de tantas horas de viaje, lo ¨²nico que tengo claro es que en cuanto llegue al mostrador van a valorar si tengo permiso para entrar en el pa¨ªs o no. Entre risas miro a mis compa?eras y una de ellas dice divertida: "?Te imaginas que no nos dejan pasar?".
En ese momento fui consciente por primera vez de que igual mis motivos para entrar en el pa¨ªs no iban a ser del agrado de aquellos se?ores aparentemente tan simp¨¢ticos. Ante el resto del mundo, lo que yo hac¨ªa y hab¨ªa estado haciendo durante a?os, podr¨ªa no estar bien visto, hasta el punto de no permitirme entrar en un pa¨ªs.
Est¨¢bamos en San Francisco y hab¨ªa sido aceptada como jugadora profesional de un videojuego, algo que yo ya consideraba un deporte, un deporte electr¨®nico
¡ª"Good night", salud¨®.?
Contundente cuando menos, pero especialmente serio; serio como si no hubiera tenido la oportunidad de ir al ba?o en semanas. Recuerdo perfectamente aquella cara que no transmit¨ªa empat¨ªa alguna. No tard¨® mucho en pedirme la documentaci¨®n, y mientras la miraba lleg¨® la pregunta: "?Cu¨¢l es el motivo de venir a los Estados Unidos de Am¨¦rica?". Y con una risa nerviosa e intentando que no pareciera que estaba titubeando, le cont¨¦ que ven¨ªa a jugar un torneo. Estaba claro que la siguiente pregunta ser¨ªa:
¡ª"?Torneo de qu¨¦?". Y ah¨ª ya no me qued¨® opci¨®n alguna que decir la verdad y recit¨¦ del tir¨®n:
¡ª"Es un torneo de videojuegos para el que nos hemos clasificado en Europa".?
Me mir¨®, lo mir¨¦, volvi¨® a mirarme:
¡ª"?Videojuegos?".
Pregunta que acompa?¨® de:
¡ª"?Qu¨¦ juego?".
Y ah¨ª ya lo solt¨¦:
¡ª"Counter-Strike".
Sonre¨ª. Por un momento quise explicarle de qu¨¦ iba el juego mientras me ven¨ªan las mil im¨¢genes del mismo: dos equipos enfrentados creando una estrategia y usando armas para conseguir ganar la ronda. Por suerte no fue necesario. De alguna manera aquella sonrisa sincera y apasionada funcion¨®. Mir¨¦ alrededor y vi que mis cuatro compa?eras tambi¨¦n hab¨ªan conseguido superar la prueba sin problemas. Est¨¢bamos en San Francisco y hab¨ªa sido aceptada como jugadora profesional de un videojuego, algo que yo ya consideraba un deporte, un deporte electr¨®nico.
Esto pas¨® en verano de 2008, llevaba por aquel entonces 10 a?os jugando y compitiendo. Aquel a?o, por primera vez, ten¨ªamos un patrocinador importante que nos pod¨ªa costear dos eventos grandes que ten¨ªan lugar en un par de meses, primero en Par¨ªs y despu¨¦s en San Antonio. Est¨¢bamos viviendo un sue?o, est¨¢bamos al otro lado del mundo viviendo NUESTRO sue?o. Y, con nosotras, lo viv¨ªan nuestras familias en la distancia y por fin comprend¨ªan el porqu¨¦ de tanto esfuerzo y sacrificio. Nuestros amigos por fin aceptaron y perdonaron que hubi¨¦ramos fallado todas aquellas cenas, cumplea?os y dem¨¢s actividades que hab¨ªamos dejado por tener que dedicar horas a entrenar, a prepararnos para poder estar en la ¨¦lite competitiva.
Ya no hac¨ªa falta explicar a nadie el motivo de mi disciplina deportiva porque dej¨® de considerarse un simple juego. En ese momento sent¨ª que algo hab¨ªa cambiado.
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