¡°Lo que pasa en EEUU con Amazon es una advertencia para Europa¡±
El periodista Alec MacGillis advierte de c¨®mo las grandes corporaciones tecnol¨®gicas han contribuido a la desigualdad social
En EEUU, 1,1 millones de personas trabajan en Amazon. En Espa?a, de momento solo unas 15.000, seg¨²n el periodista estadounidense Alec MacGillis. ¡°Revis¨¦ cu¨¢ndo estuvo Amazon en un punto similar en EEUU y en realidad no fue hace tanto tiempo, su crecimiento ha sido muy extremo¡±, dice. MacGillis viene del futuro para advertir c¨®mo puede acabar Europa si toma la senda ¨²nica de confiar en Amazon.
MacGillis acaba de publicar la versi¨®n espa?ola (Pen¨ªnsula) y catalana (Periscopi) de su libro Estados Unidos de Amazon. El libro, que se present¨® esta semana en el CCCB de Barcelona, muestra sobre todo c¨®mo la explosi¨®n de las grandes empresas tecnol¨®gicas han disparado las divisiones sociales en EEUU, entre las ciudades de las costas y el centro.
MacGillis es periodista de Propublica, la organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro que se centra en periodismo de investigaci¨®n. Pero antes trabaj¨® en el Washington Post, donde cubri¨® la campa?a de Barack Obama en 2008. En esa ¨¦poca, en plena recesi¨®n, vio c¨®mo empezaba la desconexi¨®n entre un Washington DC pudiente y ciudades del Medio Oeste destrozadas. MacGillis procede adem¨¢s de una peque?a ciudad del interior de Massachusetts, que tambi¨¦n perdi¨® mucha poblaci¨®n en los ¨²ltimos a?os mientras Boston, la capital del Estado, se volv¨ªa m¨¢s rica. Ya con su familia, MacGillis fue a vivir a Baltimore, donde vio de nuevo las diferencias.
Esas crecientes diferencias le llevaron a estudiar la tendencia. Amazon fue la empresa escogida por sus enormes tent¨¢culos, pero su libro es sobre c¨®mo la nueva era digital est¨¢ dejando atr¨¢s a millones de personas. La concentraci¨®n de riqueza en manos de la gente que lidera o vive dentro de esa nueva burbuja ha provocado por ejemplo la elecci¨®n de Donald Trump, seg¨²n MacGillis.
Estados Unidos ya era antes de Amazon un pa¨ªs muy distinto de Europa. Los centros de las ciudades llevaban a?os degradados, los suburbios eran el coraz¨®n del pa¨ªs, los sindicatos ten¨ªan un papel menor. Pero el nivel ahora es completamente distinto.
Un peque?o sindicato es un ¨¦xito hist¨®rico
Las diferencias con Europa son tan enormes que cuando, hace un par de semanas, un solo centro log¨ªstico de Amazon en Staten Island (Nueva York) vot¨® a favor de crear un sindicato, un veterano reportero de temas laborales lo bautiz¨® como ¡°de lejos el mayor ¨¦xito laboral de los ¨²ltimos 25 a?os en EEUU¡±. ¡°S¨¦ que parece una locura¡±, dice MacGillis. ¡°Pero as¨ª de mal est¨¢n las cosas para los sindicatos. Estamos en el 6% en el pa¨ªs. Ning¨²n sindicato hab¨ªa ganado jam¨¢s en Amazon.
In my 25 years writing about labor, the unionization victory at the Amazon warehouse in Staten Island is by far the biggest, beating-the-odds David versus Goliath unionization win I've seen
— Steven Greenhouse (@greenhousenyt) April 1, 2022
A fired Amazon worker took on Amazon's union busters & unionized a 5,000-worker warehouse https://t.co/5DniteClbL
?Qu¨¦ puede lograr ahora un sindicato que empieza en unas condiciones tan precarias? ¡°Su mayor desaf¨ªo es la rotaci¨®n¡±, dice MacGillis. ¡°Lo primero que deben hacer es simplemente lograr que la gente permanezca en el trabajo por m¨¢s tiempo. La propia Amazon fomenta una alta rotaci¨®n. Se est¨¢n quedando sin gente en algunos lugares¡±, a?ade. Hay centros de Amazon que cambia todo su personal cada a?o, dice MacGillis. Con esa velocidad de cambios, nadie encuentra suficiente camarader¨ªa entre sus colegas para confiar en un proyecto como un sindicato.
El segundo gran frente es la batalla contra la deshumanizaci¨®n del puesto de trabajo. Amazon tiene fama de controlar la productividad al segundo, vigilar los minutos de pausas para el ba?o. Su carrera para conseguir robots est¨¢ muy limitada por la falta de ¨¦xito para lograr algo la perfecci¨®n de la mano humana. ¡°De momento un robot no puede imitar la versatilidad de la mano, que puede adaptarse a objetos de tama?o y pesos distintos, nos salva nuestra mano¡±, dice MacGillis.
Eso hace que la batalla por las condiciones sea prioritaria: ¡°No sentir que est¨¢s reducido a unas incre¨ªbles expectativas de productividad, tener m¨¢s descansos sin sentir que te est¨¢n observando constantemente¡±, a?ade.
La advertencia para Europa
¡°He pensado mucho sobre las diferencias entre EEUU y Europa y tengo pensamientos contradictorios¡±, a?ade. ¡°Por un lado, veo el incre¨ªble vigor todav¨ªa de los centros urbanos europeos, que me encantan, tambi¨¦n la tradici¨®n de las costumbres, de la cultura, de gente que quiere seguir estando junta y salir a la calle¡±, dice. EE UU ya hab¨ªa abandonado en parte esas reuniones en calles en favor del centro comercial.
MacGillis, que es de madre alemana, vivi¨® en Alemania el pasado oto?o para escribir un reportaje sobre el fin del carb¨®n. All¨ª detect¨® peligros. ¡°Vi muchos camiones en la autopista y cierres de grandes tiendas de ciudades en Alemania. Tambi¨¦n habl¨¦ con parientes j¨®venes m¨ªos, alguno verde, que ahora compra todo en Amazon porque tiene ni?os peque?os, es m¨¢s f¨¢cil y no siente reparos. Vive en los suburbios y se averg¨¹enza mucho de las cosas americanas¡±, explica.
As¨ª que, de otra manera, est¨¢ preocupado de que Europa solo vaya retrasada respecto a EEUU. A pesar de su mejor posici¨®n de salida: ¡°En EEUU son tan grandes que es casi demasiado tarde. Para Europa, la visi¨®n optimista es que la ciudad y sus centros son una defensa contra el estilo de vida Amazon. Pero la visi¨®n pesimista es que eso solo significa que hay m¨¢s que perder¡±, advierte.
?Era Amazon inevitable?
Cuando MacGillis preguntaba en Amazon, la respuesta que le daban para cerrar el debate es que si no eran ellos ser¨ªan otros, que su aparici¨®n y ¨¦xito es inevitable: ¡°Ven¨ªan a decirme algo como que sab¨ªan que sus trabajos son horribles, que no se ve bien, que su dominio no es tan bueno. Pero, a?ad¨ªan entonces, esto no va de nosotros¡±, explica.
MacGillis cree, al contrario, que ese fatalismo es una defensa barata. Hay cosas que Amazon podr¨ªa dejar de hacer, a pesar del convencimiento de su fundador Jeff Bezos que bajar el gas a fondo despe?ar¨ªa a la empresa: ¡°siempre es como el primer d¨ªa¡± es uno de sus lemas de la compa?¨ªa. Para MacGillis pueden ser menos agresivos evitando pagar los impuestos que les tocan o pidiendo subsidios p¨²blicos de gobiernos locales para construir nuevos centros log¨ªsticos en una regi¨®n o apretar tanto a sus trabajadores.
Moralina, no
MacGillis no es miembro de Prime, el servicio de suscripci¨®n de Amazon. Pero s¨ª compra en Amazon de vez en cuando.¡±No pretendo llamar a ning¨²n boicot¡±, dice. Ni tampoco aspira a suprimir el comercio electr¨®nico en general. Pero cree que hay una l¨ªnea intermedia donde los gobiernos sean capaces de reducir el tama?o de Amazon, por ejemplo separando Amazon Web Services (el servicio de centros de datos de Amazon) del comercio electr¨®nico. Tambi¨¦n cree que los consumidores tienen m¨¢s opciones que correr a comprar con un clic o a buscar empresas m¨¢s locales o menos concentradas.
Hay que tener en cuenta que el gran ¨¦xito de Amazon hoy no son los productos propios que vende, sino los empresarios que usan su plataforma para vender, con una comisi¨®n para Amazon, y para comprar anuncios a Amazon. Adem¨¢s, Amazon extrae informaci¨®n de esas ventas de terceros para crear sus propios productos.
Hay quien defiende que los grandes almacenes o supermercados tambi¨¦n ten¨ªan esa informaci¨®n sobre otras marcas. El problema con Amazon es la escala: los millones de productos, ventas y velocidad con la que todo se asimila no tiene nada que ver con los pasillos de un s¨²per.
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