La tragedia de los divos
En ¡®BoJack Horseman¡¯ todo el debate sobre la culpa, el da?o y el abuso de poder machista adquiere una dimensi¨®n m¨¢s oscura
A menudo nos vence la urgencia por opinar y por dejar claro que nos mojamos y que no carraspeamos y agachamos la cabeza cuando la pol¨¦mica crece como una ola surfera que no podemos dejar pasar. A m¨ª el primero. Estamos siempre tensos y a la que salta, como si el mundo no pudiera vivir sin nuestro epigrama lapidario, que casi nos sale espont¨¢neo, junt¨¢ndose con otros miles de epigramas no menos lapidarios que acaban formando una lapidaci¨®n.
A veces (muy pocas) soy capaz de guardarme los epigramas y de taparme en el sof¨¢ con la manta de la ficci¨®n, donde las cosas se revelan mucho m¨¢s complejas, dif¨ªciles de juzgar y, por tanto, comprensibles. Porque la comprensi¨®n inhabilita el juicio: en el instante en que comprendes algo o a alguien, te vuelves incapaz de salvarlo o de condenarlo un¨ªvocamente.
He visto estos d¨ªas los ¨²ltimos cap¨ªtulos de BoJack Horseman, donde todo este debate sobre la culpa, el da?o, el abuso de poder machista y las miserias de los divos adquiere una dimensi¨®n m¨¢s oscura. BoJack Horseman es una serie de dibujos protagonizada por una estrella de la tele venida a menos que, con su narcisismo, arruina la vida de todos.
En la ¨²ltima temporada se redime y se recicla como profesor de universidad, pero su pasado le persigue en forma de una periodista que quiere revelar un secreto terrible. Para averiguar qu¨¦ diablos quiere saber la reportera, BoJack repasa todas las monstruosidades que ha cometido, y llena tres pizarras con la lista.
Entiende as¨ª que la redenci¨®n es imposible, que hay sombras que estropean toda una vida. Es su piedra de S¨ªsifo: hay errores que no admiten otra enmienda que cargar con ellos.
Y as¨ª, con talento y hondura, sin epigramas, columnas ni titulares, he comprendido mucho mejor la tragedia de los divos.
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