C¨®mo dar ¨¢nimos sinceros en tiempos de emoticonos
No es extra?o que hasta el rey parezca un animador sociocultural. No solo porque es hijo de su tiempo, sino porque un rey se entrena desde ni?o para recitar clich¨¦s
En 1912, una peque?a empresa de productos de papeler¨ªa de Nebraska empez¨® a vender tarjetas para felicitar las navidades. Tuvieron tant¨ªsimo ¨¦xito, que en pocos a?os imprimieron toda clase de felicitaciones, y tras 1945 su negocio abarcaba el mundo entero. Hoy, Hallmark dise?a postales que lo mismo celebran el embarazo de una amiga que un ascenso o se conduelen por el diagn¨®stico de un c¨¢ncer. De la cuna a la tumba, un perezoso o un cobarde pueden cumplir todas sus obligaciones sociales sin pensar una palabra propia.
El esp¨ªritu de Hallmark impregna la sociedad entera. La frase hecha se alarga en el g¨¦nero de la autoayuda, que se emplasta en la pol¨ªtica, el periodismo y, sobre todo, en los emoticonos de las redes. Cuando no sabemos qu¨¦ decir, ya ni siquiera murmuramos ¡°que te mejores¡± o ¡°todo va a ir bien¡±, sino que soltamos el emoticono de gui?o y sonrisa, coraz¨®n y beso. Hoy, los p¨¦sames son una carita llorando.
No es extra?o que hasta el rey parezca un animador sociocultural. No solo porque es hijo de su tiempo, sino porque un rey se entrena desde ni?o para recitar clich¨¦s.
El imperio de Hallmark (y sus ep¨®nimos, como Mr. Wonderful) se expandi¨® en el mundo pr¨®spero de la posguerra. Sus frases huecas triunfaron porque celebraban la banalidad de una sociedad que se gustaba a s¨ª misma como banal. La autoayuda tambi¨¦n curaba angustias m¨¢s o menos imaginarias, pero nada de eso sirve cuando el mundo se abre en abismos. Los ¨¢nimos ortop¨¦dicos son estacazos sobre la moral, y solo una arenga sincera, con palabras que no salgan en ning¨²n diccionario de lugares comunes, puede emocionarnos un poco.
Son muchas d¨¦cadas falseando los sentimientos con ch¨¢chara y cacareo, pero los discursos sin guion se ir¨¢n abriendo paso y las palabras con peso romper¨¢n los emoticonos.
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