¡®Bocas de arena¡¯: Afilando (al m¨¢ximo) el potencial de una intriga vasca
Koldo Almandoz firma un policial de autor sutilmente brillante, con atm¨®sfera industrial, y una inspectora que, como todo buen personaje, es un misterio en s¨ª misma
Desde Fargo, el Fargo de los hermanos Coen, la pel¨ªcula que protagoniz¨® una ya entonces fabulosa Frances McDormand, y cuyo esp¨ªritu pervive en cada una de las temporadas de la serie del mismo nombre que firma Noah Hawley, el noir cinematogr¨¢fico y televisivo no ha vuelto a ser el mismo. Fargo afil¨® uno de los m¨²ltiples aspectos que ensay¨® Twin Peaks, la verdadera responsable de que el g¨¦nero se ampliara ¨Cjunto con la misma idea de lo serial televisivo¨C. ?Cu¨¢l? El de dejar que la trama sea un ruido de fondo, algo con lo que los viv¨ªsimos personajes tengan que, simplemente, lidiar, mientras lidian con todo lo dem¨¢s. Ellos son el misterio. Lo que ha pasado ya no tiene remedio.
Liber¨¢ndose de la imposici¨®n de la trama, que tiende a necesitar reacciones arquet¨ªpicas que diluyen el peso de los personajes y convierten cualquier cosa en una copia de una copia, Fargo se propuls¨®, como Twin Peaks, a otro nivel, permiti¨¦ndole al noir audiovisual ¨Ccomo ya hab¨ªa hecho el cl¨¢sico tot¨¦mico de David Lynch¨C alcanzar un car¨¢cter de autor sin precedentes. El inicio de la estupenda Hondar Ahoak (Filmin, t¨ªtulo traducido como Bocas de arena), el primer trabajo para televisi¨®n del todoterreno Koldo Almandoz, con ese gui?o direct¨ªsimo a Stanley Kubrick ¨Cun plano secuencia que imita la llegada de Jack Torrance al Overlook en El Resplandor¨C es, en ese sentido, toda una declaraci¨®n de intenciones. Estamos ante un noir, y un noir basque, y no uno cualquiera. Lo que vamos a ver va a intentar escapar a la dictadura de la trama, va a centrarse en crear un mundo en el que algo ha pasado.
La apuesta por una epatante fotograf¨ªa y un uso de referencias cinematogr¨¢ficas ¨Calgo parecido a lo que ocurre en los cap¨ªtulos que dirige M. Night Shyamalan para Servant, tan distintos al a veces meramente funcional, nada pict¨®rico, plano televisivo¨C, eleva, desde el primer momento, el magnetismo de una serie que se nutre, sobre todo, de silencios. De silencios y repeticiones, que en la forma son a veces planos repetidos ¨Ccomo vi?etas de un c¨®mic¨C y que intensifican la idea de no salida, de la vida en el peque?o pueblo costero en el que transcurre la acci¨®n, y en el que cada d¨ªa parece el mismo repetido. Y por supuesto, el trabajo de los actores. En concreto, el trabajo de Nagore Aranburu, en el papel de la inspectora Nerea Garc¨ªa, y Eneko Sagardoy, en el del ertzaintza del pueblo ¨Cuna Ondarrua pintorescamente claustrof¨®bica¨C que le echa una mano con la investigaci¨®n.
En realidad, la que ha venido a echar una mano es ella. Ha desaparecido el patr¨®n de un pesquero, un tal Josu, y en el pueblo no se ven capaces de encontrarlo. En realidad, nadie parece estar busc¨¢ndolo, ni siquiera su mujer. A nadie le importa demasiado que no aparezca. Dan por hecho que simplemente ha desaparecido ¨Cy el de desaparecer es un concepto clave en la serie¨C, como ya ha hecho otras veces, y que volver¨¢. Pero entonces aparece un cad¨¢ver. No el de Josu, sino el de alguien que ten¨ªa que ver con ¨¦l. Y poco a poco, la cosa se complica, y el pueblo al completo parece empezar a cerrarse alrededor de Nerea, que, aqu¨ª y all¨¢, va top¨¢ndose con pistas, que a veces son solitarios pescadores senegaleses, o miradas c¨®mplices en el asador. Lo que lo sostiene todo es su potent¨ªsimo car¨¢cter de hura?a, y misteriosa, forastera. Es la naturalidad de su interpretaci¨®n, y cada decisi¨®n est¨¦tica, la que hace de Hondar Ahoak algo ¨²nico.
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