¡®Them¡¯: golpear al negro, entretener al blanco
La violencia expl¨ªcita de una nueva serie de terror hacia sus personajes afroamericanos abre el debate de hasta d¨®nde es l¨ªcito recrearse en agresiones racistas
Los Emory son una pr¨®spera familia afroamericana que huye de los horrores racistas de la Carolina del Norte de 1953, donde impera la segregaci¨®n. Su alternativa, Compton, un acomodado suburbio a las afueras de Los ?ngeles, parece un refugio de todo lo que esperan dejar atr¨¢s que se mudan ah¨ª. Hasta que deja de parecerlo. A su llegada, las blanqu¨ªsimas amas de casa del barrio se sientan ante su puerta con un tocadiscos port¨¢til, y les dedican una canci¨®n pop en absoluto sutil (¡°bongo, bongo, bongo, no quiero dejar el Congo¡±). Para el segundo d¨ªa, ya se ha derramado sangre. Para el quinto, el grado de violencia en la historia es tal que (los ojos sensibles deber¨ªan saltarse el resto del p¨¢rrafo) mientras la madre es violada en grupo, debe contemplar c¨®mo los violadores juegan a la pelota delante de ella: la pelota es su propio beb¨¦, metido en la funda de una almohada.
Es la trama de Them, una nueva serie de Amazon Prime Video, y ¨²ltimo ejercicio en el g¨¦nero audiovisual que combina la brocha gorda del terror con las sutilezas del racismo; un g¨¦nero perfeccionado por Jordan Peele en las pel¨ªculas D¨¦jame salir o Nosotros (Us) y que ha encontrado en televisi¨®n su h¨¢bitat natural, como demostr¨® el ¨¦xito sorpresa de Territorio Lovecraft, del mismo Peele, el a?o pasado. Them es diferente. Desde su estreno, hace diez d¨ªas, no ha cesado de levantar protestas entre algunos cr¨ªticos e intelectuales afroamericanos por la forma en la que se regodea en el sufrimiento de una familia negra. ?Es verdaderamente antirracista, se preguntan muchos, como el poeta Saeed Jones o la cr¨ªtica televisiva de The New Yorker, Doreen St. Felix, publicar diez horas de sangr¨ªa negra perfectamente glamurizada, en un momento en que precisamente lo que sobra es sangre negra en las calles?
En televisi¨®n, es muy fina la l¨ªnea que separa una escena revulsiva de otra sencillamente espectacular. No es solo cuesti¨®n de sangre: Juego de Tronos (2011-2019) sol¨ªa denunciar las salvajes vejaciones que sufr¨ªan las mujeres en su mundo¡ mostrando cada detalle de dichos abusos. La audiencia era juez, pero tambi¨¦n c¨®mplice de los desnudos, las violaciones y las palizas que recib¨ªan sus personajes femeninos. El cuento de la criada pas¨® por algo parecido: su historia, sobre la opresi¨®n a las mujeres en su primera temporada (2017) deriv¨® en su segunda entrega (2018), seg¨²n sus cr¨ªticos, en un relato donde la violencia superaba con creces lo que necesitaba la trama para seguir avanzando. A esa descompensaci¨®n se le llam¨® entonces ¡°pornograf¨ªa de violencia machista¡±. Si la c¨¢mara se recrea en el sufrimiento y el espectador con ella, ?en qu¨¦ lado de la agresi¨®n est¨¢n ambos?
La cuesti¨®n se acent¨²a a¨²n m¨¢s con la violencia racial, sobradamente documentada e indeleblemente aceptada durante siglos, a veces, incluso, como pasatiempo de Estados y ciudadanos. Winston Churchill resumi¨® su paso por el Ej¨¦rcito brit¨¢nico como ¡°bastantes guerritas felices contra unas gentes barb¨¢ricas¡±. ¡°Para Churchill y otros como ¨¦l, esas felices atrocidades forman parte de una narrativa de caballer¨ªa inglesa y glorias, una fantas¨ªa constru¨ªda sobre los cad¨¢veres de gente negra¡±, se?ala el escritor y poeta Oluwatayo Adewole en su ensayo Black Pain as Entertainment. ¡°Incluso cuando acabaron (sobre el papel al menos) la esclavitud y la colonizaci¨®n, el uso de la violencia contra negros como entretenimiento no ces¨®, solo se transform¨®. Entre 1877 y 1950, en EE UU se linch¨® a 4.000 negros¡±, cuenta. Todas estas connotaciones pesan en las escenas de esta ¨ªndole en cine y televisi¨®n de una forma particular.
La violencia racista todav¨ªa est¨¢ espectacularmente documentada hoy, esta vez en v¨ªdeos casi siempre iguales (verticales, borrosos, filmados con el m¨®vil) de agresiones policiales a ciudadanos negros. Son los que han galvanizado el movimiento Black Lives Matter, y de ellos dice haber partido el creador de Them, Little Marvin. ¡°Mi inspiraci¨®n era el despertarme cada d¨ªa y ver metraje filmado con el m¨®vil de gente negra intimidada de una u otra forma, por amenazas policiales, por sistemas de vigilancia, u otra cosa¡±, le contaba la semana pasada a Variety. Sus cr¨ªticos le recuerdan que en el resultado final, sin embargo, esa violencia, ese ir y venir de tripas, miembros e insultos, est¨¢ rodada con colores saturados que imitan el technicolor de los cincuenta. No evoca los v¨ªdeos virales sino a Hitchcock. Si debe invitar a la repulsa, y no a la fascinaci¨®n, se le recrimina, no lo aparenta: la violencia racista nunca ha tenido mejor aspecto.
El cineasta no se ha defendido abiertamente de las cr¨ªticas, m¨¢s all¨¢ de un par de frases sueltas en entrevistas promocionales. Su intenci¨®n, a?ade, era precisamente suscitar el debate que ha provocado la serie. ¡°No me interesa el cart¨®n piedra. Me interesa nuestra complejidad y nuestros matices, con todos nuestros defectos. Quer¨ªa no tener miedo de explorar todo eso¡±, le dijo hace unos d¨ªas a la revista The Grio.
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