Sorna
En el tan previsible como olvidable debate, al menos ?ngel Gabilondo, el fil¨®sofo lanzado a la cenagosa y prosaica arena p¨²blica, me hizo sonre¨ªr en alg¨²n momento
?ngel Gabilondo se autocalifica como El Soso, lo cual demuestra algo tan necesario e higi¨¦nico llamado sentido del humor. Confirma con socarroner¨ªa mayoritarias opiniones ajenas respecto a su personalidad pol¨ªtica. Este hombre inteligente y culto vuelve a demostrar agilidad mental y sorna con un par de expresiones divertidas sobre soledades y milagros, en el tan ...
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?ngel Gabilondo se autocalifica como El Soso, lo cual demuestra algo tan necesario e higi¨¦nico llamado sentido del humor. Confirma con socarroner¨ªa mayoritarias opiniones ajenas respecto a su personalidad pol¨ªtica. Este hombre inteligente y culto vuelve a demostrar agilidad mental y sorna con un par de expresiones divertidas sobre soledades y milagros, en el tan previsible como olvidable debate sobre la felicidad o la desdicha que le va a ocurrir a Madrid en el caso de que ganen unos u otros. Al menos, el fil¨®sofo lanzado a la cenagosa y prosaica arena p¨²blica me hizo sonre¨ªr y re¨ªr en alg¨²n momento. Vuelvo a hacerlo en el lamentable cristo que se monta en la SER cuando a la monja mussoliniana y artera, que lanza cicuta y desprecio sobre todos los pol¨ªticos que la acompa?an, gente que ejerce la misma profesi¨®n que ella, le responde: ¡°Al parecer, usted debe de ser la emperatriz de Jap¨®n¡±.
Encuentro en Movistar el reestreno de la muy digna serie Crematorio y recuerdo interminables e inolvidables conversaciones telef¨®nicas, en horas p¨¢lidas de la noche, que mantuve con un se?or al que admiraba profundamente y al que nunca conoc¨ª en persona. Era el escritor Rafael Chirbes, autor de novelas que se me incrustaron muy dentro, como Crematorio y En la orilla. Muri¨®. Jam¨¢s llegamos a vernos, a compartir un arroz y unas botellas de vino en el pueblo de Alicante donde viv¨ªa. Y me pregunto con melancol¨ªa por la cr¨®nica novelada sobre el tiempo de la peste que tal vez hubiera plasmado su talento, su capacidad de emoci¨®n, su sarcasmo, su complejidad, su dolorida lucidez.
Cuentan en la tele que ayer se cumpli¨® un a?o de que permitieran salir a la calle a los asfixiados ni?os, a esas criaturas que deben de creer que el mundo es un territorio habitado para siempre por seres enmascarados. Algunos de ellos recuerdan con alborozo la jornada en la que pudieron salir a jugar al aire libre. Otros no guardan memoria alguna. Se les ha borrado. Benditos sean en ambos casos.
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