Billie Holiday pag¨® muy cara la fruta extra?a
La machacaron por ser mujer, negra y rebelde. Porque viniendo de lo m¨¢s bajo lleg¨® a lo m¨¢s alto. Una pel¨ªcula y un documental revisan la tr¨¢gica historia de la estrella del jazz
¡°De los ¨¢rboles del Sur cuelga una fruta extra?a. / Sangre en las hojas, y sangre en la ra¨ªz. / Cuerpos negros balance¨¢ndose en la brisa sure?a. / Una extra?a fruta cuelga de los ¨¢lamos¡±.
Una noche de 1939, Billie Holiday cant¨® por primera vez Strange Fruit en el Caf¨¦ Society del Greenwich Village neoyorquino, ante un p¨²blico no segregado pero mayoritariamente blanco, que se qued¨® paralizado. No era nada com¨²n el activismo, mucho menos la canci¨®n protesta, en las grandes estrellas afroamericanas del jazz de la ¨¦poca. Pero Holiday cant¨® y cant¨® Strange Fruit ¡ªa partir de un texto de Abel Meeropol, un jud¨ªo comunista, impactado por los linchamientos de negros¡ª aunque lo pagara caro.
Dos producciones (disponibles en Movistar+) revisan la tr¨¢gica historia de una de las mejores voces del siglo XX. En Los Estados Unidos contra Billie Holiday, pel¨ªcula de Lee Daniels, la cantante es encarnada por Andra Day, que cumple en un papel dif¨ªcil, aunque su buena voz no llega a esa altura sideral. No es una obra maestra, y el guion pudo trabajarse mejor, aunque se entiende bien el mensaje. Y el documental Billie, del brit¨¢nico James Erskine, repasa cientos de entrevistas a personas del entorno de la artista que hizo la periodista Linda Lipnack Kuehl en los a?os setenta. Su objetivo era documentar una biograf¨ªa que no lleg¨® a terminar porque muri¨® a los 38 a?os, en un confuso episodio que se calific¨® de suicidio. Dos formas, una de ficci¨®n nada edulcorada y otra de cruda realidad, de contar la misma historia.
En sus 44 a?os de vida, que inicia en la pobreza y el abandono, Holiday sufri¨® todas las violencias posibles. La machista: fue violada en la ni?ez, prostituida y maltratada por sus parejas, que adem¨¢s la desplumaron. La de las adicciones, al alcohol y a la hero¨ªna (¡°Era capaz de meterse lo que 10 hombres y salir a cantar¡±, se cuenta en Billie). Y la del racismo: siendo ya una figura, le imped¨ªan el acceso al ascensor, y la enviaban al montacargas, o le negaban alojarse en hoteles de blancos (por estas cosas, aquella brillante generaci¨®n de m¨²sicos negros encontr¨® una meca del jazz en Par¨ªs). Pas¨® por la c¨¢rcel por posesi¨®n de narc¨®ticos, y la polic¨ªa la persigui¨® hasta el mism¨ªsimo lecho de muerte, en el que agonizaba con el h¨ªgado destrozado, en 1959. No era por la droga, claro que no: la machacaron porque era mujer, negra y rebelde. Porque viniendo de lo m¨¢s bajo lleg¨® a lo m¨¢s alto. Y porque no acept¨® que nadie le dijera que no pod¨ªa cantar Strange Fruit.
Si lo pensamos bien, esa brutalidad que se nos cuenta ocurri¨® anteayer. Las heridas del racismo institucionalizado en EE UU est¨¢n demasiado recientes, nunca curadas del todo. Todav¨ªa ocurre alg¨²n linchamiento, ya no con la horca sino con armas de fuego, que, es el colmo, acaba en absoluci¨®n.
¡°Escena pastoral del valiente sur. / Los ojos saltones y la boca retorcida. / Aroma de las magnolias, dulce y fresco. / Y el repentino olor a carne quemada. Aqu¨ª est¨¢ la fruta para que la arranquen los cuervos. / Para que la lluvia la tome, para que el viento la aspire, para que el sol la pudra, para que los ¨¢rboles la dejen caer. / Esta es una extra?a y amarga cosecha¡±.
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