Eurovisi¨®n, ?el feminismo que quieres?
Tanxugueiras, Ribogerta Bandini y Chanel representan en el Benidorm Fest tres modelos de reivindicaci¨®n de la mujer tan antag¨®nicos como complementarios
Estaba la Espa?a que trasnocha para ver semifinales del Benidorm Fest enzarzada en un duelo entre tetas y panderetas cuando el jurado, contando con la colaboraci¨®n necesaria de su versi¨®n demosc¨®pica, esa entelequia que ha dejado claro que representa a la Espa?a que no tuitea, pero vota, dinamit¨® los pron¨®sticos al abrir la puerta de la final a una invitada inesperada: Chanel Terrero.
Que lo que se hab¨ªa vendido como una final entre dos pasase a ser una terna dinamiz¨® un debate que ya no se limit¨® a lo musical sino que vir¨® hacia ese ancho mar de los Sargazos en el que acaban varando todos los asuntos en los que est¨¢n implicadas las mujeres: el feminismo. O, m¨¢s bien, el lado correcto del feminismo. Desde que la palabra empez¨® a ser utilizada por Alejandro Dumas hijo para burlarse de quienes reivindicaban t¨ªmidamente sus derechos hasta hoy, las sucesivas olas han dotado de matices, a veces contradictorios, a lo que es tan sencillo como la igualdad entre hombres y mujeres. Lo dem¨¢s es ornamento, pero provoca que haya tantos feminismos como feministas.
Dentro del inabarcable pantonario del feminismo, Tanxugueiras representa el m¨¢s can¨®nico. Las gallegas rescatan una figura tan ninguneada como la de las pandereteiras, entretenedoras an¨®nimas, ocultas bajo un techo que no fue de cristal sino de piel tensada de cabra y que representan una cultura en la que las mujeres estaban excluidas de todo excepto del trabajo sin remunerar. Su Terra es potente, bailable y f¨¢cil de exportar, al igual que el Ay, mam¨¢ de Rigoberta Bandini, que tambi¨¦n reivindica a las mujeres y la sororidad, pero a trav¨¦s de filtro de iron¨ªa, porque quiero pensar que hay cierta iron¨ªa en llevar el feminismo a estas alturas por la senda de las tetas, la maternidad y el caldo ¡ªaunque ahora sepamos que sirve el Aneto. Un alivio para las que como mucho tenemos un par de cubitos de sopicaldo caducado perdidos en la despensa¡ª.
Algo tan naif como vincular mujeres y pacifismo cuando contamos con c¨¦lebres iniciadoras de guerras como Margaret Thatcher o Golda Meir o s¨¢dicas que har¨ªan temblar a Mohammad bin Salm¨¢n, ah¨ª est¨¢n las biograf¨ªas de Madame Mao o Elena Ceau?escu que le son tan gratas a La 2. Es tan ingenuo asociar una bondad casi m¨¢gica a las mujeres como pernicioso vincular cuidados y feminismo cuando la pandemia acaba de evidenciar lo que ya supon¨ªamos, que quienes cuidan son casi siempre mujeres y precarias.
En la propuesta de Chanel lo ¨²nico que se reivindica es bailar. La actriz y cantante se plant¨® en la final con una canci¨®n compuesta por Leroy S¨¢nchez, el mismo que firma el Make you say de Sara Deop, con quien la hispano-cubana guarda similitudes. Ambas han apostado por una propuesta muy f¨ªsica en la que, como en el caso de Bandini, los cuerpos ocupan un lugar central, aunque con un af¨¢n m¨¢s sexual, pero igualmente alejadas del feminismo can¨®nico. El SloMo de Chanel lleg¨® a la semifinal tras una actuaci¨®n impecable y pill¨® desprevenidos a los que se vanagloriaban de que este a?o la propuesta espa?ola rezumar¨ªa feminismo y se han encontrado con que podemos ir a Tur¨ªn con un tema que incluye frases como Si tengo un problema, no es monetary, yo vuelvo loquita a todos los daddies, yo siempre primera, nunca secondary. Si Ay, mam¨¢ se ha convertido en la banda sonora oficiosa de S¨¢lvame, ese Among us del feminismo en el que todos son impostores, la de Chanel podr¨ªa ser la de Soy Georgina.
Sin embargo, son muchas las que reivindican que el de SloMo representa un feminismo igual de leg¨ªtimo que el de Terra. Al fin y al cabo hay pocas actitudes m¨¢s fortalecedoras que subvertir los c¨®digos de algo tan machista en origen como el perreo para convertirlo en un arma del feminismo. Y por eso cada vez son m¨¢s quienes reivindican el perreo, las letras sexualmente expl¨ªcitas y la exhibici¨®n del cuerpo, siempre que sea por propia elecci¨®n. Como resume la activista brasile?a Fannie Sosa, ¡°mover las caderas es dar un paso hacia el placer. Cuanto m¨¢s placentero es un cuerpo, m¨¢s poderoso es¡±. Aunque requiere hilar muy fino para no acabar devorada por la misma maquinar¨ªa que crees estar combatiendo.
Es entendible que estos debates sobre caldos y perreo hagan arquear las cejas a quienes, ajenas a la m¨²sica del Benidorm Fest, llevan d¨¦cadas luchando por reivindicaciones que siguen en el aire, como la brecha salarial, el techo de cristal, la violencia contra las mujeres o la p¨¦rdida de libertades elementales en pa¨ªses que un d¨ªa incluso ganaron el Festival de Eurovisi¨®n en el que ahora no participan por miedo a ser contaminados por su libertinaje (?good evening, Ankara!). Cuando los derechos de las mujeres apenas se han consolidado en el primer mundo y en la mitad del mismo tenemos la misma consideraci¨®n que el ganado lanar parece una broma perder tiempo en discutir sobre qui¨¦n se ajusta menos a nuestra idea del feminismo, mucho mejor nos regocijamos en que el debate sea sobre qui¨¦n lo es m¨¢s.
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