?La moda sexi empodera o cosifica?
La hipersexualizaci¨®n de las tendencias puede entenderse como una forma de liberaci¨®n femenina o como una f¨®rmula m¨¢s de opresi¨®n de las mujeres
Tangas diminutos a la vista; vestidos de rejilla; tops m¨ªnimos, u?as kilom¨¦tricas, pesta?as postizas¡ Tendencias que llevan meses copando las calles y las cuentas de Instagram de adolescentes y j¨®venes y que son m¨¢s globales, p¨²blicas y medi¨¢ticas que nunca: ?pueden ser s¨ªmbolos del empoderamiento de las mujeres? ?Cualquier elecci¨®n de una mujer es feminista? ?Es realmente libre esa decisi¨®n?
El debate est¨¢ abierto y tiene algo de generacional. Frente a una amplia corriente de feministas que vivi¨® el trasiego del movimiento durante las ¨²ltimas d¨¦cadas, y que piensan que la moda sexi cosifica, un grupo m¨¢s reducido pero creciente defiende que la mujer tiene la potestad exclusiva de sexualizar su piel, si as¨ª lo desea, y que eso la empodera. Es bastante f¨¢cil encontrar ejemplos que han sido objeto de discusi¨®n: el atuendo de la presentadora Cristina Pedroche en las campanadas de Nochevieja, el toples de la actriz feminista Emma Watson por el estreno de La Bella y la Bestia, la forma de vestir de Beyonc¨¦ y sus bailarinas¡
La hipersexualizaci¨®n del cuerpo femenino se generaliz¨® a partir de los a?os sesenta, con el neoliberalismo y una revoluci¨®n sexual que, con el tiempo, el feminismo critic¨® por no ser tal. Lo que iba a suponer una ruptura con los roles sociales y la moralidad de las relaciones acab¨® por ser una transici¨®n de amas de casa a portadas de revistas y muslos y pechos relucientes en publicidad. La soci¨®loga Rosalind Gill cont¨® en Cultura y subjetividad en tiempos neoliberales y posfeministas c¨®mo en los a?os noventa percibi¨® el nacimiento de una nueva figura que vender: la de una mujer joven, atractiva, heterosexual y que ¡°a sabiendas y deliberadamente juega con su poder sexual, siempre disponible para el sexo¡±.
En esa doble cara de la libertad de la construcci¨®n de g¨¦nero, Gill asegura que a las j¨®venes se les anima con el discurso del ¡°poder femenino¡± mientras que sus cuerpos son ¡°reinscritos poderosamente como objetos sexuales¡±. Por un lado se las presenta como sujetos sociales activos que desean. Por otro, est¨¢n sujetas a un ¡°nivel de escrutinio y vigilancia hostil sin precedentes¡±. La fil¨®sofa Alicia Puleo llama a esta era la del ¡°patriarcado de consentimiento¡±. Si las amas de casa exist¨ªan antes en un sistema que fomentaba la coerci¨®n, la represi¨®n de la sexualidad, el ocultamiento, ahora ¡°no se maneja tanto la prohibici¨®n como la incentivaci¨®n e incitaci¨®n a determinadas conductas, la producci¨®n de deseo¡±.
Se vende como empoderamiento aquello que sostiene y afirma la feminidad normativa m¨¢s tradicional y patriarcal, apunta Rosa Cobo, escritora y profesora de Sociolog¨ªa del G¨¦nero. La moda, subraya, es uno de los canales por los que el patriarcado, que hasta mediados del siglo XX dijo a las mujeres que se taparan bien, ahora pide lo contrario (desvestirse, afeitarse el pubis, subirse a unos tacones¡). ¡°No hay tangas feministas ni vestidos feministas¡±, a?ade la fil¨®sofa Ana de Miguel. ¡°El feminismo no es una etiqueta, ni la ropa es feminista. El feminismo es usar la cabeza para pensar; en este caso, para pensar qu¨¦ me quieren vender¡±. Y c¨®mo. Y por qu¨¦.
De Miguel recuerda una clase de filosof¨ªa social en 2005 en la que vio a sus alumnas iguales: ¡°Llevaban el pelo muy largo y liso. Les pregunt¨¦ por qu¨¦ y me fueron contestando que era lo que hab¨ªan elegido, que era su particularidad, que les gustaba, a cada una de ellas, en concreto¡±. De aquella clase qued¨® la m¨¢xima de que, dada la diversidad humana, cuando tantas personas toman la misma decisi¨®n esa elecci¨®n no responde a una acci¨®n totalmente libre sino a alg¨²n tipo de presi¨®n m¨¢s o menos expl¨ªcita.
¡°Se usa la libertad de elecci¨®n como explotaci¨®n. Tu cuerpo es tu mejor recurso¡±, opina la fil¨®sofa Ana de Miguel
?C¨®mo discernir entre libertad e imposici¨®n por constructo social? Seg¨²n la fil¨®sofa Puleo, eligiendo qu¨¦ modelo es mejor para nuestra libertad y qu¨¦ la restringe: ¡°El cuerpo, como ha mostrado el feminismo, es construido. El problema es que las condiciones materiales a las que este se somete determinan tambi¨¦n los estados de conciencia. Y se nos convierte en un cuerpo que vive solo para la mirada del otro¡±.
En 1998, Barbara Lee Fredrickson, profesora de psicolog¨ªa de la Universidad de Carolina del Norte, pidi¨® a unos estudiantes que se metieran en un vestuario, se pusieran un jersey o un ba?ador y que, durante diez minutos, completaran un examen matem¨¢tico. Las chicas que lo hicieron en traje de ba?o tuvieron resultados significativamente peores que las que llevaron jersey. En ellos no hubo diferencia. La Asociaci¨®n Americana de Psicolog¨ªa recogi¨® este estudio y concluy¨® que la sexualizaci¨®n y la objetivaci¨®n de las ni?as socavan la confianza y la comodidad en el propio cuerpo, lo que acarrea consecuencias emocionales negativas, como la verg¨¹enza o la ansiedad.
Dos d¨¦cadas despu¨¦s, el canon de belleza patriarcal se ha ido alimentando y convirtiendo en negocio, subraya la soci¨®loga Rosa Cobo: tiendas de u?as, gimnasios, determinadas revistas¡ El capitalismo, se?ala, tiene una ¡°extraordinaria habilidad¡± para, a partir de la idea de la libertad individual, monetizar la feminidad ¡°exaltada¡±. Est¨¢ sorprendida: ¡°Nunca pens¨¦ que toda la lucha feminista del siglo XX pudiera desembocar aqu¨ª¡±.
Un aqu¨ª que, resume la fil¨®sofa De Miguel, es de cosificaci¨®n y disociaci¨®n. Si el pensamiento cartesiano dio a los hombres la mente y a las mujeres el cuerpo y la emoci¨®n, lo que las llevaba a ser ¡°meras reproductoras, cuidadoras y objetos sexuales¡±, hoy se reformulan las estrategias para mantener vigente el patriarcado de consentimiento. ¡°Se usa la libertad de elecci¨®n como una explotaci¨®n. El mensaje es que tu cuerpo es tu mejor recurso, tu mercanc¨ªa¡±, opina. Asegura que las j¨®venes reciben el mensaje de que no podr¨¢n tener el trabajo ni el salario que desean, y de que la libertad al alcance es elegir el tama?o de las u?as y la ropa interior. ¡°Venden como libertad un mensaje neoliberal: no hay l¨ªmites en lo que se puede comprar o vender¡±. Incluido el cuerpo. Sobre todo, el de ellas. ¡°La libertad de elecci¨®n solo puede darse en una sociedad igualitaria. Y desde luego no es esta¡±.
Del otro lado est¨¢n voces como la de la modelo Emily Ratajkowski, abiertamente feminista, que apareci¨® semidesnuda en el videoclip de Blurred Lines y argumenta que sabe que est¨¢ ¡°jugando en una sociedad patriarcal¡± y ¡°capitalizando su sensualidad¡± por elecci¨®n. Esta forma de ver el cuerpo es compartida, con m¨¢s o menos fondo, por cantantes, actrices, escritoras o activistas. El movimiento Femen devuelve contenido pol¨ªtico a algo tan sexualizado como los pechos de la mujer ¡ªtambi¨¦n lo ha hecho la cantautora chilena Mon Laferte en la ¨²ltima gala de los Grammy Latinos¡ª. El movimiento Free the Nipple combate la censura en redes sociales de los pezones femeninos. Publicaciones independientes como Salty llevan portadas sugerentes con mujeres fuera del canon de belleza occidental.
En esa l¨ªnea podr¨ªa entrar Polly Vernon, autora del libro Hot Feminist (2015). No cree que las im¨¢genes con las que se nos bombardea sean por definici¨®n perjudiciales: recuerda que creci¨® rodeada de la primera generaci¨®n de supermodelos y que pensaba: ¡°Son incre¨ªbles¡±, pero no se odiaba por no ser como ellas. ¡°Algo ha pasado en estas d¨¦cadas para que las mujeres se sientan cada vez m¨¢s inc¨®modas al mirar a otras mujeres muy hermosas. Es una pena¡±. En su opini¨®n, ense?ar a las adolescentes que la sensualidad las convierte en v¨ªctimas autom¨¢ticas es ¡°uno de los mensajes m¨¢s desalentadores y da?inos de la era moderna¡±.
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